Asesinan al comandante de las FARC

Presidente Santos mete bala y no cree en diálogos de paz

07/11/2011
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Después de una larga persecución, el viernes el Ejército colombiano acabó con la vida del jefe de las FARC, Alfonso Cano. El éxito, que puede ser victoria pírrica, refuerza la tendencia militarista del presidente Santos.

Los informes del gobierno aseguraban que el comandante de las FARC estaba cercado en la zona colindante entre los departamentos de Tolima y Huila. El plan de aniquilamiento había sido concebido al menos desde junio de 2008, cuando Alfonso Cano tomó la jefatura tras la muerte de viejo del legendario Manuel Marulanda. Pero empezó a ejecutarse prácticamente en los últimos tres meses, con campañas de cerco, bombardeos y aniquilamiento.

Esa metodología aprovecha al máximo la superioridad aérea, con suministros de primer nivel provistos por el Ejército norteamericano, para bajar a combatir en el terreno únicamente cuando la guerrilla ha sido devastada por las bombas.

Así ocurrió en marzo de 2008 con el operativo “Fénix” que acabó con el entonces segundo jefe de la guerrilla, Raúl Reyes. También en setiembre del año pasado, con modus operandi similar, “Sodoma”, para acabar con la vida de Jorge Briceño, alias Mono Jojoy, considerado el referente de la rama militar de la organización. Y la metodología tuvo resultado positivo para el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y el jefe del Ejército, general Sergio Mantilla, cuando el viernes pasado pudieron anunciar la muerte de Cano. El operativo “Odiseo” no ocurrió en la zona donde lo habían ubicado sino en el Departamento del Cauca, más al sur.

Santos, el ministro y el general estuvieron en Popayán, capital del Cauca, e hicieron declaraciones altisonantes, repetidas luego en Bogotá. El presidente intimó a la rendición de los rebeldes, so pena de ir a la cárcel por el resto de sus días o morir como Cano. Cuando dice cárcel, hay que puntualizar que el presidio puede ser en Estados Unidos, adonde ha extraditado ya a tres jefes farianos, en condiciones penosas de detención.

En paralelo, la maquinaria oficialista de El Tiempo, Radio Caracol, revista La Semana y otros, mostraban fotos del abatido por disparos de fusil, para fomentar desmoralización en algunos milicianos. Esta puede darse en ciertos niveles, pero difícilmente provoque un descalabro en la organización, como el gobierno apuesta.

Es que desmovilizarse según el úkase de Santos significa una muerte segura para miles de personas. Ya ocurrió en 1985, cuando el grupo armado cedió lugar a la Unión Patriótica, que presentó candidatos a todos los niveles en casi toda Colombia, ganando algunas diputaciones y concejalías. Terminó de la peor manera: 5.000 militantes y hasta amigos de la UP fueron asesinados porque se los consideraba la representación “en superficie” de Marulanda.

Desde que Cano fue abatido, en los medios colombianos más ligados al Ejército, como El Tiempo, fueron publicados detalles del operativo. Emplearon 15 aeronaves para bombardear y el avión fantasma para seguirlo; luego de varios bombardeos adonde acampaban los insurgentes, bajaron de los helicópteros Black Hawk mil oficiales y efectivos de elite de Fudra (Fuerza de Desplazamiento Rápido) y mataron a Cano y otros tres guerrilleros. El cadáver del primero fue enviado de inmediato a Bogotá, para su plena identificación y, de paso, hacer propaganda triunfalista sobre la propia tropa y desmoralizadora sobre la opuesta.

Lucha despareja

El ministro Pinzón es hijo de un alto jefe militar retirado, que se crió en los cuarteles. Dijo que las FARC aún cuentan con 8.000 hombres armados hasta los dientes, por lo que las operaciones en su contra deberán continuar.

Suponiendo que esa cifra sea correcta, queda claro que es un enfrentamiento muy desparejo, porque los efectivos de Colombia suman 526.000 y constituyen el más numeroso de los países de la región.

El pie de fuerza fue aumentado año a año, desde que Santos fue primero ministro de Hacienda de Andrés Pastrana y luego ocupó la cartera de Defensa de Álvaro Uribe, para asumir en agosto de 2010 la presidencia.

Más de medio millón de unidades es prueba de un tremendo militarismo, que 2001 y 2007 implicó un gasto bélico del orden del 5 por ciento del PBI, frente al 1.7 del promedio de la región.

Y no conforme con eso, el mismo día que sus soldados mataban a Cano, la edición impresa de El Tiempo preguntaba al general Mantilla: “¿Es necesario aumentar el pie de fuerza?”. Su respuesta fue: “Sí. Colombia entró en un crecimiento económico impensable: somos un país petrolero, tenemos que proteger nuestros campos, hay que hacer nuevas carreteras. Crecimiento, inversión y seguridad van de la mano”.

Para su parafernalia de armas y tropas el gobierno colombiano recibe la inyección de dólares del gobierno norteamericano. Esto lo ubica en los primeros planos de esa “ayuda”, detrás de Israel y Egipto, y apareado con Corea del Sur, Pakistán y otros países claves para la estrategia de dominación estadounidense.

El ejército colombiano compró 15 Black Hawk de última generación de EE.UU. Su fuerza aérea recibió una docena de helicópteros artillados Bell 212, tres aviones CASA C295y 13 KFIR, la versión israelí del Mirage, dotados como cazabombarderos.

Parte de ese material fue empleado en las campañas que culminaron con los crímenes de Reyes, Mono Jojoy y Cano. El dinero aportado por los norteamericanos difiere según las fuentes. El Plan Colombia, adoptado por Bill Clinton, recibió entre 7.000 y 10.000 millones de dólares. Tanto dinero no siempre llegó íntegro a fines propiamente militares; una parte se desvió hacia las cuentas personales de políticos y generales, un fenómeno común en otros frentes (Irak y Afganistán).

526.000 efectivos contra 8.000, y los primeros con absoluta superioridad aérea, pintan una guerra muy despareja.

47 años cumplidos

Pese a esa desproporción de medios, y aún tomando en cuenta las bajas muy sensibles que Santos ha impuesto a las FARC, la agrupación cumplió en mayo 47 años de existencia, con presencia en casi los 32 departamentos de Colombia.

Cuando en junio de 2008 Cano ocupó el lugar del fallecido Marulanda, insistió en negociar un Intercambio Humanitario. Las FARC querían canjear a sus 500 presos y darían al Estado los 25 policías y militares que capturaron en combates.

Al presidente colombiano le pareció un delirio y lo rechazó. Sin embargo recientemente a las autoridades israelitas no les pareció mal negociar con sus archienemigos de Hamas: un soldado propio, Gilad Shalit, por 1.027 presos palestinos.

Cuando Santos asumió en la Casa de Nariño, en enero de 2010, el entonces comandante fariano difundió un video reiterando su oferta de un diálogo que comenzara por el mencionado intercambio. En forma unilateral, los rebeldes liberaron en febrero de 2011 a seis de sus retenidos, como gesto de buena voluntad y desagravio a la ex senadora Piedad Córdoba, gestora del intercambio en nombre de “Colombianos y Colombianas por la Paz” (CCP).

Esas liberaciones deben haber sido interpretadas como señal de debilidad por Santos, que ordenó redoblar la apuesta para matar a los dirigentes insurgentes. Lo logró con Cano, con una primera y casi única felicitación pública de la administración Obama, feliz de que su amigo Santos hubiera propinado tal golpe a la “organización terrorista”. Nada menos que los gobernantes norteamericanos, poniendo etiquetas de “terroristas” a grupos rebeldes. Ellos, que mataron a un millón de civiles en Irak y Afganistán, y varios miles en Libia…

Otros gobiernos latinoamericanos que en los últimos meses habían dado muestras de simpatía con Santos, como Cristina Fernández -lo llamó “excelente amigo” al recibirlo en la Casa Rosada el 18 de agosto pasado-, ahora no dijeron palabra. Sólo el Departamento de Estado.

Abatido Cano, el Secretariado Central deberá cubrir su lugar hasta completar la lista de 7 y, sobre todo, elegir su sucesor como comandante. Se barajan los nombres de Iván Márquez (Luciano Marín) y Timochenko (Rodrigo Londoño).

La agrupación se verá obligada a un balance de estos duros traspiés. Junto con la manera de evitar ser blanco de tamaña maquinaria bélica del gobierno, posiblemente quieran sellar las infiltraciones de la inteligencia militar, que ayudaron a “Jaque”, “Sodoma” y “Odiseo”.

No todo el panorama colombiano es adverso a los rebeldes. Hay importantes movilizaciones estudiantiles contra el gobierno. Y varias contradicciones entre
Santos y su antecesor Uribe, quien había criticado la “desmotivación” que reinaba en las Fuerzas Armadas. Por su parte el general Mantilla pidió cobertura de la Justicia Militar para que sus hombres no queden “empapelados” (enjuiciados) por causas de derechos humanos. Los que suplanten a Cano no deben estar pensando en una desmovilización sino más bien en sobrevivir y aprovechar esas protestas y contradicciones.

http://www.laarena.com.ar/opinion-el_presidente_santos_mete_bala_y_no_cr...

https://www.alainet.org/en/node/153851?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS