Imperio global, transnacionales y estados

05/02/2014
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Uno de los temas que hemos identificado en nuestra discusión es el relacionado con el carácter actual del capitalismo, su creciente tendencia a la centralización y al monopolio, la contradicción entre el surgimiento de un “imperio global” que aglutina al conjunto de las burguesías transnacionalizadas articuladas en torno al poder financiero internacional y la persistencia de intereses nacionales de esas mismas burguesías, que en el caso de los EE.UU. muestra una decadencia creciente frente al surgimiento de otros bloques de poder. 

 
La tesis que se intenta demostrar en este escrito consiste en que la existencia del “imperio global” no niega la existencia de los intereses “nacionales” y la conformación de bloques regionales que se disputan el control de los mercados, los territorios ricos en materias primas y la explotación de los trabajadores, pero que la tendencia es a constituir “supra-Estados” al servicio del gran capital, a darle cada vez más poder a organismos internacionales controlados por las súper-potencias y por el poder financiero, y a subordinar los intereses nacionales de los pueblos (incluidos los trabajadores) a los intereses de esa burguesía global que está en pleno desarrollo.[1]
 
Hasta los años 90s del siglo XX, lo predominante en el mundo era la existencia y el dominio de grandes empresas multinacionales con un claro origen territorial (nacional). Sin embargo, en los últimos 20 años la gran mayoría de esas empresas se han transformado en inmensas y todopoderosas empresas transnacionales. Es importante anotar que la empresa multinacional desarrollaba la misma actividad productiva en varios países pero tenía un centro principal ubicado en la metrópoli capitalista. Ahora vemos que la empresa transnacional forma parte de un complejo entramado de negocios interrelacionados que actúa con muchos brazos en diferentes Estados y regiones, y que en la dinámica de los negocios e inversiones va construyendo múltiples centros financieros y de control y planificación productiva.
 
Antes de 1990 los principales centros financieros eran Nueva York, Londres, Tokio, París y Frankfurt. Hoy tenemos además a Hong Kong, Singapur, Milán, Amsterdam, Chicago, Los Ángeles, Madrid, Beijing, Shangai, Moscú, Bombay, Seúl, México D.F., Sao Paulo, Johannesburgo y otros. Las bolsas de valores, bancos, fiducias, empresas de seguros y leasing, fondos de pensiones y otras, están regadas por todo el mundo pero completamente conectadas por infinidad de movimientos financieros (aumento de capital en mercados de capitales, transferencia de riesgo en mercados de derivados y comercio internacional en los mercados de divisas) que hoy se hacen principalmente por la red de internet, a velocidades infinitas y sólo controladas – supervisadas – por exclusivos centros financieros a los cuales acceden sólo unos pocos potentados planetarios.  
 
Veamos algunos datos sobre esas empresas transnacionales:
 
Las 500 empresas transnacionales más grandes por país en 1996 y 2006
 
País o región
1996
2006
USA
162
162
Japón
126
67
Francia
42
38
Alemania
41
37
Reino Unido
34
33
China
3
24
Canadá
6
16
Corea del Sur
13
14
Holanda
9
14
Suiza
14
13
Italia
13
10
España
5
9
Australia
5
8
Suecia
4
6
India
1
6
Taiwán
1
6
Brasil
5
5
Bélgica
3
5
México
1
5
Rusia
1
4
Finlandia
1
3
Noruega
2
2
Dinamarca
0
2
Islandia
0
2
Reino Unido/Holanda
2
1
Bélgica/Holanda
1
1
Malasia
1
1
Turquía
1
1
Austria
0
1
Polonia
0
1
Singapur
0
1
Tailandia
0
1
Arabia Saudita
0
1
Hong Kong
2
0
Venezuela
1
0
Total
500
 
Fuente: Joan-Eugeni Sánchez. “El poder de las empresas multinacionales.” Universidad de Barcelona. 2006.
Las 100 empresas más grandes por país de origen en 2012
País
Empresas
USA
32
 
Alemania
14
Reino Unido
10
Francia
8
Japón
6
China
5
Rusia
4
Suiza
3
Corea del Sur
3
Italia
3
España
3
Bélgica
2
Holanda
1
ING Group
México
1
Pemex
Brasil
1
Petrobras
Finlandia
1
Nokia
Luxemburgo
1
Acelor
Noruega
1
Hydro
Malasia
1
Petronas
Total
100
 
Fuente: CNN – Fortune & Money
 
Las 100 más grandes empresas trans-nacionales por sector productivo en 2012
 
Sector Productivo
Servicio Financieros-Seguros-Pensiones
27
Petróleo-Gas
15
Telecomunicaciones-Informática
14
Industria Automovilística
11
Industria-Eléctricos-Siderurgia-otros
10
Tiendas Grandes Superficies
4
Industria Farmacéutica
4
Energía
4
Industria Química
3
Industria de Consumo
3
Transporte-postal-otros
2
Alimentación
1
Salud
1
Aeronáutica
1
Total
100
 
Fuente: CNN-Fortune & Money
 
Para entender la evolución de las empresas transnacionales es necesario estudiar su historia. Los cuatro períodos de aparición y desarrollo de las empresas multi y transnacionales son:
 
Primera Etapa: Surgimiento de las empresas multinacionales (1860-1914): momento de considerable aceleración científico–tecnológica y desarrollo de los sistemas de producción y comercialización estandarizados que favorecen la aparición de nuevos productos y de nuevas demandas y hábitos de consumo. Además, la innovación tecnológica, aplicada a los medios de comunicación y de transporte, facilitó la unificación espacial a escala mundial y permitió la dispersión productiva de las empresas en diversos países incrementando el intercambio comercial internacional. El nacimiento de las empresas multinacionales fue la resultante de un proceso de expansión empresarial estimulado por el descubrimiento, explotación y comercialización de materias primas con una creciente demanda. Así mismo se produce la aparición de los grandes monopolios o “cartels” estudiados por Hobson, Hilferding, Leifmann, Kaufmann y otros autores citados por Lenin en “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, que son una fusión del capital bancario y el industrial para formar el capital financiero que empieza a controlar todos los procesos productivos.
 
Segunda Etapa: Consolidación de las empresas multinacionales (1914-1945): las empresas multinacionales de los EE.UU. aprovechan la debilidad en que quedó la economía europea para consolidarse y convertirse en un referente de las nuevas empresas.
 
Tercera Etapa: Universalización de las empresas multinacionales (1945-1990): la tensión y competencia con el bloque socialista encabezado por la URSS le permite a las empresas multinacionales estadounidenses, europeas y japonesas expandirse por todo el mundo.
 
Cuarta Etapa: Transformación de empresas multinacionales en transnacionales (1990-2014): las reformas al sector financiero sucedidas en la década de los 70s (quiebra del Acuerdo de Bretton Woods o reemplazo del patrón oro-divisas por el dólar como referente de las transacciones financieras) y el derrumbe del bloque socialista, crearon condiciones para la deslocalización de los procesos productivos a nivel mundial y en medio de ese proceso – con la aparición de las nuevas tecnologías computacionales, cibernéticas, automatización e información digital –, se inicia un proceso de entrelazamiento de capitales, intereses comerciales, creación de supra-Estados (NAFTA, Comunidad Económica Europea) y de alianzas económicas, comerciales y políticas que han transformado todo el entorno internacional. China se abre a la inversión extranjera y se convierte en la fábrica del mundo. Rusia se abre al capitalismo creándose una de las lumpen-burguesías más agresivas y corruptas del planeta. El fracaso del ALCA en América Latina ha abierto la puerta para que empresas transnacionales europeas, rusas y chinas compitan con las empresas norteamericanas (estadounidenses, canadienses y mexicanas) por el control de los mercados y recursos naturales de esta región. Este proceso está en pleno desarrollo en todo el mundo.
 
Los procesos de transectorización, deslocalización, desconcentración y descentralización de los procesos productivos, tanto al interior de cada país como a nivel internacional, han sido instrumentos que ha utilizado el gran capital financiero para intentar paliar las crisis cíclicas y crecientes causadas por las condiciones cada vez más difíciles de obtener los suficientes rendimientos económicos en sus propios países en donde la tasa de ganancia es cada vez más limitada, tanto por los altos costos de la fuerza de trabajo, las regulaciones ambientales y la imposibilidad de desarrollar nuevos proyectos rentables. Así, desde los años 80s se lanzan a crear acuerdos con toda clase de gobiernos (dictatoriales, democráticos, “comunistas”, “socialistas”, etc.) para impulsar una infinidad de proyectos industriales, comerciales, turísticos, agrícolas, extractivos, etc., utilizando diversos métodos que van desde la concertación, el acuerdo comprado o la guerra y la desposesión violenta.
 
“Las transnacionales se empiezan a mover (deslocalizar) por la lógica de la maximización de beneficios en el mínimo tiempo posible. Dentro de esta lógica, la progresiva globalización neoliberal les sirve para poder expandirse por todo el planeta, obtener los recursos naturales de los lugares donde son más económicos, instalar las fábricas en los países en donde obtienen las mejores condiciones laborales y menos requisitos ambientales, y vender los productos y servicios a la clase consumidora global. Varios factores han facilitado este desarrollo: la mejora del transporte, la energía más económica, el crecimiento económico, las nuevas tecnologías de la información y la apertura de los mercados por los Estados bastante cerrados hasta entonces.”[2] 
 
La capacidad de influencia política de las corporaciones transnacionales ha ido creciendo en relación con su potencia económica. Progresivamente han dedicado parte de sus recursos económicos a promover y comprar gobiernos, a subordinar poderes legislativos y judiciales conniventes mediante un trabajo de presión (lobby), y a mantener una imagen pública favorable.
 
La evolución de las empresas multinacionales (con un centro territorial de origen bien definido) a empresas transnacionales (con diversos centros financieros y de control productivo) que se entrelazan por encima de los Estados (incluso de los Estados de las metrópolis financieras), marca una tendencia indiscutible en donde ha empezado a surgir una gran burguesía financiera que ya no responde a los intereses nacionales tradicionales.
 
“Actualmente de las 100 economías más importantes del mundo, 51 son Estados y 49 empresas transnacionales. Las ventas de las 15 empresas españolas más importantes son superiores a la suma del PIB de Bolivia, El Salvador, Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Chile.”[3]
 
“Se trata de considerar el papel e influencia de las grandes empresas multinacionales a través de sus efectos indirectos y derivados sobre el conjunto del sistema productivo a escala mundial. En este punto podemos considerar que su influencia se ejerce, por lo menos, a través de cuatro grandes mecanismos. Por un lado, por su capacidad de demanda de bienes y servicios intermedios. Por otro, por el papel que tiene, a través de su capacidad de compra, en especial a través de las actividades comerciales, sobre la producción de gran parte del resto del sistema productivo. En tercer lugar, sobre la oferta, tanto cuantitativa como cualitativa, en base a su volumen de producción y por marcar las tendencias en los productos a consumir. Por último, con relación al sistema financiero mundial.”[4]
 
Diversos analistas y estudiosos visualizan que estamos frente a un fenómeno que tiende a profundizar la concentración de la riqueza a niveles inimaginados. “Hay que ir más allá de las empresas transnacionales para explorarlas dentro de un contexto más general que permita desde ahora, descifrar los hechos todavía aislados los cuales, una vez relacionados entre sí, dan fe de la emergencia de una realidad internacional nueva. Más exactamente, las empresas transnacionales son importantes en la medida en que constituyen el principal agente de una revolución profunda de la economía tradicional, son los vectores principales de unos fenómenos económicos y sociales que están dejando ya obsoletos los marcos habituales de análisis de las relaciones internacionales. Agente estructurante de un nuevo ambiente mundial y, al mismo tiempo, cada vez más agente estructurado por el sistema que han contribuido a crear, las empresas transnacionales son el signo, la manifestación más espectacular de una realidad en vías de gestación. Pero aunque su posición sea privilegiada no son el único índice de este movimiento".[5]
 
Un estudio de la Universidad de Zurich reveló que un grupo de 147 grandes corporaciones transnacionales – principalmente financieras y minero-extractivas –, controlan la economía global. El estudio analizó 43.060 corporaciones transnacionales y logró desentrañar la telaraña de la propiedad entre ellas, identificando a las compañías que forman una especie de “súper-entidad” capitalista financiera de la cual son propietarias 660 individuos y estableció un “mapa” de 1.318 empresas como corazón de la economía globalque contralan más del 40% de la riqueza planetaria. El pequeño grupo está estrechamente interconectado a través de las juntas directivas corporativas y constituye una red de poder que podría ser vulnerable al colapso y propensa al “riesgo sistémico”.[6] 
En la presentación del estudio publicado en PlosOne, los autores escribieron: “La estructura de la red de control de las empresas transnacionales afecta a la competencia del mercado mundial y la estabilidad financiera. Hasta ahora, fueron estudiadas sólo pequeñas muestras nacionales y no existía una metodología adecuada para evaluar el control a nivel mundial. Se presenta la primera investigación de la arquitectura de la red de propiedad internacional, junto con el cálculo de la función mantenida por cada jugador global”.[7]
 
Ya Marx y Lenin habían previsto el proceso de centralización del capital. Lo que hay de nuevo en este fenómeno es la posibilidad de que se esté constituyendo una gran burguesía mundial que sea el sustento y soporte de un “imperio global” como lo afirman Hardt y Negri.[8] Lo que no tienen en cuenta estos últimos autores es que los pueblos y los trabajadores de los diferentes países – en este instante – obligan a sus propios gobiernos representantes de esas burguesías a impulsar políticas “nacionales” (proteccionistas) para atenuar los efectos de las crisis económicas y financieras, lo cual obliga a esas burguesías a diseñar estrategias de diverso tipo (acuerdos regionales, guerras e invasiones, regulaciones arancelarias, etc.) para impedir efectos desastrosos que se conviertan en detonadores de rebeliones y revoluciones sociales en su propio país. Pero tales políticas han mostrado sus limitaciones, lo ocurrido en los últimos años en Grecia, España, Italia y otros países europeos demuestra que esas burguesías “nacionales” ya no tienen margen de acción. La crisis las obliga a ir contra sus propios trabajadores. El lazo se cierra inevitablemente.
 
Tesis: La existencia del imperio global no niega la presencia de intereses sectoriales de burguesías de origen nacional que hoy son transnacionalizadas, pero hay señales de que el tamaño y profundidad de la crisis sistémica que vive el capitalismo los está empujando a la más absoluta centralización. El peligro de una guerra nuclear y de una crisis económica de grandes repercusiones ha obligado a las diferentes burguesías a llegar a acuerdos globales, moderando sus enfrentamientos, conciliando sus pleitos y conflictos, siempre pensando en garantizar ciertos niveles de “estabilidad económica y política”.
 
Ejemplo de ello han sido las intervenciones armadas imperiales en Kosovo, Irak, Afganistán, Somalia, Libia, Sudán y Siria, los acuerdos con Irán pasando por encima de los intereses de Israel, la no intervención en Corea del Norte, los acuerdos internacionales para mantener la estabilidad del dólar, y otros acontecimientos del mismo carácter, que indican que en una época de crisis económica y financiera como la que atraviesa el capitalismo, los intereses globales del capital y la búsqueda de estabilidad política y económica, crean condiciones y obligan a la burguesía mundial a establecer acuerdos parciales y temporales. 
 
Es evidente que los lazos financieros, económicos y comerciales, que se entrecruzan en el mundo, que tienen como mejor ejemplo el monto de la deuda estadounidense que está representada en el caso de China en algo más de US$1,3 billones, está creando una dinámica que intenta atenuar las contradicciones económicas y políticas entre los diferentes bloques hegemónicos que se han ido formando (OTAN, BRICS, ASEAN), entrando en una fase en donde una gran burguesía unificada sería la cabeza de un imperio global, que tendría fisuras y contradicciones internas pero que serían relativas y manejables.
 
La creación de súper-poderes financieros, de aparatos de control político como la ONU y los acuerdos del Consejo de Seguridad, de organismos de intervención económica como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, de cuerpos de control militar como la OTAN, de entidades de vigilancia y espionaje internacional como la Interpol, NSA, CIA, etc., de órganos como el Fondo Internacional de Información Financiera, el Club Bilderberg y otra gran cantidad de instituciones mundiales que regulan todas las áreas de la vida en sociedad, indican que la tendencia va en ese sentido, sobre todo en la medida en que la lucha de los trabajadores y los pueblos vaya creciendo.
 
El estudio del impacto de la crisis económica y financiera de los años 2007-2008 que todavía causa estragos en Europa y amenaza con expandirse a otras regiones, las acciones contra los trabajadores que impulsaron los gobiernos capitalistas y los bancos centrales de EE.UU. y Europa (FED y Banco Central Europeo), y la avalancha de capitales que han salido a financiar toda clase de mega-proyectos especialmente en los países menos desarrollados (en áreas minero-energéticos, turismo, reordenamiento de ciudades, reconstrucción de áreas destruidas por guerras y desastres), ofrece señales que indicarían que la gran burguesía financiera no tiene en cuenta ningún tipo de solidaridad nacional a no ser que el impacto en el empleo y en la estabilidad política de su propio país las obligue a diseñar salvamentos parciales y temporales. Sin embargo lo que se observó en la crisis de 2007-8 es que igual pueden sacrificar un emporio económico de su propio país o sostener un gran banco europeo o japonés si la estabilidad global del capital está en juego.
 
Esas inversiones dirigidas hacia el mundo periférico sólo son salidas coyunturales. La sobreproducción de materias primas que no son absorbidas por las economías emergentes, que como en el caso de China también muestra una creciente desaceleración, muestran que la crisis sistémica del capitalismo (financiera, energética, alimentaria, ambiental, cultural, espiritual, moral) va a seguir generando grandes y profundas dificultades económicas, que pueden desencadenar guerras programadas y calculadas para exterminar amplios sectores de la población, repartirse nuevamente áreas de influencia, reconstruir zonas destruidas a propósito y sobreaguar temporalmente las crisis.
 
En ese sentido Marc Faber, director y editor de Gloom, Boom & Doom Report dice: “Hay que decir que estamos inmersos de nuevo en una masiva burbuja financiera de bonos, de renta variable, y de otros activos que han subido de forma espectacular”. Mike Maloney, presentador de “Hidden Secrets of Money” afirma: “Creo que la crisis de 2008 sólo fue un anticipo del evento principal…las consecuencias van a ser terribles… el resto de la década, nos llevará la mayor calamidad financiera de la historia”. Igualmente Russell Napier del CLSA (Crédit Lyonnais Securities Asia) declara: “Estamos en vísperas de un choque deflacionario que probablemente reducirá el valor de las acciones desde niveles muy altos a niveles muy bajos”. Por la misma línea David Stockman, ex Director de la Oficina de Gerencia y Presupuestos durante el mandato de Ronald Reagan afirma: “Tenemos una burbuja masiva en todas partes, desde Japón y China hasta Europa y el Reino Unido. Como resultado de esto, creo que los mercados financieros de todo el mundo son extremadamente peligrosos, inestables y estarán sujetos a graves trastornos en el futuro”.
 
En esta parte de la exposición es necesario reflexionar sobre la siguiente cita de Carlos Marx que nos sirve de referente para continuar con nuestro análisis: “Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.”[9]
 
No es casual entonces lo ocurrido con los levantamientos de Túnez, Egipto, Libia, Siria y demás países árabes que han podido ser neutralizados y dirigidos hacia confrontaciones religiosas, tribales y nacionales, pero que mostraron que los trabajadores y los pueblos sienten las consecuencias de la crisis sistémica del capitalismo y han iniciado una nueva fase en su lucha por enfrentar sus causas y consecuencias. Tampoco son accidentales las movilizaciones, paros, luchas y protestas de los trabajadores y pueblos de Grecia, España, Italia, Portugal, Islandia, EE.UU. y tantos países del mundo entero que se expresaron entre 2011 y 2012.
 
Esas movilizaciones han encontrado a los trabajadores completamente desarmados política e ideológicamente. Los partidos y organizaciones de izquierda han perdido el horizonte clasista y se hayan confundidas en luchas sectoriales y nacionales. Pero la profundidad de la crisis del capitalismo ha alertado a amplias capas de trabajadores y de intelectuales de origen proletario que ya están retomando las banderas proletarias y se están organizando para volver a plantear la utopía comunista y poner al día la revolución proletaria.
 
La situación en Colombia y la estrategia que ha diseñado la burguesía transnacionalizada hacen parte de ese contexto global. Los alzamientos, movilizaciones y protestas de 2013 deben ser enmarcados en ese panorama. La gran burguesía sabe que una gran parte del pueblo colombiano ha venido acumulando altas dosis de inconformidad y que la táctica del miedo y terror que fue diseñada alrededor del conflicto armado (criminalización de la protesta social y popular), ya no da resultado.
 
Por ello impulsa el proceso de Paz con las guerrillas, no sólo para librarse de una amenaza armada que no es conveniente tener sobre su cabeza, sino fundamentalmente para crear condiciones de inversión al gran capital transnacional y a la vez, desarrollar una política de domesticación y cooptación de una parte del movimiento popular – el agrario y campesino –, que amenaza parcialmente la estabilidad política del país y puede convertirse en un mal ejemplo para millones de trabajadores y pobladores pobres de las ciudades que también tienen graves problemas de pobreza, explotación, discriminación social y económica, desempleo, informalidad, privatización y altos costos de los servicios públicos, y que están haciendo consciencia de las grandes desigualdades que sufren los proletarios colombianos por efecto de la concentración de la riqueza en pocas manos y la entrega de los recursos naturales al gran capital transnacional.  
 
De esa manera podríamos decir que la burguesía transnacionalizada aspira a convertir los acuerdos de Paz con la guerrilla en un nuevo “pacto de clases”, muy al estilo de lo ocurrido en 1991. Ella es consciente de que se está incubando una situación pre-revolucionaria en Colombia y con tiempo y oportunidad se adelanta para desarmar política e ideológicamente a los sectores más avanzados.   
 
El problema es la falta de claridad de las fuerzas de izquierda. Ello le facilita esa tarea a la burguesía. Por un lado, el MOIR-Polo, partido que tiene influencia entre los trabajadores estatales y una parte del movimiento agrario, no entiende que las diferentes fracciones de la burguesía están supeditadas y dominadas por el gran capital transnacional globalizado. Por ello le genera ilusiones al pueblo sobre un supuesto papel revolucionario de la “burguesía nacional” y privilegia la alianza con ese sector de clase. Es por esa razón que - por temor a asustar a la burguesía nacional - se niega a incluir entre sus reivindicaciones la lucha por una reforma agraria democrática y contra el gran latifundio. Eso explica su impedimento a unificarse con el resto del movimiento agrario y campesino y a construir un frente que fundamente la lucha por soberanía nacional en la soberanía popular.
 
En ese sentido habría que aclarar que los trabajadores constituidos en proletariado revolucionario no deben renunciar a la lucha nacional. Ésta es una lucha por la independencia política del gran capital transnacional y no sólo del imperialismo estadounidense. Es una lucha que se concreta en la derrota de la burguesía transnacionalizada y de toda la oligarquía colombiana. Es preciso entender que la lucha por soberanía política y autonomía económica para la Nación colombiana debe estar estrechamente ligada a la revolución anti-capitalista, y por ello tiene que estar en cabeza de la alianza entre los trabajadores y los campesinos pobres. Esa alianza de clase para derrotar a la oligarquía debe ganar a amplios sectores de las clases medias, y aún, del empresariado nacional, pero sin hacernos ilusiones en su “papel revolucionario”. Por el contrario, aún así tratemos de ganarnos a ese sector de clase debemos denunciar paralelamente su posición vacilante e inconsecuente, su tendencia al oportunismo y a la conciliación.
 
El análisis global de la evolución del capitalismo, la constatación de que las burguesías transnacionalizadas están concertadas a nivel mundial, no deben llevarnos a renunciar a la lucha nacional como pretenden algunos sectores comunistas y anarquistas que no tienen en cuenta que el tema “nacional” va más allá de los intereses burgueses, y que como lo ha demostrado la experiencia de la Unión Soviética, el sentimiento nacional históricamente se ha ligado y entrelazado – igual que la religión – con identidades culturales de los pueblos que no podemos menospreciar. Es evidente que ello no quiere decir que la estrategia anti-capitalista desconozca el carácter internacionalista de la lucha del proletariado, pero ésta asume la forma nacional por lo menos en su fase inicial, dado el desarrollo desigual del mundo y de las mismas naciones.   
 
Por otro lado, Marcha Patriótica, el Partido Comunista y otros sectores de izquierda se dejan influir de las posiciones de la “burguesía burocrática” que con el cuento de los derechos humanos, la autonomía territorial, el “post-conflicto” y las fases de “transición hacia la Paz”, le hacen creer a los campesinos y colonos de zonas de colonización que la burguesía puede impulsar políticas “integrales” para el campo, que se puede “negociar” con el Estado una política agraria que los favorezca, incluso que se pueden crear “zonas de reserva campesina” al estilo de los resguardos indígenas, para protegerse del impacto de la política neoliberal, lo cual es desde todo punto de vista una falsedad y un engaño.
 
En esa dinámica la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente puede ser utilizada por la burguesía transnacionalizada para engañar al pueblo. Tal consigna no tiene en cuenta que la Constituyente de 1991 ya fue una demostración de que la democracia formal (liberal), propia de un sistema capitalista, por más perfeccionada que sea, no es solución para los trabajadores y el pueblo en general.
 
Nuestra propuesta debe ser luchar por impulsar la Democracia Participativa, con un programa de transición de tipo anti-neoliberal pero con esbozos socialistas, empezar a construir formas permanentes de Poder Popular “desde abajo”, no institucionales, revolucionarias, expresiones de la rebeldía y la rebelión proletaria y popular, que se constituyan en formas de auto-gobierno al estilo de la Comuna de París y de los Soviets de la Revolución rusa.
 
Sólo así podremos disputarle la hegemonía de la revolución a la pequeña-burguesía y a las fracciones de la burguesía que se disfrazan de “democráticas” y hasta de “socialistas”. Sólo con un programa anti-neoliberal nos ponemos a la cabeza del movimiento nacional y democrático, pero los esbozos socialistas y la estrategia revolucionaria (poder popular “desde abajo”) nos permiten darle continuidad a la revolución proletaria. Lo anti-neoliberal no nos deja desligarnos del grueso del movimiento popular y lo socialista nos proyecta hacia la revolución anti-capitalista.
 
Popayán, 3 de febrero de 2014
 


[1] Los intereses nacionales de los pueblos y de los trabajadores fueron negados por mucho tiempo por los ideólogos del socialismo y el comunismo. Sin embargo, la realidad ha mostrado que los factores relacionados con el territorio, la cultura y los lazos sociales creados en el tiempo y el espacio, se muestran como aspectos de la nacionalidad que han sido resistentes frente a la homogeneización que han intentado realizar tanto el “socialismo real” (falso socialismo impuesto “desde arriba”) como por el mismo capitalismo.  
[2] Resumen escrito de la película “Interferencies”. Capítulo 4. Transnacionales y lobbies. http://www.interferencies.cc/
[3] Calduch, R.- Relaciones Internacionales.- Edit. Ediciones Ciencias Sociales. Madrid, 1999
[4] Joan-Eugeni Sánchez. “El poder de las empresas multinacionales.” Universidad de Barcelona. 2006.
[5] Ídem., Óp. Cit.
[6] Vitali, Stefanía; Glattfelder, James B.; y Battiston, Stefano. “La Red de Control Corporativo Global”, Revista Científica PlosOne.org., Universidad de Zurich (Suiza), octubre 2011.
[7] Ídem., óp. Cit.
[8] Hardt, Michael y Negri, Toni. El “Imperio”. edición de Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, 2000
[9] Marx, Carlos. “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”. 1859.
https://www.alainet.org/de/node/82916?language=en
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