Poder, política y periodismo (II)
09/12/2014
- Opinión
(Segundo de tres artículos)
En 1998 el gobernador de Puerto Rico Pedro Rosselló casi se fue a los puños- literalmente- con la prensa. El mandatario insistía en que el periódico El Nuevo Día, estrella del imperio periodístico-empresarial de la poderosa familia Ferré, trataba injustamente a su administración en sus reportajes. El patriarca Antonio Luis Ferré, editor y fundador del periódico, ripostó alegando una vendetta política por parte de Rosselló, quien quería una prensa que le hiciera trabajo de relaciones públicas. El gobernadorcito desató su ira contra los Ferré tirándoles encima las agencias reguladoras del gobierno, las cuales le hicieron la vida imposible a los negocios de la familia. Rehusándose a dar el brazo a torcer, El Nuevo Día puso sus reporteros investigativos a sacarle los trapos sucios al gobierno de Rosselló- y bastantes trapitos que había.
Los Ferré se hicieron de aliados poderosos, incluyendo el principal partido de oposición, el Partido Popular Democrático, la Asociación de Periodistas (ASPPRO), una sólida mayoría del sector intelectual culturoso e izquierdoso del país, el periódico independentista Claridad, para el cual yo trabajaba entonces, y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
La SIP envió una delegación internacional, dirigida por el uruguayo Danilo Arbilla, para investigar los ataques a la libertad de prensa por parte del gobierno rossellista. En una reunión de la delegación con el gobernador y su séquito, un grupo selecto de periodistas presenciamos cómo el gobe se paró en pose de pandillero y sacudió su dedo índice frente a la cara de Arbilla, acusándolo de irrespetuoso.
Al siguiente cierre de edición de Claridad, la directora del periódico, Alida Millán, y miembros de la junta directiva buscaban un titular apropiado que reflejara la rabia e indignación ante las actuaciones de un gobernador déspota y malcriado. No se les ocurría nada. Yo, escuchando las deliberaciones desde mi escritorio, me puse a pensar y finalmente se me ocurrió un titular de cinco palabras. Corrí a la oficina de la directora y exclamé: “¡Mano dura contra la prensa!”, en referencia a la política autoritaria y represiva de Rosselló contra la criminalidad, identificada con la rimbombante consigna “Mano dura contra el crimen”. A los directivos del periódico les encantó y ese fue el titular del siguiente Claridad, justo encima de una foto de Rosselló careando a Arbilla, tomada por nuestra fotógrafa Alina Luciano. Unos días después, Leila Andreu, entonces presidenta de la ASPPRO, publicó una columna sobre Rosselló en El Nuevo Día con el mismo título.
La misma semana del encuentro con Rosselló, coincidí con Arbilla en una actividad social en el Viejo San Juan organizada por el Overseas Press Club. Pude conversar con él un breve rato. Al final de nuestra charla me preguntó, mostrando un poco de temor, si todavía existía el comunismo en Puerto Rico. No recuerdo qué le contesté, pero lo que le dije no lo reconfortó para nada. Para entonces yo no sabía mucho acerca de la SIP; en medio del furor de la batalla uno tiende a no preguntar mucho sobre los aliados.
En retrospectiva, creo que no fue buena idea abanderarnos con los Ferré. Entiendo que en ciertos momentos hay que hacer alianzas para enfrentar enemigos comunes, pero ese no era el momento. Hubiera sido mejor para Claridad no tomar partido y en lugar de eso asumir el rol de espectador divertido, relatando para los lectores cómo estos dos sectores de la derecha se peleaban a porrazo limpio.
Ese organismo internacional que vino a la defensa de la libertad de prensa (¿o de los intereses empresariales de los Ferré?) tiene una historia muy particular. Fundada en 1943, la SIP agrupa a editores y dueños de medios noticiosos de derecha. En los años 70 esta organización y la Agencia Central de Inteligencia de EEUU (CIA) trabajaron juntos para desestabilizar y derrocar el gobierno democráticamente electo del presidente Salvador Allende en Chile. Uno de los más importantes colaboradores de la CIA en este operativo fue el empresario Agustín Edwards, presidente de la SIP de 1968 a 1969, y dueño del diario derechista El Mercurio.
Peter Kornbluh, del Archivo de Seguridad Nacional de EEUU, reportó en mayo de 2014: “EE.UU. publicó una recopilación de documentos sobre la relación con Chile entre 1969 y 1973. Un memorándum que ya había sido desclasificado en 1999, parcialmente y con muchas partes censuradas, aparece ahora en una versión más completa de la histórica reunión entre Agustín Edwards y el (entonces) director de la CIA Richard Helms. El documento arroja nuevas luces sobre el intenso lobby que hizo el dueño de El Mercurio para promover un Golpe de Estado contra Allende con apoyo de la CIA.” (1)
El Archivo de Seguridad Nacional, adscrito a la George Washington University, se dedica a archivar y hacer disponible al público todo documento desclasificado del gobierno de EEUU pertinente a asuntos militares y de inteligencia.
Tres décadas más tarde la SIP repitió su papel golpista en Venezuela, con su apoyo entusiasta al frustrado golpe de estado de la derecha:
"En Marzo de 2002, a escasos días del golpe de Estado, la SIP reprodujo su papel durante el derrocamiento del presidente Allende cuando aprobó una resolución que condenaba "las violaciones a la libertad de prensa y la libertad de expresión" en Venezuela, al tiempo que aupaban la bochornosa conducta de periodistas y medios que realizaban una abierta campaña contra el gobierno incitando a la desobediencia... Una "edición especial" del diario El Nacional el propio 11 de abril, llamaba a la manifestación antichavista para que se desviara hacia (el palacio presidencial) Miraflores. Asimismo, la SIP acusó al gobierno de practicar una "deliberada política… para restringir el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información", practicar el "terrorismo de estado" contra periodistas, utilizar a círculos bolivarianos para agredir a los medios, conformar "Tribunales Populares" para juzgar a periodistas y medios y declararlos "objetivos de guerra", entre otras mentiras que formaban parte de la misma estrategia golpista." (2)
El 12 de abril de 2002, en plena efervescencia golpista, el entonces presidente de la SIP, el norteamericano Robert Cox, justificó el golpe de estado y brindó su pleno apoyo al dictador Pedro Carmona, declarando: "Este es un ejemplo muy válido para el nuevo gobierno que encabeza Pedro Carmona, que seguramente dará vuelta la hoja, respetará la libertad de prensa y alentará la independencia judicial y así garantizará un período verdaderamente democrático." (3)
El uruguayo Arbilla, el mismo que me preguntó consternado sobre el comunismo en Puerto Rico, presidió la SIP entre 2000 y 2001. Resulta que ese pilar de la libertad de expresión fue secretario de prensa de la dictadura de su país en la década de los 70. Según un reportaje de La Red 21 de Uruguay, Arbilla.
"...fue un funcionario de confianza de la dictadura en uno de los períodos más violentos de la represión contra la prensa y contra la ciudadanía en general. Arbilla fue director de Prensa de la Presidencia de la República entre el golpe de Estado del 27 de junio de 1973 y el año 1975. Arbilla, en realidad, accedió a ese cargo en democracia de la mano de Juan María Bordaberry y se quedó con él luego de perpetrado el golpe. Durante la gestión de Arbilla se realizaron 14 clausuras definitivas de medios de comunicación, 159 transitorias, se requisaron tres diarios extranjeros, se confiscó la edición completa del libro "Paren las Rotativas" de Federico Fasano Mertens e incluso se llegó a secuestrar una edición de la prestigiosa publicación cultural internacional "El Correo de la Unesco". También durante ese período se allanaron la sede sindical de la Asociación de la Prensa Uruguaya y su colonia de vacaciones en el balneario San Luis, se encarceló y torturó a decenas de periodistas, entre ellos el histórico dirigente de APU Rubén Acasuso y al periodista y dirigente sindical Héctor Rodríguez. En esos tiempos también fue asaltada la redacción del diario "El Popular" y secuestradas sus máquinas. Cientos de periodistas que defendieron la democracia perdieron su trabajo y otros tantos debieron marchar al exilio, como el recordado y referencial Carlos Quijano y los dirigentes históricos de APU, Carlos Borche y Santiago Puchet." (4)
En los años 90 Arbilla colaboró con el cubano del exilio Carlos Castañeda, ex-editor de El Nuevo Día, para “luchar” por la libertad de prensa en Cuba, la misma libertad que Arbilla no defendió en su propio país.
Esa es la juntilla con la que andan los Ferré, galantes defensores de la libertad de expresión.
- Ruiz Marrero es periodista puertorriqueño. Desde 2004 maneja la página web bilingüe Haciendo Punto en Otro Blog (http://carmeloruiz.blogspot.com/). Su identificación de Twitter es @carmeloruiz.
Notas
- Peter Kornbluh. “Nuevo informe de cita de Agustín Edwards con el jefe de la CIA devela su rol clave en el Golpe” Centro de Investigación Periodística, 27 de mayo 2014. http://ciperchile.cl/2014/05/27/nuevo-informe-de-cita-de-agustin-edwards-con-el-jefe-de-la-cia-devela-su-rol-clave-en-el-golpe/
- Antonio Guillermo García Danglades. “La SIP: falta de autoridad moral e interés tergiversado” Rebelión, 24 de marzo 2006. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28735
- Diana Barahona. “The Corporate Media vs. Chavez: Uneasy Standoff in Venezuela’s Media Wars” Counterpunch, 16 de agosto 2005.
- “Durante la gestión de Arbilla en la dictadura masacraron a la prensa” La Red 21, 23 de octubre 2000. http://www.lr21.com.uy/politica/25918-durante-la-gestion-de-arbilla-en-la-dictadura-masacraron-a-la-prensa
https://www.alainet.org/en/node/166070
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