Guerra de Estados Unidos contra Irak
El genocidio, las mentiras, el saqueo y los periodistas
08/04/2003
- Opinión
Si el 20 de marzo será recordado como el día de inicio de una
brutal guerra de agresión de grandes potencias contra un país
del Tercermundo, el 9 de abril lo será como el de la caída de
Bagdad en manos de los marines, los hunos de este tiempo. Esto
no significa una victoria automática y completa de los ejércitos
invasores. En los próximos días se verá si se mantienen o no
focos de resistencia de sectores del pueblo y militares
iraquíes. Lo visto hasta aquí demostró varias cosas relativas al
genocidio anglo-estadounidense, la mentira sobre las armas de
exterminio masivo que se imputaba a Saddam Hussein, la
programación del saqueo del petróleo y recursos del país
invadido y las verdades y mentiras del periodismo, sobre todo
del incrustado en las columnas blindadas del general Franks.
El genocidio
La entrada de los agresores a la ciudad de las Mil y una noches
estuvo precedida por el bombardeo de aviones estadounidenses, el
lunes 7, contra un lugar donde presuntamente estaba reunido el
presidente iraquí con sus dos hijos y otros funcionarios. Cuatro
bombas de casi mil kilos cada una cayeron en el barrio de Al
Mansur y provocaron 15 muertos y una cantidad mayor de heridos.
Fue lo que la inteligencia, o al menos así llaman a ese
departamento militar, llamó otro "blanco de oportunidad".
Ni Saddam Hussein ni sus colaboradores estaban en ese lugar.
Dicho de otro modo: los invasores se cargaron a su tétrica
cuenta otras 15 vidas de civiles. Total, ¿qué le hacía una
mancha más al tigre?.
Por cierto, no fue la única. El sábado 5 el bombardeo de los dos
imperios destruyó ocho casas en Basora, matando a 17 personas,
entre ellas nueve chicos. También quedaron grabados los horrores
de los bombardeos contra dos mercados populares de la capital,
donde murieron al menos 64 personas, muchas de ellas mujeres y
niños.
Los medios también registraron el martes 1 las muertes de 16
miembros de una familia que huía de los combates en Al Hilla, al
sur de Bagdad. El sobreviviente, mirando a los 16 rústicos
cajones de los seres queridos, preguntaba a los periodistas
"¿sobre cuál de ellos puedo llorar?".
Los misiles de crucero y Tomahawk, que valen entre 500 mil y 1,2
millón de dólares, han caído sobre esos blancos y escuelas,
hospitales, maternidades, barrios, ómnibus, edificios, centros
de comunicaciones, estaciones de TV, etc. Hasta columnas de
kurdos, aliados de los invasores, fueron blanco de las bombas de
fabricación norteamericana. A veces esos misiles fueron más allá
de los límites geográficos del país devastado, cayendo en Siria,
Turquía, Arabia Saudita e Irán.
Cuando baje un poco el polvo del ambiente, habrán cuentas más
precisas sobre la estadística de muertos y heridos. Seguramente
serán varios miles: en los dos días que precedieron a la caída
de Bagdad los hospitales habían colapsado, sin medicinas. Ya no
contaban los cadáveres.
Las mentiras
Al final las únicas armas de exterminio masivo que había en Irak
fueron las que los ejércitos invasores llevaron por aire, mar y
tierra.
Quedó documentado que las tropas del general Thomas Franks
bombardearon a granel a la población civil. Incluso emplearon
armas prohibidas como las bombas de racimo, que desprenden
centenares de pequeñas bombas, y munición con uranio
empobrecido, que contamina el ambiente y genera cáncer y
enfermedades como se vio en la anterior Guerra del Petróleo
(1991) y la agresión a Kosovo-Yugoslavia (1999).
La captura de la mayor parte de la capital, en el día de ayer,
puso punto final a las especulaciones yanquis de que Irak poseía
armas de exterminio masivo. Esa acusación falaz quiso
fundamentar el inicio de la guerra de agresión, desde el punto
de vista de la administración Bush y su socio británico Anthony
Blair (su "perro de la guerra" según certera definición del
lingüista estadounidense Noam Chomsky).
Los agresores afirman haber ocupado casi todo el país, desde
Basora en el sur hasta Bagdad y haber cercado localidades del
norte, como Mosul y Kirkut. Sin embargo no han podido mostrar
uno solo de esos arsenales, cuya inexistencia ya había sido
constatada entre 1996 y 1998 por la comisión de desarme iraquí
de las Naciones Unidas (Unscom), y entre diciembre de 2001 y
marzo de 2002 por su sucesora (Unmovic).
Pero ahora, mucho más importante que esos antecedentes, la
realidad de la guerra demostró la falsedad de las imputaciones
hechas por George W. Bush y el Pentágono a las autoridades de
Irak. El país se defendió con fusiles, cañones, obuses y
tanques, sin aviación ni flota. No tiró ninguna ojiva química o
bacteriológica, con las que tanto cacareó la Casa Blanca para
justificar su apoderamiento por la vía militar de esa zona clave
del mundo.
La vida comprobó que las únicas armas de exterminio masivo
fueron los estadounidenses aviones B-52, B-2 y B-1, los F-16 y
F-18, los misiles de crucero y bombas de todo tipo y peso, los
cañones de los tanques Abrahms, los misiles disparados por los
helicópteros Black Hawk y Apache, la artillería pesada y otros
instrumentos que sembraron la muerte en esta campaña desigual.
Los civiles asesinados, sobre todo las imágenes de mujeres y
niños muertos, mutilados y heridos, zanjaron la discusión sobre
quién era el terrorista en esta historia. Las masivas
manifestaciones por la paz realizadas en todo el mundo ya lo
habían advertido: el terrorista mayor era Bush. Las armas del
genocidio han sido las de Lockheed Martin, Boeing, McDonnell
Douglas, General Dynamics, L-3 Communications, Raytheon,
Northrop Grumman y otros mercaderes de la guerra. Todas estas
empresas cotizan bien alto en la bolsa de Wall Street.
El saqueo
Hubo varias confirmaciones sobre el destino que el imperio
piensa darle a su presa iraquí, cuando la tenga totalmente
vencida.
Una fue la declaración coincidente del secretario de Defensa y
el secretario de Estado, al menos en este punto, de que será
Estados Unidos y no la ONU el que determinará los aspectos
centrales del Irak pos Saddam.
Esa definición no es algo abstracto. Alude sobre todo a quién
formará gobierno, quién tendrá a su cargo las Fuerzas Armadas y,
en particular, quién se untará con su petróleo.
La nueva administración podría asentarse en cuestión de días en
Irak, según como evolucione la resistencia iraquí en la región
norte y alrededores de Bagdad. El plan norteamericano es colocar
como principal autoridad a un general retirado, Jay Garner,
ligado al vicepresidente Richard Cheney y la industria de
armamentos (SY Technology-L3 Communications-Dyncorp).
Garner, que aguarda en el vecino Kuwait una "normalización" de
la situación, ya envió como adelantado a un delegado suyo, el
también ex general Buck Walters. Este arribó a la cabeza de un
grupo de 40 funcionarios de la "Oficina de Reconstrucción y
Ayuda Humanitaria", que será el poder detrás del trono de un
gabinete títere como el que Bush y Colin Powell formaron en 2002
en Afganistán. En Irak están formando esa ficción de gobierno
local en torno a Ahmad Chalabi, un parteneire de las fuerzas de
ocupación.
Detrás de ellos estarán los militares retirados Garner y
Walters, quienes tomarán las decisiones políticas y económicas,
comenzando por los contratos de la "reconstrucción". Los
ganadores se van perfilando. Son empresas norteamericanas como
las subsidiarias de Halliburton -presidida entre 1995 y 2000 por
Cheney-, que ya ganaron licitaciones para ocuparse del
mantenimiento de los pozos petroleros iraquíes, dentro del
primer paquete licitador de 900 millones de dólares.
Por supuesto, el poder en última instancia seguirá reposando en
el Grupo Central del Ejército, comandado por el general Thomas
Franks, quien por ahora mantiene su cuartel y estado mayor en
Doha (Qatar).
Toda esta maquinación tuvo su gesto formal en el soldado yanqui
que ayer colocó la bandera de las barras y las estrellas en el
monumento a Hussein, a punto de ser tirado abajo en Bagdad. Fue
el símbolo fugaz de la conquista, que tomará a cargo la
explotación del crudo iraquí y querrá pagar con ese recurso la
guerra preventiva que ayer entró en una nueva etapa. Exxon,
Chevron, Amoco, Panamerican, Shell y British Petroleum quieren
que esa enorme riqueza sea toda para ellas.
Los periodistas
El conflicto de Irak mostró dos tipos de periodismo.
Estuvo el que escribe, graba y habla lo que las potencias
dominantes quieren, que en este caso se expresaron sobre todo en
los 600 hombres de prensa que viajaban insertos en las tropas de
agresión. Se los conoció como los periodistas "incrustados", que
cubrían la guerra bajo supervisión de hecho de los militares
norteamericanos. Varios, sin estar en la columna, dispararon en
el mismo sentido, como los corresponsales de la CNN.
Otros cronistas, en cambio, difundieron una visión más cercana a
la verdad y no necesariamente eran admiradores de Hussein. Por
caso, el periodista británico Robert Fisk, del The Independent,
o los árabes de la cadena qatarí Al Jazeera.
La mayoría de los periodistas extranjeros se alojaba en el hotel
Palestine y el martes 8 fueron afectados por disparos de un
tanque norteamericano. De resultas de esos impactos murieron dos
hombres de prensa y un tercero fue asesinado luego que cañonazos
dieran contra la oficina de la cadena árabe Al Jazeera.
Con esas tres muertes se completó una dolorosa nómina de catorce
periodistas muertos y dos secuestrados. La abrumadora mayoría de
esos crímenes se debió a fuego de las fuerzas invasoras, como
quedó absolutamente claro en el ataque del tanque Abrahms al
Palestine. La excusa del mando norteamericano fue que desde ese
edificio habían partido disparos de francotiradores, algo que
todo el periodismo desmintió. La verdad es que los invasores no
querían testigos molestos de sus masacres.
Algunos de los hombres de prensa alojados en el hotel, en
particular el enviado especial de Clarín, Gustavo Sierra,
deberían revisar algunas de sus columnas. Por ejemplo, en la
víspera de la llegada de los invasores, publicó una titulada
"Periodistas del mundo, a la espera del sargento Smith" (Clarín,
6/4).
Recomiendo la lectura completa de ese texto pronorteamericano,
que entre otras apreciaciones, incluyó a éstas: "estamos todos a
la espera del sargento Smith. Cada uno se imagina el encuentro
de diferentes maneras. Una mañana de éstas nos despertaremos y
en vez de tener a los "guías" iraquíes tendremos a una (sic) de
esos sargentos de la división de comunicaciones del Séptimo de
Caballería, que nos pondrá en fila para reacreditarnos. Lo único
que espero, esta vez, es que no nos hagan pagar como lo vienen
haciendo los iraquíes desde que pisamos el suelo de esta patria.
Yo tengo una vieja credencial del Pentágono, de cuando era
corresponsal en Washington, que guardé con mucho cuidado hasta
ahora, que sacaré apenas escuche el primer "hello" nasal de
Kentucky u Oklahoma. Podremos sacar sin ningún temor todo el
archivo de atrocidades del régimen que hasta ahora conservábamos
en lugares muy seguros y que servirán para unas buenas notas".
La realidad fue muy diferente. En vez del "hello" nasal de
Kentucky, Sierra escuchó el "boom" de un disparo de tanques, que
mató a dos colegas (uno español y otro ucraniano) e hirió a
otros tres. ¿Habrá autocrítica?.
www.laarena.com.ar
https://www.alainet.org/en/node/107309
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