Transformación a ritmo de blues
- Opinión
(98 días de confinamiento)
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El 18 de mayo, Asa Cristina Laurell, subsecretaria de Integración y Desarrollo de la Secretaría de Salud, renunció por diferencias con el titular, Jorge Alcocer. Ella fue titular de Salud cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador fue jefe de Gobierno del Distrito Federal (hoy Ciudad de México). Se opuso al Seguro Popular (hoy, Instituto de Salud para el Bienestar, Insabi), pues vislumbró su privatización, y cuyo presupuesto disminuía; en cambio, pugnaba por un programa amplio de medicamentos gratuitos.
Ese mismo día publicó un artículo en La Jornada sobre la necesaria reconstrucción del Sistema Nacional de Salud, bajo la rectoría de la subsecretaría a su cargo, pero que por austeridad se busca eliminar. “La pretensión del secretario de Salud, Dr. Jorge Alcocer, apoyado por el titular del Insabi, el antropólogo Juan Ferrer, aún más inexperto sobre el sistema de salud mexicano, de desmontar la SIDSS es una amenaza para el futuro”. Y el futuro es hoy.
Cuando todavía nos hallamos en la meseta de la pandemia, en otros países que regresaron a la plena normalidad han visto aparecer rebrotes, como el caso de China y Estados Unidos. Aquí, en México, ante a la nece(si)dad de la gente, se apela a su responsabilidad, y se deja, literalmente, en sus manos la decisión de salir o no salir a las calles. Las advertencias y recomendaciones están hechas.
Organismos internacionales, como la FAO y la CEPAL, advierten de una transición de la crisis sanitaria a una crisis alimentaria, debido a un aumento de la pobreza que se traduce en pérdida de los empleos y de los ingresos necesarios y suficientes para adquirir, por lo menos, la canasta básica. El número oficial de pobres se incrementará en nueve millones, al pasar de 53 millones a 62 millones, que los conducirá al hambre. En México, con el salario mínimo apenas se puede la cuarta parte de la CB. Otra pandemia, el de la pobreza/desigualdad, que se sitúa de nuestra normalidad.
La nueva normalidad le vino al presidente como anillo al dedo, pues en materia de salud pública las cosas no serán como antes. Situación que incluye las relaciones interpersonales, en las incorporamos hechos elementales y superficiales, pero esenciales, como el lavado de manos y el uso de tapabocas, aunque él se resiste a usarlo, como si fuera un signo de debilidad. Equívocamente, sacrifica seguridad por autoridad.
El presidente se siente agobiado. Se ve rodeado, cercado, por conservadores. Él, que se asume liberal, de cepa juarista. Bajo esta óptima construyó su proyecto de Nación, que es de rescate de las garras neoliberales, es decir, neoporfiristas. Por eso, extraña el lapsus de un juarista: “El derecho al respeto ajeno es la paz”…
El 15 de junio, de gira por Jalapa, Veracruz, un grupo de familiares de gente desaparecida quiso abordarlo, pero por aquello de la sana distancia, explicaría después, se negó. Le recordaron su encuentro con la mamá de Joaquín El Chapo Guzmán. Por eso, rescato un reportaje de Falko Ernst: Las desaparecidas de Veracruz, que se publicó en la edición de octubre de 2017 de Nexos. Tiempos del gobernador Javier Duarte (2010-2016), quien hubo de renunciar y cuyo proceso “se ha centrado en el desvío de fondos públicos. Hasta la fecha ni una palabra se ha mencionado de los crímenes de lesa humanidad (tortura, desaparición, crímenes), y por lo tanto el papel del Estado en la transformación de Veracruz en uno de los campos de muerte de América. Los colectivos de víctimas han contabilizado la desaparición de hasta 20 mil personas sólo en Veracruz”. Así, los reclamos al Estado –representado hoy por Andrés Manuel López Obrador— son legítimos.
Afuera de Palacio Nacional continúa, después de tres semanas, un plantón de familiares de desaparecidos, cuyo número suma más de sesenta mil.
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Un estudio del Instituto de Estudios Políticos (IPS, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, DC, confirma que el Covid-19 exacerbó la desigualdad económica y social y la división racial en Estados Unidos. Mientras desde el 18 de marzo el uno por ciento de la población ha visto aumentar su riqueza en 20 por ciento, es decir, en 584 mil millones de dólares, 44 millones han ´perdido su empleo. Sólo 12 personas poseen más riqueza que toda la población negra, es decir, 17 millones de hogares. No sorprende que la tasa de muertes sea tres mayor entre los negros que entre los blancos (Mint Press, 6/22/2020).
La presidencia de Donald Trump sigue transcurriendo en medio del escándalo. Facebook retira anuncios de campaña del Partido Republicano que se acompañan de la imagen de un triángulo rojo invertido, símbolo nazi utilizado por Hitler en la década de los treinta para marcar a los prisioneros políticos, que comprendían desde liberales y comunistas (Walter Benjamin) hasta miembros de partidos de oposición. La administración Trump responde que el signo del movimiento Antifa (por antifascista), que califica de “grupos de extrema izquierda que están destruyendo nuestras ciudades (Alter Net, 6/19/2020). Un amplio reportaje sobre los orígenes de los movimientos antifascistas en Alemania, Italia y España, y su aparición en Estados Unidos, después de la caída del Muro de Berlín (1989) en respuesta a los grupos neonazis, apareció en Monthly Review, 6/20/2020.
La fotografía es elocuente: un solitario asistente en las gradas azules, con tapabocas y un cartel con el lema: Make America great again (Haz a América grande de nuevo). Se entiende por América a Estados Unidos que, siguiendo la doctrina del Destino Manifiesto (1823), se apropia del nombre de todo un continente, del cual hace su esfera natural o, mejor dicho, en buen español, su patio trasero.
Al respecto, John Bolton, ex asesor en Seguridad Nacional, acaba de publicar un libro en el que, a la vez que califica a Trump de “errático y desinformado” en política exterior, enfatizó que el presidente perdió con Venezuela la oportunidad de resucitar la Doctrina Monroe. Es el mismo Bolton, antiguo consejero de la invasión a Iraq de parte de George W. Bush, que fue nombrado, en mayo de 2018, asesor en Seguridad Nacional, y de inmediato despidió al entonces encargado de la estrategia integral de defensa biológica contra pandemias, que forma parte de la seguridad nacional. Un mes después, Bolton desmanteló la infraestructura creada por la administración Obama a fin de enfrentar la crisis del ébola en África (Alter Net, 6/22/2020).
Se hace un puntual recuento de las 370 formas en que Trump “no pudo mantenernos a salvo del coronavirus”. El saldo es de cerca de 125 mil muertes (tres veces el de los países desarrollados) y de más de 2.3 millones de infectados (ocho veces el de los países más desarrollados). La conclusión es que Donald Trump minimizó, desoyó o ignoró la voz de los científicos y expertos sobre la pandemia, que dijo que estaba bajo control. Un elemento más, pero determinante, en su camino a la reelección.
La foto corresponde a Rolling Stone (retomado de The Washington Post), que en su edición del 21 de mayo acompaña a un reportaje: Racismo, mentiras y asientos vacíos, acerca del mitin en Tulsa, Oklahoma, ese mismo día, con la que inicia su campaña de reelección. Pero, al hablar sobre el racismo nunca mencionó a George Floyd. En cambio, afirma que como más pruebas, más enfermos, las suspende en una actitud de avestruz, como si no viendo o ignorando la realidad, acabarían los contagios. En plena normalidad (allá también), en 23 estados se han presentado rebrotes de manera exponencial.
La historia oficial tiene, en todas partes, sus héroes de bronce. Me acuerdo de la estatua de Jeremías Springfield, colonizador del lugar de Los Simpsons. Continúa la destrucción de estatuas en Estados Unidos, como protesta por el asesinato, del 25 de mayo, de George Floyd, que a su vez se ha erigido como símbolo del antirracismo. Entre las estatuas afectadas se encuentran, nada menos, que una de George Washington, el padre de la Patria y primer presidente de EU, en la que escribieron colonialista genocida, y Winston Churchill. Sin embargo, un grupo de hombres blancos armados sintió la necesidad de proteger una estatua de Cristóbal Colón en Filadelfia (Monthly Review, 6/23/2020).
Recuérdese que de Colón se derivan nociones como colonización, colonialismo, neocolonialismo, sinónimos todos de despojo, saqueo, dominación, esclavitud, explotación. ¿Qué es la esclavitud (antigua y moderna) si no la explotación de un hombre por otro? Y resuenan los viejos cantos, lamentos, de los campos algodoneros y azucareros de los esclavos traídos desde África, que son la raíz del blues. Hoy, música de resistencia y lucha.
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Una de las consecuencias sociales que trajo la pandemia es el enorme desempleo en el mundo, más en Estados Unidos que en Europa, donde mejor sobreviven redes de seguridad social, de lo poco que quedó del modelo de Estado de Bienestar construido en las décadas de los treinta y cuarenta, dice Richard Wolf, en Economy For All (6/20/2020). Quedó al descubierto, también, la fragilidad de los sistemas de salud pública a favor de la privatización, luego de la ofensiva neoliberal, de hacer de la salud una mercancía más.
En un artículo publicado en Cuadernos Políticos (julio-diciembre de 1984), Asa Cristina Laurell afirma que se “plantea la necesidad y posibilidad de transformar aquellas condiciones de la producción que desgastan y mutilan a los obreros”. En buen español, terminar con la explotación del trabajo. Sólo así se lograría una verdadera transformación. Menos que eso, es otra cosa.
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