Negociación sexual: un asunto de poder
30/06/1997
- Opinión
El VIH/SIDA cumple diecisiete años de formar parte de la comunidad
puertorriqueña. Desde 1988, las muertes relacionadas al Síndrome de
Inmunodeficiencia Humana han ocupado una de las primeras cinco causas de
mortalidad en la Isla. Durante el año 1993, el Departamento de Salud de
Puerto Rico reportó que el VIH/SIDA fue la primera causa de muerte en
mujeres de 24 a 44 años de edad; dato estadístico que se mantiene vigente.
Esta información nos confronta de manera significativa con las estrategias
de intervención que utilizan los diferentes organismos públicos y privados.
En Puerto Rico existen diferentes programas de salud que han comenzado a
dirigir sus servicios hacia las necesidades específicas de las mujeres. Sin
embargo, los servicios preventivos, en relación al VIH/SIDA, dirigidos a la
población femenina son sumamente escasos. Muchos de los intentos que se han
hecho para canalizar información hacia las mujeres han fracasado porque se
limitan a suministrar datos aislados y se quedan en la periferia.
Hay una multiplicidad de aspectos a considerar si se desea lograr cambios
de comportamiento en las mujeres puertorriqueñas en lo que se refiere a la
prevención del virus. Cuando diseñamos programas de prevención del VIH/SIDA
tenemos que identificar a las mujeres, visibles o invisibles, a quienes nos
dirigimos: negras, blancas, casadas, divorciadas, pobres, heterosexuales,
lesbianas, jóvenes, violadas, VIH positivas, trabajadoras del sexo, amas de
casa, obreras, etc. Es necesario preguntarse qué mujeres están incluidas y
excluidas en los programas, así como los porqués de esa inclusión o
exclusión.
El uso discriminatorio del lenguaje es otro tema a incluir en los análisis
de género y VIH. Al utilizar un lenguaje sexista en los trabajos de
prevención, estamos incurriendo en prácticas discriminatorias, o
invisibilizando, a ciertos sectores de mujeres. Al no nombrarlas, ni
enfocar nuestro discurso hacia esos sectores, las eliminamos o disimulamos
dentro de los programas de educación y prevención.
La sociedad se asegura de evitar cambios profundos cuando controla nuestro
cuerpo y, con ello, la sexualidad de las mujeres. Se nos exige monogamia,
virginidad, maternidad y otras normas sociales para mantener la familia
nuclear como institución central de la sociedad, de tal forma que los
hombres mantengan su poder. No controlamos nuestros embarazos, deseos o
necesidades sexuales, ni las decisiones sobre nuestra salud; y ahora, con
el VIH/SIDA, ni nuestro derecho a la vida. Sandra Laureano, en su artículo
"Poder y Realidad: La heterosexual relación y el SIDA", (p.9), señala que:
"Los anuncios y los materiales educativos orientados a cambiar la conducta
sexual de la mujer, contienen una contradicción interna entre el mensaje de
exigir y negociar la prevención, y, la formación social que recibimos las
mujeres. Por un lado, se nos educa para ser sumisas, obedecer sin
cuestionar, ser madres y esposas abnegadas; y por otro lado, se nos ofrecen
alternativas de prevención al VIH/SIDA que presuponen un control y poder en
la relación de pareja que tenemos".
Las alternativas ofrecidas por las campañas publicitarias para unas
relaciones sexuales más seguras, que pretenden cambiar el esquema en el que
se ha basado la relación sexual hombre-mujer, casi nunca lo logran, porque
chocan con comportamientos y formas de relacionamiento arraigados en
estructuras de poder muy fuertes que no son transformables fácilmente.
Si la interacción sexual hombre-mujer se define a partir de la penetración
vaginal o anal, cualquier otra forma sexual planteada por la mujer será
vista como una amenaza a los patrones establecidos. Los programas que
promueven el uso de condones deben examinar las dimensiones de poder
presentes en la toma de decisiones sexuales, así como los valores sociales
y culturales en que se asientan esas decisiones.
Aunque el impacto de la inseguridad social de las mujeres en las conductas
de riesgo, ha sido destacado en las investigaciones realizadas, esta
situación, en general, ha sido ignorada en muchos programas de prevención.
El desarrollo de la afirmatividad y las destrezas necesarias para la
negociación sexual, en el caso de las mujeres, requiere del análisis y de
la revisión de los factores sociales y culturales que inciden en ese
proceso; ello entra en conflicto con muchos de los diseños de prevención
que se han venido utilizando.
El reto, al diseñar programas de prevención dirigidos a mujeres, está en
incorporar en los formatos algunas áreas que promuevan la discusión,
directa o indirecta, de las barreras sociales y culturales que impiden la
negociación sexual. Esto, por sí mismo, no es una tarea fácil ni rápida.
Los casos de mujeres contagiadas aumentan de manera vertiginosa, no así los
cambios sociales requeridos para enfrentar el problema.
María Isabel Báez: Directora del Programa Educativo de la Fundación SIDA,
Puerto Rico
* Este documento es parte de
La cara Socio-económica del Sida Serie Aportes para el Debate No. 5.
https://www.alainet.org/en/node/104803?language=en
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