VI Cumbre de las Américas incompleta
Rafael Correa, ausente, presidente solidario que cumple su palabra
11/04/2012
- Opinión
El presidente de Ecuador había dicho el 5 de abril que si Cuba era excluida de la VI Cumbre, él no participaría para no convalidar esa discriminación. Y ha confirmado que no irá a Cartagena. Por fin un presidente de palabra.
En abril pasado sesionó en Caracas la Cumbre de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de nuestra América (ALBA). Este bloque avanzado del tercermundismo regional está compuesto por Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y Granadinas, y Venezuela. El golpe militar en Honduras en 2009 le seccionó al noveno socio.
En la cita venezolana se intercambiaron opiniones sobre la VI Cumbre de las Américas del 14 y 15 de abril en Cartagena de Indias, Colombia. Rafael Correa propuso que si Cuba era excluida, como en las citas anteriores, el conjunto de mandatarios del ALBA no debía participar. La reunión sería con todos, sumada Cuba, o el ALBA estaría ausente en señal de protesta.
Raúl Castro, que no había propuesto nada sobre el particular, por razones obvias de decoro, agradeció el gesto solidario del ecuatoriano. Hugo Chávez expresó que le parecía muy apropiada esa postura de Ecuador.
En las semanas siguientes hubo hechos que confirmaron esas sospechas del jefe de Estado de Ecuador. El colombiano Juan Manuel Santos viajó el 8 de marzo a La Habana y dijo a Castro que lamentablemente no había consenso para invitarlo.
No había falta ser un lince para ver que Santos actuaba según el libreto “consensuado” con la administración Obama. Cuba debía quedar afuera, “con la ñata contra el vidrio”, como dice el tango.
Las autoridades de la isla estaban bien preparadas. El canciller Bruno Rodríguez realizó una conferencia de prensa y declaró que era la “crónica de una exclusión anunciada”.
La no invitación a Cuba no surgió de los gobiernos derechistas de la región, que vaya si existen. Colombia, Chile, México, Panamá, Guatemala y Honduras son propensos a acompañar la orden que baje de Washington. Y eso ocurrió: el vicepresidente Joe Biden y la canciller Hillary Clinton habían presionado para que La Habana quedara afuera. De lo contrario la delegación estadounidense sería la que se ausentara de Cartagena.
Santos no tuvo dudas. Dependiente del Tratado de Libre Comercio con EE UU, aprobado por el Capitolio en octubre de 2011, y con siete bases militares norteamericanas en su territorio, le bajó el pulgar al país socialista.
Cuando quedó confirmado que aquél no estaba invitado al Caribe colombiano, las miradas se volvieron sobre el ALBA. ¿Aceptaría la propuesta inicial de Correa? Y si decidían viajar lo mismo, ¿qué haría el líder ecuatoriano? ¿Se quedaría solo en Quito o también haría las valijas con el argumento de “no quedar aislado” y “dar la pelea desde adentro”?
Primero el presidente consultó a parte de su pueblo durante una concentración popular en la Plaza de la Independencia, Quito. Y el rugido de la multitud fue que si no la dejaban ir a Cuba tampoco debía asistir Ecuador.
Palabra de Rafael
Durante marzo el líder ecuatoriano hizo una gira por Turquía y España.
Preguntado que fue sobre la actitud final sobre concurrir o no a Cartagena, sus respuestas fueron indicando que no había cambiado de postura. El 15 de marzo, estando en Turquía, declaró: “¿cuál es el problema? Que esta cumbre de los estados americanos no cuenta con Cuba, que es un Estado americano. Hablemos claro: ¿Por qué no participa Cuba? Por el bloqueo, el boicot de Estados Unidos”.
O sea que el principal motivo de su ausencia seguía siendo la discriminación contra la patria de José Martí. Y, sin pelos en la lengua, el ecuatoriano apuntaba directamente contra Washington como responsable principal de esa actitud antidemocrática. Obama era como el patovica que en la puerta del boliche decide quién entra y quién no.
En segundo término, en forma muy destacada, Ecuador cuestionaba que la cuestión de las islas Malvinas tampoco iba figurar en el documento final de la VI Cumbre. La presencia de la delegación norteamericana, socia de Londres, lo iba a vetar. Quizás se ventile en las reuniones y comisiones, como tuvo que aclarar ayer la canciller colombiana María Ángela Holguín, pero lo más seguro es que no figurará en el documento final.
Y si llegara a entrar allí, será con una forma alambicada y ambigua, opinando que Londres y Buenos Aires deben sentarse a negociar, pero sin una clara definición de que las Malvinas son argentinas.
Cada vez que Correa habló de participar o no en la Cumbre de marras, argumentó la cuestión de Cuba y de las islas del Atlántico Sur. Cuestionó que en la cita sean capítulos omitidos que afectan a la región, como la situación de las Malvinas, “una colonia inglesa frente a las costas de Argentina, a más de 14.000 kilómetros de Londres. Si no se tratan esos temas tan trascendentes ¿qué se trata?”.
El ecuatoriano dio en la tecla. El cable del 10/4 de Prensa Latina, desde Cartagena de Indias, informaba: “la VI Cumbre de las Américas no incluirá en su declaración final el tema de las islas Malvinas, cuya soberanía es reclamada por Argentina al Reino Unido. Así lo expresó en declaraciones a Prensa Latina la canciller colombiana, María Ángela Holguín, quien consideró existe falta de consenso para un pronunciamiento al respecto”.
En este sentido esa reunión será un paso atrás respecto a cumbres y documentos del Mercosur, Unasur, ALBA y CELAC, que sí se jugaron por la posición argentina sobre Malvinas. ¿Cuál es la diferencia? Muy simple. En esos cuatro ámbitos no estaba el imperio norteamericano, aliado de los ingleses; en Cartagena sí estará y hablará por boca de serpiente, Obama.
Un día especial
Durante la gira ya mencionada la postura de Quito estaba muy inclinada a alinearse con Cuba y Malvinas, y no ir a una cumbre vacía y llena de palabras.
Con un juego dialéctico, Correa lo explicó muy bien a EFE en Madrid (17/3): “muchas veces la mejor participación es no participar”. Añadió: “algún día nuestros pueblos nos reclamarán que estemos en tantas cumbres y ellos continúen en los abismos. Hemos de dar respuestas concretas a los problemas de América Latina”.
Santos, por su parte, envió una última invitación al presidente díscolo y le dijo el 29 de marzo que lo esperaba en Cartagena con los brazos abiertos (léase el abrazo del oso).
El amigo del TLC y del Comando Sur del Ejército norteamericano no tuvo éxito. Reunirá a 32 presidentes, pero hay dos ausentes que rompen la monotonía, el llamado consenso (quizás sea otra versión del Consenso de Washington) y el formato de una Cumbre que, como alerta Correa, no da respuesta a los problemas de la región. Uno es el discriminado Raúl Castro, de Cuba. El otro el solidario Correa, que no tiene nada material para ganar y puede ver cómo se agravan por esto las campañas de las autoridades norteamericanas en su contra. El 2 de abril, fecha malvinera, confirmó que no iba a la cumbre incompleta.
Hay muchos presidentes buenos en América Latina y el Caribe, por ejemplo los del ALBA. Pero en este tema álgido, en estos dos días (14 y 15 de abril de 2012) sólo dos encarnan a plenitud la dignidad y soberanía de los pueblos de la Patria Grande. Doble R. Rafael y Raúl. Doble C. Correa y Castro.
La actitud del ecuatoriano es doblemente meritoria porque actúa por convicciones y no por especulaciones o eventuales negocios. La suya es una lección para muchos de sus colegas, muy pendientes del “plin-caja” en materia de inversiones o comercio para moverse en una u otra dirección.
La línea de Ecuador es tercermundista en lo económico social. Acaba de terminar en Quito una reunión del Consejo Económico del ALBA, con participación de ministros de los ocho países socios. El titular del Consejo Económico, el economista ecuatoriano Diego Borja, declaró que se “abordó la capitalización del Banco del ALBA, la instrumentación del Sistema Único de Compensación Regional (Sucre) y el mapa de las mercancías”.
Entre Quito y Washington hay dos cortocircuitos relativamente graves. Uno es porque la potencia hostiga a Correa con el tema de la “libertad de prensa”. Se acusa al gobierno de ser contrario a esa libertad y el canciller Ricardo Patiño debió ir a la CIDH a discutir este punto. Su propuesta fue cambiar de sede al organismo, a Panamá, ya que EE UU no ratificó el Tratado de Costa Rica de 1969.
Lejos de retroceder, Ecuador está considerando por estos días una nueva Ley de Comunicación, que tiene puntos en contacto con la ley democrática de medios de Argentina. Y de allí, la oposición de los monopolios mediáticos, de allá y acá.
El otro foco de conflicto entre los dos países es que la Corte Nacional de Justicia de Ecuador trata ahora la apelación de la Chevron-Texaco, condenada en dos instancias. La demandada fue condenada a pagar 18.000 millones de dólares por daños ambientales en la Amazonía ecuatoriana.
Hay que ser un presidente de palabra y que pone algo más, para resistir bien las presiones del imperio por causas propias y, encima, tener resto para defender a Cuba y la causa argentina de Malvinas.
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