Extremismo de la derecha europea
25/07/2011
- Opinión
Dice el adagio que “cuando el río suena es porque agua lleva”. Y no es que el tema se haya puesto de moda, sino porque impacta cualquier expresión de extremismo radical, reducto de ideologías absolutistas o el saldo rojo de personas inocentes a causa de atentados terroristas, así sean provocados por personas aisladas o grupos organizados. Tal y cual la crueldad del crimen organizado, el estallido de un conflicto étnico, un golpe de Estado o de una guerra en cualquier parte del mundo, que cuestan vidas.
Pero incluso no cobraría tamaña importancia —o iría más allá de una nota roja sobresaliente en los encabezados de los diarios del mundo— si no es porque personalidades públicas lo han sacado a la palestra en estos días. Y se trata justamente de gobernantes como Angela Merkel de Alemania, antes el francés Nicolas Sarkozy. ¿David Cameron del Reino Unido también? Con expresiones de la ultraderecha, como la de Merkel en el sentido que “El multiculturalismo ha fracasado completamente”.
Solo falta determinar si declaraciones como esta encienden la mecha o de plano atizan el fogón. Porque en Europa las expresiones en este sentido tienen historia y con registros demasiado cruentos. Ahí está el Holocausto, por citar un ejemplo. El caso es que causan xenofobia, repudio y discriminación al alentar un nacionalismo absurdo. Más cuando se está hablando del concierto conocido como la “Comunidad Europea”.
El pretexto viene a colación por el doble atentado causado el viernes pasado, primero con el estallido de un coche bomba en el centro de Oslo, la capital noruega, que provocó la muerte de al menos siete personas. Luego el ataque con arma de fuego en la isla de Utoeya, donde un joven de 32 años baleó a cerca de noventa jóvenes inocentes con un rifle automático AG3, provocando una matanza de 93 personas en total. ¡En un país del todo pacífico!
Lo curioso es que Andres Behring Breivik, el único detenido y sospechoso de cometer el doble atentado, a quien la autoridad definió como un “fundamentalista cristiano”, militó en el Partido del Progreso (PfP) entre 1999 y 2006, un instituto político de la derecha ultra, entre cuyas banderas destaca el endurecimiento de la política de inmigración y la denuncia de una presunta “islamización” de la sociedad.
Empata con el ideario del presunto culpable, porque según versiones digitales del diario Aftenposten se revela que en una “declaración de la independencia europea 2083”, el acusado Behring habla de la “colonización islámica” y la “islamización de Europa Occidental” y también del multiculturalismo. Y por lo visto, estos ideales no son más que el soporte del discurso de las élites políticas europeas. Pésimo en estos momentos, cuando de lo que deberían estar buscando es cómo enfrentar los difíciles y complejos dilemas económicos que enfrentan para crear soluciones porque son problemas estructurales, entre los que destaca ni más ni menos que la generación de empleos. Pero nada. Al parecer quieren la salida tan fácil como radical.
En otras palabras, que abusando de las circunstancias generadas por la crisis por la que atraviesa la desUnión Europea en estos momentos —y el ejemplo claro es España, donde al presidente socialista, del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, ya lo quiere linchar la derecha que encabeza al interior del Partido Popular (PP) de José María Aznar; o se acorta su periodo gubernamental llamando a elecciones anticipadas, o se va pronto—, los partidos de la ultraderecha en lugar de ofrecer alternativas a los ciudadanos les ofertan “atole con el dedo”.
Ni más ni menos porque tratan de denostar a los partidos opositores, o de izquierda, con discursos donde aplauden la ineptitud para enfocar la situación estructuralmente desastrosa, y consiguen confundir así a los votantes para gobernar a sus anchas. De ahí el avance de los partidos de la ultraderecha en países como Suecia, Finlandia Bélgica, Bulgaria, Austria, Italia, Grecia y Eslovenia. Y amenaza otra vez en España. Siendo que la derecha nunca ha gobernado para tratar siquiera de solucionar los problemas de los pueblos sino todo lo contrario.
Se olvidan, tanto Merkel como Sarkozy —por ejemplo—, que la historia de Europa tiene las manos manchadas de sangre de hombres, mujeres y niños de todos los continentes —el suyo propio—, desde los tiempos de la colonización y la imposición del eurocentrismo en el mundo. Que las comodidades de las que siempre han disfrutado sus potentados, han sido siempre el fruto de la riqueza creada o extraída desde los más diversos confines de toda Asia, de África y de América Latina. ¡Ni qué decir del continente negro; desde la esclavitud centenaria y cruel, hasta la extracción de minerales de todo tipo que cuesta ríos de sangre hasta el petróleo de la actualidad!
Y que las características básicas del atraso de los países cuyos hombres ahora aspiran a entrar a sus fronteras, fueron impuestas por ellos. Y hoy deploran la presencia de inmigrantes en sus territorios y detestan el así llamado multiculturalismo. Cuando los europeos todos y los gringos también, han generado este mundo de desigualdades en cuanto a la generación y distribución de la riqueza mundial. Y se han apoderado por cualquier medio posible, incluso la violencia por el uso de la guerra, de los bienes de otros. Y ahora, hasta para demostrar su ineficacia para enfrentar la situación de crisis, las derechas empujan con discursos nefastos el enredo de las conciencias para ganar simpatías y luego hacer de las suyas.
De ahí las reacciones cruentas a las críticas. Las ONG que luchan contra el racismo y la xenofobia señalan la responsabilidad de la ultraderecha en tragedias como la de Noruega, porque sale “el verdadero rostro de la derecha”. Pero eso no les gusta a la ultra. “En toda Europa, los partidos populistas y de extrema derecha… tienen una fuerte responsabilidad en el clima de deterioro que pesa en todo el continente”, dijo el Movimiento contra el Racismo y por la Amistad de los Pueblos (MRAP), y refiere a los grupos de Francia, Noruega, Dinamarca, Hungría y Holanda.
Esto generó muchas reacciones. La de Marine Le Pen del Frente Nacional (FN) francés, arguyó: el MRAP hace una “amalgama abyecta entre el FN y el terrible drama noruego”. Donde se trató de un “desequilibrado solitario”. Pero no se olvide que el multiculturalismo resultó un ardid de muchos.
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