Universalidad de una ética (espiritualidad) política
04/02/2015
- Opinión
1. La hipoteca de un pasado
Si miramos al pasado, podemos comprobar un hecho innegable: la dimensión espiritual-religiosa era una opción individual privada, que nos relacionaba con el mundo interior de la santificación y salvación del alma y su destino final en el más allá , que poco o nada tenía que ver con el mundo terrenal de la vida pública. Vida pública y religiosa eran mundos contrapuestos, la primera en manos del Estado y la segunda en manos de las Iglesias; en la primera campaba el disfrute y gestión de lo temporal y en la segunda la dedicación y cultivo de lo espiritual. Y, por añadidura, el mundo espiritual era superior al material, lo mandaba y sobre él ejercían poder las Religiones.
En la modernidad, cuando se da la mayoría y emancipación de la razón humana, se declara como sobrante la religión. Se establece entre ambos una oposición hostil, que explica muchos de los conflictos y guerras padecidos.
Planteamiento éste dualista que lleva a que las Iglesias, como institución de poder, se alíen socialmente con la política en cuanto institución de poder, rechacen el cambio y sufran la persecución de cuantas revoluciones se van dando en la historia.
Acaso conviene subrayar el arraigo de esta mentalidad de siglos que, desde instancias oficiales, ha negativizado todo lo que implicaba una filosofía, una ética y una praxis sociopolítica de cambio hacia los más necesitados y excluidos. No resulta vano recordar cómo en las diversas religiones se preconizaba la incompatibilidad entre la fe de las diversas religiones con proyectos sociopolíticos que propugnaban cambios de mayor igualdad y justicia, de abolición de clases y privilegios. Una visión que configuraba un talante oscurantista y reaccionario, fomentaba un pietismo evasionista , ensalzaba la autoridad y anulaba la persona en sus componentes más específicos de autonomía, racionalidad y libertad.
2. A tiempos nuevos, soluciones nuevas
Estamos en un tiempo nuevo donde no es posible seguir pensando la política como una simple gestión de lo económico sin plantearse qué modelo de sociedad implantar y qué tipo de lucha aportar para lograr mayores niveles de igualdad, justicia y solidaridad. La historicidad del concierto entre religión y capitalismo es un hecho y una opción que ha ocasionado alejamientos masivos de la religión y fundadas críticas desde los diversos ámbitos de la cultura.
Hemos recibido una herencia en quiebra de credibilidad, que llevó a muchas partes anuncios de despojo y dominación más que de humanización y liberación. La Edad Media antes y hoy la Modernidad testifican la presencia de modos de entender la religión como opción de poder e instrumento para garantizar intereses de clases e imperios, más que opción personal y libre, supeditada a la promoción de la dignidad de la persona.
Nuestro tiempo reviste ciertamente una novedad por varios motivos: porque vivimos una mayor conciencia de los valores de la persona y sentimos que, por encima de las diferencias que nos separan, nos une una conciencia de identidad, que nos hace compartir dignidad, derechos , valores y responsabilidades comunes.
La conciencia de esta dignidad disuelve dualismos y nos reclama a un convivir juntos, afrontando y resolviendo problemas que nos son comunes.
La Base para esa convivencia es natural y nadie puede sustraerse a ella, y en unos y en otros los principios de solución son los mismos, con validez y vinculación universales. Esa base es la que describe la Declaración Universal de los Derechos Humanos y consiste “En el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana” (Preámbulo). Y en virtud de esa dignidad “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (Art. 1).
La conciencia de esta dignidad comporta una serie de principios y valores, de derechos y obligaciones, que atañen a la totalidad del comportamiento, sea éste individual o público, nacional o internacional, de una u otra religión, o de ninguna de ellas. A este comportamiento la llamamos “Etica Universal”, inspiradora de una “Espiritualidad Ciudadana”
Creemos que es el momento de establecer una relación profunda de las Religiones y su Espiritualidad con “los movimientos que han luchado y siguen luchando contra la barbarie de la explotación y la dominación que impiden la fraternidad, la igualdad y la libertad” (Rafael Díaz Salazar, La Izquierda y el cristinismo, pp. 18-19).
3. Persona y Política
Partimos del supuesto de que la persona es constitutivamente convivencial y comunitaria y, por ende, política. La política es dedicación permanente a conjugar el bien particular con el común, los derechos de unos con los de los demás, las obligaciones de unos con las obligaciones de los otros. Y este quehacer político no es posible sin la connatural responsabilidad y solidaridad de la persona, es decir, de la ética. La política no es posible sin personas y la persona no es posible sin ética.
Al mismo tiempo, creemos que la persona tiene derecho a la libertad religiosa. Libertad que le lleva a elegir el contenido de esa su opción, o a no elegir ninguno. Por eso, ante esta opción individual diversa y plural, es imposible contar con una opción religiosa unitaria, en tanto que sí lo es la opción de un proyecto ético universal, previo a toda religión y vinculante para todos.
La ciudadanía es una franja universal en la que se hallan incluidos todos los seres humanos, con su dignidad y derechos inviolables, en tanto que la religión, sin dejar de reforzar esos derechos, establece además otros vínculos de unidad y comunión gratuitos.
Esto quiere decir que ninguna religión puede aspirar a crear una política propia, una Estado propio, una legislación propia, un sistema económico propio con los que dirigir y vincular a todos los ciudadanos.
4. Lo esencial, en que coinciden todas las religiones
La pasión por el hombre, por el hombre pobre y oprimido y por el amor, parecen ser algo en lo que pueden encontrarse y dialogar todas las religiones, en base a los siguientes criterios:
· Ejercer la autocrítica, que les ayuda a descubrir que ninguna de ellas está libre de culpa.
· Admitir que nada de cuanto daña o destruye al ser humano se puede permitir: sacrificios humanos, quema de herejes, culto de la prostitución, promiscuidad sexual, consumo de drogas, imperialismo, racismo, chauvinismo masculino, odio, etc.
· -Saber volver a sus fuentes para reconocer su esencia originaria y normativa.
· Admitir que su búsqueda de la verdad tiene unos límites.
· -Ejercer una función de preservación, garantía y credibilidad de los derechos humanos.
· Admitir como criterio mínimo la afirmación de la dignidad humana con sus consecuentes derechos y valores esenciales. Es bueno para el hombre lo que le ayuda a ser verdaderamente humano. Lo humano constituye una exigencia mínima para toda religión, ya que la verdadera religión persigue la consumación de una verdadera humanidad.
5. La dignidad humana, quicio de un proyecto ético universal, inspirador una espiritualiadad ciudadana.
Obviamente, un proyecto de ética universal, base de una espiritualidad ciudadana, cuestiona el modelo neoliberal dominante: no es compatible un Estado de derecho con el capitalismo. Los principios, las actitudes, los criterios y los valores que informan nuestro modelo ético y de espiritualidad son incompatibles con los del modelo capitalista.
1. El capitalismo es intrínsecamente perverso y no ofrece solución
Nos abruma, cada vez más, la magnitud de un mundo dividido y enfrentado. La utopía nos hace soñar con un mundo único en que todos nosrelacionemos con todo en respeto, colaboración y armonía. Porque los territorios, las lenguas, las razas, las políticas, las culturas y las religiones son relativas, en tanto que la dignidad humana, como categoría de valor, es absoluta en cualquier lugar, tiempo o circunstancia.
No se trata de estimular más medios, más técnicas , más recursos y más alianzas para promover y acumular más bienes. Todo eso hace tiempo que lo tenemos, ha ido creciendo imparablemente y, sin embargo, la realidad nos dice que no ha servido para acabar con la pobreza, la injusticia, la discriminación, el sufrimiento, los monopolios y privilegios, sino para hacer más honda la brecha entre minorías superafortunadas y mayorías esclavizadas.
No hay lugar para el engaño. La crisis se llama hoy capitalismo, nos enfrentamos a proyectos de convivencia antagónicos, unos a favor y otros en contra de la dignidad humana. Y ninguna solución se orientará a buen puerto, si pretende construirse a base de explotación y marginación, de exclusión y violencia, de hostilidad y dominación.
Nuestra apuesta humana, racional y cívica, individual y colectiva, nacional e internacional es ética y de ética universal, en la que confluye todo lo que es profundamente humano y profundamente liberador.
2 -Primero de todo, personas
Unos y otros, desde nuestras respectivas perspectivas, no podemos olvidar que, primero de todo, somos personas con una dignidad, derechos y valores universales y, por tanto, irrenunciables, en cualquier lugar, cultura o país del mundo.
Lo prometedor del momento actual es que la conciencia humana ha logrado consolidar ciertos principios y formular conquistas morales que no está dispuesta a perder. En muchas partes, esas conquistas no se han hecho realidad, todavía, pero todos las estamos defendiendo como innegociables:
- Ninguna nación debe prosperar a base de explotar y dominar a otra.
- Ningún ser humano debe ser explotado por otro.
- Ninguna religión es única y superior ni puede imponerse a los demás.
- Todo sistema económico, que no sirva para remediar las necesidades humanas de todos, es injusto.
- Los pueblos están llamados a entenderse, colaborar y solucionar juntos las grandes causas de la humanidad.
- Es inmoral el omnipresente y voraz mercantilismo de la globalización neoliberal.
- Lo que no es bueno para todos, no puede serlo para unos pocos o grupos particulares.
- La humanidad es una y tiene vocación de justicia, de fraternidad, de libertad y de paz para todos.
3 – La común identidad: la fraternidad es la genética constitutiva de la humanidad.
Las relaciones de unos pueblos con otros han estado inspiradas en el principio de sobrevalorar las diferencias y de menospreciar la común igualdad. Y las diferencias las hemos convertido en bandera de superioridad y dominación. Hoy, la conciencia avanza imparable, persuadidos de que el valor supremo es la vida, que está en cada persona.
Jamás, hechos o circunstancias accidentales pueden eclipsar lo original y esencial. Y lo esencial afirma que, frente a la realidad pequeña de la patria, del territorio, de la lengua, de la cultura, de la religión, de la política, de los Estados, está la realidad grande, superior a todas las otras, de la persona.
Mi patria universal es la dignidad de la persona. Mi lengua universal son los derechos humanos. Mi religión es la que me religa a todo ser humano, me lo hace otro yo y me hace tratarlo como yo quiero que me traten a mí. Mi sangre y mi ADN universales me identifican con la sangre y ADN de todos los humanos, con sus anhelos de justicia, de libertad, de amor y de paz. Mi ciudadanía es planetaria, no disminuida en ninguna parte, y brota de mi ser humano como la de todos los demás.
Todos somos personas y, si personas, iguales; y, si iguales, hermanos. Y, si hermanos, ciudadanos del mundo entero.
Las razas son relativas. Las religiones son relativas. Las lenguas son relativas. Las patrias son relativas. Las culturas son relativas.
Lo absoluto es:
el amor a toda persona,
el no querer el mal para nadie,
el no explotar a nadie,
el no humillar a nadie,
el no discriminar a nadie,
el no engañar a nadie.
La fraternidad es la genética constitutiva de la humanidad, genética que hace imposible la injusticia, el odio, la indiferencia, el orgullo, la insolidaridad. Uno se hace prójimo de cualquier necesitado cuando tiene compasión de él. Y tiene compasión cuando ve en su cara la cara de un hermano. Es así que, por esta verdad, no puede haber entre nosotros señores y esclavos, grandes y pequeños, mayores y pequeños, extranjeros y nacionales, sino iguales, porque todos somos hermanos.
6. Desafío y posibilidad de una ética universal liberadora
La crisis que padecemos es universal y para resolverla hay que contar con una visión y solución que sean universales. Las visiones parciales, propias de otros tiempos, se han mostrado estériles. A superar esa parcialidad apunta la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948: “La Libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables der la familia humana” (Preámbulo).
Esto quiere decir que, en torno a esa dignidad y derechos, no se ha impuesto la “concepción común” que parecía augurarse en la Asamblea de las Naciones Unidas. No se ha impuesto la idea de que esa dignidad y derechos atañen a todos los miembros de la familia humana y no se ha impuesto porque en la política, educación y planes de los diversos pueblos no ha habido acuerdo y compromiso de cumplir un mínimo ético básico que diera lugar a un consenso mínimo básico. Hoy es voz común que hay problemas comunes a todas las naciones, que requieren un nuevo paradigma de visión y de normas, compartido por todos, y ese nuevo paradigma tiene que ser de carácter ético.
La supervivencia de la Humanidad no está asegurada si previamente no se produce un cambio ético, válido y vinculante para todos: “La Tierra no puede cambiar a mejor si antes no cambia la mentalidad de los individuos” (Idem, p. 29).
El planteamiento no niega la diversidad cultural, étnica, religiosa, jurídica o política de las Naciones, sino que trata más bien de descubrir y unir aquellos elementos que, siendo básicos, se encuentran en todas ellas y son imprescindibles para una convivencia mundial pacífica basada en la igualdad, la justicia, la libertad y la solidaridad. “Ante esta situación, escribe H. Küng, a la Humanidad no le bastan los programas y las actuaciones de carácter político. Necesita ante todo una visión de la convivencia pacífica de los distintos pueblos, de los grupos étnicos y éticos y de las regiones, animados por una común responsabilidad para nuestro planeta Tierra. Una visión semejante se basa en esperanzas, objetivos, ideales, criterios; dimensiones todas ellas que muchos hombres diseminados por el ancho mundo han ido perdiendo” (Hans Küng, Reivindicación de una ética mundial, p. 32).
1 - La ética de las diversas religiones incluye e integra la ética humana.
¿Pero, existe un proyecto ético válido de alcance universal? ¿Pueden apoyar dicho proyecto creyentes y no creyentes? ¿Se puede superar la rivalidad creada en tiempos pasados y hacer comprender que ciencia, ética y religión tienen algo en común que deben poner de manifiesto y que no debe faltar como base de una ética mundial?
El teólogo Hans Kúng lleva décadas impulsando este proyecto: “Por ética mundial entendemos un consenso básico sobre una serie de valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes básicas personales. Sin semejante consenso ético de principio, toda comunidad se ve, tarde o temprano, amenazada por el caos o la dictadura, y los individuos por la angustia” (Idem, p. 33),
Por las razones que sean, a lo largo de la historia se han creado demasiadas escisiones y enfrentamientos entre ética y religión, entre ciencia y religión, entre religión católica y religiones, como si en el fondo unas y otras fueran inconciliables. Conocidas hoy las razones e intereses de esos enfrentamientos, la conciencia de nuestra planetariedad nos invita más bien a colaborar e integrar que a contraponer y excluir. ¿Por qué la ética ha de ser contrapuesta a la religión, la ciencia a la fe y lo humano a lo religioso?¿Por qué los creyentes os hemos de aparecer como portadores de una moral que no sea humana o que se construya al margen o en contra de lo humano?
2 - Dignidad, valores y normas humanas radicales, patrimonio universal de la ética y de las religiones.
Convencidos de la unidad fundamental de la familia humana, las Naciones Unidas proclamaba en 1948, en el plano del Derecho, los Derechos Humanos. Y eso mismo es lo que ha de ratificar desde el ángulo de la ética: el respeto total a la persona humana, el carácter inalienable de la libertad, la igualdad básica de todos los humanos y la interdependencia de todos con todos.
7. NORMA UNIVERSAL PRIMERA: todo ser humano debe recibir un trato humano
El teólogo Hans Küng comenta: “Esto significa que todo ser humano, sin distinción de sexo, edad, raza, clase, color de piel, capacidad intelectual o física, lengua, religión, ideas políticas, nacionalidad o extracción social, posee una dignidad inviolable e inalienable. Por esta razón, todos, individuos y Estado, están obligados a respetar esa dignidad y a garantizar eficazmente su tutela. La economía, la política y los medios de comunicación, los centros de investigación y las empresas han de considerar siempre al ser humano sujeto de derecho; la persona debe ser siempre fin, nunca puro medio, nunca objeto de comercialización e industrialización. Nada ni nadie “está más allá del y del mal”: ni individuo, ni estrato social, ni grupo de interés por influyente que sea, ni cártel de poder, ni aparato policial, ni ejército, ni Estado. Al contrario: ¡Todo ser humano, dotado de razón y de conciencia, está obligado a actuar de forma realmente humana y no inhumana, a hacer el bien y evitar el mal!” (Reivindicación de una ética mundial, Idem, pp. 34-35).
Sólo obrando de esta manera se es verdaderamente humano. Este obrar, que brota de lo hondo de nuestro ser, queda sancionado como válido universalmente por la Etica, el Derecho y la Religión y queda esculpido en la Regla de oro: “No hagas a los demás lo que no quieras para ti” o “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”.
8. Cuatro principios que derivan de esta norma
1. Respeta la vida
Es natural el principio de “Respetar la vida”: todo ser humano tiene derecho a la vida, a que nadie lo maltrate, lo discrimine, lo depure o extermine; a que los conflictos se resuelvan pacíficamente; a que el fomento de la comunidad humana vaya unido al respeto de la naturaleza y del cosmos, tenemos una responsabilidad especial para con la Madre Tierra y el Cosmos, el aire, el agua, el suelo; esa responsabilidad nos lleva a ser abiertos, solidarios, tolerantes, respetuosos con todos. ¡Respeta la vida!
2. Practica la justicia
En virtud de este principio, todo ser humano debe practicar la justicia, haciendo un buen uso de los bienes de la Tierra, de no acumularlos insolidaria e incontroladamente, de contribuir al Bien Común; debe crear estructuras económicas que se configuren desde las necesidades y derechos de los más desfavorecidos; crear una economía social y ecológia; entender el poder como servicio a las personas y preferentemente a los más necesitados; asegurar una política basada en el respeto, el razonamiento, la mediación y consideración recíproca; asumir una actitud de moderación y control del insaciable afán del dinero, del prestigio y del consumo.
3. Sé honrado y veraz
El mundo nos depara cada día una larga lista de gente que engaña, defrauda y miente, que desinforma, que vende falsificando, somete su ciencia a intereses económicos, pregona el fanatismo, etc.
Y cada día, en el seno de todo lugar y cultura, a la conciencia humana le acompaña el imperativo de no mentir, de hablar y de actuar desde la verdad. Ningún ser humano, ninguna institución, ningún Estado y ninguna Iglesia o comunidad religiosa tiene derecho a decir falsedad a los demás. Todo hombre tiene derecho a la verdad y a la veracidad, y tiene el deber de hacer valer la verdad, de buscarla incesantemente, de servirla sin ceder a oportunismos.
4. Ama y respeta a los otros
No es posible una convivencia entre iguales sin verdadera humanidad. Dentro del mundo del varón y mujer, sigue existiendo el patriarcalismo, la explotación de la mujer, el abuso sexual de niños, la prostitución impuesta.
Nadie puede degradar a otro ni mantenerlo en una forzada dependencia sexual. La relación hombre-mujer debe regirse por el amor, la comprensión, la confianza, la igualdad, el respeto mutuo.
9. Compromisos de nuestra ética espiritualidad ciudadana
Todo lo dicho, nos indica por dónde puede venir una solución a la crisis. No ciertamente de las decisiones y medidas del sistema financiero internacional, que se muestra ajeno a orientar la economía desde la realidad de los más necesitados e indefensos, administra el dinero injustamente repartiendo más a quienes menos lo necesitan y golpeando a quienes más carecen: inmigrantes, dependientes, asalariados, etc.
Vacíos de compasión, pasan con indiferencia ante los que sufren.
Obrar humanamente, simplemente como persona, significa primero de todo, que nada de lo humano nos es indiferente ni queda fuera de nuestra acción liberadora. Serían éstas nuestras actitudes básicas:
1. No serviremos al dinero.
En coherencia con lo que somos, adoptamos el compromiso de vivir con más solidaridad, compartir más lo que tenemos, “empobrecernos” compartiendo lo que nos sobra con los necesitados, elegir ser pobres y vivir amando, sirviendo y defendiendo a los pobres.
Liberados del dinero nos comprometemos a una justa redistribución, a una justicia fraterna, a revisar nuestro tipo de consumo, cuestionar nuestro bienestar y aspirar a no tene cosas superfluas.
De esta manera, estamos en disposición de abrir caminos al reino dela Igualdad y Justicia, a ser críticos y solidarios, a trabajar para que la comunidades humanas encuentren su lugar social junto a las víctimas de la crisis.
2. Estaremos más unidos a los que más sufren.
La cercanía nos permitirá conocerlos mejor, establecer lazos de amistad, apoyarlos en la búsqueda de trabajo, ayudarlos en sus necesidades, incorporarlos a colectivos y protegerlos socialmente.
3. Defenderemos lo común.
Esta defensa asegura la igualdad e integración de todos. Y el camino que lleva a ello es el mantener un modelo de servicios públicos gratuitos para todos, como condición y medio para que todos puedan tener garantizado el logro de sus necesidades básicas.
Ser humanos de verdad nos lleva a apostar y luchar por lo que Dios quiere por encima de todo: hacer un mundo justo, más humano para todos.
Tal determinación apunta a cuantos con mayor responsabilidad están ocultando las causas de la crisis y ocultan a la par el sufrimiento que en tantos está produciendo. Una sociedad democrática, justa y libre, requiere primero de todo la verdad, que salgan a luz pública las decisiones e intereses ocultos de los que gobiernan y dirigen.
4. -Actuaremos con compasión y ternura
Informar, y actuar con libertad cerca y en unión con los sin voz. Y, primero de todo, introducir la compasión en nuestra vida y en nuestra convivencia. No sabemos cuál sería el resultado en esta nuestra sociedad desigual, dividida y atormentada, si lleváramos a la práctica, individual y colectiva, el principio de la compasión. Siendo, como es, el cimiento, motor y garantía de una nueva convivencia, ¿Qué pasaría si todos hiciéramos ese experimento?
10. Juntos todos, podemos
¡Todo ser humano debe recibir un trato humano! ¡Todos debemos hacer a los demás, lo que queremos que nos hagan a nosotros!
El desafío está en cómo logramos implantar en cada uno y en la sociedad está mentalidad. Muchas cosas hemos hecho avanzar, en muchas hemos mejorado. Nos falta la principal, que nadie se exima de responsabilidad en cuanto hace u omite.
Con esa responsabilidad, desde los principios enumerados, podemos dar solución a muchas cuestiones en litigio. Lo muestra la creciente conciencia de que a todos los profesionales se les dote de un moderno código de ética que les aporte luz y orientación. Todos los creyentes, compartiendo esta ética universal, deben también contribuir a profundizarla y concretarla desde la perspectiva específica de su fe.
La actual situación no está perdida. Desde un sentido ético propio y universal, todos juntos, podemos revertir esa situación, podemos hacer efectiva una ética mundial común, un mejor entendimiento mutuo, unas formas de vida socialmente conciliadoras, que aseguren un mínimo de justicia, de bienes y derechos, a la luz de la ética, del derecho internacional, del mensaje primordial de las religiones y del evangelio.
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