Si tumban a Kadaffi… ¡se les cae el tablero!

15/04/2011
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
La revolución democrática mundial –que se expresa con particularidades nacionales y étnicas en el mundo árabe– está revelando no sólo la crisis sistémica que vive el mundo capitalista sino la extremada debilidad y fragilidad del régimen político que las potencias occidentales han organizado a nivel orbital para legitimar sus acciones intervencionistas (ONU, OTAN, y demás alianzas).
 
Esas luchas por democracia política que los pueblos y trabajadores árabes desarrollan en la actualidad también han puesto en evidencia la crisis de los movimientos anti-capitalistas y anti-imperialistas. El pensamiento revolucionario de los demócratas “socialistas” y/o nacionalistas, no pasó la prueba de las nuevas realidades del siglo XXI. Han caducado las teorías que sustentaron los movimientos nacionalistas anti-imperialistas del siglo XX.    
 
Hoy los pueblos y trabajadores de Túnez, Egipto, Libia, Bahréin, Yemen, Marruecos, Jordania, Siria, Irán, Irak y otros que preparaban sus propias revueltas, enfrentan casi solos –huérfanos de orientación y solidaridad internacional- a los gobiernos dictatoriales y sátrapas criminales en el poder y, están a expensas de las intrincadas y clandestinas intervenciones armadas y “pacíficas” de las potencias económicas de todo el mundo (occidental y oriental, del norte y del sur), que no quieren perder el control sobre el petróleo pero que también temen la expansión del espíritu revolucionario en sus propios países.
 
En Túnez y Egipto, las oligarquías capitalistas usan al ejército y a las cúpulas de los partidos burgueses y pequeño-burgueses para frenar la revolución y para derrotarla a plenitud. La trampa montada en Libia ha querido ser utilizada en los demás países para confundir a la población rebelde que exige democracia. Sin embargo, el ímpetu de lucha contra las dictaduras y gobiernos autocráticos no ha decaído.
 
Los estrategas imperiales sabían de antemano que el derrocamiento en cadena de los déspotas  subordinados a sus intereses era muy mal ejemplo para otras regiones del mundo. Eran conscientes que el triunfo político de los pueblos árabes alimentaría el espíritu revolucionario de los trabajadores y pueblos de Europa, Norteamérica, China, India y otros países en donde se han acumulado problemas sociales, económicos y políticos que reflejan la crisis estructural del sistema capitalista.
 
Además, cada avance democrático de los pueblos árabes – así fuese parcial e incipiente –, serviría para profundizar la revolución, generaría condiciones para un nuevo tipo de nacionalismo pan-árabe, y pondría en peligro la “estabilidad regional”, que es la definición que le dan al control político imperial de esa región del mundo, que está centrado en sostener a la aliada y subordinada hegemonía saudí (Arabia Saudita).
Con la intervención en Libia, aprobada por todas las potencias económicas del mundo – incluyendo los países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que miraron para otro lado, y la autorización de la Liga Árabe –, aspiraban a que esa intervención generara entre las masas árabes la sensación de que la “transición democrática” podría hacerse desde la ONU, con moderación y control supervisado por las potencias occidentales.  
 
Pero no fue así. Tal cálculo no se cumplió. Los pueblos y los trabajadores de los demás países árabes perciben la caída de Kadaffi en Libia como parte de sus luchas, y aunque rechazan la intervención extranjera, saben que un triunfo contra las autocracias va a abrir – como lo está haciendo –, una gran brecha para avanzar en la conquista de libertades políticas, el derecho de reunión y de asociación y la libertad de prensa, que son armas de gran importancia para construir nuevas realidades sociales y políticas en cada país y en la región.
 
Hoy las potencias imperialistas no saben qué hacer. Anuncian todos los días la caída de Kadaffi pero saben que si lo tumban no podrán detener el desplome de sus dictadores de bolsillo en los demás países. Además, al igual que en la misma Libia, no tienen la seguridad absoluta de que las nuevas realidades políticas les garanticen el mantenimiento de “su estabilidad” y control, dado que no tienen la fuerza política interna que les genere la suficiente confianza. Están aprendiendo de Irak y Afganistán.   
 
Mientras tanto, los heroicos pueblos y trabajadores del mundo árabe – a pesar de las masacres y conspiraciones internacionales –, siguen mostrando una energía y beligerancia admirables. La hegemonía saudí está en graves problemas. Es posible que – en el corto plazo – las revoluciones sean derrotadas, pero los pueblos dieron ya los principales pasos: se liberaron del miedo, removieron de sus mentes las divisiones étnicas y religiosas, desmitificaron los ejércitos y líderes “nacionalistas”, y re-descubrieron su fuerza transformadora. ¡Esa es la mayor conquista!
 
Lo que sucede en el Norte de África y Medio Oriente ha puesto sobre el tapete la necesidad de profundizar el debate sobre la “crisis de pensamiento revolucionario”. El proletariado – golpeado en su esencia revolucionaria desde hace 87 años –, cuando la línea “chovinista gran rusa” se impuso en el proceso socialista de la URSS, no se había podido reponer de esa derrota histórica. Los intereses nacionales terminaron por ahogar los sueños libertarios de los trabajadores y las teorías radicales de transformación social se fueron diluyendo en un anti-imperialismo estrecho. Hoy se empieza a desbrozar de nuevo la senda internacionalista.     
 
Sólo si clarificamos el camino podremos alimentar y unificar las luchas democráticas de los pueblos latinoamericanos, árabes y de otras regiones del mundo, para transformarlas en revoluciones sociales. Sólo así los pueblos y trabajadores del mundo entero podrán aprovechar la actual parálisis inercial de los imperios y diversos bloques de potencias económicas que, ante la decadencia estadounidense y la debilidad estructural que sufre todo el sistema-mundo capitalista, lo único que hacen es sobreaguar su propia crisis.
 
La revolución despeja el camino. No tengamos miedo de enfrentar nuestras deficiencias teóricas y vacilaciones políticas. La fase pre-revolucionaria que estamos viviendo nos obliga a ajustar el pensamiento y a mirar hacia el futuro. ¡Hagámoslo! 
 
Popayán, 16 de abril de 2011
https://www.alainet.org/en/node/149094
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS