Wikileaks sigue provocando polémicas en el mundo
- Opinión
En Argentina también hay revuelo por las filtraciones de Assange
Como era previsible, el escándalo de 250.000 cables reservados de la diplomacia norteamericana no se iba a agotar en pocos días. En nuestro país también hay polémica y varias interpretaciones sobre WikiLeaks.
Después que las autoridades estadounidenses caracterizaran como “peligrosos criminales” a quienes difundieron tanta información reservada, el titular de WL vive escondido. Para colmo, funcional a la administración Obama, la justicia sueca ha pedido la detención de aquél a INTERPOL por denuncias de dos mujeres.
A Julian Assange no le sido fácil la vida luego de las revelaciones; incluso sus servidores de alojamiento fueron cerrados unos tras otros. Hay una campaña de persecución contra él y su ahora famoso WikiLeaks. No es difícil adivinar quiénes forman parte de la jauría de persecución: allí están el Departamento de Estado de Hillary Clinton y el secretario de Justicia, Eric Holder. La CIA y el Pentágono, en alerta rojo, sirven a esa averiguación.
Por ahora el único detenido es el soldado Bradley Manning, analista de inteligencia del Ejército, arrestado en junio. Quizás lo suyo tuviera que con las filtraciones sobre las guerras de Afganistán e Irak, previas a este escándalo.
Las autoridades norteamericanas querrían ver crucificado a Assange, o algo peor aún, al modo inquisitorial. Ciertos gobiernos progresistas en cambio han expresado su simpatía por el personaje. Hugo Chávez tomó por ciertas las informaciones filtradas el domingo 28, y al canal oficial de su país dijo que el imperio había quedado al desnudo. Incluso pidió la renuncia de la secretaria de Estado.
El vicecanciller de Ecuador, Kintto Lucas, expresó que si el fundador del sitio necesita un lugar dónde vivir, podía ir a Quito. Se supone que la oferta cuenta con el apoyo del presidente Rafael Correa, preocupado por desmonopolizar los medios de su país.
Algunos críticos del australiano le reprocharon no haber dado información sobre los emporios económicos de Estados Unidos, pero el aludido les cerró la boca. Hizo saber que tiene muchísima información sobre un banco estadounidense y que la dará a conocer. Ya está temblando el Bank Of America y algunos otros que tienen la cola sucia. La información aseguraría que esa entidad financiera hizo maniobras antiéticas o directamente ilegales como en su tiempo la energética Enron. La crisis de 2001 estuvo muy asociada a la quiebra de esa firma, del mismo modo como la de 2008 con la del banco Lehman Brothers.
La reacción indignada de Hillary Clinton y la embajada de EE UU en Buenos Aires, es un indicador objetivo de que la información fue cierta y que perjudicó la imagen de la superpotencia. Quedó como lo que es: un poder que se cree ombligo del mundo y con derecho a espiar a los demás países, incluso a agredirlos llegado el caso.
Manos en la “massa”
Frente a tamaña cantidad de material ventilado a la luz pública, importa valorarlo de conjunto: ¿es verosímil o es carne podrida?
Tratándose de 250.000 cables enviados desde el Departamento de Estado hacia las embajadas y consulados de EE UU, y viceversa, es lógico que esa montaña de información parezca una maraña difícil de entender. Y que haya situaciones particulares o regionales que merezcan una determinada lectura, de poca sintonía con el conjunto.
Por ejemplo, el iraní Mahmud Ahmadinejad, enojado porque aparece en las filtraciones muy aislado del resto de los gobiernos árabes, descalificó la documentación. En otras palabras, dijo que era un armado de la CIA.
Sin llegar a ese extremo ridículo, el mandatario boliviano declaró que detrás de estas filtraciones podía haber un interés de enemistar y hacer pelear a los presidentes sudamericanos. Quizás Evo Morales estaba molesto por dos filtraciones: una, le adjudicaba un acuerdo con Ahmadinejad para explotar el uranio en Bolivia; dos, la presidenta argentina habría aceptado colaborar con la diplomacia yanqui en Bolivia, pero habría pedido discreción para que Evo no se ofendiera. Lógico: después del destape, al aymara no le gustó esa información.
A propósito: si Hillary Clinton habló 20 minutos con Cristina Fernández el jueves, intentando disculparse, ¿no tendría que llamar la presidenta a su colega boliviano, explicando lo que considere necesario? Es que la enseñanza para los gobiernos del Tercermundo sería que hay que dialogar mucho más con los líderes de países hermanos y no con los embajadores, enviados y autoridades estadounidenses.
Entre los cables firmados por el anterior embajador norteamericano Earl Wayne y su sucesora Vilma S. Martínez hay varios que dejan muy parados a políticos como el ex jefe de Gabinete, Sergio Massa. Admitió los diálogos con sus interlocutores de la embajada, aunque negó los gravísimos dichos que se le atribuyen respecto a Néstor Kirchner. Su desmentida suena a falso y en todo caso se refiere a un aspecto menor: lo más grave es que este político y muchos más, que revistan tanto en la oposición como en el oficialismo (Daniel Scioli), hacen un culto de la relación con esa embajada. Tienen asistencia perfecta los 4 de julio, cuando el imperio festeja el día de la Independencia y esta mansa clase política come de su mano en el Palacio Bosch, la residencia del embajador. Y, agradecida, habla de más, allí y en las reuniones en los diferentes ministerios.
Será pura subjetividad del cronista, pero viéndolo al ex jefe de Gabinete poner cara de y decir cosas de cretino ayer con la octogenaria Legrand, la intuición dice que WL lo tomó con las manos en la “massa”.
Para elegir
El llamado de la canciller estadounidense a la presidenta argentina es un dato objetivo de que las filtraciones eran verdaderas y habían afectado las relaciones bilaterales (no significa que todas y cada una de las afirmaciones de los cables constituyan política de Estado de Washington).
A partir de allí hay opiniones para todos los gustos.
Un joven bloguero, Lucas Carrasco, sacó patente de experimentado analista internacional ante el panel del kirchnerista 678, diciendo que el blanco de la filtración era Hillary Clinton (lo que resulta obvio) y que la mano traviesa podía ser la derecha republicana. Falso. La derecha de ese partido, Sarah Palin, está criticando a Obama por inútil pero eso no significa que Assange haya pactado con ellos. Más bien parece un periodista liberal, lo que también se trasunta en la ideología no ultraderechista de los medios a los que dio la primicia.
Ese programa oficialista dedicó dos programas o más a solazarse con que se había caído el “operativo WikiLeaks” de los medios opositores. Parece un error de interpretación. Una cosa es que Clarín y La Nación sintieron alegría por ver cables estadounidenses que refrotaban información del tipo de Perfil en 2006, sobre la supuesta enfermedad bipolar de Cristina Fernández.
Eso sí se cayó, y en buena hora. Pero no se debería identificar los planes de esos dos diarios con toda la información referida a Argentina y ventilada en estos días. ¿O es falso que Massa y políticos K dan información a la embajada? ¿Es erróneo que Clinton pidió información sobre el estado de salud de Cristina Fernández así como antes lo habían solicitado sobre su marido? ¿Es verdad o no que Arturo Valenzuela, operador de Hillary, tuvo un cortocircuito con el gobierno por sus dichos de que faltaba “seguridad jurídica?
Luciano Galende y sus colegas de Canal 7 tendrían que tomar nota de esta especie de advertencia que dejó escapar Joaquín Morales Solá el 30/11: “es una lástima, por otro lado, que no se conozcan aún los mensajes intercambiados entre la embajada norteamericana y el Departamento de Estado los días inmediatamente posteriores a la asunción de Cristina Kirchner. Tres días después de su llegada a la presidencia se conoció en los Estados Unidos el proceso abierto en Florida por el caso Antonini Wilson y su valija voladora con 800.000 dólares”.
Luis D´Elía, quien le cree a Assange, opinó: “los cables muestran un imperio decadente, errático e impune. Wikileaks es una especie de Perestroika y Glasnost de los Estados Unidos”. Al cronista le gusta jugar de vez en cuando al truco y le diría a D´Elía: quiero el envido y paso el truco. Este imperio sí que es decadente; el país con capital en Moscú era decadente pero no un imperio.
Todas las interpretaciones políticas y periodísticas son válidas, pero hay que tener cuidado con la venta de “carne podrida”, como los artículos firmados por Christian Sanz, de Tribuna de Periodistas. Fue el impulsor de la campaña de que Cristina Fernández supuestamente no tenía título de abogada y es el que sembró dudas sobre cómo murió Kirchner y el largo del cajón. Sobre el caso WikiLeaks sostiene que es una jugada del propio gobierno estadounidense para “blanquear” su democracia. Sanz, sindicado como de cultivar contactos con los servicios de inteligencia, debería saber que la Casa Blanca tendría otras formas para ese blanqueo, en vez de tirar tanta brea.
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