La otra guerra del FMLN
25/03/2004
- Opinión
En las elecciones salvadoreñas se enfrentaron descarnadamente
las fuerzas populares con el imperialismo. Pero la versión
autista de la democracia prefiere reducirlo a que Shafik
Handal, candidato del Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional(FMLN), competía con Tony Saca, del
partido ARENA.
De siniestro origen, ARENA destaca por su incondicionalidad
ante Washington hasta adquirir ribetes grotescos con el
mandatario saliente Francisco Flores. Activista del libre
mercado y de la hostilidad contra Cuba, este vetó más de 14
iniciativas de orientación social aprobadas en su periodo por
el legislativo y engrosó con 300 soldados la coalición en
Irak. Es casi una obviedad afirmar que era Estados Unidos
quien tiraba de los hilos tras la candidatura de Saca.
La campaña electoral devino una operación de linchamiento
mediático del FMLN con el anticomunismo cavernícola de los
tiempos de la guerra fría. Si este ganaba los padres
perderían la patria potestad sobre sus hijos, se prohibiría
la Biblia y el país devendría un GULAG en el corazón de
Centroamérica. A una población empobrecida al extremo por las
políticas neoliberales y los terremotos se le amenazó con
privarla de su tabla de salvación: las remesas de los
salvadoreños residentes en Estados Unidos. La estratagema
funcionó. El FMLN, pese a lograr su mayor votación histórica,
perdió incluso en sus bastiones de la capital, donde gobierna
por tercer periodo.
La historia se repite. Durante el conflicto armado el
ejército salvadoreño estaba entre los primeros depositarios
en el mundo de la ayuda militar de la potencia del norte.
Allí se entrenaban sus jefes y oficiales, e incluso sus
soldados antes de partir al combate. Sus planes de campaña
eran concebidos en el Pentágono y la CIA, que llegaron a
tener cientos de asesores en el terreno. Aplastar a la
entonces guerrilla del FMLN se convirtió en una de las
obsesiones de Ronald Reagan. Para lograrlo no sólo no
escatimó en recursos, sino en crueldad, en una guerra contra
casi todo el pueblo del pequeño estado centroamericano. El
Salvador fue el Vietnam de América Latina. Ni anegándolo en
sangre pudo Washington derrotar a la insurgencia y al final
no tuvo otra alternativa que aceptar una salida negociada al
conflicto. Con la firma en México en 1992 de los Acuerdos de
Chapultepec se puso fin al enfrentamiento.
Los acuerdos posibilitaron a las organizaciones
revolucionarias integrantes del FMLN salir de la
clandestinidad por primera vez y aceptar el desafío de
transformarse en partido político, pasando a la lucha legal
en un panorama regional e internacional unipolar que no podía
serle más desfavorable. La ex guerrilla no fue inmune a la
desmoralización que cundió entonces en la izquierda y pronto
experimentó intentos de socialdemócratas express surgidos de
sus filas por desnaturalizarla y dividirla. Alguno pasó sin
transición de estratega de la guerra popular a tecnólogo en
contrainsurgencia con diploma de Oxford. Fue la época en que
se puso de moda una izquierda razonable, moderna y
políticamente correcta: desesperada por compartir la mesa y
las celebraciones de los señores del dinero.
En lucha con esas miserias el FMLN no extravió el norte. Se
concentró en batallar por los acuerdos de paz, que sólo han
sido observados en lo aleatorio pero no se han llevado a la
práctica en sus aspectos sustantivos de justicia económica y
auténtica inclusión social. En diez años de participación
electoral logró crecer sostenidamente en votos y en 2003
formar el mayor grupo parlamentario y regir en 36 alcaldías
que reúnen 60 por ciento de la población. Aún habiendo
perdido la justa del domingo pasado -consiguió 35 por ciento
de los sufragios contra 57 de ARENA- se consolidó como
segunda fuerza electoral y obtuvo su mayor caudal histórico
de sufragios.
El FMLN aboga por desmantelar al neoliberalismo, redistribuir
la riqueza y dar preferencia a la integración centroamericana
sobre acuerdos comerciales con Estados Unidos. Acompañó al
movimiento de los electricistas y del Seguro Social por
impedir la privatización y obtuvo del Congreso una ley
consagrando la gratuidad de la salud pública. Para reafirmar
su compromiso con la lucha social escogió como su candidato a
la vicepresidencia al líder de la huelga médica. Perseverar
en este rumbo lo confirmará en el lugar junto al pueblo que
supo ganar en la guerra.
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