Los cancilleres hicieron todos los preparativos en Caracas

Habrá en julio una suerte de OEA sin EE UU ni Canadá

29/04/2011
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Los cancilleres de 33 países de Latinoamérica y el Caribe se reunieron este martes en Caracas. Acordaron el documento fundacional de la Comunidad de Estados de América Latina y del Caribe (CALC). El parto será el 5 y 6 de julio.
 
 El canciller Héctor Timerman a veces se hace pasible de críticas justificadas, como cuando se alinea con Estados Unidos en la cuestión de Irán y viaja a Tel Aviv para mantener reuniones con un neonazi como Benjamin Netanyahu.
 
 Pero en otras ocasiones se merece una felicitación, como cuando promueve la unidad latinoamericana y caribeña en la futura CALC, o también mencionada como CELC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Será un mayor espacio político e institucional que el que ya ocupan el Mercosur y la Unasur.
 
 El funcionario argentino estuvo el martes 26 en la capital venezolana. Junto a sus colegas de todos los países involucrados en la gestación de la mencionada Comunidad, participó de las reuniones de trabajo presididas por el canciller anfitrión, Nicolás Maduro.
 
 Así fue que se acordó un documento que será puesto a la consideración de los presidentes, para que se hagan los aportes y señalamientos necesarios. Si se logra un consenso básico, por el que se viene abogando desde hace dos años y medio, entonces sí estará despejado el camino hacia la fundación formal de la CALC o CELAC. Está previsto que esa aparición con todas las de la ley sea el 5 y 6 de julio venidero en Caracas, lo que coincidirá con la fecha del Bicentenario de la independencia de ese país bolivariano.
 
 Las diferencias políticas entre Venezuela y demás integrantes del ALBA (Alianza Bolivariana de nuestra América), con los pocos gobiernos que aún adhieren a tesis neoliberales y firman Tratados de Libre Comercio con Washington –casos de Colombia, Perú y Panamá, entre otros- no son sencillas de conciliar. De allí que las cosas necesitan más reuniones y conciliábulos que las normales, para tratar de llegar a denominadores comunes o al menos a soluciones intermedias que puedan firmar todas las partes.
 
 ¿Cuál es la importancia de la proyectada Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe? ¿Acaso no existe desde la década del ´90 el Mercosur y desde 2008 la Unasur? Si. Pero el primero es un bloque comercial que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, con invitados como Bolivia, Colombia, Chile y Venezuela (esta última pidió su incorporación plena en 2006 y todavía no la ha logrado por frenos en el Senado de Brasil y últimamente en la derecha de esa cámara en Asunción).
 
 Y la segunda, Unasur, es una instancia política, que ha jugado un buen papel en las crisis ocasionadas por los intentos de golpe en Bolivia y Ecuador, así como en el que lamentablemente triunfó en Honduras (2009). Sus bondades también se vieron en ocasión de los conflictos políticos y fronterizos entre Colombia y Venezuela, promovidos por Bogotá, que tuvieron momentos de alta tensión y hasta de riesgos bélicos.
 
 Como su nombre lo indica, Unasur agrupa a los países sudamericanos y dejaba fuera a México, a los centroamericanos y los caribeños (entre otros a Cuba). La instancia de la CALC es más amplia y superadora.
 
 Una OEA mucho mejor
 
 Venezuela ejerce desde el año pasado la presidencia pro-tempore de la CALC, que nació en febrero del año pasado en Cancún, México, durante la Cumbre del Grupo de Río. La Comunidad en ciernes está siendo animada por Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua y Panamá, además de Paraguay, Perú, República Dominicana, San Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucia, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Un repaso de esta amplia y representativa lista de asociados revela que han sido excluidos Estados Unidos y Canadá, potencias que –en particular la primera- han hecho y deshecho en la Organización de Estados Americanos (OEA).
 
 Esta ausencia del imperio y de su socio continental en los grupos de poder mundial conocidos como el G-7 o el G-8 –sin Rusia o incluyéndola-, es en principio una condición muy favorable. Los gobiernos representados de la región podrán hablar de igual a igual sobre temas trascendentes para nuestros pueblos sin la presencia distorsionante de la primera potencia mundial.
 
 Incluso los gobiernos más obedientes de la Casa Blanca, como los ya citados de Colombia, Perú y Panamá, y otros como Chile y Honduras, tendrán posturas menos reaccionarias cuando en el salón de reuniones se vean solos, sin el marca del enviado del Departamento de Estado. Sin la comisaria política Hillary, hasta sus habituales aliados tomarán alguna distancia de la política yanqui.
 
 Y la otra diferencia con la OEA, ligada a la ausencia forzosa de EE UU y Canadá, es que Cuba está entre los socios fundadores de la CALC-CELAC. Como reza el proverbio chino: “el plato de la venganza se come frío”. Tuvieron que pasar exactamente cincuenta años desde que la isla fue raleada de la OEA, con el voto vasallo hacia Washington de prácticamente todos sus integrantes y algunas pocas abstenciones, para que pudiera regresar a una entidad similar, donde se le ha dado la bienvenida. Chávez dijo que la isla siempre debió estar allí. Para los cubanos esta pertenencia a la entidad latinoamericana y caribeña es una extraordinaria victoria política y diplomática. También puede que los ayude a mejorar sus vínculos comerciales y aliviar en ese sentido los sacrificios y limitaciones derivadas del bloqueo estadounidense.
 
 Como es obvio, la ausencia propia y la presencia cubana es un doble golpe a la política del imperio, que tratará por todos los medios de antagonizar mediante la OEA. No tendrá demasiado éxito, porque aún con la secretaría del chileno José Miguel Insulza, todo el mundo sabe que ese sello es de matriz estadounidense. Y coherente con esa falla de origen, no sirve a los pueblos de la región, como se vio en la crisis de Haití, el golpe de Roberto Micheletti en Honduras, el intento de derrocamiento de Rafael Correa en Ecuador, la continuidad de la ocupación británica en Malvinas, etc.
 
 Más aún, sería bueno que la naciente Comunidad se mire en el espejo de la OEA para tenerla como maestro “por ejemplo negativo”, diría Mao Tsé tung, y no se le parezca en absoluto.
 
 Su gestación
 
 La criatura por nacer todavía no tiene un nombre bien preciso, porque en algunas de las reuniones preparatorias se la llama CALC y en otras Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Como sea, en la reunión del 26 de abril pasado en el Hotel Meliá Caracas, representantes de 29 sobre 33 países, preacordaron un documento de base así como el Estatuto de Procedimientos y una primera redacción de la Cláusula Democrática. Uno de los más activos sobre este tópico fue la delegación argentina, que había actuado en la misma dirección democrática en Unasur.
 
 La derecha continental ha tratado siempre de sentar en el banquillo de los acusados a Cuba con cláusulas de ese tipo, desconociendo que en la isla hay un gobierno popular y un sistema político basado en elecciones de amplia participación.
 
 Últimamente, la introducción de cláusulas democráticas más bien van en contra de gobernantes como Porfirio Lobo, el heredero del golpe en Honduras, o le ponen límites a intentos desestabilizadores como los que sufrieron Correa y Evo Morales. Esto, sin olvidar el plan destituyente en Argentina entre 2008 y 2009, impulsado por la Patria Sojera, Clarinete y el “Grupo A” en el parlamento. De allí la sensibilidad de Cristina Fernández frente a este riesgo para la democracia y su oportuno planteo preventivo en los foros. Uno de los padres de la criatura no estará como presidente en Caracas en julio. Ojalá, vaya como invitado especial por su mérito en el desarrollo del proyecto. Se trata de Luiz Inacio Lula da Silva, el mandatario brasileño que en diciembre de 2008, cuando comenzaba la peor crisis del capitalismo global en décadas, organizó en Costa da Sauipe, cerca de Salvador de Bahía, un cumbre simultánea de varios espacios regionales. Allí deliberaron, uno detrás de otro, la 36° Cumbre del Mercosur, el Grupo de Río, la Unasur y la considerada I Cumbre latinoamericana y caribeña. Raúl Castro fue recibido con el cariño de todos los representantes, que le daban cordialísima bienvenida a Cuba, entre ellos Cristina y el canciller Jorge Taiana.
 
 La II Cumbre de la comunidad que buscaba definir su perfil y alcances se hizo en Cancún, en febrero de 2010, con Felipe Calderón que no se destaca precisamente por su tercermundismo. Y la III, que sería la definitiva para el lanzamiento de la entidad, será en Caracas en julio próximo; el Bicentenario venezolano se conmemorará a toda orquesta, como sucedió en Argentina en mayo del año pasado. En la cita azteca de 2010 el canciller cubano, Bruno Rodríguez, feliz por el avance de la iniciativa, expresó: "recuerdo que cuando el comandante en jefe, Fidel Castro Ruz, conoció los datos que se habían concluido en la reunión de Cancún, calificó este proceso como el hecho institucional más importante de los últimos 100 años en nuestro hemisferio".
 
 El tiempo dirá pronto si esa fue una expresión de deseos, exageración o pronóstico acertado.
 
https://www.alainet.org/en/node/149376
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS