La salud, el agua y la seguridad alimentaria, campos de batalla

EU: la derrota en el frente interno

27/10/2001
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Lo que hace a Estados Unidos más vulnerable al terrorismo no es un arsenal de armas reducido, sino un sector público que se cae a pedazos. Los nuevos campos de batalla no son sólo el Pentágono, sino también la oficina de correos; no sólo la inteligencia militar, también la capacitación de los médicos y las enfermeras; no un sensual escudo antimisiles, también la aburrida Administración de Alimentos y Medicamentos. Las mejores armas de los terroristas son los agujeros en la infraestructura pública, resultado de largos años de privatizaciones y recortes. Prepararse para una guerra biológica hubiera requerido un cese al fuego en la vieja guerra contra el sector público Unas cuantas horas después de los ataques terroristas al World Trade Center y al Pentágono, el representante republicano Curt Weldon estuvo en la CNN y anunció que no quería escuchar a nadie hablar sobre fondos para escuelas u hospitales. De ahora en adelante, todo se enfocaría hacia espías, bombas y otros asuntos de hombres. "La primera prioridad del gobierno estadounidense no es la educación, no es el sistema de salud, es la defensa y protección de los ciudadanos estadounidenses", dijo. Y añadió: "Soy un maestro que está casado con una enfermera; nada de eso importa ahora". Pero ahora resulta que estos frívolos servicios sociales importan mucho. Lo que hace a Estados Unidos más vulnerable a las redes terroristas no es un arsenal de armas reducido, sino su devaluado y hambriento sector público que se cae a pedazos. Los nuevos campos de batalla no son sólo el Pentágono, sino también la oficina de correos; no sólo la inteligencia militar, también la capacitación de los médicos y las enfermeras; no un nuevo y sensual escudo antimisiles, sino la aburrida y vieja Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). Ya se puso de moda decir, con ironía, que los terroristas usan la tecnología de Occidente como arma contra el propio Occidente: los aviones, el correo electrónico, los teléfonos celulares. Pero, conforme crece el temor al bioterrorismo, bien podría ser que sus mejores armas sean las rasgaduras y los agujeros en la infraestructura pública estadounidense. ¿No hubo tiempo para prepararse contra los ataques bioterroristas? Poco probable. La administración estadounidense ha reconocido abiertamente la amenaza de ataques biológicos desde la Guerra del Golfo, y Bill Clinton llamó a proteger a la nación del bioterror tras los bombardeos a las embajadas en 1998. Y sin embargo, sorprendentemente, poco se ha hecho al respecto. La razón es sencilla: prepararse para una guerra biológica hubiera implicado un cese al fuego en la vieja y menos dramática guerra estadounidense: la que se libra contra el sector público. No ocurrió. He aquí algunas estampas desde la línea de fuego. El sistema de salud La mitad de los estados de la Unión Americana no tienen expertos federales capacitados en bioterrorismo. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades están cediendo bajo el peso de los temores al ántrax, sus laboratorios con presupuestos bajos hacen lo que pueden para cubrir la demanda de pruebas. Se ha realizado poca investigación sobre cómo curar a niños que hayan contraído el ántrax: la ciprofloxacina, el antibiótico más popular, no se recomienda para infantes. Muchos médicos del sistema público de salud no han sido capacitados para identificar los síntomas del ántrax. Recientemente, un grupo del Senado estadounidense se enteró de que hospitales y departamentos de salud carecen de las herramientas de diagnóstico básicas y es difícil compartir información pues algunos no tienen acceso a correo electrónico. Muchos departamentos de salud están cerrados los fines de semana, sin personal de guardia. Si hay desorden en el tratamiento, los programas federales de vacunación están en un peor estado. El único laboratorio con licencia para producir la vacuna contra el ántrax dejó al país sin capacidad para enfrentar la crisis actual. ¿Por qué? Es un típico fracaso de la privatización. El laboratorio, con sede en Lansing, Michigan, era operado y pertenecía al Estado. En 1998 fue vendido a BioPort, que prometió mayor eficacia. En vez de ello, el nuevo laboratorio ha reprobado varias inspecciones de la FDA y hasta ahora ha sido incapaz de proveer una sola dosis de la vacuna a los militares estadounidenses, mucho menos a la población en general. En cuanto a la viruela, no hay suficientes vacunas para cubrir a la población, lo que llevó al Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas a experimentar diluyendo las vacunas existentes a razón de 1/5 o hasta 1/10. El sistema de agua potable Documentos internos muestran que la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) tiene años de atraso en salvaguardar las provisiones de agua contra ataques terroristas. Según una auditoría dada a conocer el 4 de octubre, se suponía que la EPA habría identificado puntos vulnerables en la seguridad en las provisiones municipales de agua en 1999, pero aún no completa esta primera fase. La oferta alimenticia La FDA ya probó que no puede aplicar medidas que protejan mejor del "agroterrorismo" la oferta alimenticia -bacterias mortales introducidas en los alimentos-. Ya que la agricultura está cada vez más centralizada y globalizada, el sector es vulnerable a la difusión de enfermedades, tanto dentro de Estados Unidos como fuera (como lo demostró recientemente la fiebre aftosa). Pero la FDA, la cual el año pasado sólo logró inspeccionar 1% de las importaciones alimenticias bajo su jurisdicción, dice que "necesita más inspectores desesperadamente". Tom Hammonds, director del Instituto de Mercadotecnia Alimenticia, un grupo industrial que representa a vendedores de alimentos, dice que "si hay una crisis -real o inventada- las deficiencias en el sistema actual se volverían patentemente obvias". Después del 11 de septiembre, George Bush creó el cargo de "Seguridad Interna", diseñado para dar la imagen de una nación determinada y preparada para cualquier ataque. Pero resulta que lo que realmente quiere decir "seguridad interna" es una frenética carrera por rehacer la infraestructura pública básica y resucitar los niveles de salud y seguridad que han sido drásticamente erosionados. Las tropas en la línea de fuego de la nueva guerra estadounidense están realmente asediadas: las mismas burocracias que han sido restringidas, privatizadas y denigradas durante dos décadas, no sólo en Estados Unidos sino en prácticamente todos los países del mundo. "La salud pública es un asunto de seguridad nacional", dijo el secretario de Salud estadounidense, Tommy Thompson, a principios de este mes. ¡No me lo digas! Durante años, los críticos han argumentado que hay costos humanos en todos los recortes presupuestales, las desregulaciones y las privatizaciones -choques de trenes en Gran Bretaña, brotes de cólera en Walkerton, intoxicaciones alimenticias, y sistemas de salud por debajo de los estándares-. Y sin embargo, hasta el 11 de septiembre, "la seguridad" aún estaba reducida a la maquinaria de guerra y de patrullaje, una fortaleza construida sobre bases que se desmoronan. Si existe una lección que aprender de este caos es que la seguridad real no puede ser acordonada. Está tejida en nuestro más básico telar social, desde la oficina de correos a la sala de urgencias, del metro a las reservas de agua potable, desde las escuelas a las inspecciones alimenticias. La infraestructura -esa cosa aburrida que nos une- no es irrelevante en los serios negocios de combatir al terrorismo. Es la base de toda nuestra futura seguridad. Una "simulación" anticipatoria: El oscuro invierno El 9 de diciembre de 2002 se confirmarán 20 casos de viruela en Oklahoma y se divulgarán informes sobre otros posibles brotes en Georgia y Pennsylvania. Los aparatos de seguridad y el sistema de salud pondrán todas sus capacidades para detener la epidemia. Sin embargo, cinco semanas después habrá 300 mil víctimas, de las cuales un tercio morirá. No es una profecía, sino el resultado de un "ejercicio de simulación" llamado Oscuro Invierno, que fue realizado en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, en Washington, DC, por cuatro instituciones estadounidenses en junio pasado El gobierno estadounidense ya había reprobado en la lucha contra el bioterrorismo. Sucedió en junio de este año, cuando en la Base Andrews de la Fuerza Aérea, en Washington, DC, se simuló que Estados Unidos era víctima de un ataque de viruela. El "juego" fue el primero en su tipo y se bautizó como Oscuro Invierno. Sus creadores fueron el Centro Johns Hopkins para Estudios en Biodefensa, el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), el Instituto ANSER para la Seguridad Interna y el Instituto Memorial Nacional de Oklahoma para la Prevención del Terrorismo. Durante dos días, el 22 y el 23 de junio, 12 ex funcionarios de alto nivel se repartieron los papeles de presidente de Estados Unidos, consejero de Seguridad Nacional, director de la CIA, secretario de Defensa y secretario de Salud, entre otros. Cuatro periodistas representaron a NBC News, CBS News, BBC y The New York Times, y hubo uno más free-lance. Cincuenta personas con responsabilidades anteriores o en funciones en el campo de las armas biológicas observaron el ejercicio. Las instituciones convocantes proporcionaron a los ex funcionarios toda la información sobre un eventual ataque bioterrorista y éstos simularon tres reuniones del Consejo Nacional de Seguridad (9, 15 y 22 de diciembre de 2002). Es decir, los ex funcionarios tenían que decidir las medidas para enfrentar una crisis sanitaria de grandes proporciones. El Oscuro Invierno comenzaba el 9 de diciembre, cuando se confirmaban 20 casos de viruela en Oklahoma y se sospechaba de casos en Georgia y Pennsylvania. El itinerario de la crisis es descrito así: 9 de diciembre. Se conocen los casos. Se informa que Irak pudo haber reactivado su programa de armas biológicas. Las fuerzas iraquíes se mueven a posiciones ofensivas en la frontera con Kuwait. Las preguntas en el frente interno son: ¿qué hacer con sólo 12 millones de vacunas?, ¿quiénes deben ser vacunados primero?, ¿qué debe decirse al público? 15 de diciembre. Hay 2 mil casos en 15 estados. Casos aislados en Canadá, México y Gran Bretaña. El sistema de salud pública está saturado. Descontento social. Fronteras internacionales cerradas al comercio y las personas. Algunas fronteras estatales cerradas. Intensa cobertura de los medios. Brotes de violencia contra minorías de "apariencia árabe". Las preguntas: ¿cómo equilibrar la seguridad interna con los compromisos internacionales?, ¿cuáles son las alternativas para controlar la epidemia?, ¿qué hacer ante el freno de la economía y los abusos a los derechos civiles?, ¿está la nación en guerra?, ¿qué asistencia puede ofrecer el gobierno federal a los estados? 22 de diciembre. Dieciséis mil casos de viruela en 25 estados, con mil muertes. Diez países con reportes de la enfermedad. Vacunas agotadas. Las nuevas tardarán cuatro semanas en llegar a la población. Escasez de alimentos. Restricciones a la circulación de personas. En la última reunión (del 22 de diciembre) se predijo que "dentro de tres semanas habría alrededor de 300 mil víctimas. Un tercio moriría". Un participante que mantuvo el anonimato declaró: "Creemos que un enemigo de Estados Unidos podría atacarnos con viruela o con ántrax -lo que sea- y no nos preparamos para ello, no tenemos vacunas para ello; es realmente asombroso". El Centro Johns Hopkins concluyó: * Los tomadores de decisiones no estaban familiarizados con la secuencia de eventos tras un ataque bioterrorista. * Las decisiones clave y sus implicaciones dependían de las estrategias en salud pública y de los posibles mecanismos para hacerse cargo de grandes números de personas enfermas, asuntos que por lo general no son estudiados por la comunidad de defensa o de seguridad nacional. * La escasez de información disponible sobre, por ejemplo, dónde había personas infectadas, cuántos estaban hospitalizados o dónde, cuántos estaban vacunados, reveló el hecho de que existen pocos sistemas que permitan el rápido flujo de la información en los sectores médico y de salud pública en Estados Unidos. * Las estrategias para la producción urgente de vacunas no estaban claras. * El sistema de salud pública estadounidense carece de la capacidad para lidiar con masas de enfermos. * Los dirigentes estatales querían controlar las decisiones respecto a la imposición de medidas de contención. Los funcionarios federales argumentaban que tales medidas deberían tomarse a nivel nacional para dar al presidente el máximo control. "Vamos a tener un caos absoluto si comenzamos una guerra entre el gobierno federal y el estatal", comentó un participante. * Los "jugadores" también salieron preocupados por las dificultades que supondría imponer a grandes poblaciones vacunación o restricciones del movimiento. "No hay fuerza federal que pueda hacer que 300 millones de personas hagan algo que no quieren", dijo otro participante. El gobernador de Oklahoma, Frank Keating -tenía ese cargo cuando ocurrió el ataque a las oficinas federales en ese estado en 1995-, se representó a sí mismo y al finalizar la simulación dijo: "Como resultado de mi servicio en Washington, sé que existe un instinto por mantener las cosas secretas, y una urgencia por clasificar los asuntos, que muchas veces tiene poco que ver con la realidad. Esto pasó en el Oscuro Invierno. Creo que ese fue, y es, un error, especialmente cuando se trata de bioterrorismo". "La salud pública, concluyó el CSIS, es ahora un asunto de seguridad nacional". El informe fue presentado al Congreso estadounidense el 23 de julio. Traducción: Tania Molina Ramírez) (Redacción: Masiosare)
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