Las cumbres iberoamericanas
19/10/2005
- Opinión
Las cumbres iberoamericanas han sido incapaces de hacer cumplir su retórica respecto a las lacras sociales de América Latina, que desde la cita fundacional en Guadalajara, México (1991), se han incrementado. Ello se debe, en primer término, a que ya en esa época la unipolaridad estadounidense se manifestaba abiertamente. Se acentuó la subordinación de las burguesías ibéricas y de América Latina a la superpotencia, lo que mermó más aun sus posibilidades de mantener posturas internacionales autónomas. Esto llevó, a su vez, sobre todo en la región latinoamericana, al avance arrollador de la ofensiva neoliberal con sus nefastas consecuencias sociales. Y es que la orientación política de un mecanismo internacional depende, ante todo, de la predominante en los gobiernos miembros.
Sin embargo, todo hay que decirlo, las cumbres iberoamericanas tuvieron también la virtud de excluir a Washington por primera vez de los encuentros de jefes de Estado latinoamericanos y de incluir a Cuba para disgusto de aquel. No es casual que en respuesta a la reunión de Guadalajara, la diplomacia yanqui reactivara las cumbres de las Américas, con el propósito expreso de oponerse al más leve intento de independencia de los países al sur del río Bravo. Con ese cometido diseñó el ALCA y sus ramificaciones de implicación militar como el Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá y el establecimiento de nuevas bases bélicas en Colombia, Aruba, Ecuador, Perú y Paraguay.
Estas herramientas también persiguen desalojar de América Latina a los capitales no estadounidenses, y por tanto al español. Lejano del espíritu de cooperación pregonado por las cumbres iberoamericanas, este enfrenta, sin embargo, esa amenaza del imperialismo estadounidense, contradicción explotable por los gobiernos progresistas y populares, para fortalecer su posición negociadora.
Una nueva realidad ha hecho que cambie la situación política en América Latina. El neoliberalismo está en bancarrota no sólo por el desastre económico y social a que ha llevado, sino porque los pueblos de la región se niegan a aceptarlo por más tiempo. De la cumbre de Guadalajara a nuestros días surgieron potentes movimientos populares contra los planes de ajuste y las privatizaciones, por el derecho de los campesinos a la tierra, por los derechos de los pueblos indígenas, por la defensa del agua, la biodiversidad y el derecho al usufructo nacional de los recursos naturales. Eso que se ha llamado populismo despectivamente por los tecnócratas lleva en sus entrañas más recónditas los nuevos vientos de la revolución latinoamericana, pospuesta pero viva en el inconsciente colectivo.
Los movimientos han mostrado su capacidad para deponer presidentes y para aupar al gobierno opciones de cambio, que si no siempre han satisfecho las expectativas de los electores, sí han, como en el caso de Brasil, Argentina y Uruguay, dado pasos independientes frente a Estados Unidos. Por su parte, Hugo Chávez en Venezuela ha desarrollado una política exterior tercermundista y de integración latinoamericana y caribeña, cuyo resorte, el ALBA, ya ha conseguido logros concretos como los solidarios convenios con Cuba, Petrocaribe y los acuerdos energéticos y en otros campos con sus vecinos del sur. A ello hay que añadir la obtención en seis años de grandes logros sociales que han robustecido su probado apoyo popular. Estos hechos, unidos a una Cuba que enarbola altiva su bandera socialista pese al inclemente hostigamiento imperial, han producido un cambio en la correlación de fuerzas en América Latina que hace de ella la región del mundo donde hoy se libra la batalla decisiva contra el imperialismo estadounidense y sus pretensiones de imponer una dictadura fascista en el mundo.
Las cumbres iberoamericanas no son impermeables a estas realidades, como no lo son los gobiernos neoliberales en América Latina, que ya no se atreven a admitir su adhesión a ese modelo y tratan de enmascararla recurriendo a una fraseología hueca y engañosa.
No ha de subestimarse que en la reciente Cumbre Iberoamericana de Salamanca fueran reafirmados los principios del derecho internacional y derrotado el intento de otorgarle facultades supranacionales a la Secretaría General creada. Junto a los pronunciamientos exigiendo a Estados Unidos el fin inmediato del bloqueo a Cuba (no “embargo” como quería Washington) y la extradición a Venezuela del terrorista Luis Posada Carriles constituyen victorias de los pueblos latinoamericanos.
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