Bush, la mafia y el imperialismo
10/12/2003
- Opinión
La amenaza de una intervención militar de Estados Unidos en Cuba se
ha alejado después de que fuera una posibilidad inminente a mediados
de este año. El ataque se pretendía justificar con la fabricación de
un grave incidente bilateral, apoyándose en el espejismo mediático
que presentaba como una oposición masiva al puñado de agentes
locales de Washington. El montaje se completaba con una ola
deliberada de secuestros de naves destinada a evidenciar el supuesto
descontento de la población y la mala fe de La Habana para cumplir
los acuerdos migratorios bilaterales.
El gobierno cubano respondió con drásticas medidas, las
indispensables para desmantelar el plan subversivo. Explicó sus
razones y lanzó una contraofensiva ideológica y política
internacional que desnudó las intenciones de Bush y sus íntimos de
la contrarrevolución de Miami. El debate generado también sirvió
para reiterar el sólido apoyo con que cuenta la revolución cubana en
el mundo, evidenciado en la resuelta actitud asumida por
personalidades como Nadim Gordimer, Gabriel García Márquez, Samir
Amín, Pablo González Casanova, Mario Benedetti, Alfonso Sastre,
Costa Gavras, Ignacio Ramonet, Ernesto Cardenal, Noam Chomsky, James
Petras, Harry Belafonte y Danny Glover. Brilló en esos días el
espontáneo desbordamiento popular con que decenas de miles de
argentinos de todas las edades recibieron la visita de Fidel Castro
a Buenos Aires. La contraofensiva de Cuba ha sido contundente, en
primer lugar por los logros evidentes de su sistema social y la
sostenida recuperación de su economía pese a la desaparición de la
URSS y al reforzamiento sucesivo bajo Bush del acoso estadunidense.
Pero también porque la isla está cada vez más acompañada en su tenaz
oposición al injusto orden impuesto por la hegemonía unipolar. Ello
se constata en varios desarrollos. El ascenso de los movimientos
populares en América Latina, enfrentados al aumento irrefrenable de
la pobreza, la ignorancia y la insalubridad de millones de
habitantes de la región castigados por las políticas neoliberales.
El surgimiento de gobiernos que intentan mantener actitudes
independientes respecto a Washington, ponen un mayor énfasis en la
solución de los problemas sociales y establecen relaciones de
respeto con Cuba. También, la creciente y mayoritaria inconformidad
de los estadunidenses con la política de la Casa Blanca hacia la
isla.
Ahora se ve más clara la razón que asistía a Cuba cuando rechazó
los cantos de sirena y las fuertes presiones que después del
desplome soviético la instaban a abrazar el farisaico libre mercado
y la mal llamada democracia representativa. La isla se ha
consolidado como un referente para quienes buscan algún camino
alternativo al sistema dominante. Acabar con esa fuente de
inspiración era lo que buscaba la camarilla bushista cuando
preparaba el golpe mortal contra la revolución cubana. Y en eso se
topó con una resistencia patriótica en Irak capaz de destrozar en
unos meses la peregrina idea de la incontestable superioridad
militar estadunidense.
En Estados Unidos existen muchas fuerzas, dentro y fuera del
sistema, que por distintos motivos no apoyarían otra intervención
militar en este momento, Incluso militares profesionales
suficientemente realistas para comprender que sería un gravísimo
error, impensable en las actuales circunstancias. En lo que
concierne a Cuba los militares estadunidenses saben que ejército y
pueblo son lo mismo, preparados concienzudamente durante décadas
para esa eventualidad y con la organización y los recursos
necesarios para imponerles pérdidas muy superiores a las que sufren
en Irak. Dentro de una perspectiva racional es válido pensar que ese
conjunto de fuerzas tendría más influencia en Washington que la
mafia de Miami y sus aliados de la derecha cavernícola. Pero Bush
está patológicamente ligado a esa mafia, que lo percibe como la
última oportunidad de acabar con la revolución. Además, el
imperialismo no actúa racionalmente, como lo demuestran las
agresiones hitleriana a la URSS y estadunidenses al norte de Corea o
Vietnam, militarmente irracionales desde un principio.
Bush es capaz de lo inimaginable con tal de perpetuarse en la Casa
Blanca y en caso extremo sólo podría ser frenado por los propios
estadunidenses, agraviados por el desastre en Irak, el desempleo y
el recorte inclemente de los programas sociales.
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