De la guerrilla al gobierno
- Opinión
Hace más de 17 años, el 1º de febrero de 1992, una Plaza Cívica donde no cabía un alfiler recibía a la Comandancia del FMLN, la guerrilla salvadoreña. Se firmó –en ceremonia a la que asistí– los Acuerdos de Paz negociados hasta las 12 am del 31 de diciembre de 1991 (terminaba la SG de la ONU de Pérez de Cuéllar) con anexos y precisiones suscritas en el Castillo de Chapultepec, en México, el 13 de enero del 92. Los principales comandantes guerrilleros caminaban a cara descubierta por el centro de San Salvador para hablarle a una enorme masa hambrienta de justicia y paz. Saludaron a algunos dirigentes latinoamericanos y hablaron las cabezas de las 5 organizaciones que conformaban el FMLN, entre ellos, el comandante de las FPL, “Leonel”, Salvador Sánchez Ceren, actual vicepresidente electo junto al presidente Funes.
Una trabajosa negociación había concluido luego de que, tanto el Pentágono y el régimen salvadoreño, por un lado, como la guerrilla, por otro, concluyeran que el conflicto no tenía salida militar sino política. Dos ofensivas en las que el FMLN había ocupado barrios centrales de la capital y la existencia de una gran red de fuerzas sociales organizadas habían sido expresión de fuerza contundente pero no suficiente. Concluían más de 20 años de guerra provocados por el abuso, el golpismo y el fraude de una derecha cavernícola que negaba los más elementales derechos políticos a la mayoría de salvadoreños. Dejó miles de muertos –incluyendo la inolvidable figura de Monseñor Romero, asesinado por los “paramilitares” de D’aubison, el fundador de ARENA–, aunque los graves problemas económicos, políticos y sociales que alentaron el conflicto quedaban –en gran parte– pendientes de resolución.
La negociación de paz se centró en variar las condiciones políticas y de derechos humanos en El Salvador. Permitió que el FMLN se convierta en un partido político para competir políticamente. Se apartó de las FFAA a cabezas comprometidas con delitos de lesa humanidad y se constituyó una nueva Policía Nacional Civil (con presencia de ex guerrilleros). Se abrió una fase de lucha política.
Se conquistaron algunas reformas en la Constitución, promulgadas por un Congreso de derecha, vinculadas a condiciones políticas. Este fue el centro de las negociaciones entre el FMLN y la derecha salvadoreña sustentada por el Pentágono (que gastó casi US$1 millón diarios en la guerra), no las reformas económicas y sociales que el FMLN aspiraba a alcanzar con su actividad política –ya no militar– futura. Tomó 17 años y 4 elecciones, desde ese febrero del 92, batallar contra sucesivos gobiernos de derecha –aglutinada bajo la dirección de ARENA– para que el FMLN ganara las elecciones el 15 de marzo. Se abre ahora el camino del cambio desde el gobierno de Mauricio Funes y Salvador Sánchez Ceren, que toma posesión el 1º de junio.
Las elecciones batieron récord: unos 2’631,000 de votantes (el voto no es obligatorio). 63% de la población registrada contra un 54% de participantes en las elecciones parlamentarias y municipales de enero. El FMLN obtuvo un 51.5% de votos, superando por cerca de 70,000 votos al candidato de ARENA, el ex jefe de la Policía.
El triunfo fue precedido por una campaña sucia como ninguna y maniobras de fraude como negar el padrón electoral a los partidos. Una auditoría de la OEA descubrió más de 100,000 muertos no depurados y cantidades superiores de inscritos sin dirección física. Pero el día de la elección, múltiples hechos anunciaban la victoria del FMLN, incluyendo el voto de personeros de ARENA, en algunas mesas, por el FMLN. Al conocerse el conteo, decenas de miles de salvadoreños salieron a celebrar, mientras ni el candidato oficialista ni el gobierno hacían el elemental gesto de saludar abiertamente al triunfador. El aire se cortaba con un cuchillo.
Funes, presidente electo, se proclamó como tal y anunció que iniciará un gobierno para todos los salvadoreños, con transparencia y control ciudadano, buscando construir una sociedad de justicia y que atienda a los más pobres y afectados por la crisis. Mientras, en el campo de la derecha, el impacto de la derrota se dejaba sentir: demandas de renuncia a la dirección de ARENA, una saludable división entre empresarios decididos a boicotear a Funes y otros dispuestos a cooperar y a trabajar por el país, un proceso en el que los partidos de derecha y centro derecha aliados a la candidatura de ARENA comienzan a plantearse recuperar su independencia y terminar con la bota que los ha sometido por décadas, según afirman. Entre ellos, el Partido de Conciliación Nacional –fiel de la balanza en el nuevo Congreso a instalarse en unas semanas–, que busca intensamente relaciones con el FMLN que abriría paso a una nueva situación.
La principal base política de los halcones norteamericanos en Centroamérica se ha derrumbado. Ello implica un cambio geopolítico muy importante, más aún en época de crisis, en que las aventuras militaristas imperiales no pueden obviarse entre las alternativas posibles en su lucha por mercados y recursos naturales, por mantener o ampliar áreas de influencia. No hay duda: una nueva era está en curso en América Latina en medio de esta crisis que es, también, una extraordinaria oportunidad de cambio.
La República, 23 de marzo de 2009
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