Ecosocialismo, buen vivir y la vía franciscana
- Opinión
El próximo 5 de junio, se celebra el 43 aniversario de la declaratoria del “Día Internacional del Ambiente” en Estocolmo, Suecia. El balance de esas celebraciones y las condiciones del “ambiente-planeta tierra” parece precario. Las cuatro décadas han empujado a los científicos a reafirmar que en algunos ecosistemas planetarios que amortiguan y regulan las distintas funciones de la ecósfera-biosfera, los daños son irreversibles, poniendo en peligro la existencia de la vida humana.
En todos estos años, a pesar de haberse realizado centenares de cumbres, congresos, simposios, talleres, conferencias, seminarios, licenciaturas, maestrías, doctorados, diplomados, especializaciones, encuentros, entre otros, de donde han salido bien fundadas declaratorias, cartas, libros, revistas, textos, millones de publicaciones electrónicas, instituciones y contundentes posiciones, todavía no ha sido posible encontrar un nuevo contrato con la naturaleza, que nos ayude a reconstruir y organizar una nueva civilización y humanidad.
De los numerosos movimientos sociales, ambientalistas, ecologistas, ecofeministas, científicos, artistas, deportistas o algunos partidos políticos, de donde han emergido sustanciosas ideas, reflexiones y numerosos legados, para la transición de un mundo ambientalmente sustentable, consideramos que existen, cuatro tendencias e iniciativas políticas o ejemplos, que florecen como propuestas para restablecer nuevas relaciones con nuestro ambiente.
La primera y de alto vuelo político, la tenemos en Venezuela con la “La Ley Plan Patria” 2013-2019. Allí se destaca el quinto objetivo histórico: “Salvar el Planeta Tierra y la Especie Humana”. Siendo transversal a los otros cuatro objetivos históricos. Como lo ha venido reiterando el Presidente Nicolás Maduro, el quinto objetivo promueve el avance de “un nuevo modelo civilizatorio que enfrente el modelo depredador, insostenible y capitalista impuesto”. Es tarea de todos los venezolanos y sin excepción, presionar para evolucionar como sociedad ante tal solicitud
Los otros tres ejemplos, que tienen corresponsabilidad y concurrencia con el anterior, los ha venido señalando Boff (2015); el primero, el “vivir bien” de los pueblos andinos, que consiste en la armonía y el equilibrio de todos los factores en la familia, en la sociedad (democracia comunitaria), con la naturaleza (las aguas, los suelos, los paisajes) y con la Pachamama, la Madre Tierra. La economía no se guía por la acumulación sino por la producción de lo suficiente y decente para todos.
Segundo ejemplo: se está fortaleciendo cada vez más el ecosocialismo, que no tiene nada que ver con el socialismo una vez existente (que era en verdad un capitalismo de Estado), sino con los ideales del socialismo clásico de igualdad, solidaridad, subordinación del valor de cambio al valor de uso, con los ideales de la moderna ecología, como ha sido excelentemente presentado entre nosotros por Michael Löwy en Qué es el ecosocialismo (Cortez 2015) y por otros, en varios países, como las contribuciones significativas de James O’Connor y de Jovel Kovel. Citados por Boff (2015), ahí se postula la economía en función de las necesidades sociales y de las exigencias de la protección del sistema-vida y del planeta como un todo.
Un socialismo democrático, según O’Connor, tendría como objetivo una sociedad racional fundada en el control democrático, en la igualdad social y en el predominio del valor de uso. Löwy añade aún «que tal sociedad supone la propiedad colectiva de los medios de producción, un planeamiento democrático que permita a la sociedad definir los objetivos de la producción y las inversiones, y una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas». El socialismo y la ecología comparten los valores cualitativos, irreductibles al mercado, como la cooperación, la reducción del tiempo de trabajo para vivir el reino de la libertad de convivir, de crear, de dedicarse a la cultura y a la espiritualidad y a recuperar la naturaleza devastada. Este ideal está en el ámbito de las posibilidades históricas y orienta prácticas que lo anticipan.
Un tercer modelo de cultura, Boff (2015) la llamaría la “vía franciscana”. Francisco de Asís, actualizado por Francisco de Roma es más que un nombre o un ideal religioso; es un proyecto de vida, un espíritu y un modo de ser. Entiende la pobreza no como un no tener, sino como capacidad de desprenderse siempre de sí mismo para dar y dar, la sencillez de vida, el consumo como sobriedad compartida, el cuidado de los desvalidos, la confraternización universal con todos los seres de la naturaleza, respetados como hermanos y hermanas, la alegría de vivir, de danzar y de cantar hasta cantilenae amatoriae provenzales, cantares de amor. En términos políticos sería un socialismo de la suficiencia y de la decencia y no de la abundancia, por lo tanto, un proyecto radicalmente anti-capitalista y anti-acumulador.
De este último modelo de cultura, se presagia tome auge y fuerza cuando el Proyecto Papal de la Carta Encíclica sobre Cuestiones Ecológicas, en cualquier momento se haga realidad. Lo consideramos sumamente oportuno, al revelarnos una vez más, la emergencia de la realidad actual social-ambiental de nuestro planeta Tierra.
Independientemente de celebrar esta histórica, universal y sacra iniciativa del Papa Francisco, deseando llegue de verdad a despertar e impactar a millones de fieles católicos y de otras religiones, también consideramos, debe ir acompañada de la promoción e implementación de la educación ambiental en todos y cada uno de los niveles de educativos. Esta debe ayudarnos a evolucionar en nuestra formación técnico-política y definitivamente adoptar, la nueva racionalidad ambiental permanente, que estamos seguro nos ayudará a darle forma, coherencia y fuerza a ese nuevo contrato que debemos establecer con el “ambiente de nuestro planeta tierra”.
Referencia bibliográfica
Boff, L (2015) Como reproducimos la cultura del capital http://servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=702
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