Para Monsanto todos somos criminales
24/05/2004
- Opinión
El pasado 21 de mayo la
Corte Suprema de Canadá emitió la sentencia final del caso
Monsanto contra los agricultores canadienses Percy y Louise
Schmeiser, culminando así una lucha legal que duró ocho años, a
partir de la acusación de la trasnacional de que estaban
"violando" su patente de canola transgénica (resistente al
herbicida RoundUp).
Los Schmeiser -agricultores familiares por más de tres
generaciones- nunca quisieron la canola transgénica: sus campos
se contaminaron por viento e insectos y no lo supieron hasta que
Monsanto envió sus detectives secretos a sacar muestras y una
carta amenazándolos con llevarlos a juicio si no pagaban los
miles de dólares que estimaba le debían por regalías. En lugar
de amedrentarse por las amenazas del gigante trasnacional, Percy
salió al mundo a contar su caso, entendiendo que esto era un
precedente grave para todos los agricultores a los que se les
contaminara su campo. En estos años, otras cortes menores
sentenciaron dos veces contra los Schmeiser, alegando que,
aunque no se podía demostrar su culpabilidad, debían haber
advertido a esa empresa que podría haber plantas contaminadas
accidentalmente y pedirle que las retirara, o de lo contrario se
estaban "aprovechando" de los genes patentados. Por esta razón,
los condenaron a pagar casi 20 mil dólares de multas y regalías
y más de 150 mil dólares por los gastos de juicio, además de que
Monsanto los amenazó con nuevos juicios por salir a contar el
caso al público.
La reciente sentencia de la Corte Suprema, por cinco votos
contra cuatro, afirma que la patente sobre genes de canola
transgénica es válida también en las plantas contaminadas, y por
tanto los Schmeiser estaban ?"privando a Monsanto del pleno gozo
de su monopolio"! al "usar" plantas que contenían genes con su
patente. Sin embargo, consideraron que los Schmeiser no tienen
que pagar nada a Monsanto, porque no sacaron ningún provecho de
la canola transgénica, ya que nunca usaron el herbicida RoundUp.
Pero los Schmeiser, ambos de más de 70 años, no sólo resultaron
inocentes de los cargos, sino que ?sufrieron el daño de la
contaminación, muchísimos gastos en el proceso, y el acoso legal
y propagandístico por más de ocho años!
Según Pat Mooney, director del Grupo ETC, con sede en Canadá,
"Monsanto se consiguió una patente inflable. Ahora puede decir
que sus derechos se extienden hasta cualquier cosa en la que se
introduzcan sus genes, ya sean plantas, animales o humanos". La
Corte de Canadá fue incluso más allá de la ley de patentes de
Estados Unidos -notoriamente pro monopólica-, porque sentenció
que la patente sobre un gen se extiende a cualquier organismo
superior que contenga al gen patentado. "Bajo este veredicto,
la expansión de la contaminación se convierte en una estrategia
renditiva de las corporaciones para extender sus monopolios",
dijo Mooney.
La sentencia implica que si un agricultor tiene semillas o
plantas que contienen genes patentados corresponde al agricultor
probar que no está infringiendo la patente monopólica de la
compañía. En el mundo de Monsanto, todos somos criminales hasta
que una Corte diga lo contrario.
Monsanto, que controla actualmente 90 por ciento de los
transgénicos plantados comercialmente en el mundo, es
seguramente uno de los responsables de la contaminación del maíz
campesino en México. A la luz de este hecho es aún más
ignominiosa la propaganda que está publicando en periódicos de
Chiapas: en un aviso pagado que comienza diciendo "Amigo
agricultor:", advierte a los campesinos que si usan
"ilegalmente" sus genes patentados (en este caso de soya
transgénica) en "importación, siembra, guarda, comercialización
o exportación" podrán sufrir cárcel y multas mayores. Además
instigan a que si tiene dudas, "o conoce alguna situación
irregular", se contacte con Monsanto, para evitar ser
"cómplice". (En Canadá ofrecían una chamarra de cuero por
delatar a los vecinos, pero la trasnacional cuenta con que para
los campesinos chiapanecos bastan las amenazas). En México no
están permitidas las patentes sobre plantas, e incluso las
plantaciones de soya transgénica de Monsanto en Chiapas se han
hecho como "experiencias de campo" o bajo un eufemismo
dudosamente legal llamado "programa piloto" que aunque son miles
de hectáreas, por irresponsabilidad de las autoridades de
agricultura y "bioseguridad", no son plantaciones para
"comercialización". Por tanto, si hay alguien cuya legalidad
debiera ser analizada es la de la propia Monsanto. Y yo aquí
mismo lo denuncio, para no ser acusada de complicidad.
Todas las patentes de Monsanto son biopiratería porque se basan
en los miles de años de trabajo colectivo y público de
campesinos e indígenas en el mundo, que crearon y desarrollaron
las variedades que luego las empresas usan en sus laboratorios.
La amenazas de esa empresa en Chiapas y la sentencia de la
Corte Suprema de Canadá muestran una vez más que la (i)lógica de
las empresas trasnacionales parecen tener a su servicio los
poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Pero lo que no ha
logrado es convencernos de que tienen razón. Por el contrario,
los ataques cada vez más virulentos de Monsanto sólo exponen sus
injusticias y alimentan la resistencia que existe en las
poblaciones del mundo entero a los transgénicos.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/en/node/109966
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