Wallerstein: Pérdida del poder de EEUU permite que América Latina gire a la izquierda
09/08/2011
- Opinión
Immanuel Wallerstein considera que en las últimas décadas la hegemonía de Estados Unidos sobre el sistema-mundo ha ido perdiendo paulatinamente poder y en los últimos años ese declive se ha pronunciado estrepitosamente. Esta situación es una de las principales razones por las que varios países de América Latina que giraron a la izquierda o centro izquierda, en los últimos tiempos, han logrado mantenerse en el poder y desarrollar políticas progresistas, sin la férrea intervención estadounidense que ocurría en décadas pasadas.
El académico norteamericano sostiene que la hegemonía mundial de Estados Unidos tuvo un periodo cumbre que “duró unos 25 años”, el mismo comenzó después de la segunda guerra mundial y se mantuvo hasta los inicios de los años 70. En este periodo la característica geopolítica más relevante fue que “dos tercios del mundo estaban controlados por Estados Unidos”, pero cedió el tercio restante a la Unión Soviética que mantenía un importante ejército en casi la mitad de Europa. El investigador de la Universidad de Yale explica que esta alianza mantuvo la paz en occidente y a la vez permitía pequeñas guerras en otras regiones del mundo sin que las grandes potencias entraran en una confrontación bélica directa. De esta manera se logró “la más grande expansión de la economía en la historia del sistema mundial”, incluso mayor que la llamada revolución industrial, recalca Wallerstein. Este sistema tenía como una característica peculiar, la práctica de una “retórica de la denunciación” mutua entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Ambas potencias sostenían una “guerra fría” que mantenía a sus pueblos amigos atados a sus decisiones.
Pero todo monopolio tiene su final. Paulatinamente otros Estados que habían sido devastados durante la segunda guerra mundial, comenzaron a recuperar nuevamente su condición de potencias económicas. Asimismo, en los países del llamado tercer mundo comenzaron a producirse luchas para transformar su situación nacional, imponiendo presiones tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética. Según Wallerstein esta situación tuvo un momento de eclosión con la revolución del 68, que en realidad abarcó un periodo entre el 66 y 70. En estos años se dio una serie de revoluciones alrededor de todo el mundo que tenían en común la denuncia contra la hegemonía de Estados Unidos y la Unión Soviética, a la vez que demandaban un mundo más horizontal antes que vertical.
El académico norteamericano sostiene que a partir de la década de los 70 comenzó un “lento proceso de declive del poder de Estados Unidos” con una serie de diferentes medidas que se fueron presentando paulatinamente. Por ejemplo, Wallerstein indica que “sus aliados más importantes dejaron de ser sus satélites y comenzaron a ser considerados como socios” en la toma de decisiones conjuntas sobre política internacional, pero sin alejarse demasiado de la visión estadounidense, como el caso del G-7. Asimismo, en esta época comenzó a introducirse el tema de la globalización, es decir el debilitamiento de los Estados nacionales y la implementación de medidas de liberalización de la economía. La derecha “renunciaba al keynesianismo y comenzaba el monetarismo de la escuela de Chicago”, el predominio del capital financiero se imponía sobre la producción industrial.
Así en las recientes décadas hemos pasado por varios ciclos de endeudamientos. Las primeras víctimas fueron los países del llamado segundo y tercer mundo. Después fue el momento de “grupos financieros tomaban el control de importantes operaciones industriales para venderlas en partidas”. Luego, en los años 90, comenzó “la explosión del crédito individual” en que la gente vivía más allá de sus posibilidades y este endeudamiento comenzó a agotarse en el periodo de la presidencia de George W. Bush, pues ocurrió la explosión de la que todo el mundo discute el 2007. Pero el investigador presagia que recién vamos a vivir, dentro de dos o tres años, el problema de todos los Estados que no podrán reembolsar sus deudas, no solamente Estados Unidos sino el mundo entero incluyendo China y Brasil, entre otros países emergentes. “Vamos a entrar a una verdadera gran regresión”, remarca Wallerstein.
Otro hecho de suma importancia para analizar la actual coyuntura fue la desintegración de la Unión Soviética, que en vez de ser una victoria para Estados Unidos se transformó en un “desastre geopolítico”, desde el punto de vista de Wallerstein. Él considera que la existencia de la Unión Soviética fue el último argumento importante para mantener unidos a los aliados de Estados Unidos, ante la amenaza del ejército soviético. Pero la eliminación de este objeto unificador fue una liberación política de Europa occidental, Japón y otros países. Anteriormente, si un país amigo de Unión Soviética o de los Estados Unidos comenzaba a hacer algo que localmente podía resultar un problema importante e implicaba la posibilidad de una guerra nuclear, las potencias intervenían para que no ocurra. Por ejemplo, Wallerstein considera que Irak jamás hubiera invadido Kuwait, como quería hacerlo desde hace 30 años. Pero la disolución de la Unión Soviética posibilitó que Irak tome esa decisión.
Así llegamos al 2001, el poder en los Estados Unidos estaba en manos de George W. Bush y un grupo de gente que denominamos neoconservadores. Wallerstein dice que ellos aceptaron que el poder de Estados Unidos estaba en declive y culparon a los dirigentes norteamericanos desde Nixon hasta Clinton por ser cobardes, argumentando que “su cobardía permitió la paulatina pérdida del poder”. Para restituir el poder hegemónico de los Estados Unidos propusieron el desarrollo de “una política de machismo militar de preferencia unilateral”. Entre sus objetivos principales estaba el derrocamiento de “Sadam Hussein en Irak porque había humillado a los Estados Unidos”. Asimismo, consideraban que esa acción daría una señal al mundo de su gran poder. Mientras tanto, del otro lado, un grupo llamado Al Qaeda también sostenía que occidente había humillado a los pueblos musulmanes. Somos humillados decían los conservadores, somos humillados decía Al Qaeda. Entonces, después del ataque de Al Qaeda el 11 de setiembre, inmediatamente el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo que Saddam Hussein había ayudado en este ataque para justificar la invasión de Irak. Sin embargo, el resultado que esperaba obtener Estados Unidos con el ataque sobre Irak fue totalmente contraproducente, indica Wallerstein. Por primera vez en la historia el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, liderado por Alemania, Francia y Rusia no aprobó la resolución a favor del ataque contra Irak. Corea del Norte e Irán no cesaron sus esfuerzos por crear armas nucleares, más bien entendieron que Irak fue invadido porque no tenía armas nucleares. Mientras tanto, los poderes árabes moderados se distanciaron de los acuerdos con Israel. El lento declive de Estados Unidos se transformó en un declive precipitado.
Esta pérdida del poder de Estados Unidos ha permitido algo importante para América Latina. Wallerstein recuerda que en el pasado cuando los países latinoamericanos tenían gobiernos más o menos de izquierda se producía una intervención casi inmediata. Estados Unidos intervenía algunas veces con el ejército y otras veces con apoyo directo a movimientos de derecha. Pero ahora con las actividades de un país hegemónico en declive, con dos guerras que no ha podido ganar en el Medio Oriente, no tienen la posibilidad de efectuar lo que realizaba en el pasado en América Latina. De un momento a otro la eclosión de gobiernos más o menos de izquierda en América Latina fue una realidad. Las posibilidades de contra-intervenciones han sido esfuerzos fallidos en Venezuela, Argentina, Ecuador, etc., con excepción del pequeño país de Honduras. En general “la debilidad de Estados Unidos es lo que ha permitido que América Latina se convierta en la luz de la izquierda mundial”, remarca Wallerstein.
El académico sostiene que en los últimos años el poder del neoliberalismo tuvo como respuesta un contra-movimiento importante en tres momentos, todos en las Américas y que tienen vínculos con las ideas de revolución del 68. Primero surgió la revolución neo-zapatista del 1 enero de 1994, el mismo día que entraba en vigencia el tratado comercial del NAFTA. Este movimiento se definió como un movimiento global anti-sistémico. Además, los neo-zapatistas decían que “no les interesaba tomar el poder” sino que buscan construir “una realidad diferente con los pueblos olvidados” como el indígena. Un segundo momento tan interesante como Chiapas, ocurrió en Seattle el 99, cuando la Organización Mundial del Comercio (OMC) se reunía para construir las estructuras neoliberales obligatorias del mundo. Sin que nadie lo esperara, se registraron fuertes protestas que lograron unir a tres elementos que jamás actuaron juntos antes: sindicalista, ecologistas y jóvenes con características anarquistas. Desde ese momento la OMC es una institución fantasma. El tercer momento de esta reivindicación de la izquierda mundial fue la reunión del Foro Social Mundial de Porto Alegre en 2001, que se organizó en respuesta al Foro Económico Mundial de Davos. En Porto Alegre “se aceptó la participación de todos los movimientos contra el neoliberalismo y contra el imperialismo en todas sus variedades. Pero los partidos políticos no fueron admitidos”. A este Foro asisten movimientos de mujeres, ecologistas, indígenas, gays, etc., para ver que es importante para los unos y los otros; y para tratar de combinar sus esfuerzos en construir un nuevo mundo.
El surgimiento de estos movimientos ha traído nuevamente a colación el debate sobre las dos izquierdas que se originó en 68. Wallerstein explica que tenemos grupos de la izquierda tradicional “de preferencia jacobina”, que piensan en tomar el poder del Estado a fin de transformar la situación mundial elevando el nivel de vida de su pueblo, y que cuestiona la legitimidad de los movimientos sociales que no entran en su frente. De otro lado, hay otros movimientos que dicen: nosotros representamos a los pueblos oprimidos, a las mujeres, a los ecologistas, a la gente de sexualidad diferente, a los indígenas que buscan afirmar una transformación civilizatoria con su propuesta del Buen Vivir, de forma distinta a la noción de desarrollo occidental. Estas tensiones entre las dos izquierdas están presentes en todos los países del mundo, especialmente donde hay gobiernos más o menos de izquierda. De un lado están las propuestas que insisten en la necesidad de ampliar la producción a fin de desarrollar y del otro lado los movimientos que insisten en la autonomía y cuestionan toda idea de productividad como objetivo. Wallerstein considera que este es el problema más importante que tiene que resolver la izquierda y los países progresistas latinoamericanos. “Para mí, la posibilidad que la izquierda gane la lucha mundial en los próximos 20, 30 o 40 años, pasará por la reconciliación muy difícil de las dos izquierdas, porque las dos izquierdas tienen muchos puntos de vista contrarios, que son sólidos en sus opiniones y no demasiado tolerantes. No sé si es posible realizar una mediación, un compromiso de repensar las dos izquierdas. Pero en caso contrario, nosotros los creyentes de las posibilidades de un mundo más democrático, más igualitario, seremos vencidos por la gente que buscar crear un mundo peor que el actual capitalismo”.
Reseña de conferencia “Los desafíos de América Latina en el sistema-mundo”, ofrecida por Immanuel Wallerstein en Ecuador con motivo de su investidura como doctor honoris causa del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). Agosto 2011. La visita de Wallerstein a Ecuador fue posible gracias a la iniciativa de la Fundación de Estudios, Acción y Participación Social (FEDAEPS) y al Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN).
https://www.alainet.org/en/node/151849
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