Conflicto y democracia en tiempos posneoliberales
31/05/2014
- Opinión
Como bien enseña el pensamiento chino, las crisis son momentos que implican la coexistencia, como horizonte de posibilidad, de tensiones creativas, por un lado, y de peligros y riesgos de regresiones que impidan salir del atasco, por el otro. Y es esta última tendencia la que parece imponerse en el mundo: los escenarios de conflicto político, lo mismo que los procesos electorales que se ha realizado en distintas regiones y países, así lo van confirmando.
Partidos políticos, élites oligárquicas, organismos internacionales, grupos corporativos mediáticos, “formadores de opinión”, y también líderes y movimientos sociales emergentes, aparecen inmersos –aquí y allá- en una intensa disputa ideológica, cultural en su sentido amplio, por la reafirmación de su hegemonía, y en otros casos por la construcción de amplios frentes contrahegemónicos, a partir de lo cual sea factible perfilar caminos de salida y superación de una crisis de la que todos hablan, pero que muy pocos comprenden realmente como una crisis civilizatoria.
Se trata, pues, de una apuesta clara por impulsar giros más o menos radicales, según se trate de fuerzas políticas progresistas (en algunos casos, con planteamientos claramente de izquierda) o conservadoras (más propensas a la opción de la huida hacia delante), que puedan incidir en la gestión pública, la economía y las dinámicas de redistribución de la riqueza de sociedades que ya no encuentran oxígeno en la ortodoxia neoliberal, sin que esto suponga, necesariamente, que se busque una alternativa anticapitalista.
En este sentido, los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo del pasado fin de semana, marcadas por el triunfo de la derecha, el ascenso de una extrema derecha fascista en Reino Unido, Francia y Dinamarca, y la inercia electoral de una socialdemocracia genuflexa, que se asegura su presencia como actor de reparto en el guion escrito por los banqueros y la institucionalidad europea, muestran que ese pulso por la definición del rumbo de los cambios en un bloque regional tan importante como el del viejo continente, debe ser mirado con reservas, más allá de lo que puedan sugerir fenómenos tan esperanzadores como por ejemplo el avance de los partidos Podemos e Izquierda Unida en España, y sobre cuyos triunfos ironizó el expresidente español Felipe González, al afirmar que “la revolución bolivariana se está poniendo de moda” en Europa.
La efervescencia de los discursos a favor del establishment y de las prácticas derechistas extremas, no son tan solo datos aislados o anecdóticos, sino que constituye el signo claro de la acción ideológica sobre el sentido común de una opinión global asustada, que naufraga en los temores sobre el futuro. Así, no debe sorprendernos, mas sí preocuparnos, el hecho de que uno de los columnistas de la emblemática revista Forbes, vocera del capitalismo estadounidense durante casi un siglo, publicara hace pocos días un texto en el que, primero, reclama la presencia en Ucrania de “un Pinochet” que ponga fin a la crisis política y económica de ese país, y luego, celebra el hecho de que el represor “no tuvo miedo a apostar por un grupo de jóvenes educados en el espíritu del liberalismo clásico, graduados chilenos de Chicago y otras universidades americanas”, quienes fueron “una fuente de ideas de la reforma económica” que impuso a sangre y fuego el neoliberalismo en nuestra América.
Esta disyuntiva, entonces, entre los cambios posibles y la amenaza de la regresión –y hasta profundización del capitalismo neoliberal, por todas las vías posibles- también está presente en América Latina, y lo estamos viendo en Venezuela, con la violencia política, el terrorismo y el sabotaje económico desatado por la derecha opositora (apoyada por el imperialismo); en el inevitable recambio político en Argentina en 2015, que pondrá fin al proyecto nacional-popular kirchnerista y que introduce desde ya una alta dosis de incertidumbre en la integración regionalnuestroamericana impulsada en la última década; o en las encrucijadas del Brasil potencia y sus aspiraciones primermundistas. Y más recientemente, lo vemos en las elecciones presidenciales en Colombia, en cuya segunda ronda se enfrentarán las fuerzas uribistas y conservadoras, que quieren la continuidad de la guerra, contra otra fuerza política que, sin dejar de ser conservadora, al menos ha comprendido que la paz –en el marco de un gran acuerdo nacional, que involucre a todos los sectores- es la única posibilidad para el país suramericano.
Los nuestros son tiempos de conflicto y de intentos de construcción democrática en contextos posneoliberales que incluyen, como lo explica la intelectual mexicana Ana Esther Ceceña, “alternativas de reforzamiento del capitalismo –aunque sea un capitalismo con más dificultades de legitimidad–; de construcción de vías de salida del capitalismo a partir de las propias instituciones capitalistas; y de modos colectivos de concebir y llevar a la práctica organizaciones sociales no-capitalistas”.
Escenarios abiertos y diversos que nos obligan a analizar y comprender lo local como expresión de los procesos globales en medio de los cuáles se debate hoy el devenir de la humanidad.
- Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
https://www.alainet.org/de/node/85998
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