George W. Bush y su patriotismo farsante

15/02/2003
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I. Los soldados descartables: Señala el dicho popular que "la vaca no se acuerda de cuando fué ternera", afirmación que viene muy al caso cuando se le escucha hablar como un Rambo tonante al presidente George W. Bush a propósito de la mentirosa necesidad del mundo "civilizado", "cristiano y occidental", para atacar a Iraq. Algunos despistados hasta lo califican de valiente. Sin embargo es preciso recordar que este supuesto "supermacho", o "machazo" muy bien protegido en la Casa Blanca por miles de elementos de los aparatos de seguridad, cuando tenía edad para integrarse en el servicio militar de su país, en años de la guerra de Vietnam, se negó a enrolarse en la army, y, con el apoyo del influyente "papacito" -alto jerarca de la CIA, entidad a la que luego dirigiría-, se incorporó subrepticiamente en el cuerpo de bomberos! De este modo no iría a la guerra pues, según sus leyes, los bomberos son necesarios dentro de EE. UU. por si acaso "los enemigos de la democracia" bombardeen las ciudades, resultando útiles para apagar incendios! ¡De este modo se zafó del servicio militar que tanto ponderaba su padre, uno de los más entusiastas apoyadores de la participación norteamericana en la guerra de Vietnam! Claro, pero siempre que vayan allá los hijos de las otras familias de EE. UU., en ningún caso los de la suya! ¿Para qué arriesgar a un crío de los Bush, deben haber pensado, cuando en una conflagración fallece todo tipo de personas involucradas en ella, como cuando en la II Guerra Mundial pereció Joseph Kennedy y quedó herido su hermano John, quien sería el presidente asesinado en 1963, en Dallas, capital del poder petrolero en EE. UU.? Como gallina clueca que cuida a su polluelo papá George intervino para precautelar con su poderosa ala protectora de la CIA a su "bebecito", más aún cuando consideraba que en ese gigantesco país para algo existen decenas de millones de hispanos y negros, utilizados siempre como simple y barata carne de cañón, como ciudadanos siempre acosados por urgencias vitales y soldados descartables! ¿Quién reclama cuando muere un hispano o un negro enrolado por el hambre, la necesidad y la desocupación en la army? ¿Acaso no basta una medalla de hojalata, y las lágrimas de cocodrilo en algún discurso de ocasión, para consolar a sus deudos que pierden un ser querido e irrepetible para siempre? ¿Acaso en el país de la "defensa de la civilización occidental y cristiana" no es conocido el viejo dogma de que en el cielo de los blancos racistas (del Ku Klux Klan, Skull and Bones, Brown Brothers Harriman y los Bilderberg) no pueden ingresar los negros, los hispanos y los blancos solidarios? ¿Acaso no es "lógico", desde su perspectiva racista y pseudoreligiosa, que los soldados descartables también posean almas descartables y de menor jerarquía? ¿Quién puede exigir o garantizar un cielo permanente para las pobres almas descartables de los ciudadanos de segunda y tercera clase "nacidos" para la inmolación al servicio de los intereses insaciables de las transnacionales del petróleo, la guerra y las finanzas? ¿De qué patriotismo puede hablar quien se negó a servir a su patria mientras su familia se solazaba mandando al matadero de Vietnam a los hijos de familias afroamericanas e hispanas? ¿Acaso no se conocen y se han denunciado hasta la saciedad los intereses de su abuelo Prescott Bush en la industria armamentística y en grupos financieros como el Unión Banking Company (UBC), donde en unidad con su suegro George Herbert Walker (bisabuelo materno del actual mandatario), se asociaron desde antes de la II Guerra Mundial con el industrial alemán Fritz Thyssen para financiar las labores de Hitler desde antes de la citada conflagración? ¿Acaso no es célebre la no menos denunciada incautación del 10 de octubre de 1942, por parte del gobierno de Franklin Delano Roosevelt, de las operaciones bancarias del nazismo a través del UBC, dirigido entonces por Prescott Bush, aplicando la legislación que prohibía el comercio con los enemigos de EE. UU.; dinero que fué restituido en parte a los Bush en 1951 merced a las gestiones de poderosas hermandades secretas a las cuales están vinculados? ¿Se han olvidado todos los ciudadanos del papel de George Bush padre y del coronel Oliver North en la creación y comercialización del "crack" o cocaina artificial, en complicidad con la CIA, con cuyas ganancias financiaban tareas criminales en contra de Irán y la Nicaragua sandinista, todo ello en base a destruir el cerebro de los consumidores de los barrios de negros e hispanos de las ciudades más importantes de los EE. UU.? ¿Acaso no son los desplazados a Kuwait y otros enclaves cercanos a Irak soldados descartables de origen negro y latino en su inmensa mayoría, mientras el mariscal de bomberos George W. Bush vocifera desde su muy bien guardado refugio, con el ánimo de sorprender a un pueblo creyente, desinformado y generoso, que Dios se ha alineado a su lado, como si El fuese socio de rapiñas y genocidios? ¿No es un grave insulto y profanación religiosa tomar en vano su nombre al decir que Dios se ha convertido en socio de latrocinios y miembro de una poderosa banda de asesinos? ¿Es que alguien puede suponer que Dios está junto a quien prevee matar mujeres, ancianos y niños inocentes, y sin culpa alguna de lo que acontece, de todos los confines de Iraq, como si fuese un vulgar Tony Blair cualquiera, galgo de maleantes? Si Herodes mató muchos niños con la esperanza tenebrosa de eliminar a Jesús, no es ni un pálido reflejo de la capacidad homicida de quienes han matado más de un millón y medio de niños con el embargo a este país y sin contar el eventual envío de miles de cohetes y misiles que no escogen a las víctimas! ¿A cuántas personas e infantes podría haber matado Herodes si hubiese dispuesto en sus manos de los medios tenebrosos que dispone George W. Bush? ¿O es que acaso existe la reencarnación? ¿Es decente, honesto, sincero, transparente, un supuesto "patriotismo" que busca la muerte de incontables hijos de hogares pobres de su propio país en una guerra de atraco y vulgar pirataje para matando a incontables seres humanos desconocidos de un lejano país como Iraq, robar y apropiarse de sus reservas petroleras (las segundas más grandes del planeta) y demás recursos naturales, amenazándolo con utilizar bombas atómicas por ser sospechoso de poseer armas de destrucción masiva, como si dichas bombas atómicas no lo fueran y como si EE. UU. no fuese el único país que ya las utilizó en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945? ¿Acaso la gente sensata e informada no conoce que los móviles de los Bush nunca han sido los de la nación norteamericana sino los de las transnacionales de las finanzas, del petróleo y de los complejos industrial militares con los que siempre han estado vinculados por generaciones? ¿Qué haría George W. Bush si sus hijos viviesen en Bagdad y Saddam Hussein le amenazara en la misma forma -y con los mismos medios- que él lo hace desde Washington? ¿Quién ganaría en el mundo en un concurso de matones a inocentes? Salta a la vista el discurso farsante de Bush, quien aunque resulta simplón llega a entender que si dice la verdad, que la guerra es para apoderarse del petróleo de un pueblo embargado su economía desde hace más de una década, no tendría ningún apoyo; en tanto que si miente con osada desvergüenza, alegando que lucha por la libertad y que Dios está a su lado, puede sumar a ciudadanos cándidos o empobrecidos al extremo, capaces de olvidar por conveniencia, aunque sea en forma momentánea, que Dios, según las creencias de cualquier grupo religioso del mundo, jamás ha sido ni asesino ni ladrón y que antes bien está siempre dispuesto a castigar a sus cultores. ¿De qué respeto a las resoluciones de la ONU exige quien se hace de la vista gorda, con total desfachatez, a las decisiones que obligan, por reiteradas veces, a devolver, por parte de Israel, Gaza y Cisjordania? ¿De qué respeto a los derechos humanos habla el gobierno que se niega a cumplir con el acuerdo de Kyoto, Japón, ya firmado por su antecesor, que pretende suspender la destrucción y contaminación del planeta, habitat de miles de millones de seres humanos? ¿No es acaso una farsa hablar de lucha contra el terrorismo y el crimen al negarse a suscribir su adhesión al Tribunal Penal Internacional, para evitar responder por crímenes tales como destruir una república entera como Afganistán dizqué para neutralizar al agente de la CIA Osama Bin Laden, socio en el negocio petrolero, cuando todo el mundo sabe que la verdadera razón fué apoderarse de las reservas de gas e hidrocarburos de esa región? ¿Acaso es desconocido que el gobierno de los talibanes fué instalado en Kabul con el apoyo de los propios EE. UU., del mismo modo que Saddam Hussein recibía ese mismo apoyo para que atacara al Irán dirigido por el Ayatolla Komeini? ¡Dificilmente puede encontrarse tanto cinismo que en quien tanto miente alegando hipócrita y farsantemente que Dios está a su lado asociándose para tareas de pillaje y violando sus propios mandamientos de "No matar" y "No robar"! II. ¿Para qué sirven los soldados del Imperio? En la Breve Historia del Neocolonialismo Norteamericano, escrito por Nguyen Khac Vien, el autor nos recuerda que en las memorias del general Smedley Butler, comandante en jefe de los marines, éste relevante hombre de armas a quien le pretendieron sobornar las multinacionales para con su prestigio respaldar un eventual golpe de Estado y evitar que Roosvelt declarara la guerra al nazismo, escribió: "He pasado 35 años y cinco meses en el servicio activo como miembro de la fuerza más eficaz de este país, el cuerpo de marines, y durante ese tiempo no fuí más que un gánster a sueldo de los grandes consorcios de Wall Street y de los banqueros. Ayudé en 1914 a hacer de Méjico, especialmente de Tampico, lugar seguro para los intereses petroleros. Ayudé a hacer de Haití y Cuba lugares convenientes para que el National City Bank cobrara sus ganancias. Ayudé, entre 1909 y 1912, a purificar Nicaragua para la Banking House of Brown Brothers. Llevé la luz a República Dominicana en 1916, en favor de los intereses azucareros norteamericanos." En dicho texto quedó impregnado, una vez más, la desnudada y ordinaria condición de las fuerzas armadas de los EE. UU.: defender los insaciables intereses económicos de las transnacionales con la vida y contribuciones de sus ciudadanos. Nada más. A confesión de parte relevo de prueba: los soldados o "combatientes por la libertad y la democracia" se convierten en simples gánsteres a sueldo de los grandes consorcios de Wall Street, de las multinacionales y de sus dueños, los banqueros! ¡Así fué ayer, así es hoy y así será mañana! ¡Constituyen el guardachoque de las grandes transnacionales que utilizando sus propios medios de comunicación les convencen a los uniformados despistados que pelean por la democracia, la libertad y otras palabras bonitas y nobles que, si embargo, encubren el osario permanente de centenares de miles y millones de seres humanos asesinados a causa de sus incursiones injustificadas en contra de pueblos cuyo mayor delito ha sido luchar por la independencia y soberanía nacionales, así como por el uso racional y autónomo de sus recursos naturales en una sociedad menos injusta. Pero esa confesión reveladora del general Smedley Butler no es la única referencia que existe en este mismo sentido. Historiadores serios de los mismos Estados Unidos reconocen que, en 1916, el general John Persing invadió México para poner frente de las explotaciones petrolíferas de este hermano país a la Standard Oil de Nueva Jersey (hoy la Exxon) y a la Shell, empresas multinacionales que se mantendrían allí hasta 1938, año en que el entonces presidente de México, el general Lázaro Cárdenas, nacionalizó el petróleo. Resulta notorio que los gobiernos elegidos y representantes de los intereses de los grupos financieros, complejos industrial militares y multinacionales de los hidrocarburos de EE. UU., necesitan mentir con habilidad para enrolar en su servicio a los incautos. Requieren engañar a la ciudadanía norteamericana para que ésta acepte el crimen y el genocidio como lucha por principios. Como lo recordaba el propio ex comandante en jefe de las tropas aliadas y de EE. UU. en la II Guerra Mundial, y presidente entre 1956 a 1960, el general Dwigth Eisenhower: "Los hombres están dispuestos a morir por la libertad, pero no por una torre de petróleo"! ¿Cómo hacerles pelear a los cándidos, insensatos y crédulos por la torre de petróleo? ¡Ocultándoles la verdad y haciéndoles creer que pelean por la libertad y por su patria! Las multinacionales saben, además, por larguísima experiencia en el manejo del crimen, que los seres usados por su insaciable codicia cuando muertos ya no tienen oportunidad para reclamar nada y a nadie! ¡Preveyendo y vislumbrando en el tiempo los alcances de la codicia insaciable de las multinacionales, el dirigente francés Clemenceau ya reconoció, en este sentido, hace muchos años que "Una gota de petróleo vale una gota de sangre"! ¡Allí la permuta de sangre de soldados afroamericanos e hispanos, así como de ciudadanos víctimas de las naciones atacadas, por el petróleo para las empresas manejadas desde Wall Street! III Los intereses del alto mando político militar de los EE. UU. Como en otros períodos, caso de Richard Nixon-Henry Kissinger, Gerald Ford-Henry Kissinger, Ronald Reagan, George Bush padre, las acciones de quienes dirigen a EE. UU. han estado indisolublemente unidas a sus negocios particulares antes que a dudosos objetivos nacionales. Para evidenciarlo es conveniente repasar, en el caso presente, el tipo de nexos de los principales ejecutivos del actual régimen con las multinacionales. El actual presidente, George W. Bush, tiene la siguiente "hoja de vida": accionista de las compañías hidrocarburíferas Arbusto Oil y Bush Exploration; Harken Oil and Gas; como patrimonio familiar tiene nexos con importantes entidades financieras e inversiones en el complejo industrial militar, siendo conocido que su abuelo el senador Prescott Bush, desde principios del siglo XX, era accionista de empresas de armas y cuya fortuna se multiplicó desde la primera guerra mundial. Esta fortuna e intereses fueron heredados por George Bush padre, también presidente de los EE. UU. y quien desató la guerra por Kuwait en 1991 (provincia de Irak hasta 1959, cuando fué escindida por los ingleses para llevarse sus reservas petroleras colosales), por estrictos intereses hidrocarburíferos. De acuerdo a la revista norteamericana FORTUNE, la guerra contra Irak en 1991 tenía el principal propósito de asegurarse Kuwait, donde 8 de las 9 más grandes compañías petroleras allì asentadas eran yanquis, y cuyas reservas totales reconocidas y en explotación en Kuwait tenían entonces los siguientes porcentajes de dichas transnacionales: la Texaco, el 92%; la Atlantic Richfield en el 51%; la US USX en el 31%; la Chevron en el 26%; la Amoco en el 23%; la Philip Petroleum en el 23%; la EXXON en el 22%; y la Mobil Oil en el 12%. ¡He allí el verdadero trasfondo de la falsa lucha por la "libertad" y la "democracia", palabras tras las cuales se esconden la codicia y avidez insaciables de las multinacionales del petróleo, la guerra y las finanzas! ¡Para defender estos intereses llevaron con tanta fanfarria patriotera cientos de miles de soldados afroamericanos, hispanos y algunos blancos pobres a esa región! Pero eso no es todo. El vicepresidente Dick Cheney, ex secretario de Defensa con Ronald Reagan, fué gerente de la Haliburton, empresa en la cual ganó en cinco años 50 millones de dólares por servicios petroleros. Por su parte Condoleezza Rice, actual presidenta del Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU. fué miembro del Directorio de la petrolera Chevron entre 1991 al 2001, habiéndose desempeñado también como gerente de la Exxon por varios años. Thomas White, Secretario Adjunto de Defensa, fué vicepresidente de la Enron Corporation. Donald Evans, Secretario de Comercio, se ha desempeñado como presidente de la petrolera Tom Brown Inc., donde se conoce que tiene cinco millones de dólares en acciones, además se haber sido director de la petrolera TMBR Sharp Drilling. Kathleen Cooper, Secretaria de Asuntos Económicos, siempre ha sido conocida como importante ejecutiva de la Exxon (Standard Oil de Nueva Jersey, la más grande petrolera del mundo). Por su parte el frenético e incontrolable apologista de la guerra Donald Rumsfeld siempre fué identificado, en varias publicaciones, por mantener nexos con personeros de la Hughes Aircraft Company y la Rockwell International Company, grandes abastecedoras de armas y de las más importantes empresas del complejo industrial militar de los EE. UU. que controla el 32% de su economía, la más poderosa del globo terráqueo. Conviene, a este propósito, no olvidar que en el discurso de despedida del poder por parte de Dwigth Eisenhower, en enero de 1960, éste advirtió con pleno y absoluto conocimiento de lo que decía, que el mayor riesgo que tendría EE. UU., a futuro, era "el peligro del complejo industrial militar", e instó en varias oportunidades a que se cuidaran de él y supervigilaran sus actividades con todo celo. "Sólo una ciudadanía vigilante y enterada puede obligar a que se concilie como es debido el enorme aparato industrial y militar de la defensa con nuestros métodos y fines pacíficos, de manera que la seguridad y la libertad puedan prosperar juntas... parece que ha llegado ya el momento de que los votantes exijan al Congreso hacer algo para poner bajo control democrático esa fuerza tan vasta y penetrante", advirtió en tono apremiante, en claro mensaje de despedida, como si fuese un consejo vital de un padre moribundo. Lo que jamás imaginó entonces Eisenhower es que los más importantes accionistas de este terrible e incontrolado complejo industrial militar se apoderarían del poder político total mediante un escandaloso y descarado fraude electoral y serían, a la vez, los mismos dueños y representantes de las transnacionales de las finanzas y los hidrocarburos, y que utilizarían todo ese colosal e inimaginable poder acumulado, y capacidad de engaño sin límites, para depredar con inauditos actos de pirataje a los pueblos de todos los confines de la tierra y cuya tragedia mayor es haber dispuesto de incalculables recursos naturales, objeto de su ambición depredadora, incontrolable, frenética e insaciable! El asalto de Iraq no es más que eso: una repulsiva rapiña imperial impuesta por los círculos insaciables de la industria de la guerra, del petróleo y las finanzas! Y lo que tampoco imaginó jamás Dwigth Eisenhower, es que alguien con muchísima mayor capacidad de hacer daño que Adolfo Hitler, un irresponsable conciudadano suyo, a nombre de un pueblo tan noble como el norteamericano -que ha generado seres tan maravillosos como Martin Luther King-, sería el encargado de concentrar en su contra el repudio y condena de un planeta entero al asistir estupefacto e inerme ante su capacidad cínica de mentir y predisposición para matar! Jamás habría de suponer que, con el paso de los años, le sucedería, en las más altas funciones de su país, un ser provisto de incurable descaro para encubrir su objetivo de despojar -utilizando todos los medios a su alcance- los recursos naturales de otros países, en nombre de nobles conceptos prostituidos en su boca, tales como "democracia", "libertad" y "derechos humanos"! ¡Sin duda que los restos de George Washington, Thomas Jefferson y Abraham Lincoln, patriotas decorosos, deben revolcar de indignación y vergüenza en sus tumbas! Quito, febrero del 2003.
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