La parábola del Titanic: ¿Puede hundirse la economía colombiana?

07/03/2008
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Las tensas relaciones diplomáticas de Colombia con sus vecinos, no son noticia nueva, sin embargo la gravedad que han tomado en los últimos días debido al “incidente Reyes” han llenado de preocupación a la región, pero fundamentalmente a los gremios económicos del país. Su preocupación no es infundada: En 2007 las exportaciones hacia Venezuela alcanzaron un histórico record de 5.200 millones de dólares, y con el Ecuador una cifra muy importante de 1.200 millones.

Pero no solo es el cuanto exportamos, sino el que exportamos: prácticamente toda la industria liviana y pesada del país destina sus productos a estos dos destinos, especialmente en el caso Venezolano.

La integración comercial lograda entre Colombia y Venezuela durante el régimen de Chávez es innegable: desde 1999 la tasa de crecimiento de las exportaciones colombianas hacia Venezuela oscila alrededor del 35% anual (en volumen), considerablemente superior al crecimiento de las exportaciones hacia los EEUU que crecieron en este mismo periodo a una tasa del 22% anual, y gran parte de este crecimiento es gracias al aumento de precios de los principales productos que exportamos al país del Tío Sam.

En el caso de Ecuador dicha actividad es menos intensa, pero igualmente diversificada, de hecho gran parte de las exportaciones colombianas hacia nuestro vecino del sur están compuestas por bienes de alto valor agregado: vehículos, electrodomésticos, maquinaria.

¿Pero, hasta que punto pueden verse afectadas estas relaciones comerciales por el conflicto diplomático desatado por el operativo contra las FARC en territorio ecuatoriano?

Lejos de la coyuntura, el problema comercial estaba de cierta manera anunciado desde hace algún tiempo, por lo menos en el caso de Venezuela: Chávez y su equipo de gobierno se habían planteado como un problema desde 2003 la alta dependencia de bienes esenciales importados desde Colombia, y para ello se diseñó una política de largo plazo para sustituir parte de las importaciones. Lo que no dicen los análisis es que el crecimiento de las importaciones venezolanas desde Colombia, es tan solo la mitad del crecimiento de las importaciones venezolanas desde Brasil, es tres veces menos que las de Argentina y un 30% inferior al crecimiento de las importaciones uruguayas.

Por eso si bien el flujo comercial desde Colombia creció, lo hizo muchísimo menos que el de otros países de la región (incluso Cuba), de hecho mientras las exportaciones de Colombia a Venezuela representaban en 1999 el 16% del consumo total en Venezuela, hoy tan solo representan el 8%, lo que muestra el efecto a largo plazo de la sustitución e importaciones venezolana.

Los gremios colombianos, obnubilados por el aumento de la facturación, poco caso hicieron de esta tendencia, a pesar que FENAVI (gremio que agrupa a los productores avícolas) señalaba en 2005 que “a pesar del aumento de las exportaciones de alimentos a Venezuela, es claro que este mercado está comenzando a ser más competitivo, principalmente por la entrada de productos de Brasil y Uruguay” (boletín FENAVI, mayo 2005). Así que en el caso venezolano, bien podría decirse que era la crónica de una perdida anunciada.

Con Ecuador el problema es muchísimo menos grave en apariencia, porque nuestro comercio es realmente marginal comparado con el venezolano (apenas alcanza una quinta parte), pero ello no deja de ser un obstáculo a nivel regional, especialmente para la zona sur occidental del país, la cual depende (fundamentalmente Nariño) del comercio con el vecino país. En el caso ecuatoriano, las perdidas son mutuamente compartidas en un caso de ruptura comercial, pero no deja de ser por ello representativa.

Frente a todo ello, el gobierno ha anunciado una serie de medidas: créditos de fomento para los exportadores, oferta de seguros para la inversión colombiana en Venezuela (aproximadamente 2800 millones de dólares) y la principal de todas: convertir el TLC con los Estados Unidos en un tema de seguridad nacional tanto para Colombia, como para los EEUU.

Caso curioso porque hay que recordar que Regina Vargo, representante comercial de los Estados Unidos en la “negociación” del TLC solía decir “que el tratado comercial no debía oscurecerse con consideraciones políticas” ante el débil reclamo de Colombia por un reconocimiento de su esfuerzo en la lucha contra el comercio ilegal de drogas, aspirando a obtener algunas concesiones yankees, pero hoy en el escenario de un Chávez “agresivo” el TLC debe aprobarse por ser de alta prioridad política.

El fondo de este razonamiento es: ¿El TLC constituye realmente una alternativa a las exportaciones colombianas a Venezuela? ¿Acaso podremos venderle carros, electrodomésticos y alimentos a los Estados Unidos? ¿Acaso el gobierno nacional no ha revisado la lista de exportaciones a la nación del norte (carbón, petróleo, minerales, flores, bananos)? ¿Puede un país que está ad portas de una crisis económica de profunda consecuencias como los Estados Unidos, convertirse en el destino de un mayor numero de mercancías?

O sea que tal como paso hace años con el TITANIC, el capitán de la nave y sus asistentes insisten en avanzar a toda velocidad y con soberbia en el manejo de sus relaciones comerciales y diplomáticas, a pesar que desde hace rato están advertidos de las muchas montañas de hielo contra las cuales se pueden estrellar. O quizás el barco ya se estrelló, y quizás (mientras los colombianos bailan y beben y escuchan la música adormecedora de la Seguridad Democrática) ya nos estamos hundiendo sin darnos cuenta. Y quizás al igual que en el TITANIC solamente puedan salvarse quienes tienen el dinero y el poder, y el resto de nosotros: a naufragar.


Jairo Bautista
Asesor Económico
Cámara de Representantes

Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas
Corporación Viva la Ciudadanía.
www.vivalaciudadania.org
https://www.alainet.org/en/node/126193
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