La paz territorial: ¿eje fundamental para el pos-acuerdo?
08/02/2015
- Opinión
Sin duda la tesis que si bien los Acuerdos de terminar el conflicto armado se construyen en La Habana, pero la construcción de la paz se dará en los territorios donde justamente el conflicto ha sido más intenso y donde vive la población más golpeada por los efectos perversos del mismo y donde el accesos a los derechos fundamentales es más precario o inexistente.
El Alto Comisionado de Paz del Gobierno Santos, Sergio Jaramillo, señaló en una intervención en la Universidad Externado en Mayo de 2013 lo siguiente: “…en Colombia no ha habido un verdadero proceso de paz. Ha habido procesos exitosos en el pasado con diferentes grupos –M-19, Epl, Crs– pero no ha habido un proceso de paz territorial, no ha habido un proceso de paz que se instale en las regiones y logre el verdadero cierre del conflicto, que es la visión y la obsesión del presidente Santos.
El error histórico ha sido pensar que un proceso se trata simplemente de la desmovilización de unos grupos, sin pensar en transformar los territorios, sin pensar en cambiar radicalmente las condiciones en el terreno… La paz no se trata de recibir un fusil para entregar un taxi o una panadería. Se trata, repito, de quitar las armas del camino para poder transformar unos territorios y reconstruir el pacto social en las regiones. Para garantizar que no vuelva a haber guerra. Y eso, a juicio del Gobierno, se logra de dos maneras. Una es ampliar el alcance y fortalecer la efectividad de las instituciones en el territorio… La otra es construir desde abajo, apoyados en la fuerza y la capacidad de organización de las comunidades. En Colombia sobran ejemplos admirables de construcción de paz desde abajo, pero una cosa es lo que se puede hacer en medio del conflicto, y otra sin conflicto y sin armas acosando a la población.”
Ahora bien, estos enunciados conceptuales deben recibir materialización en términos de políticas públicas y ahí surgen una serie de interrogantes y aspectos de controversia. Para algunos el desarrollo territorial puede significar la selección de unos municipios ‘piloto’ para adelantar allí algunas obras por parte del Estado y hacer énfasis en ciertas políticas públicas. Para otros puede implicar seleccionar territorios donde existan organizaciones sociales con cierta capacidad de movilización y ‘empoderarlas’ con recursos para que sean ellas quienes adelanten algunas obras o acciones prioritarias en sus territorios. Otros pueden pensar que se debe ubicar como la puesta en marcha de planes integrales que toquen la dimensión productiva –incluyendo allí con un gran peso la dimensión ambiental-, los aspectos sociales y la dimensión política. Otros podrían considerar que se trata de combinar estas tres formas de concebir el desarrollo de los territorios, para que haya un impacto real en la dimensión regional.
Este es un tema y para nada de menor cuantía, que deben abocar en la Mesa de Conversaciones las dos Delegaciones, cuando se ocupen del tema de la implementación de los Acuerdos, porque si esto no queda definido la posibilidad de que termine diluyéndose es muy alta y se generen nuevas frustraciones en las poblaciones regionales. Creo que en Colombia tenemos unas experiencias muy importantes tanto en los Programas de Desarrollo y Paz, como en programas estatales –pensemos en el Programa de Desarrollo Rural Integrado DRI, en la época del Presidente Alfonso López Michelsen o en los Programas de Plan Nacional de Rehabilitación en los Gobiernos Barco y Gaviria-, no para calcarlos sino para inspirarse en ellos y derivar las estrategias que hoy día deberían tener este tipo de respuesta., que no es otra que la construcción del desarrollo en las regiones.
A propósito, quisiera invitar a los lectores a repasar un texto que escribí en 1995 a solicitud de la USO y Ecopetrol y que en buena medida estuvo en la base posterior de la estructuración del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (“Desarrollo Regional y Paz: dos caras de una misma moneda”). Voy a tomar un par de ideas de ese documento solamente, con las limitaciones de un análisis en esta Revista virtual, con la intención de estimular la necesaria discusión acerca de esta temática, por supuesto vista con los ojos de hoy día.
Decíamos en ese documento que había necesidad de concebir el desarrollo “como aquellos procesos económicos, políticos, culturales y organizativos que apuntan a posibilitar la satisfacción de las necesidades sociales, dentro de las especificidades de las diferentes sociedades. Esto implica que el desarrollo no es un simple problema de crecimiento económico, como lo han dicho reiteradas veces los 'teóricos de la modernización' ni tampoco es, como lo suponían los marxistas ortodoxos un problema de 'desarrollo de las fuerzas productivas'… el desarrollo requiere la creación de condiciones que posibiliten que la suma de los intereses individuales construyan efectivamente el interés colectivo. Se señalan las opciones técnicamente válidas y socialmente consensuadas como las que pueden ayudar a reducir la incertidumbre, como característica de períodos de cambio en procesos democráticos, como lo señala Percy Rodriguez… En lo político se trata de re-estructurar la democracia liberal de corte representativo y centrada en lo político y estimular formas de democracia participativa desideologizadas basadas en la acción privada y allí la planeación del desarrollo juega un papel fundamental.”
Y terminábamos planteando, como una tesis a debatir y desarrollar que “Las posibilidades del desarrollo regional estarían asociadas a:
1‑ la existencia de una estructura administrativa regional técnico‑política con capacidad de presentar y negociar frente a las instancias del Estado central propuestas de desarrollo técnica y políticamente viables y en esta dirección, sin duda, el mejor conocimiento que se tenga de la región, incluidos por supuesto los indicadores socio-económicos, se transforma en un recurso de poder y de negociación importante a nivel intra e interregional;
2‑ plantear una presión para el incremento de la capacidad de decisión de las regiones acerca de sus propuestas de desarrollo, lo que implica una profundización de la descentralización en la perspectiva de la región, buscando cada vez más autonomía política y una crítica práctica a la misma y a su orientación fundamental que ha sido antes que nada un proceso de municipalización,;
3‑ la posibilidad de construcción de fuerzas sociales regionales con capacidad de movilización y presión en los niveles local, regional y nacional que se transforme en el dinamizador y en el control social de las relaciones 'Estado central‑región'. La posibilidad de construcción de ese sujeto regional está ligada a la puesta en marcha de procesos de concertación y negociación regional entre los diversos actores regionales, buscando elementos de identidad, sin ir a pretender eliminar los elementos de diversidad que son inherentes a la propia complejidad regional.
Toda propuesta creíble de futuro hoy día y concordante con la reivindicación de la democracia, debe pensar una propuesta de desarrollo que permita combinar el crecimiento económico con la satisfacción de necesidades de los sectores mayoritarios de la sociedad y que lleve implícito un reconocimiento de las particularidades regionales. En esta dirección la política social debe dejar de considerarse de manera subsidiaria a la política económica y por el contrario deben tratársele en un mismo nivel de importancia, avanzando hacia una concepción integral de política pública. La prioridad debe centrarse en la política social más estratégica en esta dirección, que es la de generación de empleo productivo. Por cuanto el empleo productivo es la única política pública que puede combinar, en teoría, el crecimiento económico con la redistribución e impedir que la política social se vuelva otra forma de dependencia y clientelismo.
La construcción de una propuesta de futuro para sociedades como las nuestras, implica combinar de manera adecuada políticas de acumulación y políticas redistributivas… Pero además la política estatal en la Colombia de hoy debe combinar el llamado 'gasto social' con la realización de reforma agraria, la construcción de democracia y en síntesis: el desarrollo regional.
Ya no es viable pensar propuestas únicas de carácter general que hagan caso omiso de las especificidades y dinámicas regionales. Igualmente incorporar la dimensión ambiental como parte sustancial de una propuesta de desarrollo es una necesidad, más allá de los discursos integradores que nos hablan de un 'modelo sustentable' para el capital exclusivamente... La relación equilibrada entre el crecimiento hacia dentro y la articulación con los mercados mundiales es una necesidad del momento.”
Considero que este es un debate al que nos debemos convocar los colombianos, porque en buena medida el éxito del pos-acuerdo va a depender de la eficacia de las políticas públicas que se implementen para volverlos realidad y esto depende de las concepciones que estén detrás de las mismas.
Alejo Vargas Velásquez
Profesor Titular Universidad Nacional
https://www.alainet.org/en/node/167421
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