El estrés digital

25/08/2013
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El estrés digital es un padecimiento de la modernidad y más concretamente del siglo XXI. El concepto en sí denota un estado de ansiedad en las personas, resultado de los “compromisos” que mantienen en el mundo virtual por razones laborales y/o personales. Ciertamente la existencia del mundo virtual no exime a los individuos de sus responsabilidades en el mundo “real”, lo que significa que el estrés digital no ocurre por la desaparición del estrés cotidiano, sino que se suma a éste.
 
El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) hace su parte en favor del estrés digital. Con gadgets y programas que garantizan la conectividad en todo momento y lugar, las personas han adaptado sus estilos de vida a la “muerte de la distancia” y del “tiempo”. Se mantienen conectados siempre: en el hogar, en el trabajo, en la escuela, en la cama, en el baño, viajando, etcétera. Éstas se encuentran expuestas a correos electrónicos, mensajes de texto, tuits y la febril actividad de las redes sociales y si no pueden pasar más de tres minutos sin consultar su celular, tablet, computadora u otro artilugio para saber si hay “algún mensaje” o “comentario”, entonces es claro que padecen estrés digital, dado que esa “vida virtual” se ha instalado definitivamente en su quehacer cotidiano.
 
A fines de enero pasado, la Oficina de Publicidad de Internet (Internet Advertising Bureau) difundió los hábitos de conexión a Internet de los cibernautas mexicanos. Ahí se explica que los connacionales se conectan a la red fundamentalmente sobre todo a través de teléfonos inteligentes (50% de los usuarios), tablets (19%), y televisión con acceso a internet (25%). Un reducido porcentaje corresponde al de las personas que se enlazan al mundo virtual desde una computadora de escritorio.1
 
Según el informe de ComScore denominado “Futuro digital latinoamericano 2013”, si bien las regiones de Europa y Asia-Pacífico cuentan con la mayor cantidad de usuarios en el mundo (27 y 41%, respectivamente), América Latina, con 9% de los cibernautas del planeta, es la región que entre marzo de 2012 y marzo de 2013 experimentó el mayor crecimiento, en razón de 12%, al pasar de más de 131 millones a 147 millones de internautas. El promedio mundial de horas que consumen los usuarios es de 23.4, sin embargo, hay regiones en las que esta cifra es considerablemente más alta, como la de América del Norte –que en el estudio solo comprende a Estados Unidos y Canadá- donde los usuarios destinan 37.2 horas al mes. Por cuanto hace a América Latina, el promedio es de 26.1 horas, lo que la coloca por encima de la media mundial. 2
 
En la región latinoamericana también se observan disparidades en torno al tiempo que invierten las personas para navegar. Así, según el estudio de ComScore, hay una correspondencia entre demografía y número de internautas de manera que Brasil, que es el país más poblado del área, tiene 42% de usuarios de la red. Brasil es también el país donde estos se conectan más horas respecto a la media latinoamericana: un brasileño pasa al mes 35.56 horas –7.52 horas más que el año pasado. A Brasil le siguen Argentina, con 24.1 horas; Perú, con 21.55; Chile, con 19. 55; Colombia, con 18.9; México, con 18.8; Venezuela, con 17.2; y Puerto Rico, con 13.8.3
 
Como ya se comentó en reflexiones precedentes,4 predominan los jóvenes entre los principales usuarios. A nivel mundial, el 26.2% de los internautas tienen edades que oscilan entre los 15 y los 24 años, en tanto otro 26.3%, corresponde a personas entre 25 y 34 años, y un 20.5% adicional es para cibernautas entre 35 y 44 años. Las cifras para América Latina cambian un poco, y se acentúa la juventud de los internautas, puesto que el segmento de edad de 15 a 24 años representa el 32.5%, seguido del de 25 a 34 años, con 28.2%, y luego, el de 35 a 44 años, con 19.5%. Llama la atención que a nivel mundial el porcentaje de personas que se conectan a la red y que tienen 55 o más años de edad, es del 13.3% respecto a los otros grupos de edades, mientras que en América Latina, ese grupo de adultos solo representa el 7.6%.5 Estos datos son reveladores porque dan cuentan de que, los adolescentes y adultos jóvenes, que son las personas en edad productiva quienes pasan más tiempo “en línea”, sea por razones laborales, educativas o de esparcimiento y que ello seguramente tiene repercusiones en su rendimiento escolar y/o profesional.
 
Una mirada más detallada al comportamiento de los cibernautas latinoamericanos, revela que en Venezuela y Colombia casi la mitad de las personas que se conectan tienen entre 15 y 24 años –los porcentajes son, respectivamente, de 48.4 y 49.6. En el caso de México, el 39.8% de los internautas se encuentra en ese rango de edad, mientras que el 23.1% tiene entre 25 y 34 años, seguido del segmento de 35 a 44 años, con 17.1%, el de 45 a 54 años con 11.2%, y el de personas de 55 o más años que apenas es del 4.9%.6
 
Hay otros estudios que complementan esta información, por ejemplo, los que periódicamente publica la Oficina de Publicidad de Internet. Esta fuente señala que los mexicanos internautas -ojo, no todos lo son- navegan diariamente, en promedio, 4 horas y 18 minutos y el 88% de ellos participa en alguna red social.7 La misma fuente señala que los usuarios de la red se conectan regularmente a Internet en la calle, cuando se trasladan, en lugares públicos, en el trabajo, en la escuela y en el hogar. Cada vez lo hacen menos en los cafés internet. Lo anterior denota que esa disponibilidad y portabilidad de que gozan los usuarios, les genera, al mismo tiempo, una e-dependencia.
 
Seguramente el lector ha vivido alguna experiencia en la que, en un desayuno, comida o reunión con una o varias personas, ésta (s) interrumpe (n) contínuamente la conversación para revisar “algo” en su teléfono inteligente. En el peor de los casos, esa (s) persona (s) se pone (n) a chatear, responder mensajes o a contarle a su interlocutor sobre el mensaje o tuit que recibió. El fenómeno también es recurrente en salas de conciertos, cines, hospitales, iglesias y otros lugares. Por obra de las TICs, las personas están desarrollando una suerte de “déficit tecnológico de atención”: ya no pueden escuchar a su interlocutor por más de dos minutos; ni ver una película de 90 minutos; ni presenciar/escuchar un concierto de piano por 60 minutos; ni ver una obra de teatro de 120 minutos, sin estar revisando contínuamente su móvil u otro gadget. Cada vez resulta más difícil que las personas se concentren en tareas que requieren tiempo y concentración. Este fenómeno no es privativo de los mexicanos, si bien hay aspectos educativos inmersos que correctamente encausados podrían hacer su parte a favor de un mejor uso de las TICs y de la conectividad.
 
¿Qué es el estrés digital?
 
El estrés a menudo es asumido como un hecho negativo. Al respecto vale la pena recordar que el estrés es una respuesta natural del cuerpo humano a distintos estímulos/ desafíos. A lo largo de la vida, las personas sufren cambios de todo tipo, lo cual demanda adaptaciones a las circunstancias de manera que el estrés, hasta cierto punto, es necesario como una suerte de catalizador que desencadene las respuestas requeridas.
 
El estrés es resultado de la interacción entre eventos externos y reacciones cognitivas, emocionales y físicas. Aquí es importante reconocer que si bien el entorno es demandante, las personas suelen exigirse más, a manera de respuesta. En el caso del estrés “de adaptación” debería tener una duración relativamente breve, correspondiente con el tiempo que le puede tomar a una persona ajustarse a los cambios que se produjeron. Sin embargo, cuando el estrés se prolonga por diversas razones, puede tener efectos nocivos en el desempeño educativo y laboral, en la vida familiar, en las relaciones interpersonales y, a final de cuentas, en la salud. Llevado al terreno de las TICs, el estrés digital o como lo llaman algunos, “tecno estrés”, constituye un estado psicológico relacionado con el uso de la tecnología, experiencia que genera sentimientos de ansiedad, fatiga mental, escepticismo y otras patologías, incluso físicas.
 
Otro factor que coadyuva al estrés digital es la posibilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo, lo que supone una sobrecarga para la actividad cerebral. Por ejemplo, el usuario promedio de una computadora revisa, en promedio, unas 40 páginas en la red al día, y cambia de programas alrededor de 36 veces por hora, lo que en otras palabras significa que esta persona cambia de actividad cada dos minutos. Diversos estudios consideran que ese ritmo de actividad afecta profundamente la función cerebral, toda vez que al desarrollar simultáneamente varias tareas, se pierde la capacidad de concentración y de identificación de prioridades. Es posible que el cerebro sea capaz de procesar distintas tareas en un mismo momento, pero, al menos por ahora, los estudios sugieren que padece una sobrecarga a la que aún no se adapta. Al respecto, las fuerzas armadas de EU en conjunto con la Universidad de California en Irvine efectuaron un estudio, cuyas conclusiones son reveladoras. Se hizo un análisis comparado del funcionamiento de órganos vitales en las personas que tienen acceso al correo electrónico y las que no. Así, por ejemplo, entre los hallazgos de esta investigación figuran que:
 
Las personas con correo electrónico cambiaron de ventanas en su navegador 37 veces, mientras que el otro grupo de personas lo hizo, en promedio, 18 veces.
 
El estrés digital es resultado de la presencia de las TICs en diversos ámbitos de la vida personal y laboral, que podría derivar en uso y abuso de Internet, de gadgets y diversas innovaciones tecnológicas además de teléfonos inteligentes, tablets, etcétera. Es importante aclarar también que las TICs pueden generar fobia entre los usuarios –por ejemplo, el miedo a usar un cajero automático o una computadora-, lo que también constituye estrés digital.
 
En septiembre de 2011, el diario argentino La Nación, se refería al tema del estrés digital y lo ilustraba en la persona de Aníbal Fernández, jefe del gabinete presidencial. Fernández, considerado como uno de los políticos más tecnologizados del país, es un personaje que pareciera existir para el mundo virtual, considerando la actividad que mantiene en la red a través de distintos dispositivos. Así, La Nación cuenta que Fernández “fue uno de los primeros en tener iPad, ya tiene un iPad II, y twittea sus verdades políticas con la ductilidad de un nativo digital. En esto, es casi un caso testigo de un hiperconectado en edad adulta. Fernández recibe entre 200 y 300 mails por día, que contesta puntillosamente. Se conecta más de quince horas diarias desde su oficina, entre las 6:30 y las 22. Sigue en contacto con emails o WhatsApp desde fuera de la oficina. Enciende su notebook Vaio desde el viernes por la noche y recién la desconecta el domingo a la medianoche, en su casa, donde tiene wi-fi. Tiene una Blackberry, un iPhone IV y otro celular, que deja encendidos mientras duerme. Usa Internet para enviar y recibir emails, buscar información, twittea, navega en Facebook y Google , una novedad en redes sociales. Hace compras online, baja videos de YouTube o vimeo, mira tv online y chatea mucho ‘como herramienta de trabajo’. Fernández cuenta estos detalles vía email. Pese a todo, jura no estar atrapado, o estresado, por la red. ‘Algunos lo llaman estar hiperconectado, pero no es dependencia’, asegura. ‘Es una cuestión de aprovechar al máximo las nuevas tecnologías’, afirma, además, que fijó sus propios límites para Internet. ‘No sigo Twitter ni Facebook con Blackberry ni con iPhone.’ Por el momento, su familia no se queja por su hiperconexión. ‘Son igual que yo,’ dice.”8 En cualquier caso, tal vez la familia de Fernández no se queje, pero no estaría de más un chequeo médico, a fin de determinar si la hiperconectividad a la que está expuesto este personaje es inofensiva.
 
La evolución del estrés digital
 
En 1999 Sherry Turkle, académica del Massachussetts Institute of Technology acuñó el concepto de “bancarrota del correo electrónico” (email bankrupcy), en momentos en que el email era una de las pocas herramientas disponibles para comunicarse e interactuar en línea. Turkle explicaba en aquellos años que, dada la avalancha de correos electrónicos que recibía, le era humanamente imposible responder cada uno, por lo que se declaraba en “bancarrota”, o dicho en otras palabras, imposibilitada para leerlos y emitir réplicas en cada caso -y ello sin contar el spam. El concepto de “bancarrota del correo electrónico” ha sido muy empleado desde entonces, como un factor que coadyuva al estrés digital.9 Sin embargo, hoy el estrés digital involucra otros factores, toda vez que el correo electrónico ha declinado en importancia -frente a otras posibilidades de mensajería instantánea donde las redes sociales dominan-, pero no así la compulsión de las personas en torno a las TICs.
 
Los que leían correos cambiaban de páginas el doble de veces, lo cual los mantenía en un estado de alerta con un ritmo cardíaco más constante.
Los que no tenían acceso al correo electrónico, se sintieron más dispuestos a trabajar y estaban más concentrados al realizar sus tareas, sufrían menos estrés y aprovechaban más el tiempo.
 
A aquellos que se les quitó el correo electrónico, les tomó cinco días el recuperar un ritmo cardíaco más natural y saludable.10
 
Nicholas Carr, nominado al Premio Pulitzer, en un texto considerado ya clásico, The Shallows: What the Internet Does to Your Brain, ya documentaba el impacto de la red en los procesos cognitivos, y si bien hay discrepancias en torno a los planteamientos del autor por parte de diversos especialistas, todos coinciden en que internet de alguna tiene consecuencias en la manera en que el cerebro procesa información para fines de solucionar problemas y tomar decisiones. Carr, en una entrevista subsecuente refería algo que tiene perfecto sentido: las TICs llevan a que el cerebro humano ponga énfasis en ciertas formas de pensar, en detrimento de otras. Carr considera preocupante que la capacidad para leer con atención, de manera contemplativa y reflexiva, se ve afectada por el bombardeo en la red de grandes cantidades de información en un tiempo muy corto y que al ser un hecho cotidiano genera el hábito de “trivializar” todos los datos a los que se tiene acceso, evitando distinguir lo “importante” de lo que no lo es.11
 
En la actualidad, la oferta para comunicarse de manera instantánea es más amplia y diversificada y un factor determinante es la velocidad de las conexiones, dado que la ubicuidad de la red reposa, en mucho, en una conectividad expedita y es aquí donde surge otro motivo de estrés: la lentitud en la comunicación; el tiempo que toma recibir una respuesta del amigo a quien se le envió un mensaje vía Whatsapp; los segundos que se requieren para el despliegue de una página electrónica en pantalla, etcétera. Pareciera como si las sociedades no pudieran sobrevivir sin las comunicaciones instantáneas. Aquellos tiempos en que el correo físico tomaba varios meses antes de llegar a su destino, son vistos, por las nuevas generaciones, como épocas de ficción, completamente irreales y hay que decirlo, insoportables en las condiciones actuales.
 
En un tema relacionado y sin ir más lejos, en encuestas que periódicamente cubren los medios, se documentan situaciones en que las personas colocan a las TICs por encima de las relaciones interpersonales. Por ejemplo, un estudio elaborado por la empresa AVG Technologies encontró que más de la mitad de las mujeres interrogadas prefiere tener un dispositivo móvil a su alcance sobre las relaciones sexuales. En la misma encuesta, hecha a 4 mil mujeres en seis países –Brasil, Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia y Alemania- también se explica la manera en que la tecnología influye en los hábitos de los usuarios, al reportar que la mitad de las féminas preferiría poner fin a una relación de pareja a través de una llamada telefónica, en tanto otro 25% se manifestó por hacerlo a través de un mensaje de texto.12
 
La mercadotecnia y el estrés digital
 
No debe sorprender la contribución de la mercadotecnia al estrés digital. Paul Zak, académico de la Universidad de Claremont, analizó la emisión de oxitocina, una hormona encargada de producir sensaciones de afecto, bienestar y vínculos madre-hijo. Zak se ha dedicado a medir la emisión de oxitocina en las personas a partir de distintos eventos, como por ejemplo, la interacción en las redes sociales, encontrando que los individuos reaccionan positivamente a las relaciones que establecen en la red. Cabe destacar que un incremento en la oxitocina genera actitudes proclives a “compartir” y “donar”, esto es que las personas se tornan más generosas en contextos como el descrito. Si esto es cierto –y hay evidencias científicas que así lo sustentan- no debe sorprender que las empresas se esmeren por establecer contactos en línea con los internautas, quienes les representan un mercado potencial de millones. Así, las estrategias de mercadotecnia de las empresas buscarían tomar ventaja de esta situación para ampliar su cartera de clientes.
 
Si bien el estrés digital, como se ha visto, afecta a todos los grupos de edades conectados a la red, hay un sector en particular, expuesto a las habilidades –para decir lo menos- de la mercadotecnia en su lucha por ganar clientes. Se trata de las personas que poseen capacidad de compra y que se ubican en los estratos socieconómicos medios y altos. Individuos de 40 o más años de edad, se convierten en clientes codiciados por las empresas, si bien este sector ya enfrenta, de suyo, un estrés digital pre-existente, provocado por su condición de migrantes digitales, es decir, de personas que no nacieron ni crecieron con las TICs y que por las circunstancias han debido adaptarse a las mismas, casi sobre la marcha.13 Este segmento de la población es un consumidor de diversos bienes y servicios tecnológicos, en su afán por remontar la brecha digital que enfrentan, y ello los hace especialmente sensibles a todo aquello que pueda ponerlos “al día.”
 
¿Cómo enfrentar el estrés digital?
 
Hace unas semanas, La Jornada difundió información sobre diversas estrategias encaminadas a reducir el estrés digital en las personas que han desarrollado adicción en torno a las TICs. Por ejemplo, ya hay hoteles que ofrecen alojamiento en condiciones de no-conectividad –se cuenta que un grupo de franceses inventó un papel tapiz “aislante” que bloquea el acceso a la red y que será comercializado masivamente en 2014. Hay también terapias de “desintoxicación”, similares a las existentes para quienes tienen adicción a drogas y alcohol.14
 
Al igual que en el caso de adicciones como las referidas, los especialistas recomiendan alejarse de la fuente del estrés. Para ello se sugiere disciplina en los usuarios, para empezar y terminar sus actividades sin “distraerse.” Asimismo, ayudaría fijar horarios para acceder a las redes sociales –si bien esta posibilidad se ve mermada por la conectividad permanente a la que buena parte de los usuarios están expuestos. También sería importante estimular la socialización en el “mundo real”, esto es, con la familia y los amigos, a efecto de reforzar vínculos que las TICs, por sus propias características, inhiben.
 
Los profesionales de la salud también plantean realizar una suerte de “siestas digitales”, es decir, un tiempo en el que las personas se desconecten de las TICs, al igual que descansar unos minutos por cada hora en que las están trabajando en la computadora –si bien esta recomendación no aplica en los casos, cada vez más numerosos, de internautas “conectados” todo el tiempo, por ejemplo a través de sus móviles y tablets.
 
Es igualmente importante que las personas aprendan más sobre las TICs, ello para reducir el estrés digital resultado de lo que los usuarios, en particular los migrantes digitales, consideran “desconocido.” Un tema de la mayor importancia es que, a final de cuentas, hay que reconocer que las TICs son un medio, no un fin en sí mismo, y que la tecnología entraña múltiples beneficios. Entendido esto, los cibernautas estarían en condiciones de buscar un mejor aprovechamiento de las TICs, como medio para mejorar su desempeño laboral-profesional, escolar y para acceder a opciones de esparcimiento sin que el mundo virtual invada o rivalice con del mundo real. El día en que la (s) persona (s) con la (s) que se interactúa en un desayuno, comida u otra reunión, deje (n) de revisar cada dos minutos su teléfono inteligente, el estrés digital será cosa del pasado –al menos para estos individuos.
 
Notas:
 
1 Blanca Betan (29-01.2013), “Mexicanos se conectan a internet a través de cuatro dispositivos”, en Dinero en imagen, disponible en http://www.dineroenimagen.com/2013-01-29/15238
 
 
2 ComScore (Mayo 29, 2013), Futuro digital latinoamericano 2013, disponible en http://www.comscore.com/lat/Insights/Presentations_and_Whitepapers/2013/2013_Latin_America_Digital_Future_in_Focus
 
3 Ibid.
 
4 Véase María Cristina Rosas (13 de agosto de 2013), “El analfabetismo digital”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=14184 y también, María Cristina Rosas (15 de mayo de 2013), “Los niños en la red”, en etcétera, disponible en http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=19145&pag=1&coment=1
 
5 ComScore, Ibid.
 
6 Ibid.
 
7 El Universal (29 de enero de 2013), “Por medio de móviles se conecta 70 % de los mexicanos: estudio”, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/notas/899169.html
 
8 Luciana Vázquez (18 de septiembre de 2011), “Estrés digital, un mal del siglo XXI”, en La Nación, disponible en http://www.lanacion.com.ar/1406745-estres-digital-un-mal-del-siglo-xxi
 
9 Michael Fitzgerald (06.07.04), “Call It the Dead-Email Office”, en Wired, disponible en http://www.wired.com/culture/lifestyle/news/2004/06/63733
 
10 0800Flor (23 de abril de 2013), El estrés digital y tu cerebro”, disponible en http://www.0800flor.net/blog-2/el-estres-digital-y-tu-cerebro-inforgrafia/
 
11 Karen Christensen (Winter 2012), “Questions for Nicholas Carr”, en Rotman Magazine, pp. 80-81.
 
12 Terra (4 de julio de 2013), “Smartphone o sexo. ¿Qué prefieren las mujeres?”, disponible en http://vidayestilo.terra.com.pe/mujer/parejas/smartphone-o-sexo-que-prefieren-las-mujeres,cf11344b9519f310VgnVCM5000009ccceb0aRCRD.html
 
13 Julia Pantoja (3-08-2011), “El estrés tecnológico, un problema actual”, en Mercado2.0, disponible en http://www.merca20.com/el-estres-tecnologico-un-problema-actual
 
14 La Jornada (28 de junio de 2013), “Surgen terapias y artículos para contrarrestar la “e-dependencia””, disponible en http://www.jornada.unam.mx/2013/06/28/ciencias/a02n1cie
 
 
María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
etcétera, 26 de agosto, 2013
 
 
 
https://www.alainet.org/de/node/78687?language=es
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