Grecia o el panteón de los dioses

26/06/2015
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Dicen los cuentos y los mitos occidentales que Grecia es la cuna de su civilización, sobre todo de su filosofía y su democracia. Es decir de mucho que le deben a Grecia. Ese pueblo del sur de Europa, hoy por hoy vilipendiado y maltratado por quiénes dicen considerarse herederos de semejantes ideas, los europeos del norte desarrollado, para quiénes no valen nada los valores universales o las convivencias entre culturas distintas, sino sólo los negocios financieros tan turbios como cualquier negocio de cloaca.

 

Esos señoriales financistas de cuello blanco, representados por el Banco Central Europeo, sabían perfectamente de los problemas estructurales de Grecia hace 15 años, cuando la bonanza y supuesto buen manejo de los gobiernos helénicos en la economía griega. Sabían de la corrupción que siempre está ligado a los gobiernos por el poder que eso supone en los manejos institucionales, sabían de lo poco competitivo del país, pequeño y turístico más que industrial y financiero. A pesar de esos conocimientos, los financistas del norte europeo prestaron miles de millones de euros que no fueron a parar precisamente a los bolsillos de los más pobres, sino de los de siempre: de los negociantes de los distintos gobiernos de Grecia. Esas historias de mercaderes que ya conocemos desde el sur del mundo, con los cuentos de las deudas contraídas por dictadores para beneficio de sus empresas, negocios, bancos y edificios de lujo a lo largo de América Latina. Esos mercaderes de la muerte de los bancos internacionales, a quiénes les importan un comino nuestros problemas estructurales porque la legalidad mundial les favorece, desde las lógicas de los negocios: todo es posible, incluso comprar a la propia muerte.

 

Pero el pueblo griego da ejemplo mundial. Primero al elegir un gobierno de izquierda, al menos como promesa porque la izquierda es lo más impreciso e indeciso que hay, en un ambiente europeo derechizado por el miedo y la inseguridad de sus pueblos, globalizado y corroído por las fauces de la ultraderecha norteamericana, y sin ningún sentido de orientación sobre su futuro y su historia respecto de sus propias raíces. Segundo, porque la poca decencia que aún le queda a esa izquierda aplazada históricamente, se planta frente a la soberbia de los financieros y mercaderes de la muerte modernos. El primer ministro griego, prefiere apostar por su pueblo.

 

Un pueblo humillado por las políticas neoliberales hasta el extremo de tener que financiar la luz eléctrica y agua gratuitamente, para cientos de miles de ciudadanos que no tienen ni siquiera para los alimentos. Con millones de desocupados, millones que cobran miserias en sus rentas de jubilación para familias enteras, incluidos hijos y nietos. En definitiva un pueblo destruido  moral y físicamente. Dependerá de estos días si es que los actuales gobernantes son fieles a su pueblo, o como sucede a menudo traicionarán otra vez los sueños de sus pueblos, con la patraña legal y diplomática escrita en los libros: una cosa es la realidad y otra cosa son los sueños, o sea los discursos. Los alemanes le dieron una estética linda a esa frase: realpolitik.

 

No espero una insurrección en Grecia, porque los pueblos europeos han perdido hace tiempo esa capacidad de reacción legítima de colgar traidores o guillotinar en las plazas, como en nuestra justicia comunitaria, y restablecer lo justo y legítimo en el equilibrio de nuestras sociedades. Los europeos se creyeron en el sueño neoliberal, dorado de Estados del bienestar, hasta quedar adormecidos, domados, embrutecidos e intimidados para repensar sus propias respuestas.

 

Hoy lo único que les queda es el propio sistema, esperar algo de su democracia que ya no es posible que dé respuestas a problemas más complejos y nuevos; pero que siguen esperando a pesar de todo. Lo que sí espero de Grecia es al menos una reacción de su espíritu de dignidad, frente a los mercedes de la muerte financistas que a estas alturas de la historia merecen guillotina, más que toda la realeza de la revolución francesa. Pues esperar revoluciones en Europa es esperar peras al olmo, su dignidad se ha esfumado con el tiempo en donde se han empoderado las lógicas individualistas y capitalistas norteamericanas, en estos últimos 40 años. Y veremos el duro examen de las alianzas de izquierda, que tienen en sus manos la conducción de Grecia, porque la historia de la izquierda en Europa no es precisamente una historia de glorias y de reciprocidad a sus pueblos, sino todo lo contrario.

 

 Grecia, uno de los países más pobres de Europa, marca pauta en ese continente. Esperando que las enseñanzas desde nuestras realidades sirvan en algo. Que los miles de millones de dólares en préstamos llegados a nuestros países, a nombre de nuestras necesidades, jamás fueron utilizadas en nuestras necesidades. Y de eso por supuesto que “no hay pruebas”, porque las pruebas son estructurales: barrios ricos, edificios modernos, tiendas mercado al estilo norteamericano, bancos nuevos. Toda esa parafernalia financiera rodeada de miseria y pobreza estructural. Y eso le está empezando a suceder a Europa, a la culta Europa, a la cuna de la civilización occidental, al faro de la cultura.

 

Mitos, solo mitos construido con los aires señoriales de consumo universitario. Pues Grecia se juega la dignidad de su espíritu milenario, de su filosofía que si fue el principal aporte desde la perspectiva de aquella filosofía que sirvió para desenmascarar mentiras, para desmontar engaños e ilusionismos de reyezuelos siempre dispuestos a mentir y engañar a los pueblos. Ojalá que sus dirigentes actuales no pasen al panteón de los traidores, llenos de ellos por unos cuantos platos de lenteja.

 

La Paz, 26 de junio de 2015.

https://www.alainet.org/en/node/170705?language=es
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