El proyecto de las transnacionales es organizar la producción agrícola sin agricultores.

Luna de hiel para la agricultura

27/04/2008
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

La forma de producir en la agricultura brasileña viene cambiando en los últimos años. Ahora,
nos estamos enfrentando a los avances cada vez más violentos de las empresas extranjeras
que controlan los insumos, el mercado, el comercio y los precios de los principales productos
agrícolas. Es preciso entender lo que está detrás de estos cambios y lo que representan para
la agricultura brasileña.

Primero, es necesario analizar con amplitud el contexto histórico y sus consecuencias directas
en la economía brasileña en general. En la historia de nuestra economía, tuvimos tan sólo tres
grandes modelos que determinaron la manera de organizar la producción en la agricultura. Del
siglo XVI al siglo XX, tuvimos el modelo agroexportador, que organizaba las haciendas en
grandes extensiones de tierras, especializándose en productos para la exportación y
recurriendo al trabajo de los esclavos.

Durante el siglo XX, de 1900 a 1980, tuvimos el modelo de industrialización dependiente. Ese
modelo reorganizó la economía brasileña, estructurándola en torno a la instalación de fábricas.
Y entonces, se subordinó el funcionamiento de la agricultura a los intereses de acumulación de
riqueza en la industria. Las grandes haciendas siguieron produciendo para exportar, entre otras
cosas, el café, la caña, el cacao y el ganado. Después vino la so y a y la naranja. Los dólares
que entraban gracias a las exportaciones estaban destinados al pago de las máquinas para la
industria naciente, y también al pago de los préstamos que generaron la deuda externa. El
trabajo esclavo, que predominaba en la agricultura, fue sustituido por el trabajo de los
asalariados rurales y por el surgimiento de una nueva clase social: los campesinos.

Surgió entonces un nuevo sector de producción agrícola basado en la pequeña y mediana
propiedad, que producían alimentos para el mercado interno. Sin embargo, la agricultura se fue
adecuando cada vez más, y de forma subordinada, a los intereses de la industria. Así, los
agricultores llegaron a utilizar todos los insumos producidos en la industria, como maquinas
agrícolas, abonos, fertilizantes, venenos, agrotóxicos, etc. Y al mismo tiempo pasaron a
producir y entregar sus productos a la industria que fomentó las agroindustrias, controlando la
producción de alimentos que iba al mercado. Este modelo entró en crisis en la década de los
1980 y la economía brasileña pasó a ser dominada por el capital financiero y por el capital
internacional. Esta forma del llamado neoliberalismo fue determinando la organización de la
agricultura; y esto es lo que vamos analizar más adelante.

Antes de adentrarnos en el análisis del modelo actual, es importante comprender que aquellos
modelos adoptados en Brasil fueron las consecuencias directas del modo de organización del
capital, a nivel internacional, para explotar nuestras riquezas naturales, nuestro trabajo y
nuestro mercado. El hecho de que la economía de Brasil dependa del capital internacional,
desde su formación, ayuda a comprender la razón por la cual sólo fueron adoptados aquellos
tres modelos de producción.

Para explicar esta lógica de la dependencia, vamos a referirnos al gran intelectual húngaro, el
profesor Istvan Mezaros. Nos explica que, a lo largo del periodo colonial, del siglo XVI al siglo
XX, el capital internacional se comportó como imperialismo colonial. Sus principales objetivos
eran controlar las fuentes de materias primas y los recursos naturales para luego
transformarlos en mercancías y vender éstas en el mercado europeo. Más adelante, en el
transcurso del siglo XX, el capital internacional abrió un periodo de imperialismo
redistribucionista. Organizó grandes empresas transnacionales que asentaban sus fábricas en
el tercer mundo, en busca de fuerza de trabajo barata y con el fin de explotar el mercado
interno de productos industriales en aquellos países. Fue en ese periodo cuando se instalaron
muchas fábricas de capital extranjero en Brasil. El tercero movimiento del capital internacional,
él que está obrando en este momento y desde 1990, es el imperialismo global hegemónico,
dixit Istvan Mezaros, controlado por el capital financiero, o sea, por bancos que, a su vez,
controlan las empresas transnacionales, tanto en el sector agrícola como en el sector industrial.

Este capital financiero internacional tiene su polo hegemónico ubicado en los Estados Unidos
(EE.UU), lo que permite que el capital se mueva de forma homogénea en todos los países,
como si el mundo fuera un solo país, subordinado a sus intereses. Es por esta razón, según
Istvan Mezaros, que el gobierno de los EE.UU, servil a los intereses del gran capital, impone
reglamentos internacionales de funcionamiento global para la explotación del capital, a través
del Fundo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) y de los tratados bilaterales con los diversos gobiernos o regiones,
llamados Tratados de Libre Comercio (TLC). Esto nos ayuda a entender, por ejemplo, el hecho
de que las empresas transnacionales con sede en los EE.UU operan y controlan un 60% de
todas las exportaciones de productos manufacturados en China; y es el contexto histórico que
nos ayuda a comprender el modus operandi de las empresas transnacionales en la agricultura
brasileña.

El surgimiento de grandes empresas transnacionales que operan en la agricultura


Se ha dado, en los últimos años, un proceso muy fuerte de acumulación de dinero y de
riquezas, procedentes del mundo entero, que fueron enviados a Europa y a los EE.UU, bajo la
forma de pagos de la deuda externa, de repatriación de ganancias y royalties. A esto se
añaden las ganancias de las transnacionales instaladas en el tercero mundo, especialmente
por el alza de los precios del petróleo que se convirtieron en elevadas su mas de capital
financiero que las empresas petrolíferas, estatales o privadas, pudieron acumular . Todo esto
fue transferido a las cuentas de los bancos de los países ricos y éstos se han encargado de
administrar las voluptuosas sumas de capital. Por consiguiente, han podido comprar acciones
de las empresas que más ganancias tenían, como modo bancario de reproducción y aplicación
de este capital financiero. Más adelante , esta compra de acciones de las empresas
transnacionales operando en diversos sectores de la economía produjo la aceleración de dos
movimientos del capital ya vigentes e inherentes a la lógica de funcionamiento del capitalismo.

El capital financiero provocó una concentración de empresas de un mismo sector. Pues si
antes eran 15 o 20 las empresas que operaban, por ejemplo, en el comercio de la soya, ahora,
los bancos las van comprando y aglutinando hasta obtener un grupo muy reducido. El segundo
movimiento fue la centralización del capital de las empresas que antes operaban en distintas
ramas de la producción y del comercio y que ahora están concentradas en unas pocas.
Tomemos el caso típico de Monsanto. Veinte años atrás, nadie conocía esta empresa y su
actividad se restringía a los EE.UU. Bajo el impulso del capital financiero, fueron concentradas
y centralizadas en la Monsanto más de 30 otras empresas que antes operaban por separado
en distintas ramas, como el comercio de la soya , del maíz, del trigo, los laboratorios
farmacéuticos de medicinas para personas y animales, las empresas de venenos, de
agrotóxicos, los laboratorios de transgenética, las empresas de semillas, agroindustrias de
aceites, harinas y alimentos en general. Ahora, todo eso está concentrado en una única
empresa: Monsanto. Y así pasó con muchos y diversos sectores y empresas. El resultado de
ese movimiento del capital es que, en cada área de la agricultura, tenemos ahora unas pocas
empresas que lo controlan todo. Por ejemplo, todo comercio mundial de granos y semillas
transgénicas, como soya, maíz, trigo y arroz, es controlado por las empresas Bungue,
Monsanto, Cargill, ADM, Dreyffus y Syngenta. El comercio mundial de lácteos y sus derivados
es controlado por Nestlé, Parmalat y Danone. El comercio de agua potable embotellada es
controlado por Nestlé, Coca Cola, Suez y Perrier.

Las principales formas de actuación de las empresas transnacionales en la agricultura
Hay diversas características comunes que reflejan la manera en que estas empresas
transnacionales llegaron a controlar la agricultura:

La actuación internacionalizada: ahora todas las empresas llegan a operar a nivel
internacional, a tener filiales y controlar el mercado de los productos que les interesan, en todos
los países del mundo. Entonces una misma empresa, por ejemplo, Monsanto, está presente en
los EE.UU pero también en Japón, Francia, India, Suráfrica, Brasil y México; y esto sólo para
citar un país en cada continente. Esas empresas van acumulando ganancias y riquezas en
estos países y las van repatriando para sus matrices, en los EE.UU y en Europa. Por lo tanto,
esta forma internacionalizada de controlar los mercados es a la vez una forma de explotación
del mundo.

Control de precios: estas empresas tienen un control absoluto sobre los precios de los
insumos que suministran a los agricultores como las semillas, los abonos y fertilizantes, los
agrotóxicos y las máquinas. También mantienen el control de los precios de los productos que
compran a los agricultores, como la soya, el maíz, el trigo, el arroz, la leche, el algodón, la
naranja, etcétera. Ejercen un verdadero oligopolio sobre el mercado y los precios de los
productos agrícolas, a través de la manipulación de las bolsas de mercancías instaladas en sus
países de origen y en las cuales determinan los precios para todo el mundo; O sea que ya no
se determina el precio de los productos como la soya, el maíz y el algodón en función de los
costos de producción de cada país. Al revés, hay un precio internacional al que los agricultores
de todo el mundo están obligados a someterse.

Control del mercado consumidor: la actuación internacionalizada y el control de los precios
van realizándose de forma combinada con el control de los mercados consumidores de estos
productos. Esto es, toda producción, cualquier producto agrícola que desea exportar un país,
están subordinados al control del mercado consumidor y no se pueden exportar sin pasar por
su intermediación. Por ejemplo, una cooperativa brasileña, mediante sus productores
asociados, puede lograr la producción de una gran cantidad de soya pero, a la hora de
venderla en el exterior, no consigue colocarla si no articula con una de las grandes
transnacionales que controlan el mercado internacional. De la misma forma, se producen
hechos paradójicos en el comercio de estos productos por motivo de este monopolio. Vean un
ejemplo bien significativo: Años atrás, los avicultores del estado Pernambuco, ubicado en el
noreste brasileño, necesitaban maíz para sus pollos. Cargill lo suministró, pero no trajo el maíz
de los productores de Bahía, cerca de Pernambuco, sino que lo trajo de Canadá y Argentina,
donde tenía un mayor inventario. Resulta que para mantener las ganancias de Cargill, Brasil
tuvo que importar maíz, sin necesitad alguna, pues había producción en sus inventarios
reguladores.

Control de las semillas transgénicas: t odas estas grandes empresas desarrollan
investigaciones en laboratorios para crear nuevas variedades de semillas, con mutaciones
genéticas que les convienen. El objetivo de los cambios genéticos en las semillas es adaptar la
producción de las plantas a los productos químicos, agrotóxicos que sólo producen estas
empresas. El verdadero objetivo de producir semillas transgénicas no es aumentar la
productividad de la agricultura ni producir alimentos mas saludables, sino garantizar, con las
nuevas variedades, el derecho a la propiedad privada sobre estas semillas; un derecho
asegurado por las leyes de patentes impuestas en casi todos los países del mundo. En Brasil la
ley de patentes fue aprobada por el gobierno Fernando Henrique Cardoso en 1995. Así, por
ejemplo, la empresa Monsanto es propietaria de la semilla de soya transgénica Round-up.En
Río Grande do Sul, los agricultores compraban ilegalmente estas semillas a Argentina y
sembraban en sus propiedad. Tras diseminarse el cultivo, la gente de Monsanto vino para
cobrar royalties a todos los agricultores que utilizaban semillas que, según ella, le pertenece,
aunque no vendieron un solo kilo a los agricultores. Cada año, Monsanto recoge más de 40
millones de dólares por el uso de semillas que dice haber inventado, sin contabilizar las
ganancias por la venta del herbicida Round-up; pues no se puede producir aquella soya sin
aplicar su herbicida.

En Brasil, estas transnacionales ya lograron liberar la soya, el algodón
transgénico y recientemente se aprobó, de forma provisional, el maíz transgénico de Bayer. Si
el gobierno brasileño acepta esta liberación, será un desastre para todos los campesinos,
pequeños y medianos agricultores. El maíz se contamina con mucha facilidad. Aunque no
siembre maíz transgénico, el campesino, cuyo vecino recurrió a las semillas Monsanto, verá
sus cultivos contaminados (por polinización) y cuando vaya a vender su maíz, los análisis
atestarán su origen transgénico, por lo que todos tendrán que pagar royalties a Bayer.
Implantación de grandes plantaciones de árboles homogéneas: a simismo, cuatro grandes
empresas transnacionales de Noruega, Finlandia, Suecia y España están llevando a cabo una
concentración en la producción de celulosa, asociándose entre si en Brasil mientras se vinculan
con los capitalistas brasileños para la implantación de enormes áreas de monocultivo de
eucalipto. Hoy, Brasil se ha convertido en el mayor productor y exportador mundial de celulosa.
Estas empresas usan nombres en portugués a fin de no llamar la atención, como Aracruz,
Veraces, Bahia Sul, o se asocian con empresas nacionales como Votorantin y Klabin. Pero el
control de las tierras, de los árboles, del mercado y del precio de la celulosa está en sus
manos. En el caso de las plantaciones homogéneas de eucalipto, las consecuencias son aún
mas graves para el medio ambiente, en cuanto a desertificación, desaparición de las fuentes de
agua, de la fauna y de la flora.

El control de las tecnologías de la producción agrícola: las transnacionales controlan el
mercado de los insumos y sus precios para la agricultura. Persuaden a todos los agricultores,
especialmente los grandes hacendados que se asocian con ellos, para que adopten un modelo
de técnicas de producción agrícola que depende de la compra de sus insumos. Estas técnicas
que recurren a la mecanización intensiva, al uso elevado de fertilizantes químicos y de
agrotóxicos, no son necesariamente las más productivas para la agricultura. Al revés, se ha
comprobado en muchas regiones que no son para nada las más productivas. Sin embargo, las
empresas insisten para poder vender sus productos. Por otro lado, este paquete tecnológico
representa una agresión ambiental, causando degradación de los recursos naturales. Además,
representan un peligro para la salud pública, pues los agrotóxicos permanecen en los
productos que después se convierten en alimentos consumidos masivamente, sin que la
población tenga conocimiento de las elevadas incidencias de los venenos. Por este motivo, los
hogares más ricos de la población consumen cada vez más los productos orgánicos, al
conocer los riesgos que suponen los alimentos producidos de otra forma para la salud.

La estandardización de los alimentos en todo el mundo: l a gran mayoría de estas
transnacionales también controlan las agroindustrias que se benefician de las materias primas
compradas a los agricultores para luego transformarlas en alimentos. En los últimos años,
estas agroindustrias, propiedad del capital internacional, estandardizan cada vez más los
alimentos producidos, para ampliar los ahorros de escala en la producción y tener mayores
ganancias. En los supermercados de las principales ciudades del mundo, los productos son
cada vez más parecidos. El resultado es la progresiva eliminación de las costumbres
alimenticias y de toda la cultura que los pueblos poseían a partir de los alimentos adoptados
por sus respectivas civilizaciones a lo largo de los siglos. Por otro lado, nadie todavía consigue
evaluar cuales serán las consecuencias de la estandardización alimenticia en el mundo para la
salud pública. Sabemos que los fundamentos de la salud de las personas y de los seres vivos,
están relacionados con una alimentación adecuada según el medio ambiente en el que viven.
Controlar el agua y la biodiversidad: Las transnacionales están aumentando su ofensiva por
el control del agua y de la biodiversidad. En función de la vigente ley de patentes y de la
subordinación de la mayoría de los gobiernos, las empresas están consiguiendo imponer la
propiedad privada del agua. También quieren controlar la propiedad privada de los seres vivos
presentes en la naturaleza, la llamada biodiversidad, especialmente en la Amazonia, donde
yace la mayor reserva de materias primas para la producción de medicinas y de nuevos
productos que no existen aún el en mercado.

El control del poder político a nivel nacional e internacional: l as empresas transnacionales
que operan en la agricultura, para alimentos y celulosa, saben que sus técnicas son
predadoras, saben que están ejerciendo un poder de monopolio sobre el mercado y los
precios, y que algún día, se dará cuenta y se alzará la población. Para protegerse, invierten
grandes sumas a fin de incrementar su influencia sobre el poder político de los países.
Financian campañas electorales de gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, concejales,
etcétera. Así, constituyen una red de protección que controla el Estado, las leyes, el poder
judicial y la policía. El caso de la empresa Aracruz Celulose es un buen ejemplo: financió la
campaña a gobernador del estado de Espirito Santo, varias a alcalde e incluso las campañas
de más de 15 diputados federales electos en todo el país. Por otro lado, el informe de la
Fundación Nacional de los Indios (FUNAI) demuestra que, en la década de los años 1970, la
empresa robó 18 mil hectáreas de tierras a los Tupis-Guaranis. Sin embargo, cuando los
pueblos indígenas intentaron recuperar sus tierras, la policía federal intervino inmediatamente y
sacó a los verdaderos dueños con una violencia extrema. La propia policía nunca ejecutó una
orden de la FUNAI para expulsar la empresa Aracruz. En cada estado brasileño hay ejemplos
concretos de cómo se incumplen las leyes y de cómo los políticos y gobernantes trabajan a
favor de las empresas transnacionales. A nivel internacional, ocurre lo mismo. Esas empresas
influyen en los acuerdos de la OMC, buscando imponer los tratados de libre comercio,
intentando eliminar las restricciones que frenan la venta de sus agrotóxicos en otros países
subdesarrollados, aunque estén prohibidos en los países europeos. Utilizan su influencia para
que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) saque
informes halagadores a su respecto, etcétera; o sea que los organismos internacionales son
blancos preferenciales de las transnacionales para proteger sus intereses.

El control y la promiscuidad con los medios de comunicación de masa: del mismo modo que
estas transnacionales influencian a los gobernantes y políticos, también proyectan controlar los
medios de comunicación masiva para transmitir su ideología al pueblo. En Brasil, hay la
Asociación Brasileña del Agronegocio (ABAG) en la cual participan 42 grandes empresas. Son
empresas transnacionales agrícolas, grandes cooperativas agrícolas de hacendados, industrias
de maquinaria agrícola y, para sorpresa general, también están asociadas las empresas de
comunicación como, por ejemplo, la que controla el periódico O Estado de Sao Paulo y la Rede
Globo. Esto significa que hay convergencia de intereses entre las transnacionales y las
grandes redes de comunicación en Brasil. Aparte de la alianza de clase, estas empresas
destinan grandes recursos para su propaganda en canales de televisión, radios y periódicos.
Destinan grandes sumas a la promoción de eventos que mejoran su imagen ante la población.
Asimismo, invierten recursos en convenios con las universidades y los centros de
investigaciones, como por ejemplo, la Empresa Brasileña de Investigaciones Agropecuarias
(EMBRAPA), y así van creando un ambiente de promiscuidad con los medios de comunicación
y otras entidades brasileñas, buscando afianzar y adelantar sus intereses.

Los hacendados capitalistas y el agronegocio

En la parte anterior, describimos el modus operandi de las empresas transnacionales. No
obstante, dependen de una alianza con los grandes propietarios de tierras de Brasil para que
su actuación sea del todo eficiente. La palabra agronegocio tiene varios sentidos. En nuestro
diccionario, significa “cualquier actividad comercial de compra y venta de producto agrícola”.
Por lo tanto, un pequeño agricultor que va a la feria para vender también realiza un
agronegocio; pero no es de esto que se trata aquí. El agronegocio se convirtió en un concepto
sociológico que los propios hacendados capitalistas brasileños utilizan para definir el nuevo
modo de producción en la agricultura brasileña, resultante de sus alianzas con las empresas
extranjeras. Las principales características de este modo de producción en las haciendas son
las siguientes:

Utilización de grandes extensiones de tierra, a gran escala;

Producción bajo la forma de monocultivos, esto es, las haciendas se especializan en un solo
producto: soya o algodón, maíz, ganado, naranja, etcétera;

Uso intensivo de la mecanización agrícola, también como forma de reducir la fuerza de
trabajo;

Uso intensivo de agrotóxicos, o sea, venenos para combatir las enfermedades, plagas o
hierbas naturales;

Sobreerexplotación de la fuerza de trabajo, pues los trabajadores asalariados, bien sean
permanentes o temporales, y éstos sobre todo, ganan mucho menos que sus semejantes que
producen lo mismo en las haciendas de otros países;

Uso de técnicas de producción agrícola que dañan el medio ambiente y comprometen los
recursos naturales para las generaciones futuras; 7/ En general, los productos agrícolas están
destinados al mercado externo, por lo menos los que tienen el mayor peso en el Producto
Interno Bruto agrícola de Brasil, como la soya, el maíz, el arroz, el algodón, el cacao y la carne
de aves, reses y cochinos.

Entonces, la esencia del agronegocio reside en esta alianza. Por una parte, las transnacionales
suministran los insumos (como semillas, en general transgénicas, abonos, fertilizantes
químicos y agrotóxicos) a los hacendados capitalistas; y cuando la empresa no controla estos
insumos, viabiliza el acceso al crédito para comprar a través de préstamos en los bancos. Por
otra parte, el hacendado organiza la producción en la hacienda y se compromete a entregar la
producción a la transnacional. Ésta controla el mercado del rubro producido y, evidentemente,
impone su precio. Esta alianza determina la repartición de las ganancias generadas en la
producción agrícola. La empresa que compra y exporta los productos se queda con la mayor
parte y el hacendado brasileño con lo demás.

¿Y con qué parte se queda el pueblo brasileño?


¡Solamente la desgracia! Veamos: Los recursos naturales que deben ser patrimonio de todo el
pueblo, están degradados, y nadie sabe lo que quedará para las próximas generaciones. Los
trabajadores asalariados son sobreerexplotados. La riqueza sale del país, exportada. El pueblo
es cada vez más pobre, sin renta ni empleo. El pueblo brasileño no saca ningun beneficio de
ese modelo de producción en la agricultura. Y el resultado inmediato es el aumento del éxodo
rural, con el consiguiente crecimineto de las favelas y de la miseria en las ciudades. Así se
explica la absurda contradicción del gigante del sur, donde se producen más de 125 millones
de toneladas de grano al año, casi todo exportado para alimentar vacas, pollos y cochinos
europeos, cuando no es capaz de solucionar el hambre de más de 40 millones de brasileños y
brasileñas.

Si analizamos la situación en términos tributarios, recordamos la ley Kandir adoptada durante el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso, bajo el impulso del ministro de planificación. Con
esta ley, los hacendados y las empresas exportadoras no pagan impuestos de circulación de
mercancías de todos los productos agrícolas y primarios exportados. Así, usan nuestras tierras,
nuestras carreteras, nuestra energía, nuestra agua, y todo el patrimonio publico que viabiliza
las exportaciones sin pagar ni un centavo. A finales del año 2006, el ministerio de Hacienda
decretó que todas las empresas transnacionales exportadoras estaban autorizadas para dejar
hasta el 50% de todo el valor de sus exportaciones en las cuentas de sus bancos en el exterior.
Es decir, que la expoliación es tan grande que las empresas ya ni están obligadas a transferir
la totalidad de las sumas a los bancos de Brasil. Así se completa el modelo que viene
denunciando La Vía Campesina Internacional. El proyecto de las empresas transnacionales es
organizar la producción agrícola sin agricultores. Los propios hacendados, grandes propietarios
de las tierras, no son agricultores, viven en la ciudad y no entienden nada de agricultura.
Quienes siembran y producen son los trabajadores rurales, sus empleados. Aquellos son
capitalistas que tan sólo quieren ganancias mediante la producción agrícola. Por eso producen
dólares y no alimentos.

¡Y en ese modelo no caben los campesinos!
Junio 2007

Traducción: Joaquín Piñero/Grégory Maitrier

Joao Pedro Stedile
Dirigente del MST y Vía Campesina, Brasil.


https://www.alainet.org/en/node/127220
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS