Costos desconocidos de la guerra de Calderón

06/11/2013
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Que la denominada por Felipe Calderón Guerra contra el narcotráfico fue una estrategia desesperada, defensiva y subordinada a las exigencias de la Casa Blanca, habitada entonces por George W. Bush, lo muestra con suma claridad no sólo el incremento del número de militares con problemas sicológicos, por ejemplo el conocido técnicamente como “trastorno de estrés postraumático”, sino el hecho reconocido en mayo pasado por la Secretaría de la Defensa Nacional, y registrado por el diario La Jornada, de que no contaba con “‘médicos militares especialistas en siquiatría castrense o de guerra”.
 
Nadie con una elemental actitud de jefe de Estado, no de una república bananera, va a la guerra sin cubrir los requerimientos mínimos que cualquier contienda exige, salvo que su ascenso a la Presidencia esté severamente cuestionado por millones de electores por fraudulento, percepción que se reproduce hasta la actualidad; tenga en su haber una crisis de legitimidad que lo obligue a cubrirse con el paraguas del poder imperial y, por ello, acceder a sus exigencias; amén de contar con un vigoroso reclamo ciudadano de más seguridad pública tras la herencia que recibió del gobierno de Vicente Fox, y decida montarse en la exigencia como una vía para ganar legitimidad, que a la luz de los resultados nunca obtuvo, como lo exhibe incluso el hecho de que sus más tenaces defensores de ayer desde el duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio, hoy son sus críticos más despiadados. Nada nuevo bajo el sol, es la conducta sistémica de los intelectuales orgánicos del poder.
 
En este espacio se describió a Calderón Hinojosa, y quedó varias ocasiones registrado, como soldadito de plomo, no por falta de respeto a la investidura presidencial ni a la persona, sino porque su conducta como comandante supremo de las fuerzas armadas tenía parecido con arrebatos que se padecen en la niñez pero que pueden quedar bien resueltos con juegos infantiles, mientras que Felipe del Sagrado Corazón de Jesús adoptó al país como campo de sus impulsos demasiado personales, seguramente también influido por los excesivos consumos etílicos de los que hubo mención aquí cuando despachó en Los Pinos, no ahora que todos ejercen la añeja moda sexenal de criticar al que ya terminó para congraciarse con el sustituto.
 
Y así nos fue. Hace tres años resultó imposible seguir publicando Forum, una revista mensual que superó los 19 años de vida pero no pudo imprimirse más porque el soldadito de plomo se indignó por una caricatura de Alán, en la portada, en que aparecía como Ícaro su adorado amigo Juan Camilo Mouriño.
 
El hecho es, retomando el tema, que según cifras de la Sedena 20 mil 469 militares recibieron atención por padecimientos sicológicos y en especial el trastorno de estrés postraumático de 2006 a la fecha, y de ellos159 pasaron a retiro, cuando hace siete años la problemática era prácticamente desconocida, o bien encubierta bajo el manto del machismo primitivo al que todavía se rinde culto en las instituciones castrenses. Según las mismas fuentes consultadas por el reportero especializado Jesús Aranda, el grave problema tiende a disminuir en los primeros ocho meses de este año.
 
Oficialmente, como es costumbre, el alto mando militar no acepta todavía que el incremento en las cargas de trabajo, el aumento en el número de días que los elementos de tropa, oficiales y jefes eran enviados a destruir cultivos ilícitos y la creciente participación en enfrentamientos armados con la delincuencia organizada “haya influido en que se presentaran casos del llamado estrés postraumático”. Problemas, por cierto, que no padeció ningún integrante del generalato, acaso porque son hombres de escritorio.
 
Utopía 1324
https://www.alainet.org/de/node/80649?language=en
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