Premios Nobel envían carta a Kofi Annan
07/10/2001
- Opinión
Nueva York, 8 de octubre de 2001
Al señor
Kofi Annan
SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS
Presente.-
Estimado Secretario General:
Los Premios Nobel de la Paz que suscribimos, hemos llegado a
Nueva York para expresar nuestro rechazo a las acciones
militares iniciadas el día de ayer como represalia por los
ataques terroristas del pasado 11 de septiembre, y entregar
el pronunciamiento conjunto -en el que hemos unido la
voluntad de ocho de nuestros colegas- en el que expresamos
que la violencia no se combatirá con más violencia y reclamar
a la Asamblea General de las Naciones Unidas reunida aquí que
evite más dolor y asegure una paz fundada en la justicia y la
libertad, haciendo prevalecer el orden jurídico e
institucional en el que hoy se funda la convivencia entre las
naciones.
A tiempo de reiterar nuestras condolencias y solidaridad con
las víctimas de la tragedia, sus familias y el pueblo todo de
los Estados Unidos y nuestro rechazo al terrorismo en todas
sus formas y en todos los tiempos; expresamos nuestro
profundo rechazo a la doble moral que propicia la agresión
militar apoyada en operaciones humanitarias que dejan sin
hogar a miles de hombres, mujeres y niños en Afganistán,
agudizando el desastre humanitario sin resolver las causas
del conflicto; y hacemos un llamado a buscar Justicia, no
Venganza.
Este crimen ha puesto a la orden del día la necesidad de
contar con los instrumentos jurídicos internacionales
necesarios para que sus responsables sean investigados,
llevados ante tribunales competentes y sancionados, como
parte de la reparación indispensable a las víctimas. A fin
de impedir que se continúen cometiendo crímenes aberrantes a
nombre de la libertad y a la sombra de la impunidad, hacemos
también un llamamiento a fortalecer la jurisdicción universal
para el juzgamiento de crímenes contra la humanidad y al
pronto establecimiento del Tribunal Penal Internacional.
Expresamos nuestra convicción de que los acontecimientos
recientes reclaman una reflexión más global sobre las
múltiples iniquidades e injusticias que alimentan la
impotencia y la desesperanza, y cobran miles de vidas
diariamente. La lucha debe librarse contra la bomba
silenciosa del hambre, la pobreza y la exclusión social, que
representa una situación de injusticia estructural política y
económica que hoy sufren la mayoría de los pueblos del mundo.
Ninguna acción bélica puede ser desatada unilateralmente por
ningún país o grupo de países al margen de las decisiones de
los organismos pertinentes de las Naciones Unidas.
Hemos llegado hasta aquí no sólo a exigir una actitud
reflexiva pero firme, sino a ofrecer nuestro concurso para
posibilitar que la paz sea impuesta no sólo como un
imperativo moral sino jurídico, denunciando lo absurdo de
cualquier carrera armamentista y evitando que la guerra
continúe operando como motor de la economía y la construcción
de nuevas hegemonías.
Reivindicamos un orden plural y democrático, respetuoso de la
dignidad de todos los pueblos y las culturas, por lo que
denunciamos como ilegítimo todo intento de recortar y
condicionar las libertades de cualquier pueblo, confundiendo
disidencia pacifista con traición, a nombre de la seguridad.
Hacemos nuestro el llamado del Secretario General de la ONU
ante la reciente Conferencia Mundial contra el Racismo para
que desde la sociedad civil surja un movimiento mundial
contra todas las formas de discriminación y exclusión, y
urgimos a todos los Estados a reafirmar el compromiso asumido
en la declaratoria del Decenio por una Cultura de Paz y No
Violencia para los Niños del Mundo, para construir una
convivencia respetuosa y fraternal entre todos los pueblos.
Instamos a la Asamblea General a establecer el inmediato cese
de hostilidades y establecer el marco jurídico y político
para encontrar una solución pacífica al conflicto.
Estamos convencidos de que hay alternativas a la guerra y que
es posible alcanzar el anhelo de paz que anida en los
corazones de toda la familia humana.
Otro mundo es posible. Invitamos a los gobernantes del mundo
a enfrentar la violencia con la sabiduría y la ley; a los
organismos internacionales a respetar la naturaleza pacífica
de su origen y su mandato, a no secundar ninguna intervención
militar, ni a reducir su responsabilidad a la atención de las
crisis humanitarias provocadas por ellas; a las iglesias a
permitir que la bondad infinita de sus dioses cuide la vida y
la armonía entre todos los seres de la creación; a los
maestros a fomentar el respeto, la solidaridad y el
pensamiento crítico; a los medios de comunicación a evitar el
alarmismo e informar con objetividad, y a los jóvenes, a
todos los hombres y mujeres de todos los pueblos, a sumar su
compromiso para la construcción de un mundo seguro y pacífico
para todos, un mundo justo para todos, un mundo digno para
todos; en fin, simplemente, un mundo para todos.
Mairead Corrigan Maguire
Adolfo Pérez Esquivel
Rigoberta Menchú Tum
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