Decoración o reforma política?
06/11/2014
- Opinión
En nuestro país hemos pasado de un sistema de democracia precaria a democracia corrupta. Las recientes elecciones así lo demuestran. La cantidad de candidatos con denuncias por corrupción en diversos niveles fue alarmante y evidencia que la corrupción es un tema que hace falta enfrentar con medidas efectivas de corto, mediano y largo plazo. Hace unos días, el Congreso de la República dio luz verde a una iniciativa no sólo insuficiente, sino absurda: decidieron aprobar la reforma constitucional para evitar la reelección de presidentes y vicepresidentes regionales y alcaldes provinciales y distritales. Como toda reforma constitucional, esta deberá ser aprobada en una segunda votación y es preciso que advirtamos la mecida que en lo concreto significa esta iniciativa pues no sólo no combate el problema de fondo, sino que evita la discusión sobre la reforma política de fondo que nos hace falta. Como ya lo han señalado varios analistas, la reelección a estos niveles no es el problema más importante.
En nuestro suplemento titulado “Recuperar la política como esperanza” ahondamos en los puntos mínimos que debiera contener una reforma política que nos permita combatir a la corrupción en los diversos niveles de nuestra institucionalidad. Se trata de un conjunto de medidas articuladas en pos del mismo objetivo, y no de una iniciativa aislada que no alcanzará ningún resultado concreto. ¿Qué puntos debería incluir una reforma real que garantice limitar, cuando menos, el ejercicio de la democracia corrupta?
El combate de la corrupción debemos ganarlo en el terreno de los partidos políticos. Garantizar candidatos idóneos y limpios tiene que ver con el filtro interno partidario, pero también con el peso que a la fecha tienen los recursos económicos. Por ello es fundamental que se cumpla y mejore la Ley de Partidos Políticos y que, por un lado, se financie a los mismos con la intención de hacerle un alto al dinero negro que financia las campañas y ciertas candidaturas. Esto ocurre en diversos países que tienen una democracia de partidos, es tiempo de asumir esta tarea. En la misma línea, debe eliminarse el voto preferencial que da ventajas a los que cuentan con más recursos, en lugar de aquellos candidatos que cuenten con más cualidades y respaldo popular. Por otro lado, es también necesario dar obligatoriedad a las elecciones primarias para que los candidatos sean legitimados con el voto de sus partidarios antes de postular a cargos públicos. Finalmente, se necesita facilitar el registro de nuevos partidos ya que la valla de las firmas impide, en la práctica, la inscripción de nuevas agrupaciones políticas que representen las demandas ciudadanas.
Hay algunas iniciativas concretas como la señalada por la congresista Rosa Mavila quien afirmó que desde la Comisión de Constitución y Reglamento se elevó un paquete con diversas iniciativas referidas a reforma electoral, entre ellas medidas para regular eficientemente el tema de la propaganda electoral y las sanciones al incumplimiento de las normas en este sentido. En la misma línea, se espera que este paquete, como uno de reforma política amplio, sea discutido en el hemiciclo como verdadera herramienta para combatir la corrupción campeante.
Pero hay otro tema que no debemos olvidar: la necesidad de una Nueva Constitución, bandera del candidato Ollanta Humala en las elecciones del 2006 y el 2011, para una renovación profunda del sistema político. Sin embargo, esa promesa fue desechada y, con ello, las posibilidades de un nuevo Contrato Social para todos los peruanos.
Es por esta razón que la iniciativa aprobada en primera instancia en el Congreso no hace sino decorar un problema y distraernos de las reformas de fondo y, claro, de las promesas relegadas al cajón de la amnesia en Palacio de Gobierno. Nos corresponde, entonces, recordarle al Congreso que no queremos maquillaje, sino resultados. Nos toca, también, recordarle al Presidente de la República las propuestas por las que llegó a Palacio.
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