País de apasionantes contrastes

17/10/2008
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Es imposible que un ser humano que haya experimentado la magia de estar en Bolivia quede indiferente luego de dicha vivencia liminal.

Bolivia es un país de exuberantes contrastes. Cohabitado por cerca de 40 pueblos originarios que hoy se encaminan a la autodeterminación progresiva. Tejida por un entramado de historias inconclusas de logros y frustraciones al son de la sinfonía de la esperanza.

En sus 199 ecosistemas, la naturaleza y el ser humano han cultivado una incalculable diversidad que hacen de Bolivia la octava potencia mundial en biodiversidad. Su territorio está fecundado por ingentes venas y bolsones de agua dulce que la convierte en la quinta potencia mundial apetecible en reservas de agua dulce. Menuda riqueza en un planeta cada vez más sediento. Sus inmensos yacimientos de gas natural, ahora, la colocan en la segunda potencia regional en este recurso, sólo superado por Venezuela. Sus minerales desfilaron y desfilan sin tregua alguna hacia los países enriquecidos, dejando sólo deshechos ambientales y galpones de miseria en este país de contrastes.

Con semejante riqueza, y con una población que bordea los 10 millones de habitantes, Bolivia es el segundo país más empobrecido de América Latina, sólo superado por Haití. La clase política que (des)gobernó el país la mantuvo casi siempre en los primeros puestos en la corrupción pública mundial. El Estado nacional nunca pasó de ser una pura ilusión, porque, quienes lo idearon, lo fundaron sobre los hombros de los indígenas, excluyendo a las grandes mayorías y a la medida de los intereses de la inepta seudo burguesía boliviana.

Bolivia nunca fue una nación consolidada y soberana. Sobre ella marcharon y la saquearon los españoles y los gringos. Luego el neocolonialismo siguió bajo el rótulo del libre mercado madi in USA y UE. Pero esta depredación ha tocado el tuétano y despertó al león dormido. Ahora el pueblo boliviano ha despertado de su histórico letargo y quiere existir como un país soberano, forjado por las diferentes nacionalidades que cohabitan en su territorio. Desde todos los rincones exóticos del país fluyen ríos de sueños por otra Bolivia posible de todos, con todos y para todos. Una Bolivia en la que ya no exista la sistemática y estructural negación del otro diferente. En la que la democracia deje de ser un slogan para enriquecimiento del rico y mayor empobrecimiento del pueblo. En la que el Estado y el Derecho dejen de ser una ilusión y se conviertan en una autoridad efectiva. En la que ya no exista más un Estado sin nación, ni naciones sin Estado. Hoy, es un tiempo trascendental y fecundo por que el pueblo emprendió el largo y tortuoso camino de la construcción de la bolivianidad.

Hoy, en Bolivia se ha entablado la batalla terminante entre la vida y la muerte. Entre el egoísmo y la solidaridad. Entre la opulencia y la prudencia. Entre el individualismo y la solidaridad. Entre la depredación insostenible de la madre tierra y la mesura ecológica. Ante esta contradicción fecunda es imposible que un mortal quede indiferente. Como nadie puede quedar indiferente al contraste astral entre el día y la noche. De lo contrario se es un Dios o un Demonio. Más no un humano.

- Jubenal Quispe es periodista quechua boliviano


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