Copenhague: Otro Mayo 68

21/12/2009
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La pregunta que interroga por el sentido de la civilización es la más universal y pertinente” (Paráfrasis antagónica a lo propuesto por Heidegger: “La pregunta que interroga por el sentido del ser es la más universal y vacía”: “El Ser y el Tiempo”; M. Heidegger; Fondo de Cultura Económica, México, 1951).

En cierta forma, ha comenzado ya la Tercera Guerra Mundial. Contrario a lo esperado, no estalló en Líbano, Cisjordania, Teherán o Bagdad. Además, en este conflicto el uranio no es el elemento principal de confección de las armas de destrucción masiva, sino el dióxido de carbono (CO2).

Empero, algunos hechos históricos se repiten. Al igual que en el París del 68, episodio que anunció el inicio de la crisis general del capitalismo, ahora, cuatro décadas después, el COP-15 anuncia el inicio del colapso civilizacional, por entero capitalista y occidental.

Desde la perspectiva de las Ciencias Sociales, ningún modo de producción desaparece súbitamente, ni tampoco surge de la noche a la mañana. Sabemos que existe todo un período de interfase entre el modo productivo que muere y el que nace. Y al parecer, todo indica que tras cuarenta años consecutivos de ingobernabilidad nos encontramos en este momento a mitad de camino de esta singular e histórica fase transicional.

Las mismas consignas que retumbaron en la cumbre de Copenhague así lo evidencian: ¡Cambio de sistema, no de Clima! Ello anuncia, entre muchas otras cosas, al menos dos aspectos sustantivos. El primero, que la lucha ambientalista rápidamente se va transformando en lucha anticapitalista. Y lo otro, es que se está ensanchando considerablemente el escenario central de la lucha de clases, trasladándose desde sus tradicionales ámbitos (la fábrica, el sector terciario, el oenegenismo y otros), hacia el ámbito ecológico, donde la biosfera resulta ser el gran campo de lucha política, tanto entre regiones, países como entre clases sociales.

Ya Naomi Klein observaba y preveía muy lúcidamente, en un artículo suyo pocos días antes de iniciar la COP-15, que la cumbre de Copenhague iba a superar con creces el impacto político del movimiento anti-globalización en Seattle, 1999.

Y así es, o mejor dicho, así fue. Los llamados “Guerreros del medioambiente” (vistos durante mucho tiempo por encima del hombro y con cierto desdén por ciertos diversos sectores de la esclerosada izquierda tradicional), se han transformado poco a poco de “eco-histéricos” (según el término peyorativo en uso por parte de las derechas), para convertirse en anti-capitalistas.

De esa cuenta, las contundentes campañas globales de incidencia política y concienciación ciudadana emprendidas por Avaaz; las crecientes habilidades y capacidades organizativas desarrolladas desde dos años de antelación por el movimiento justicia para el clima; la importante iniciativa política y jurídica actualmente impulsada por el Nóbel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, por la instauración de un Tribunal Penal Internacional para sancionar los crímenes en contra del medioambiente; las luchas de Greenpeace y Oxfam, son sólo algunos de los nuevos elementos constitutivos que están hoy en día conformando una nueva vanguardia revolucionaria internacional.

Así como mayo del 68 denunciaba la crueldad imperialista en Viet –Nam, ahora, Copenhague denuncia la locura capitalista en contra del planeta entero. La actual destrucción es equivalente a mil Viet-Nams.

 

El desafío y la agresión son pues mucho mayores. Se trata de las batallas finales de la larga guerra entre el capital y el trabajo. Es el poder del dinero y de la demencial ambición materialista de las CTs por la tasa media de ganancia, en contra de la vida.

En esta guerra no caben las posiciones neutrales. O se está del lado de las fuerzas disipativas del capitalismo voraz, o del lado de las fuerzas de integración. Wallerstein señala que el presente representa una rara (excepcional) fase en la historia de la humanidad, una fase en la cual la elección moral de cada individuo (libre albedrío), cuenta mucho y adquiere inusual peso e importancia frente a las realidades estructurales (el “mundo real” como proyección del “Yo interior”).

La responsabilidad histórica colocada en nuestras manos es de pavor. Se nos ha encomendado garantizar la supervivencia de la actual civilización humana.

Lamentablemente, los resultados de COP-15 no ayudan demasiado. Kumi Naidoo, director general de Greenpeace lo resumió de la siguiente manera: “Esto es traición y racismo. Este texto (acuerdo final), significa condenar a los habitantes de las pequeñas islas. Aquí (Copenhague) se pierde el tiempo. ¿Qué habrían hecho si estuvieran en riesgo los habitantes de Manhattan, París o Berlín? No hay urgencia porque les toca a los que son pobres, no son potencia militar y tienen un color dinstino de piel” (Agencia Ansa, Buenos Aires, 19 de diciembre, 2009.

Todo lo anterior obliga a enfatizar la extrema urgencia de unificación y alianza estratégica entre la sociedad civil global anticapitalista (movimiento anti-globalización) y las fuerzas políticas progresistas.

Las tareas y luchas que vienen a lo inmediato son inmensas. La constitución de la V Internacional es sólo una de ellas. El imperialismo tiene poco tiempo. Sus líderes lo saben y el poder de sus estructuras globales no va ha colapsar sin antes evitarlo a través de un nuevo gigantesco baño de sangre.

De eso se trata la globafascistizaciòn. De eso es lo que tenemos que librarnos.

Si los intereses de los centros hegemónicos capitalistas no son vinculantes con los intereses sagrados de la vida, entonces no queda otra alternativa que la rebelión mediante un gran movimiento mundial de masas.

Sergio Barrios Escalante

Científico Social e Investigador. Escritor. Edita la Revista Raf-Tulum.

 

 

https://www.alainet.org/en/node/138505
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