Una mentira no se convierte en verdad por mucho que se la repita
- Opinión
Llevamos semanas viendo aparecer en los grandes medios de comunicación de nuestro país que en Venezuela hay que restablecer la democracia, que la oposición política es reprimida y maltratada, que no hay libertad de expresión, que hay desabastecimiento y muchas muertes violentas. Y, para agrandar la legitimidad de este clamor se nos repite que en nuestro Congreso no pocos diputados denuncian la arbitrariedad con que los opositores venezolanos son detenidos y piden que los “democratas” Leopoldo López, Antonio Ledezma, Daniel Ceballos y otros sean excarcelados, y que semejante pronunciamiento se ha hecho también en el Parlamento Europoeo, por el Secretario General de la ONU, la OEA y otros Gobiernos y que 23 expresidentes americanos piden que se restablezca la democracia en Venezuela.
Reconozco como superhábil el manejo para condicionar y moldear la opinión de quienes simplemente se guían por esta información mediática interesada y manipuladora.
La verdad es otra: en Venezuela desde la llegada de Hugo Chávez ha regido una democracia acreditada en todas las elecciones por la voluntad del pueblo depositada limpia y libremente en las urnas. Ni una sola, pudo ganar la oposición. En la última, ya con Maduro creyeron que, toda la oposición unida, podían ganar. Y de nuevo perdieron por más de tres millones de votos. Y esto es lo que exasperados no aceptaron ni estaban dispuestos a tolerar y diseñaron otra estrategia de oposición violenta , antidemocrática, para desestabilizar el país, y poder tumbar a un Gobierno , que no habían podido lograr democráticamente.
Ninguno de estos grandes medios nos cuentan los avances y logros de la revolución bolivariana si se la compara con los Gobiernos de los 70 años anteriores: ha habido en tan solo 10 años un incremento del gasto social de 772.000 millones de dólares; construcción de más de 700.000 viviendas; la escolarización de niños ha pasado de 6 millones (1998) a 113 millones (2013); construcción de 22 nuevas universidades; aumento de profesores de 65.00 a 350.00; enseñanza pública totalmente gratuita desde la infancia hasta la universidad; personas con pensión antes de Chávez 387.000, ahora 2.100.000; médicos por 10.000 habitantes en 1998,18;, en el 2012, 58; país con el nivel más bajo de desigualdad (según el Coeficiente Gini) Venezuela; salario mínimo en 1998 lo equivalente a 16 dólares, en 2012 son 330 dólares; extracción anual de petróleo 500.000 mil millones de barriles, ahora mil millones; medios de comunicación en propiedad y control privado (no estatal) en torno al 80 %, etc.
Lo que es una democracia se defiende ejerciendo en ella la oposición democráticamente (debate, diálogo, cooperación, oposición leal…) no con violencia e inmoralmente. No se trata de restablecer la democracia en Venezuela, sino de aceptarla, mal que no responda a los intereses, monopolios y privilegios de ciertas minorías del país y otras foráneas.
Los denominados y más ensalzados opositores de la revolución bolivariana no son demócrata, ni disidentes políticos sino , como han dicho diputados del Congreso español, criminales , que actúan fuera de ley, y merecen la cárcel. Demasiado saben los grandes medios de comunicación quiénes son esos opositores y, sin embargo, los presentan ante la opinión pública como héroes de la resistencia y víctimas.
¿Por qué, aceptada con admiración su enorme e innegable calidad periodística, no se publica la posición de Eduardo Galeano (y otros) referente a Venezuela con el relieve con que se hace por ejemplo con Mario Vargas Llosa?
Afortunadamente, aun sin el espacio público de esos grandes medios y sin la omnipotencia de su “ilimitada e “inmoral” libertad, disponemos de otra información, -amplia y contrastada- que nos permite librarnos del engaño e hipocresía de quienes nos dicen servir a la democracia, a los derechos humanos, a la libertad de expresión, emancipación de los pueblos y otras retóricas resabidas.
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