¿Hacia un nuevo consenso?

30/06/2003
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Tomemos las últimas noticias al azar. Veremos entonces un conjunto de manifestaciones en el sentido del fin de la ortodoxia neoliberal. Ellas provienen de varios orígenes e indican realmente un descenso de la ortodoxia del pensamiento único que se impuso a partir de la década de los 80s.Veamos algunos ejemplos: El secretario general de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Antonio Ocampo, deja la institución para ocupar la secretaría adjunta del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, y manifiesta su convicción de la declinación final de las concepciones neoliberales que llevaron la región a una situación económica y social extremamente negativa. Aprovecha la oportunidad para reafirmar el punto de vista de la CEPAL de la necesidad de un desarrollo con equidad. Esta consigna, elaborada por Fernando Fanzilbert en los años 70 del siglo pasado, no logró nunca convertirse en una fórmula práctica al ser atropellada por el pensamiento único neoliberal. Ella era sin embargo un intento de ajustar las viejas tesis sobre el desarrollo económico-social de la CEPAL a las realidades creadas por el agotamiento de la fase llamada fácil de la sustitución de importaciones. Fanzilbert se imaginaba la posibilidad de una política exportadora más agresiva buscando una competitividad internacional de la región que utilizara un sistema de planeamiento económico flexible, al mismo tiempo en que se incorporaban políticas sociales capaces de formar recursos humanos superiores y aumentar así la capacidad de evolucionar industrialmente y en los servicios. Sería interesante ver renacer la problemática que llevó a esta concepción de desarrollo que abrazó la CEPAL de los años 80. En ella se buscaba superar el debate sobre estabilización y crecimiento, impuesto por las primeras investidas del monetarismo abrigado en el FMI desde el comienzo de los años 50. Los monetaristas habían sido derrotados en estos años por la ortodoxia neokeynesiana que afirmaba la importancia de la intervención estatal a través del aumento del consumo para garantizar el crecimiento económico y el pleno empleo. Entre neokeynesianos (transformados en estructuralistas en América Latina, debido a su interpretación de la inflación como resultado de la dificultad de la oferta para atender a la demanda en la región en consecuencia de las debilidades estructurales que limitaban la producción local) y monetaristas (en un período adaptado a la ortodoxia neokeneysiana, al aceptar la importancia del crecimiento económico como meta, pero siempre reafirmando la necesidad de controlar la oferta de moneda y crédito como factor de estabilidad) había una polémica en la cual se radicalizaban los instrumentos de interpretación del fenómeno inflacionario, considerado enemigo absoluto por los monetaristas y posible aliado por los estructuralistas. Mercados Nacionales La práctica es el criterio de la verdad para las luchas sociales. Y la práctica neokeneysiana estaba ligada al éxito de sus recomendaciones en la medida en que avanzaba la industrialización de la región y su capacidad de generar empleo para la sociedad y ganancias para los capitalistas nacionales y sobre todo los internacionales que aquí instalaban sus empresas multinacionales aprovechándose de los mercados nacionales en expansión. En esta época las multinacionales estaban contentas con las altas restricciones arancelarias impuestas por los gobiernos locales para garantizar sus ventajas en monopolizar los mercados nacionales. La literatura económica se olvidaba de la importancia del libre cambio cuando las clases dominantes se preocupaban del control de los mercados nacionales protegidos. Era la época de las teorías del desarrollo económico social y el debate se concentraba en la mayor o menor capacidad de lograrlo. Las dificultades del crecimiento económico basado en la importación de capitales para captar todos los recursos disponibles en los mercados nacionales protegidos empieza a mostrarse en la mitad de los años 60s. El golpe de Estado de 1964 en Brasil entregó el poder a los monetaristas con objetivos de desarrollo en contra de la propuesta estructuralista de ampliar los mercados nacionales por la vía de la reforma agraria y otras reformas capaces de distribuir la renta y ampliar el consumo. Los monetaristas preocupados del desarrollo terminaron por servir a los militares en sus ambiciones de crecimiento sin distribución del ingreso y sin rompimiento con las multinacionales. Como lo demostramos en la época, este modelo de desarrollo conduciría al endeudamiento internacional, a la concentración económica, y a la centralización del capital, a la dependencia, a la concentración del ingreso y a la exclusión. Apuntábamos también el hecho de la formación del capital financiero y su implantación en la región, lo que llevaría al triunfo del enfoque monetarista. En su primero momento, este enfoque se demostraría capaz de injuagar el aparato productivo dejado por el proteccionismo à outrance de la práctica estructuralista y provocar un nuevo período de crecimiento. Estas condiciones también se fortalecían por un cierto período debido a las dificultades del capital multinacional para suplantar las tensiones generadas en el centro del sistema mundial por las dificultades de avanzar el proceso de acumulación del capital con altas tasas de ganancias. Los mercados externos tendían a agotarse como lo indicamos. Apostar en su expansión tenía altos costos políticos que las grandes metrópolis no querían pagar. De ahí la idea de desplazar hacia estos países de desarrollo mediano gran parte de la actividad industrial de menor valor agregado. Se estaba conformando el modelo de desarrollo secundario exportador que la literatura económica crítica de la región tan bien ha estudiado. Intervención monetaria En la década de los ochenta el proyecto del capital multinacional se vio cada vez más atropellado por las dificultades de la acumulación internacional del capital y la ascensión del capital financiero, en el cual se concentraban los excedentes económicos generados por la dificultad de ampliar las inversiones productivas. La crisis obligó al gran capital a apoyarse cada vez más en el Estado para dirimir sus dificultades. Fue así que la Sra. Thatcher en Inglaterra y el señor Reagan en Estados Unidos iniciaron un periodo de la economía mundial basado en los más espectaculares déficits fiscal y cambiarios de la historia. Los Estados Unidos abandonaron la convertibilidad del dólar en oro, establecida en Breton Woods, en 1973, la mayor quiebra de contratos conocida en la historia. Este acto de aventura económica fue realizado por un conservador, que tuvo que admitir que "todos somos keynesianos". Se trataba de salvar los Estados Unidos de los efectos negativos de su política de déficit fiscal llevada al extremo durante la guerra del Vietnam y de su déficit comercial, ampliado por la especialización de la economía norteamericana en la tecnología de punta de signo militar. La derrota en Vietnam puso en crisis esta política, mientras los Estados Nacionales del llamado Tercer Mundo se fortalecían y buscaban cambiar las reglas de las relaciones internacionales a través del establecimiento de un Nuevo Orden Económico e Informativo Mundial, en alianza con los países socialistas. Al mismo tiempo, los aliados de Estados Unidos, como el Japón y Alemania se mantenían en crecimiento alterando la correlación de fuerzas entre los países centrales del sistema mundial. El restablecimiento del poder hegemónico norteamericano, amenazado en estas nuevas condiciones, se basó en una retomada del valor del dólar, de su capacidad de atraer capitales del resto del mundo hacia los Estados Unidos, abriendo el mercado norteamericano para el exterior, a través de un gigantesco déficit comercial, mientras se ampliaba la demanda de este país enormemente a través de un extraordinario déficit público, cubierto por la compra de títulos de la deuda estatal norteamericana. Es increíble constatar como la mayor intervención monetaria de la historia humana se realizó en nombre del equilibrio fiscal y cambiario. Las tasas de interés pasaron a ser el principal instrumento de política económica, provocando una transferencia colosal de recursos desde el resto del mundo hacia los Estados Unidos y desde el sector productivo hacia el financiero. Es increíble constatar cómo se produjo entonces un verdadero asalto a los Estados Nacionales para salvar las tasas de ganancia del capital privado, cueste lo que cueste. ¿Cómo fue posible recurrir a los neoliberales para justificar el mayor movimiento de endeudamiento estatal de la historia? ¿Cómo se logró elevar los desequilibrios fiscales y cambiarios a los niveles más altos de la historia en nombre de una doctrina que se basa en la tesis del equilibrio general como condición para el bienestar social? ¿Cómo aumentó dramáticamente el ingreso fiscal y los gastos públicos bajo el auge de las tesis neoliberales? Es la constatación de estos hechos que hace al gran "teórico" neoliberal Milton Friedman, a sus 92 años, autocriticarse y decir que hoy día no está más seguro de su defensa del control de la emisión monetaria y del gasto público pues en los años de hegemonía de su pensamiento lo que más aumentó en el mundo fue el gasto público, controlado en la década de 90 por una administración demócrata para su desencanto político y ahora amenazada por un presidente republicano, "tan gastador como su papá". Esto del neoliberalismo sería un chiste, como sus teóricos eran tratados en los años 50 cuando nadie les daba pelota. Pero desgraciadamente se hizo realidad para servir a intereses económicos muy concretos y poderosos, que a pesar de la crisis que viven en función de sus aventuras, buscan disfrazarse de serios y austeros por detrás de una "teoría" que nada más hizo que disfrazar su verdadero comportamiento. * Theotonio dos Santos es profesor titular de la Universidad Federal Fluminense y Coordinador de la Cátedra y Red UNESCO.
https://www.alainet.org/en/node/109214
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