Sudáfrica: un Mundial desangelado
11/07/2010
- Opinión
Todo lo que empieza debe terminar y la Copa del Mundo 2010 llegó a su fin con la victoria cantada –sospechosamente desde el inicio del certamen- de España, por la mínima diferencia sobre Países Bajos. Aun cuando la FIFA sostiene que la clausura de tan magno evento fue la más vista en la historia de este tipo de competencias, lo más probable es que a Sudáfrica 2010 se le recuerde más por diversas situaciones absurdas e incidentes en muchos casos poco relacionados con el fútbol, que lamentablemente repercutieron de manera desfavorable en el certamen. No hay que perder de vista las expectativas que generó la realización de esta justa deportiva, por primera vez, en un país africano.
Aun cuando el esfuerzo por parte de las autoridades sudafricanas para llevar a cabo la Copa del Mundo es encomiable, es un buen momento para valorar qué beneficios tuvo para ese país de casi 50 millones de habitantes, de los cuales, la mitad viven por debajo de la línea de pobreza, amén de que la cuarta parte de los sudafricanos se encuentra infectada por el VIH/SIDA. El último partido del mundial de fútbol se jugó el día de ayer, y muchos se preguntan sobre la utilidad y el futuro de toda la costosa infraestructura edificada en ese país, donde el ingreso promedio de la población, le impide acceder a las actividades lúdicas que previsiblemente se llevarán a cabo en los estadios. Claro está, hay también obras de infraestructura inconclusas, que simple y llanamente no pudieron ver la luz. ¿Significa esto que nunca más deberá ser el continente africano escenario de una Copa del Mundo o de otras justas deportivas de gran envergadura? Si bien Sudáfrica fue previamente sede de otros eventos deportivos como el rugby, no faltará ahora quien diga que lo mejor es excluir al continente africano como anfitrión de torneos subsecuentes de fútbol.
Las selecciones africanas que participaron en la contienda, tienen verdaderamente un largo camino por recorrer. Sin embargo, el desempeño que tuvo la selección de Ghana -quien eliminó muy pronto a Estados Unidos y más adelante cayó, de manera gloriosa, frente a Uruguay en el que fue, posiblemente, el mejor partido del mundial- permite un espacio para el optimismo y el retiro temprano del resto de los equipos africanos, incluyendo al del país anfitrión, no debería generar desánimo. Lo que sí es cierto es que para la población local, una vez que los Bafana Bafanaquedaron eliminados tras la primera fase, decreció el interés por la Copa del Mundo, a tal punto, que el Presidente sudafricano Jacob Zuma convocó a la población a ir a los estadios, los cuales nunca lucieron llenos, ni siquiera el día de la inauguración, cosa que ciertamente causó disgusto en las altas esferas de la FIFA –pero que las propias autoridades de este organismo trataron de minimizar.
Un hecho que recibió relativa cobertura de parte de los medios, fue la relajada seguridad imperante para un evento de estas magnitudes. Constantemente se escuchaba sobre hurtos en los hoteles en que se hospedaban las diversas selecciones participantes y la cereza en el pastel fue el robo de varias réplicas de la Copa del Mundo de las mismísimas oficinas en que la FIFA estableció su centro de operaciones. Lo más lamentable es que, pese a que las autoridades sudafricanas reconocieron el robo, la FIFA inicialmente negó que haya ocurrido, aunque más tarde reconoció el hurto y le restó importancia.
La afluencia de miles de turistas a Sudáfrica no ocurrió en las proporciones esperadas. Parte del problema estriba en que Sudáfrica no es un destino de fácil acceso, por lo que los paquetes turísticos se cotizaban a precios sumamente altos. Un problema adicional y externo al certamen pero que le afectó, es la recesión internacional, misma que rápidamente impactó al ramo turístico en todo el mundo, por lo que los 400 mil visitantes que asistirían al país africano, al final se redujeron a la mitad.
Bueno y ¿qué se puede decir del evento en sí? A grandes rasgos, quedó muy por debajo de las expectativas. Francia brilló más por los pleitos entre los jugadores con el director técnico y la directiva, en un episodio digno de la república más bananera del planeta. Otra selección que por poco vive su propio Waterloo fue la de Inglaterra, que quedó fuera del certamen muy temprano. Y lo mismo ocurrió con grandes equipos, como Brasil e Italia. Varias de las estrellas del balón pie se perdieron el evento por lesiones. Pero Messi, Kaká, Drogba, y Cristiano Ronaldo demostraron que no son jugadores de selección, sino jugadores de clubes. La excepción y grata sorpresa, por supuesto, fue Diego Forlán, responsable del extraordinario desempeño mostrado por la selección de Uruguay.
¿Y qué decir del arbitraje y de la resistencia de la FIFA a apoyarse en la tecnología a fin de reducir el margen de error en las decisiones de los nazarenos?
Lo más decepcionante, por supuesto, fue la final entre España y Países Bajos, donde la violencia se impuso al juego limpio, y el arbitraje dejó mucho qué desear. En suma, Sudáfrica 2010 quedó en poco fútbol, poco público, y muchas frustraciones. Quizá de ahí emana el interés por el pulpo Paul, porque resultó más entretenido que lo que las 32 selecciones participantes podían ofrecer a los espectadores.
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
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