Pedro Casaldaliga, p r o f e t a
25/05/2014
- Opinión
1. Pedro y su opción por los pobres
¿Cuál es el secreto, la fuerza, si es que la hay, de la permanente apuesta de Pedro Casaldáliga por el débil?
Siempre he pensado que para ser libre e innovador en lo grande hay que serlo en lo pequeño. Al ser consagrado obispo, Pedro manifestó su creativa libertad. No le bastaba con seguir al pie de la letra un ritual, sino que buscó traducir en él sus más profundos sentimientos y convicciones, y dejó a un lado la forma estereotipada de aquel rito que no podía expresar lo que él llevaba dentro, su manera de ser y sentirse obispo. Cosa muy significativa, porque si no se es libre para cambiar una ceremonia, ¿cómo se puede ser en cosas más importantes?
Pedro cuenta que una vez, navegando por el río das Mortes, tuvo que atender a un hombre moribundo. La comunidad le pidió que celebrara una misa. No había pan ni vino. No traía nada para decir misa: “Yo venía más preocupado por atender al hombre. Allí había una pequeña taberna. Cogí unas galletas y celebré la misa. Me pareció que era una buena misa. El pueblo me pedía misa y yo era sacerdote, la Pascua de Cristo bien se puede celebrar con vino de las viñas de Italia, o de las de Cataluña, pero si no había vino, ¿por qué no se podía celebrar con alcohol de caña de azúcar?”
Otra vez excomulgó a dos haciendas porque tenían pistoleros que mataban a los peones, les cortaban las orejas y las llevaban a la hacienda para demostrar su muerte: “Tras enterrar a uno de esos peones asesinados, cogí un puñado de tierra de su sepulcro, lo puse sobre el altar y excomulgué a esas haciendas. Pero fue un acto contra las haciendas, no contra las personas”.
En cierta ocasión, ante la reiterada opresión de muchos latifundistas, muchos de ellos “muy cristianos”, decidió evitar toda ambigüedad, nada de eucaristía en sus capillas, ningún gesto de saludo: “El Evangelio es para los ricos, pero contra su riqueza, sus privilegios, su posibilidad de explotar, dominar y excluir. Si cada semana voy a la casa de un rico y no pasa nada, no digo nada, no sacudo aquella casa, no sacudo aquella conciencia, ya me he vendido y he negado mi opción por los pobres”.
Quizás el itinerario que lleva a Pedro a situar el centro de su vida en los pobres parezca complicado, pero no. La cuestión se remite a averiguar en qué prójimo –imagen de Dios- el grado de ofensa es mayor, acompañada de una consecuente acción de restauración. A la restauración de esa dignidad oprimida, dedica él toda su vida, su opción determinante: la opción por los pobres.
Llegado Pedro a Brasil en el 68, ya en el 70 firmó su primer informe – denuncia, que recogía, en letanía trágica, los casos en carne viva de peones engañados, controlados a pistola, golpeados o heridos o muertos, cercados en la floresta, en pleno desamparo de la ley, sin derecho ninguno, sin humana salida.
Hasta el Nuncio le pidió que no lo publicase en el extranjero y uno de los mayores terratenientes le advirtió que no debía meterme en esos asuntos. Pero era hora de aplicar su opción: “Nosotros no podíamos celebrar la eucaristía a la sombra de los señores, no podíamos aceptar signos externos de su amistad. Hora de opción, que violentaba mi propio temperamento, mis ganas naturales de estar a bien con todos, la vieja norma pastoral de no apagar la mecha que aún humea…
A mí siempre se me ha quebrado el corazón viendo la pobreza de cerca. Me he llevado bien con la gente excluida, quizás porque siempre he tenido una cierta afinidad con el margen, con los marginales. Quizás por una especie de espíritu compasivo, o por una especie de vena poética. Quizás sea una cuestión de sensibilidad, porque soy incapaz de presenciar un sufrimiento sin reaccionar. Por otra parte, yo nunca me he olvidado que nací en una familia pobre. Yo me siento mal en un ambiente burgués. Siempre me pregunté que si puedo vivir con tres camisas por qué voy a necesitar tener diez en el armario. Los pobres de mi prelatura viven con dos, de quita y pon.
Estoy doblemente convencido de que no se puede tener una sensibilidad revolucionaria y profética ni se puede ser libre sin ser pobre. La libertad está muy unida a la pobreza. No se es verdaderamente libre con mucha riqueza. Siendo pobre me siento más libre de todo y para todo. Mi lema fue: ser libre para ser pobre y ser pobre para poder ser libre. Lo dejé bien escrito en aquellos mis versos de
POBREZA EVANGELICA
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
y, de pasada,
no matar nada;
no callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada,
y el llanto y la risa en la mirada.
y la mano extendida y apretada.
y la vida, a acaballo, dad.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
Para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y “mais nada”!
2. ¿Qué queda de la teología de la liberación?
“Me espanta, continúa Pedro, oír y ver a tanto sectores de la Iglesia, teólogos también, cayendo en la tentación de pasarse a otros paradigmas, porque ya están cansados de hablar y de oír hablar de la opción por los pobres, de la justicia y de la liberación y porque este mundo (aquí San Pablo se pondría furioso) pide ahora que todo sea light, la teología también, la espiritualidad más connivente, una especie de fe del bienestar…
A Juan Pablo II le hable con mucho cariño, pero con mucha libertad, ejerciendo el derecho de mi corresponsabilidad eclesial y de mi colegialidad apostólica. Le dije: En el campo social, no podemos decir con mucha verdad que hayamos hecho la opción por los Pobres. En un primer lugar, porque no compartimos en nuestras vidas y en nuestras instituciones la pobreza real que ellos experimentan. Y, en segundo lugar, porque no actuamos, frente a “la riqueza de la iniquidad”, con aquella libertad y firmeza adoptadas por el Señor. La opción por los pobres, que no excluirá nunca a la personas de los ricos -ya que la salvación es ofrecida a todos y a todos se debe el ministerio de la Iglesia- sí excluye el modo de vida de los ricos, “insulto a la miseria de los pobres”, y su sistema de acumulación y privilegio, que necesariamente expolia y margina a la inmensa mayoría de la familia humana, a pueblos y continentes enteros”.
Hubo muchos que oportunísticamente casi celebraron el “fin” de la teología de la liberación, bien por no haberla digerido, bien por considerarla una moda pasajera y unida al socialismo, o reducirla a una teología sin fundamento y sin proyección universal.
“Estoy harto de oír la pregunta: ¿Qué queda de la teología de la liberación? Me la han preguntado por activa y pasiva, compañeros, obispos, periodistas. Yo un poco así a la española les he respondido: quedan Dios y los hombres; pues mientras existan el Dios de Jesús, el Dios de David y los pobres de Dios y mientras exista alguien que piense a la luz de ese Dios y se sensibilice delante de Jesús, habrá teología de la liberación. La teología de la liberación no se inventó en América Latina, viene de mucho más atrás. Isaías ya nos habló de la liberación.
La teología de la liberación ha sido más de los pies caminantes del pueblo que de las cabezas pensantes de los teólogos. Y ha sido más de la sangre derramada de nuestros mártires, del llanto derramado de nuestros pueblos, de los clamores que Dios siempre escucha. Nació en América Latina porque cuando el teólogo pensaba se encontró con un clima de opresión y también de liberación. Si el Evangelio es liberar, la teología de la liberación es práctica liberadora, y para ser práctica liberadora tiene que ser estructural y, si estructural, tiene que ser política. Sería horrible que dejáramos la política a merced de los teólogos del neoliberalismo.
Afortunadamente, ya hoy no se nombran, por vergüenza al menos, las barbaridades - calumnias auténticas- , que colgaron a la teología de la liberación y sus teólogos. Nosotros: teólogos de la liberación, obispos que los acompañamos e Iglesias que se benefician de su doctrina, no hemos optado por Marx sino por el Dios y el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y por sus Pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud, de todo pecado y de la muerte. Analizar la trágica situación de los dos tercios de la humanidad, señalarla como enteramente contraria a la voluntad de Dios y asumir compromisos prácticos para transformar esa situación son pasos obligados de la teología de la liberación.
A los enemigos del pueblo es a los que no gusta la teología de la liberación. ¡Celebrarían tanto que los cristianos pensasen sólo en el Cielo... despreciando la Tierra! Cuando nosotros queremos ganar el Cielo, conquistando la Tierra. Hijos libres de Dios padre y hermanos verdaderos”.
3. Pedro, un místico desconcertante contra la iniquidad del sistema capitalista
Pedro es uno de los grandes místicos modernos que une la contemplación con el compromiso. Exiliado del mundo de la civilización, enclavado en el sertao , a miles de kilómetros, sin haber vuelto nunca a España, rotas como quien dice las amarras con un mundo sin el que nosotros no sabemos vivir, este hombre alimenta una vida interior profunda de poeta y contemplativo unida a un compromiso extremo.
El testimonio de Pedro nos habla de cómo no es posible anestesiarse en el silencio de la soledad y encasillarse en una espiritualidad enajenante, al margen de los problemas y esperanzas de los hombres. Nos encontramos, sin duda, ante un cristiano singular, de ejemplaridad extraordinaria, que ha disuelto la dicotomía establecida entre Reino de Dios e historia del mundo y salvación personal.
Casaldáliga vuelve una y otra sobre el tema, lo estigmatiza con un fuerza que raras veces se ha visto en el lenguaje eclesiástico. La realidad establecida es lo que es: o sirve al hombre o está contra él. Quizás esté ahí la clave que debiera revolucionarnos a todos, porque lo que no se puede es ser persona cristiana y andarse flirteando con el encantamiento de falsos dioses. Ciertamente, Pedro no es neutral y muestra con ira sagrada su denuncia profética.
4. Con la verdad del Evangelio y la confianza del pueblo
El que Pedro apunte al capitalismo como tema prioritario, al señalar los ídolos de nuestra sociedad, reviste una triple novedad: el que lo haga un obispo, lo haga con análisis certero y lo haga con aliento profético. Generalmente, nuestros jerarcas se han llevado bien de la mano del poder. Y es muy raro encontrar obispos que se hayan plantado ante el poder.
Pedro no se contenta con hacer declaraciones vagas. El capitalismo cobra rostro y carne en lugares concretos. Su Prelatura de Sao Félix do Araguaia, encuadrada en una de las regiones más pobres de Brasil, es uno de ellos. A Pedro, un místico con ojos abiertos, esa realidad le entra de golpe, le hiere sin piedad y, entonces, toma él la vez con su presencia, su ejemplo, su profecía, lanzada al mundo en lenguajes y acentos múltiples.
Fue en su consagración episcopal donde dejaba bien diseñado el programa de su acción pastoral:
Tu MITRA
será un sombrero de paja; el sol y la luna; la lluvia y el sereno;
el pisar de los pobres con quien caminas y el pisar glorioso del Señor.
Tu BACULO
será la verdad del Evangelio y la confianza del pueblo en ti.
Tu ANILLO
será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Liberador
y la fidelidad al pueblo de esta tierra.
Tu ESCUDO
la fuerza de la esperanza y la libertad de los hijos de Dios.
Tus GUANTES
el servicio del amor.
- “La noche del día en que firmé mi primer informe-denuncia salí a ver la luna grande y a respirar el aire más frío y me ofrecí al Señor. Sentía entonces que con el documento podía haber firmado también mi propia pena de muerte, en todo caso acababa de firmar un desafío”.
- “Dejábamos de ser amigos de los grandes y los encarábamos. Ningún explotador o colaborador aprovechado de la explotación podría ser padrino de Bautismo por ejemplo. Dejamos de aceptar el auto-stop en sus coches, esquivábamos positivamente su compañía, su sonrisa; dejamos incluso de saludarlos, en los caos más descarados”.
- “Cohonestar la injusticia es un pecado demasiado ‘católico’. La Iglesia es responsable, hace siglos. Debe reconocerlo, y llorarlo, y se ha de convertir”.
- “Si ‘la primera misión del obispo es la de ser profeta’ y ‘el profeta es aquel que dice la verdad delante de todo un pueblo’; si ser obispo es ser la voz de los que no tienen voz, yo no podría, honestamente, permanecer de boca callada al recibir la plenitud del servicio sacerdotal”.
-“Yo me rebelo contra los tres mandamientos del neocapitalismo, que son: votar, callar y ver la televisión”.
No hay cosa que más asuste a los espiritualistas y que más recelos provoque en muchos cristianos que el tema de la política. Es casi un tema tabú, que se lo demoniza sin más, como cosa incompatible con la fe. Sin embargo, pocas verdades tan claras en el Evangelio como la de que Jesús fue ajusticiado por el poder político y religioso –la sinagoga y el imperio-. Y lo fue por su intolerable parcialidad: “No se puede servir a Dios y al dinero” y “Ay de vosotros, guías ciegos”.
La realidad de la sociedad está compuesta por una pirámide inmensa de desigualdad, donde unos están arriba y otros abajo, unos son más y otros menos, donde unos viven en la abundancia y otros en la miseria, donde unos oprimen y otros son oprimidos. Y esta desigualdad no se puede tapar ni, mucho menos, bendecir o cohonestar con razones divinas. Sería un sacrilegio querer atribuir esta composición piramidal, al Dios, justo y nivelador por excelencia: “Todos vosotros sois hermanos”. El Dios de los señores no es igual al Dios de los pobres.
5. La imposible neutralidad política
En nuestro tiempo, entre los muchos mártires que jalonan la vida de la Iglesia, no hay uno solo que no lo haya sido por su postura de denuncia ante el poder político o religioso (hay mártires de represión física y otros de represión no física). Oportuno como siempre, Casaldáliga escribe:
“Contra toda filosofía funcionalista, nosotros creemos que ni la ciencia ni la técnica pueden exhibir, en ninguna circunstancia, la bandera blanca de una pretendida neutralidad. Todo acto técnico, todo gesto científico chorrea ideología. O se sirve al sistema o se sirve al pueblo. Trazar una carretera en el papel, planear un censo, clasificar un remedio, es política. Todo técnico, todo científico es siempre un político, aun cuando se niegue a serlo: o reaccionario, o reformista o transformador”.
“Yo siempre he sido de izquierdas. Ya de pequeño era zurdo, pero en aquellos tiempos estaba prohibido y no nos dejaban escribir con la izquierda. De manera que incluso biológicamente soy de izquierdas”.
“Yo he pasado a las opciones del socialismo. Por el contacto con la dialéctica de la vida, por las exigencias del Evangelio y también por algunas razones del marxismo. Qué socialismo, no lo sé a punto fijo, como no sé a punto fijo qué Iglesia será mañana la que hoy pretendemos construir, por más que sé que la queremos cada vez más cristiana”.
“Si no hay utopía, no hay vida. Como un poeta español dice: “poesía necesaria como el pan de cada día”, y yo digo: utopía necesaria como el pan de cada día. Utopía que después se realiza en la medida de lo posible; no vamos a pasar toda la vida sólo soñando. Soñando y con el mazo dando, a Dios rogando y con el mazo dando”.
6. El neoliberalismo: nuevo ídolo globalizado
Hoy la realidad de los pueblos es global, mundialmente interconectada, pero se ha globalizado bajo el dictado y leyes del neoliberalismo. Atreverse asomarse a ese mundo para descubrir su funcionamiento y, sobre todo, denunciar sus propósitos acumuladores y dominadores, es una empresa superardua que confiere a quien lo intenta el calificativo de quijote o idiota.
Pedro Casaldáliga, obispo por más señas, no se corta ante esa empresa y se presenta ante ella con un buen bagaje de racionalidad, dignidad humana, firmeza ética, libertad evangélica y, sobre todo, experiencia inapelable, la de aquellos que, con marcas, atestiguan la inhumanidad del rodillo neoliberal.
-No a la propiedad privada privadora.
“América Latina es mucho más pobre hoy que en la década de los 60. Sin embargo, en América latina hay mucha más riqueza, y mucha más técnica, que en la década de los 60. Dios nos libre del neoliberalismo. No se puede servir a dos señores. Con el capital al final se prostituye a Dios. Una vez tuve la ocasión de intervenir en un proceso público que se hace en la Asamblea Nacional, donde se trataba de la problemática de la tierra. Y entonces, algunos de los senadores y diputados más conservadores, incluso varios de ellos muy católicos y practicantes, me dijeron: Monseñor, usted está en contra de la propiedad privada. Les dije: no, si usted tiene una camisa y todo el mundo puede tener una camisa, estoy a favor de la propiedad privada de cada camisa. Ahora, si usted tiene 50 camisas y las demás personas no tienen ninguna camisa, entonces la propiedad privada es privadora”.
-El fundamentalismo del mercado
“Si no hay un cierto tipo de resocialización de la tierra, de la salud, de la educación, de la ciencia, no habrá democracia en ningún lugar del mundo. El propio secretario del FMI dijo en el Vaticano: hemos de reinventar un Estado, cuando al mismo tiempo se dice: vamos a minimizar el Estado. Donde no hay Estado, no hay Sociedad. Pero no quiero Estado totalitario. El propio Estado es el representante de la sociedad. El propio secretario del FMI dijo: antes era el fundamentalismo del Estado; ahora es el fundamentalismo del mercado. Y Samuel son, el Premio Nobel de Economía, decía: el neoliberalismo es muy eficaz, pero no tiene ni cabeza ni corazón. Es eficaz ¿para quién? ¿Quién tiene libertad de mercado? El que puede”.
-El neoliberalismo mata la vida de la mayoría
“Yo digo siempre que el neoliberalismo, además de ser policía porque mata la vida de la mayoría, la deja sin condiciones de vida humana. Además de ser homicida, es suicida, porque no es posible que el futuro de la humanidad sea eso. Nosotros que creemos en el Dios de la vida y creemos que la humanidad es hija de Dios, y que tiene genética divina, no podemos permitir que la destrucción sea el destino de la humanidad. El Reino es el destino de la humanidad.
El neoliberalismo, además de homicida y suicida, es ecocida: el lucro por el lucro, la técnica por la técnica, la explotación de los recursos lo más aprisa posible para acumular, para cumular intereses, capital, que es ahora capital virtual, invisible, ecocida”
-Es pecado mortal cobrar y pagar la deuda externa
“Hay ilación entre la deuda externa y las deudas sociales. Si se paga la deuda externa, no se paga las deudas sociales. Si se pagan las deudas sociales, no se paga la deuda externa. Creo que la deuda externa no se debe pagar. Es pecado mortal cobrarla y es pecado mortal pagarla. La deuda externa es la deuda de la muerte, además de que no les cuesta. Además, ¿de qué es la deuda?, ¿quién debe a quién? Que nos devuelvan el oro, la plata, que nos devuelvan la vida de los indígenas, de los esclavos negros, que nos devuelvan la vida de tantos niños y niñas, la mortalidad infantil, tanta salud, tanta educación prohibida, que nos devuelvan la floresta. No es utopía, no es historia, es realidad. No la hicimos nosotros, nos la hicieron, la hicieron, con mucho que se aprovecharon, lacayos de los sucesivos imperios”.
-Neocolonialismo etnocentrista
“Los pueblos indígenas tienen sobre sí la sentencia de muerte más inmediata, la muerte más lógica a partir del sistema. Estorban. Sus tierras son cebo de la codicia de los grandes. América, en sus diversas naciones, en su entresijo continental, debe reaprender los valores básicos de las culturas indígenas, la ecología espontánea, la comunitariedad, la perenne vivencia religioso-cultural, el antilucro y el anticomunismo del indígena todavía libre. Es para mí como un dogma de fe: o el indio se salva continentalmente o no se salva. Es uno el sistema que nos tiene sometidos a todos. El blanco siempre ha hablado mucho de Dios, pero no ha respetado la voluntad del Dios verdadero, aquel Dios que es el padre de todas las personas y el Señor único de todos los pueblos, el Dios de la Vida y el Dios de la muerte. Jesucristo no vino al mundo para que los indios dejasen de ser indios. Él no es un colonizador blanco. Él es el Liberador. El indio cristiano que piensa en dejar de ser indio no puede ser un buen cristiano. Quien niega a su pueblo, niega a Dios, creador de todos los pueblos: “Colonizar” y “civilizar” ya han dejado de ser para mí verbos humanos. Como no lo son, donde vivo y peno, las nuevas fórmulas colonizadoras de “pacificar” e “integrar” a los indios. Imperialismo, Colonialismo y Capitalismo merecen, en mi “credo” el mismo anatema”.
-Otro modo neoliberal de asesinar
“Hay otro modo, más moderno, plenamente neoliberal, de asesinar o hacer desaparecer. Por exclusión programada, por hambre mortal. De 30 a 40 millones de seres humanos mueren anualmente pro desnutrición. El 60 % de la población mundial pasa hambre. 200 millones de latinoamericanos han caído en el empobrecimiento total. Nuestra deuda externa latinoamericana es de 430 billones de dólares”.
Un idealismo secular, filosófico o religioso, nos ha hecho demasiadas veces pasar de largo, frente a graves y evitables males de la humanidad.
No se puede implantar una política emancipadora si no es a base de tener a la vista (análisis) las causas y nombres (unos y otros se entrecruzan en el sostén de las estructuras) generadoras de la desigualdad, la injusticia y el empobrecimiento de personas, sectores y pueblos.
Igualmente no hay anuncio de la Buena Nueva si ésta no pasa por la mediación (momento primero de toda teología) de las ciencias que descubren las dimensiones y mecanismos de las situaciones que albergan tal o cual opresión o discriminación. ¿De qué se va a liberar si no se tienen conciencia de que existe opresión y de las causas que la generan? Sólo una ignorancia cándida o consentida, acompañada de una complicidad más interesada que pasiva, puede explicar tanta Evangelización de hoy, insulsa y estéril.
-El liberalismo es, por esencia, pecado
“El imperialismo es pecado, porque es desviación, porque es negación de los pueblos. Así como cada persona es una imagen individual de Dios, también cada pueblo y cada cultura es una imagen colectiva de Dios. Como personas, como pueblos, como Iglesia tenemos el deber, no sólo el derecho, de defender las culturas, la alteridad cultural, la identidad cultural”.
-La gran blasfemia de nuestros días, la macroidolatría del mercado total.
“La blasfemia de nuestros días, la herejía suprema, que acaba siendo siempre idolatría, la macroidolatría del mercado total. Esta es la gran blasfemia de nuestros días, la herejía suprema, la gran idolatría consciente o inconsciente. Y es, puede ser, la omisión de la Iglesia, la insensibilidad de las religiones, frente a la macroinjusticia institucionalizada hoy en el neoliberalismo que, por esencia, es pecado, pecado mortal, asesino y suicida. Por esencia, digo, el neoliberalismo excluye la inmensa mayoría de la humanidad. Este es el pecado del mundo, y puede ser el pecado de la Iglesia”.
- El antidios es el dinero
“El capitalismo colonialista crea necesariamente dependencia y divide al mundo. El capitalismo es la culebra aquella primera, siempre astuta. Jesús dijo abiertamente que el antidios es el dinero. Esto no es de ningún marxista, ni de ningún teólogo de la liberación. Esto es del Señor Jesús: hijo de Dios y de María de Nazaret. Realmente, el dinero es el pecado, el diablo, la muerte. El precapitalismo, el capitalismo y el neocapitalismo ahora van a utilizar las estructuras de Gobierno que le interesen. Es un camaleón que sabe adaptarse muy bien a las diferentes circunstancias. Hemos acabado con las dictaduras militares e incluso con los imperios. Ahora estamos en el mercado, en el neoliberalismo, en la democracia. El especialista Chomsky afirma que el mundo está estructurado en dos: una minoría, que son un 15 % y que son los que tienen derecho a vivir bien y el resto. Es indudable que el tercer Mundo está en el resto”.
- El capitalismo es intrínsecamente perverso
“Creo que el capitalismo es intrínsecamente malo: porque es el egoísmo socialmente institucionalizado, la idolatría pública del lucro, el reconocimiento oficial de la explotación del hombre por el hombre, la esclavitud de los muchos al yugo del interés y la prosperidad de los pocos. Una cosa he entendido claramente con la vida: las derechas son reaccionarias por naturaleza, fanáticamente inmovilistas cuando se trata de salvaguardar el propio tajo, solidariamente interesada s en aquel Orden que es el bien... de la minoría de siempre”.
“Conocemos las causas y los mecanismos. Hoy, sin contrincantes, el capitalismo neoliberal, que determina la exclusión de la inmensa mayoría y el privilegio de una minoría insensible. El Banco Mundial, el FMI y el GATT rigen omnipotentemente los procesos económicos y exigen que los Estados les presten cuentas. Y, ¿a quién prestan cuentan el FMI, el Banco Mundial y el Gatt? ”
7. Pautas operativas
No basta con ver y juzgar, hay que actuar. Y hoy, cualquiera que pretenda presumir de credibilidad, debe acreditarse con hechos, no con palabras. Por eso, ante los dirigentes, políticos o no, cunde tanto escepticismo.
Si por algo resulta cautivante el lenguaje de Pedro es, porque tras él, hay toda una vida digna, coherente, libre, insobornable. A él le han tentado, desde circunstancias muy variadas, la vanidad del poder, el miedo, la persecución. “Yo moriré de pie, como los árboles / Me matarán de pie”, ha escrito.
Siempre lo he dicho: un obispo sin poder, sin economía, sin burocracia organizativa, ha sido capaz de poner en jaque a uno de los poderes políticos mayores de América. Él ha utilizado unas armas distintas, las que todos tenemos a nuestra disposición: la cultura. Sin cultura no subsiste ningún sistema. Es la argamasa que lo cohesiona y legitima.
Y ahí, Pedro Casaldáliga, como Jesús de Nazaret, se siente poderoso y libre para meter la espada en el corazón del sistema: “Se nos está queriendo imponer una cultura única. Una macrocultura, que nos la pasan por la televisión, nos la pasan en la cama. En Brasil, en América Latina y en Europa el 70 o el 75 por cien de las películas son gringas, norteamericanas. Y yo digo que una macrocultura acaba siendo más asesina que muchas armas. Culturas impuestas, no sólo matan a los cuerpos, matan las almas, explosionan la salud de los pueblos”.
Necesitamos más motivación, más mística: o sea, una mayor profundización de nuestra fe, más claras las ideas cristianas, un conocimiento mejor de la Biblia y de la Teología; también una buena visión política y económica. Necesitamos más oración. Una pasión mayor por el Reino. Una verdadera amistad con el Señor Jesús. Y mucha unión entre nosotros, hermanos.
Si eso falta, los problemas de la propia Iglesia y las dificultades de la vida nos desesperarán y acabaremos echándolo todo por la borda; huiremos de la lucha; nos acomodaremos, como tantos “al suave” primero, y a lo “yo-no-quiero-saber-nada-de-nada”, después”. Los cristianos debemos saber sembrar esperanzas, “esperanzados y esperanzadores” como decía el mártir Ellacuría.
1. Esperanza, pues. ¿Quién dijo miedo si hay resurrección?
2. Responsabilidad. Todos somos corresponsables.
3. Misericordia. Cuando no podamos hacer nada más, podemos compadecer, podemos sembrar ternura. Con el principio de la ternura no se puede perder nunca.
4. Diálogo. Ya está visto que con las armas no vamos a resolver nada; no vamos a resolverlo con el dinero, lo estropeamos cada vez más; con el racismo y las exclusiones no lo vamos resolver; con imperios de diferentes categorías o marcas no lo vamos a resolver. Entonces, nos encontramos como combatientes en una isla con un barco solo. La isla y el barco son la tierra, que es el universo, que es la historia humana. Vamos a dialogar.
YO ME ATENGO A LO DICHO
Yo me atengo a lo dicho:
La justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad,
Para ser yo, verdadero.
La libertad,
para ser hombre.
Y la pobreza,
para ser libre.
La fe, cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡La Esperanza!
- Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo.
https://www.alainet.org/de/node/85826
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