Cuentapropistas

19/12/2013
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Nos alcanza con prisa el calendario, muchas veces nos rebasa, especialmente en las vísperas de una de las fiestas más celebradas en nuestro país, no importa la religión, de todos modos llega el fin de año y es ocasión propicia para estar felices de terminar 365 días y recibiremos el año nuevo con entusiasmo y esperanza. Es tiempo de compañía, de ternura, de preparativos, de compensar el frío con un cariñoso abrazo.
 
Para muchos es época de recuerdos, de convivir espiritualmente con quienes no están pero nos acompañan en las celebraciones. Otros tienen convivios a diario, son muy famosos y solicitados. Las sonrisas se instalan y se ofrecen aun a aquellos que tienen semblantes agrios, talvez se logra aliviar sus penas con un gesto amable. Las familias que pueden, se preparan, adornan sus casas, ¡a ver quién tiene el árbol más grande y elegante!; quién le dará más gusto a la empresa eléctrica tapizando de luces el exterior y el interior y quién compra los mejores regalos y prepara la mejor cena.
 
Para otras, es tiempo de trabajo intenso. Las mujeres “cuentapropistas” (que trabajan por cuenta propia) y no de la economía informal, aprovechan para aumentar su ya de por sí agitada y agotadora vida. Extienden su oferta. Venden musgo, manzanilla, ramitas de pinabete, adornitos para el nacimiento, aserrín, ofertas para los regalitos, brillos, guantes, gorras, bisutería, tamales especiales “y hasta piedras”, entre la diversidad de productos que puede significarles un poquito más de ingresos.
 
Mirna Nij, una joven madre, sindicalista, lideresa innata, mantiene una lucha constante porque sus congéneres cuentapropistas alcancen los beneficios que tienen las y los trabajadores de la economía formal. Ellas deben realizar un gran esfuerzo para buscar el sustento diario para sus familias, con labores que muchas veces son incomprendidas y señaladas injustamente de evadir impuestos. Ella pregunta: ¿Cómo dar factura por un chicle que vendamos? Y asegura que sí pagan impuestos al comprar la mercadería que venden. La informalidad está en las empresas que tienen empleados y aún así evaden su responsabilidad de pagar la seguridad social, que es la obligación que tiene todo empleador.
 
Ellas, que son la mayoría de trabajadoras(es), que aportan de manera significativa a la economía nacional, han impulsado una lucha para que el esfuerzo que hacen para llevar el alimento a sus hogares, sea reconocido. Demandan del Estado soluciones para conseguir un trabajo digno y decente, ya que en las condiciones en las que desempeñan su actividad productiva ni siquiera logran juntar el salario mínimo. Necesitan seguridad social y las prestaciones a que tienen derecho las otras trabajadoras. En 2004, Mirna Nij fue llevada a prisión por estar peleando sus derechos en la calle, por querer ganar el pan de cada día. Estaba embarazada. Ante la falta de argumentos se le acusó de terrorista. Hoy es delegada ante el CES, el Intecap y es secretaria general de su sindicato. La CTC ha cobijado la lucha de los y las trabajadoras de la mal llamada economía informal.
 
Y aunque en la Constitución Política y el Código de Trabajo se afirme la primacía de la persona humana, que el trabajo es un derecho y una obligación social, que se defina al Estado como responsable del bien común, de la vigencia del régimen de legalidad, de la seguridad, la justicia, la igualdad, la libertad y la paz, para millones de mujeres eso es pura retórica.
 
¡Prósperas ventas a tan aguerridas trabajadoras “cuentapropistas”!
 
Guatemala, 16 de diciembre de 2013.
 
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA - http://cerigua.info/portal/
https://www.alainet.org/de/node/81833
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