El arma secreta iraquí
21/01/2004
- Opinión
El triunfalismo de Bush en su marcial discurso sobre el estado de la
Unión contrasta con la trampa en que se ha metido en Irak. Sus
palabras eludieron la responsabilidad por la muerte de 500 soldados y
los miles de heridos entre las fuerzas ocupantes de ese país. Era
demasiado esperar una sola frase sobre los miles de civiles
destrozados por las bombas y los sufrimientos impuestos desde hace
años a la población iraquí por el bloqueo y las operaciones militares
de Washington. Después de todo, eso es una minucia comparado con la
dulce recompensa de la democracia y el libre mercado prometida por el
emperador a quienes sobrevivan al conflicto en curso en la antigua
Babilonia. O sea, a quienes logren escapar a los tiros y a las bombas
y también a los efectos del uranio empobrecido, que ya sufren decenas
de miles. Generoso, Bush prometió la misma medicina a todas las
naciones árabes y a las que albergan, dan apoyo o podrían suministrar
armas de destrucción masiva a los terroristas.
Pero su patológico optimismo no se redujo a las radiantes proezas
militares en Afganistán e Irak. En casa todo es una maravilla según
el comandante en jefe. La economía crece, aunque no se creen puestos
de trabajo y se hayan perdido tres millones de ellos. La educación
avanza y ni un solo niño será "dejado atrás", aunque las escuelas no
reciban fondos y la deserción escolar sea escandalosa entre
afroestadunidenses, latinos y pobres. La atención de salud es
universal, a pesar de que 46 millones no tengan derecho a recibirla,
a que esta se ha encarecido y a que el proyecto de suministrar
medicamentos a los ancianos no pase de ser un gran negocio para las
transnacionales farmacéuticas. Por no hablar de la genial fórmula
mágica -la abstinencia- con que piensa detener entre los jóvenes la
propagación de enfermedades "de transmisión sexual" -eufemismo para
referirse al sida- o los fondos que entregará a instituciones
religiosas para obras de caridad, medidas para congraciarse con sus
partidarios de las extremas derechas cristiana y judía.
El discurso de Bush tiene un claro tinte electorero con vista a
mantenerse en la Casa Blanca en 2004, como afirman los propios
voceros mediáticos del sistema imperialista. Pero esto es lo menos
importante, previsible en la conducta de los presidentes
estadunidenses cuando buscan el segundo periodo en un año electoral.
Lo sustantivo en el mensaje bushista es la ideología nazi de que está
empapado, al reiterar el proyecto, impulsado a partir del 11 de
septiembre de 2001, de hegemonía mundial y represión de los rebeldes
-dentro y fuera de Estados Unidos- por la fuerza de las armas y de un
estado policial. ¿O qué significa el llamado a "renovar" la ley
"patriótica"? ¿ O la afirmación de que "no pediremos permiso a nadie
para preservar la seguridad de Estados Unidos"?
Y aquí es donde se atraviesa en el camino el chiísmo iraquí. Hasta
ahora se habló con mucha insistencia del llamado triángulo sunnita,
donde efectivamente se han llevado a cabo la mayoría de las acciones
armadas de la resistencia patriótica contra la ocupación. Pero ahora
la amenaza principal que deben enfrentar los estadunidenenses viene
de aquella comunidad mayoritaria en Irak -60 por ciento de la
población-, que exige elecciones directas para la formación del nuevo
gobierno. La exigencia contraste con el plan de Washington para que
la nueva autoridad salga de una asamblea de notables nombrados a dedo
por los invasores, copiado de la Loya Girga que eligió presidente de
Afganistán al títere Hamid Karsai. El reclamo chiíta ha puesto a Bush
a merced de una invencible arma secreta. Si lo acepta, sobrevendría
en Bagdag un Estado probablemente antiimperialista, que seguramente
exigiría la retirada inmediata de los libertadores y reivindicaría la
soberanía y el petróleo. Si lo rechaza, deberá enfrentarse a un
incremento de la resistencia armada y civil y a una eventual unión de
chiítas y sumnitas, como la que expulsó a los británicos en su
momento.
En cualquiera de los dos casos, sería muy difícil que pudiera evitar
la derrota frente al candidato demócrata en turno, que podría sacar
mayor partido de un electorado agraviado ya por las groseras mentiras
que han sustentado la "guerra contra el terrorismo" y por una
recuperación económica que no disfruta. Claro, le quedaría recurrir
otra vez al golpe de Estado valiéndose de sus íntimos amigos de
Miami.
https://www.alainet.org/en/node/109230?language=en
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