Tras el 23F y ante la Convención de Alianza País

Construir una organización que represente la diversidad o autodestruirse

27/04/2014
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1. El antecedente de la votación por la Constitución.
 
En el 2008, tras la votación que tuvo el Sí a la nueva Constitución escribí un artículo que tal vez no fue bien comprendido por el triunfalismo del momento, pero visto en perspectiva no se alejaba mucho de la realidad. En el texto señalaba que la victoria significó un fortalecimiento de la figura del presidente Rafael Correa pero no necesariamente de su gobierno y de su movimiento, ya que en la campaña se notó la gran debilidad de los diversos grupos y grupitos que integraban Acuerdo País (AP) en ese entonces, y sus figuras más notorias no tenían trascendencia social ni representatividad. Agregaba que había quedado de manifiesto que los “líderes” de los grupos que integraban AP no tenían base social, y si no estuviesen cerca del mandatario posiblemente no se elegirían de nada.
 
Explicaba además que entre los movimientos sociales que apoyaron la Constitución se destacó la clara e importante presencia de Ecuarunari (la mayor organización de las que integran la CONAIE) en zonas rurales de la Sierra, donde la victoria del Sí alcanzó un promedio del 75 % de los votos, cuando antes de que entrara en campaña esa victoria estaba en duda.
 
Decía también que si bien el resultado general fue un golpe importante a la derecha tradicional, la victoria pírrica del No en Guayaquil, le dio cierta “vida” a nivel local al alcalde Jaime Nebot, pero sin proyección ninguna a nivel nacional.
 
Más adelante analizaba que a partir de la votación en Guayaquil, la derecha tradicional tal vez hiciera de esa ciudad un “micro bastión” de la oposición. Si bien el No en esa urbe superó al Sí solo por el 1%, sumado a los votos nulos y blancos se marcaba una diferencia explotada mediáticamente. Pero lo que hizo sentir cierto gusto amargo fue la falta de eficacia de la campaña gubernamental en esa ciudad, pues dos semanas previas al referéndum trasladó al Presidente y a los ministros y puso todo el aparato gubernamental, sin embargo fue derrotado por la campaña de Nebot y la cúpula local de la Iglesia Católica.
 
Siguiendo con mi análisis de ese momento decía que el comportamiento del electorado a nivel nacional, en esa ocasión sufrió una variante en cuanto a la elección anterior en la que se eligieron los representantes a la Asamblea Constituyente, cuando el movimiento de gobierno tuvo, en porcentaje, mayor votación. Ahí, el papel fundamental lo jugó la presencia mediática y en campaña del Presidente más que de los propios candidatos a asambleístas. Y agregaba que en el referéndum que aprobó la Constitución, si bien fue trascendente la figura de Rafael Correa en campaña y la publicidad gubernamental, fue fundamental para llegar al 63.9% la presencia de otros actores, como ocurrió en la segunda vuelta electoral de 2006 cuando el actual mandatario definió las elecciones con Alvaro Noboa.
 
Reflexionaba también que la realidad nos demostraba que la participación de múltiples organizaciones sociales a nivel urbano y rural, especialmente Ecuarunari, en una campaña-movilización barrio por barrio y comunidad por comunidad para difundir la Constitución fue lo que hizo crecer en dos meses el Sí. Decía que esa movilización nacional rescató el voto de mucha gente crítica del gobierno que, sin embargo, apoyó a la Constitución. Fue lo que denominé un Sí crítico o de conciencia. Un importante sector de la población votó por la aprobación de la Constitución como un símbolo de cambio, pero discrepaba en algunos temas con el gobierno, lo que no ocurrió en la elección para asambleístas constituyentes. Si ese gran frente crítico inorgánico no hubiese hecho campaña por la Constitución, el resultado electoral hubiese sido muy inferior y, seguramente, el Sí apenas habría pasado el 50 % de los votos. En aquel artículo también recordaba un acto con decenas de representantes de los barrios del Centro de Quito en la Administración Zonal Centro del Municipio durante la campaña, gente de sectores pobres que remarcó su apoyo a la Constitución como esperanza e instrumento de cambio, pero hicieron saber sus discrepancias con diversas medidas del gobierno. Esa fue también una de las tantas oportunidades para ver que AP, como en Guayaquil, no tenía representatividad social en Quito. Como expresé en la ocasión, era imprescindible que el pueblo sintiese que ésa era su Constitución, que la mayoría de los artículos representaban el cambio y un quiebre con el poder tradicional, que no era un cuento sino un proceso transformador, popular y democrático. Eso finalmente ocurrió gracias a esa minga colectiva de sectores que se comprometieron con un Sí crítico.
 
En aquel análisis también decía que la fortaleza de ese Sí colectivo, podía ser minimizada, o tal vez obviada a propósito, como ocurre con las organizaciones y las expresiones colectivas, en aras de la “revolución” individual.
 
2. Una nueva cruz de caminos
 
Salvando las grandes diferencias de coyuntura, de momento histórico, de correlación de fuerzas, de desgaste por los años de gestión, de errores locales y nacionales, de que un referéndum no es lo mismo que una elección local, tras las elecciones del 23 de febrero, la actual Alianza País se encuentra ante una encrucijada mucho peor que la analizada en aquel artículo de hace seis años.
 
La Convención* es un punto importante en la cruz de los caminos que está el movimiento gubernamental. Puede ser una instancia renovadora de la teoría y práctica política aprendiendo del camino transitado, o puede ser una instancia burocrática para la cual todo está bien y solo es necesario hacer algunos maquillajes. Del camino elegido dependerá el futuro.
 
Las elecciones de febrero han colocado al gobierno en un nuevo punto de inflexión como lo colocó también después del 30S. Hay un camino recorrido que es necesario analizar autocríticamente para ver cómo se sigue caminando. Es necesario hoy más que nunca entender el momento que vive Alianza País y cómo llena de pueblo el camino. Después del 30S decía en una entrevista que hay un momento para iniciar los cambios y otro para profundizarlos. La profundización de esos cambios se debe hacer en el momento adecuado, ni antes ni después. El momento en que la gente acompaña construyendo su futuro, creando y recreando el sueño individual y colectivo. La gente acompaña cuando siente el proyecto como suyo, más allá de los que el proyecto le brinde materialmente, como sintió suya la Constitución en la campaña por el Sí del 2008.
 
La gente puede acompañar a un movimiento político o a un gobierno, pero no significa que vaya con ellos construyendo la realidad. Hay que entender cuando la gente va junta ayudando a crear y recrear un sueño individual y colectivo, del cual un gobierno puede ser una partecita nomás, y cuándo solo acompaña sin involucrarse en el camino, aprovechando lo que le den. Este es el momento clave para poner el pie en el acelerador de los cambios e involucrar al pueblo en los cambios. Es necesario llenar el camino de pueblo, que no es lo mismo que llenarlo de votos o de encuestas favorables. Los votos y las encuestas tarde o temprano se evaporan si atrás no hay pueblo. Como decía después del 30S sigue habiendo algunos puntos fundamentales que es necesario profundizar: la consolidación de la democracia ciudadana en lo sociopolítico; la revolución agraria que tiene efectos sobre lo social y lo productivo y está vinculada a la consolidación de la soberanía alimentaria; la construcción del frente social y político, el movimiento de tendencias y los comités de la revolución ciudadana desde lo político–organizativo; y el fortalecimiento de la economía social y solidaria en lo económico. Pero me voy a detener solo en lo que atañe a lo político organizativo. En América Latina en general y Ecuador en particular, la democracia y la participación política se redujeron al acto de votar. Sin embargo, la democracia supone el involucramiento efectivo de la sociedad en la toma de decisiones. La democracia que buscamos se sustenta en el debate permanente y, sobre todo, en un proceso donde los ciudadanos sean los gestores de su desarrollo. Esta democracia radical, ciudadana, supone entonces la construcción de ciudadanía, es decir, sujetos de derechos que puedan ejercer el poder. Por lo tanto, fortalecer la democracia implica promover la participación social en todas sus formas. Esta democracia debe ser llevada a todos los espacios de la vida social: al Estado, a las empresas, al barrio, al movimiento político, incluso a la familia.
 
Si se quiere transitar ese camino como parte del proceso organizativo y de acumulación, es necesario que Alianza País pueda apropiarse de la democracia y resignificarla, recuperar la acción colectiva desde los barrios y comunidades, y recuperar la movilización social. Las elecciones de febrero son un llamado de alerta para Alianza País, a reencausar el camino dentro de esos parámetros. Como señalaba en otro artículo posterior al 30 de septiembre del 2010 y previo a la Convención anterior, Alianza País y el gobierno deben entender que es un momento de consolidar y democratizar la estructura, y fortalecer las alianzas constitucionales.
 
3. La Construcción del Frente y el Movimiento
 
En Ecuador podríamos decir que el sujeto político que llevó al triunfo de la “revolución ciudadana” es diverso como el propio país. Un sujeto policlasista, integrado por masas organizadas del campo y la ciudad, por sectores de clase media y media alta desorganizados, por indígenas, campesinos, obreros, trabajadores informales, jubilados, desempleados. Un amplio espectro que los unía la necesidad de reinstitucionalizar un país profundamente golpeado por el modelo neoliberal primero y la crisis financiera de 1999 luego, desinstitucionalizado por la partidocracia que manejó los hilos del Estado, un país transformado en uno de los más inequitativos de la región y sin soberanía. Por lo tanto, la base organizativa del proceso es un colectivo diverso, plural, que integra sectores organizados y no organizados.
 
El desafío de esta convención es consolidar una estructura organizativa acorde al momento histórico. Ninguna base organizativa puede sustentarse en la ciudadanía de los ciudadanos dispersos, incapaces de sostener un proceso político-social, y mucho menos si ese proceso intenta ser de cambio, pero ningún proceso transformador puede sustentarse desde el Estado, sin una base organizativa político-social autónoma. Si la única aspiración de los cuadros y militantes es tener un puesto burocrático individual y familiarmente, la organización se muere.
 
Los partidos tradicionales en América Latina vaciaron sus propuestas de contenido y terminaron con los resquicios de democracia interna. Luego se fueron sus cuadros, sus militantes y las masas... Si la organización política se basa en la exclusión de militantes, finalmente la gran mayoría termina yéndose, luego marchan las masas. Alianza País corre el riesgo de ser una organización tradicional más que de a poco puede autodestruirse.
 
Como ya decía, Alianza País es un frente y un movimiento. Es una organización de masas, y una organización de cuadros y militantes. No hay contradicción en que sea todo eso. La contradicción empieza cuando la concepción de organización se basa en la exclusión y en la manipulación de los militantes y finalmente la gran mayoría se va, luego marchan las masas y finalmente queda una estructura burocrática que toma decisiones por sí y ante sí, creyendo ser dueña de la verdad, desprendida de la realidad y sostenida en puestos burocráticos del Estado.
 
Alianza País debería ir hacia una estructura combinada de frente y movimiento, en la que cada sector asuma su identidad y forme tendencias claras, complementando la organización de cuadros con la de masas, que finalmente es la que involucra a todos. Una estructura de frente y movimiento en la que se complemente la organización social y política sin que la organización social sea cooptada por la política. Alianza País debe dejar de ser una colcha de retazos a la que se zurcen nuevos retazos mientras se descosen otros, y en la que muchas veces el color de cada retazo se torna un tanto difuso. Una organización en forma de frente y movimiento logra integrar la diversidad en una estructura que se basa en ciertos acuerdos programáticos mínimos, más allá de las aspiraciones de grupo. El proceso Constituyente y la aprobación de la nueva Constitución requirieron de un trabajo en minga para mostrar claramente los caminos que se abrían. Para eso fue fundamental consolidar un frente social y político que inició una nueva etapa en el proceso de acumulación de fuerzas. Ahora es una etapa en la que la consolidación del proceso organizativo, la democracia interna y la base social deben ir juntas, sino se corre el riesgo de autodestrucción, como decía antes.
 
4. Entre los desafíos de la Convención y la Reelección
 
La Convención debe consolidar el Movimiento Alianza País como Movimiento de Tendencias, con direcciones colegiadas en las que estén representadas las tendencias locales en lo provincial y nacionales a nivel de país, transparentándose interna y externamente.
 
La dirección nacional debe dedicarse enteramente a la construcción organizativa del Movimiento y los Comités de la Revolución Ciudadana (CRC), a la formación de cuadros y militantes, a fortalecer una política de alianzas que vaya más allá de lo meramente electoral y, sobre todo, a la construcción del Frente Social y Político con fuerzas sociales y políticas externas.
 
El Frente se integra con Alianza País y otras fuerzas externas con acuerdos mínimos claros, más allá que no se logre estar de acuerdo en todo.
 
Los CRC deben ser expresión territorial del Movimiento y el Frente y un puente con los sectores ciudadanos barriales, comunitario, laborales, etc., o desorganizados. Son gérmenes de participación y acción colectiva desde el territorio, donde se abre el diálogo y el debate directo con la población. Donde la vinculación directa llega mucho más que el marketing político.
 
Pero más allá de la construcción política estratégica es necesario tener en cuenta la construcción política de corto y mediano plazo de acuerdo a los resultados del 23f y la coyuntura post electoral, que son un buen dato de la realidad.
 
En ese sentido, mirando en perspectiva las próximas elecciones, ningún cuadro de Alianza País puede derrotar a la derecha unida en 2017 porque ninguno tiene la representatividad del Presidente Correa. Pero además es el mandatario quien unifica. En el momento que otro/a quiera representar a Alianza País, corre el riesgo que internamente muchos sectores no lo apoyen. Visto hoy, una formula Mauricio Rodas – Guillermo Lasso o viceversa con el apoyo de Nebot y diversos sectores, autoridades locales, etc., se presenta con muy buenas posibilidades de llegar al gobierno.
 
Según encuestas, la mayoría de la población pide que la reelección sea posible en el 2017. Si eso no ocurre, Alianza País estaría hipotecando el gobierno. Una fórmula entre Correa y alguien que simbólicamente amplíe la propuesta gubernamental desde lo geográfico y diverso sería invencible mismo por esa derecha unificada. Otra opción menos ganadora pero muy competitiva e interesante es una fórmula que simbólicamente represente esa diversidad del país, con un Movimiento y un Frente Unificado, CRC participativos y con el Presidente encabezando la lista de Asambleístas Nacionales.
 
En todo caso, la tarea de esta Convención es importante hacia el futuro. Con los años nos daremos cuenta si se tomó o el camino correcto o el de la autodestrucción.
 
 
* NdE En mayo de 2014 se realizará una Convención nacional de Alianza País, movimiento político del gobierno de Rafael Correa.
 
https://www.alainet.org/de/node/85084
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