Acerca de la unidad y la organización del movimiento de masas
- Opinión
Introducción
Los desafíos del movimiento popular son grandes por la envergadura de problemáticas que éste debe afrontar, tanto como por las perspectivas de cambio social a todas luces necesario. En todo sentido amerita ampliar su propia visión global revolucionaria y democrática, a la vez que diversificar las formas de lucha para que rinda mejores frutos, que peguemos al sistema por todos los costados que se pueda para que la cosa se mueva hacia nuestras clases, destrabando los esquemas de comprensión unidimensional de la lucha política.
Llegamos a un tiempo en que las relaciones de trabajo popular y revolucionario ameritan cimentarse sobre nuestras realidades; en que las formas en el plano organizativo requieren revestimientos democráticos firmes, a tono con las dinámicas de la lucha de clases; en que los liderazgos deben cumplir un papel serio abocado al desarrollo seguro de las unidades en el sentido de prioridades de lucha proletaria y popular contra el régimen; en que las estructuras y militancias están obligadas y obligados en su formación, debate amplio y sincero en los términos de las concreciones requeridas, desenredándonos de las especulaciones ideológicas.
En este ambiente, hace una década decidimos tratar este asunto, sobre el qué está pasando con la unidad y la organización de nuestros pueblos, de sus clases y sectores explotados u oprimidos, qué problemas se tienen, cómo solucionarlos, cómo podemos aportar, cómo los colectivos y quienes estén en interés pueden resolverlo y en ese mismo sentido qué ha sucedido últimamente en pro o en contra de estas tareas políticas, cómo ir superando estas cuestiones. Nunca se debe sepultar nuestra capacidad de reflexionar y concretar los nuevos planos en que se desarrolla el drama político de la unidad, la organización de masas, o la formación de las militancias.
Creemos en que es posible la unidad y cohesión en el seno del pueblo, creemos y confiamos en la unidad de las y los revolucionarios, creo en la unidad de los y las comunistas en medio de sus grandes problemas, las posibilidades de lograrlo son ciertas aunque haya cosas que debamos dejar para más adelante, debemos cambiar y mejorar muchas cuestiones.
Las cosas siempre son más complicadas de lo que se quisiera, nuestros pueblos reunirán las fuerzas suficientes y necesarias para pegarle al asunto de lo que ha significado este cierre de cuentas del capitalismo en México luego de décadas de neoliberalismo extremo. Encontrará su horizonte revolucionario en la lucha partiendo de las resistencias ha venido desarrollándose sus perspectivas democráticas para crear otro tipo de sociedad y estado que superen la fragrante realidad. Pronto se ve el potencial que está en el fondo de las circunstancias que hoy enfrenta para retomar banderas por encima del inmediatismo o de cualquier obstáculo, sobre todo las condiciones darán lugar a la formación revolucionaria amplia, capaz de afrontar el reto, lo importante es ganar la calle y el debate político en todo momento porque eso significa la posibilidad de recuperar la ofensiva y el terreno para la lucha de clases, a lo mejor nuestras formas de lucha ya deban diversificarse más y repensar cuanto hasta ahora pudimos hacer para agarrarnos de todo lo que nos permita avanzar.
Toda lucha en cualquiera de sus formas resulta un medio de levantarse para muchos y muchas que es en quienes pensamos, aun cuando todavía no exista dirección capaz, ha de emanar del propio seno del pueblo, nos queda asumir con coraje y responsabilidad los errores, aprender del pueblo, contribuir en esas grandes tareas, ganar y convencer, nos queda en lo poco que podamos hacer insertarnos e influir. A las revolucionarias y revolucionarios les toca hacer de bujías, no se ven pero juegan su rol, deben ver todos los ángulos de esta nueva situación para la lucha de clases en México; percatarse de la trascendental importancia de golpear firmemente al imperialismo y la gran burguesía financiera en medio de grandes dificultades por venir; asimilarse conscientemente ante los pasos concretos por encima de los cien programas que se pudiera idealizar.
Nuestras carencias pueden ser sanadas en la lucha popular y proletaria, entre las juventudes y magisterio, entre mujeres y pueblos originarios, de sus migrantes, profesionistas e intelectualidades. El pueblo enseña en la cotidianidad y en sus luchas, en el arduo camino del proceso democrático y revolucionario, enseña a mirar las verdades y dinámicas de la lucha de hoy sin entramados, esquematismos ni dogmatismos. Hoy día explotados y oprimidos reclaman el precisar y decir las tareas más eficaces, las nuevas posibilidades revolucionarias de acciones antes veladas o monopolizadas por las fuerzas del sistema, las vías de lucha antes controladas o dejadas a merced del oportunismo, la expresión contundente de sus demandas o reclamos ante el sistema, todo para desatar sus fuerzas revolucionarias, a fin de ser revolucionarias y revolucionarios en las nuevas circunstancias sin perder un punto de la perspectiva, sino ganando en medios, imaginación y creatividad que nos ayuden a forjar otro futuro.
Las fuerzas revolucionarias no pueden jugar a la revolución, no deben acreditar cualquier acción porque confronte a quienes creen o sean sus rivales, ante todo no deben derrochar sus energías o su capital político tirando hacia todos los ángulos, saben bien que su fuego debe concentrarse en especial ahí donde nuestros pueblos han encontrado el hilo conductor de sus procesos contra sus opresores y las condiciones de la dominación.
De manera natural nuestros pueblos rechazan al sectarismo y sus extremistas, a las tácticas desfasadas y los criterios unilaterales, para reconstruir el discurso revolucionario en que cabrán todas las formas de lucha bajo el principio de avanzar objetivamente palmo a palmo sobre las circunstancias y condiciones, sin ensoñaciones ni especulaciones ideologizantes, superando las tácticas doctrinarias, el menosprecio de las pequeñas victorias y pasos del movimiento en nuevos escenarios, y toda suerte de trabas “purificantes” para el movimiento.
Debemos reforzar todo esfuerzo encaminado a poner en marcha los sectores y clases populares en cualquiera de sus luchas y demandas contra el régimen, venciendo los incontables prejuicios que se nos incuban respecto de los contextos o escenarios en que la lucha se desenvuelve, sin ilusionarnos tampoco de otras intenciones, sólo aprendiendo a participar en toda la regla con espíritu unitario, consecuente y organizativo concreto, sin descalificar lo que se desconoce.
I. La hegemonía de la oligarquía financiera
Con el poder político-económico concentrado en la oligarquía financiera nacional e internacional que gobierna este país, el escenario, sigue tornándose dramático para las amplias masas explotadas y oprimidas. Una y otra vez percibimos todo aquello que dicta la voluntad de esa gran burguesía, que le es inherente en su desenvolvimiento histórico de acumulación de riquezas y poder en contra de la clase obrera y el pueblo. A continuación hacemos una síntesis sustancial de las condiciones actuales del capitalismo y lo que la oligarquía financiera empuja como sector de clase dirigente del capitalismo monopolista.
Debido a las condiciones objetivas del capitalismo que la propia oligarquía no tiene más que seguir impulsando sin alcanzar a controlarlas ni remotamente, tanto como por la extensa penetración de los monopolios internacionales, el imperialismo y la oligarquía financiera llevan al país a una crisis catastrófica, en la que hoy estamos en plena caída, sin que se avizore su profundidad.
Las consecuencias serán terribles para la clase obrera y el pueblo, porque la burguesía no tiene posibilidades para enfrentar sus graves condiciones fundamentalmente por:
1.- La actuación de las leyes capitalistas en función de la maximización de ganancias a costa de la pauperización de las masas,
2.- El deterioro de la industria capitalista nacional, sujeta al proceso de internacionalización capitalista que la lleva a hacer del país una zona de maquilas,
3.- El atraso tecnológico y científico en que se encuentran las fuerzas productivas,
4.-La pauperización de las masas,
5.- La dependencia y control del imperialismo,
6.- La privatización y el desmantelamiento de importantes empresas paraestatales,
7.- Las cargas de la deuda externa e interna (158,200 millones de dólares) y la visible insolvencia frente a los acreedores internacionales,
8.- La fuga de 110,508 millones de dólares por pago a la banca nacional y extranjera por medio del FOBAPROA,
9.-La anarquía en la economía,
10.- La especulación financiera,
11.- La competencia feroz de los monopolios,
12.- El estancamiento del mercado interno que se refleja en la insatisfacción de las necesidades materiales de las masas,
13.- La grotesca corrupción en el seno del aparato estatal, así como la rapiña de los recursos estatales que lleva a cabo la burocracia con toda desfachatez,
14.- la transformación del aparato en narco-estado con sus secuelas de violencia y desarticulación de la vida nacional.
Esta situación ha dado pie a varias crisis económicas, políticas y sociales, más graves que haya sufrido el capitalismo en nuestro país. La oligarquía financiera que dirige al país, el aparato estatal, los partidos políticos y todas las fuerzas reaccionarias, desprecian la vida y los intereses de las masas en su insaciable sed de riquezas.
Este desprecio criminal y las grandes presiones del capital internacional, les ha llevado a la supeditación al imperialismo, agudizando las contradicciones de la sociedad, sembrando grandes “desequilibrios” en la propia actuación de los órganos del Estado capitalista, obligados a abrazar el campo de la militarización y el fascismo.
La oligarquía financiera no se detendrá ante ningún crimen, al contrario, está concentrando toda clase de elementos que le faciliten la salida más reaccionaria para esclavizarnos, la burguesía finalmente impuso su llamado “paquete estratégico” de reformas que atentan contra los intereses de las masas y que a toda vista las hundirán en peores condiciones de vida y de trabajo rompiendo el viejo pacto social de dominación para asentarse sobre un poder neocolonial presidido por el imperialismo. Tratamos con una oligarquía y sus dirigentes de los tres partidos principales (PRI, PAN, PRD), ensoberbecidos por el poder que detentan, enfrascados en la política de los grandes jerarcas (televisada para la población), dispuestos a hacer de esta lo que les plazca para bien de la sacrosanta propiedad privada y la ley de acumulación capitalista.
El poder del gran capital en el terreno político se asemeja al de una hidra tricéfala, entre las cuales se pueden desgarrar las vestiduras, golpearse, desplazarse, etc., pero siempre conservan esa relación tan vital a la república del capital que permite desorientar a los pueblos, perpetuando el poder de los monopolios.
Reconozcámoslo, haciendo cuentas por cuanto hacen y dejan de hacer la oligarquía financiera y sus representantes, no cuentan para nada positivo en lo que respecta a los intereses del pueblo. Por supuesto que sus contradicciones son necesarias de utilizar en beneficio de la acumulación revolucionaria de fuerzas, así como las posibilidades que abre a cierto nivel, su propio rejuego, que es uno de los elementos en que se manifiestan no solo sus actuaciones políticas, sino aquellas contradicciones que sostienen en su seno sus distintas fracciones y contra el pueblo en general.
En efecto, va quedando claro un camino común para todas las tendencias de la oligarquía financiera que es, destruir la anterior vida republicana burguesa por otra de relumbrón que ponga en primer plano y a la vista de todos, el mando del gran capital, la dictadura de los monopolios, la condición de esclavos asalariados para las inmensas mayorías, la negación de derechos elementales para el pueblo, la reacción política y la aterrorización de las capas populares como lo “nuevo en política”. Unos más abiertos que otros, pero al final los tres grandes partidos de la burguesía compiten por los favores del gran capital, ofrecen sus propias versiones e interpretaciones del gusto más retrógrada, los hay de los descarados y sinvergüenzas, tanto como de los vergonzantes que recurren a la demagogia populista.
Por la naturaleza misma de la situación que ha creado el dominio de los monopolios en México, la amenaza de recolonización imperialista, la negación y anulación de los derechos e intereses de los trabajadores; la ascensión del fascismo ya no solo a un sitio, sino al conjunto del aparato estatal, son objetivamente posibles, por ello la oligarquía financiera y todos sus siervos se encuentran en plena faena, trabajan continuamente, extirpan cualquier elemento titubeante (aún a los más fervientes defensores del capitalismo, por el solo hecho de ser demócratas o liberales a la antigua), desintegran cualquier institución u organismo estatal que aún se encuentre dentro de los umbrales del viejo “nacionalismo revolucionario” burgués.
Lo que apremia a la oligarquía financiera a destruir algunos de los viejos elementos del aparato estatal y la estructura republicana burguesa del país, es su inminente desesperación y ansia por aumentar sus riquezas, en cumplimiento de dictámenes imperialistas, en interés de cortar las posibilidades a otras capas burguesas para controlar ciertas áreas del aparato estatal, en interés de destrabar por todo el país algunas normas no monopólicas en la vida de las masas, esto último especialmente en el campo.
Una enorme muchedumbre de plumíferos clientes del imperialismo y la oligarquía financiera nacional, se han dado a la tarea de “reunir argumentos” que demuestran la magnificencia de los poderosos, con lenguaje ampuloso agreden a los trabajadores, les tachan de “privilegiados” sin el menor juicio, ni la menor piedad, velan la mezquindad de clase con que actúan, a través del monopolio informático quieren si no convencer, por lo menos abrumar al pueblo e impedir su actuación, para que todo quede en manos de “los de arriba”.
Nosotros no podemos tomar partido por contradecir simplemente a los de arriba, o pretender convencerlos de “su error” como buscan algunas capas medias y sus representantes en el forcejeo interno del PRD, entre sus jefes y algunos grupos pequeño burgueses; eso sería soslayar el papel de las masas, además de ser una empresa inútil que revela la vieja fe en los amos, la creencia en la “imparcialidad” del sistema democrático burgués.
Cuando la burguesía y sus políticos reputan de nobleza sus reformas, no hacen más que mostrar la más ruin mezquindad a la hora de abordarlas en concreto: impuestos, sustracción de recursos, bajos salarios, miseria, explotación extrema, apropiación de las empresas estatales, etc.
La salida a la crisis que propone la oligarquía financiera es que sus ganancias sigan creciendo a través del arrebato de la mayor parte de los recursos públicos del Estado mexicano. ¡Bien pensada la tienen los magnates y el régimen!
La situación en los marcos de la república y legalidad burguesas, marcha a la componenda entre los partidos burgueses, dirigida por la oligarquía financiera, conducida por décadas de experiencia de la “gran política”, en términos obviamente favorables a los dictámenes de esta oligarquía financiera. El único elemento que puede marcar la diferencia en esto, es la actuación política de la clase obrera, el campesinado pobre, el magisterio, la juventud y todas las demás capas populares. Estas clases y sectores de clase son quienes en acción política independiente pueden cambiar el rumbo del país.
II. Lineamientos generales de la convergencia y la unidad
Unidad de clase
La unidad no es cuestión de deseos aglutinadores entre la sociedad, la unidad se sustenta en intereses de clase para enfrentar enemigos de clase, de otra manera cualquier idea diferente sobre la unidad no es más que simple charlatanería.
Como indicamos en el texto Estrategia y Táctica del Proletariado, las perspectivas y el programa de los trabajadores resultan completamente opuestos a los postulados por la oligarquía financiera. En tal material se exponen las tareas de:
1.- La acumulación revolucionaria de fuerzas,
2.- Banderas democráticas y revolucionarias,
3.- Lucha contra la oligarquía financiera y el imperialismo,
4.- Frente contra el capital,
5.- Un gobierno provisional revolucionario,
6.- Dirección estratégica del proletariado,
7.- Ofensiva contra las bases del sistema de explotación y opresión,
8.- Sentar las premisas para la revolución proletaria y popular,
9.- Luchar por el socialismo,
10.- Atesorar la unidad obrera, de campesinos y popular.
Lo que abordaremos a continuación serán entonces los lineamientos que empujan la unidad entre las masas, y que en realidad, atando cabos, están detrás de las tareas y banderas enumeradas:
a) La unidad entrará en niveles superiores, tanto como avance y se desarrolle la lucha de clases, sin embargo, cabe la cuestión de que en estos marcos entran en acción una ardua labor de las y los revolucionarios con o sin organización, también con toda seguridad, otras organizaciones deben jugar un papel de gran importancia para que la unidad se consolide.
b) La unidad de la que hablamos tiene una naturaleza de clase que se sustenta en la gran alianza obrera, de campesinos pobres, y popular, contra el régimen por avanzar en su propio programa social revolucionario. Se trata de principio de avanzar en la unidad contra el régimen y sus políticas, asegurando al mismo tiempo, la marcha ulterior de los trabajadores por un sendero revolucionario.
c) Esta unidad solo podrá hacerse firme si es impulsada, respaldada y dirigida por el proletariado consciente y combativo, que por sus condiciones de existencia es la clase plenamente divorciada de los intereses del régimen capitalista, que encierra en su ser colectivo las perspectivas socialistas comunistas de la sociedad.
d) Esta unidad se sostiene en estos términos, porque quedan claros los antagonismos de intereses entre la burguesía de un lado, y el pueblo trabajador de otro lado. Así, esta alianza lleva en su sello de clase la lucha contra el carácter burgués del aparato estatal y la esencia del Poder político-económico que nos oprime y explota.
e) Esta unidad se sostiene en los intereses comunes que sustentan la clase de los proletarios, el campesinado pobre y el resto de las capas trabajadoras y populares.
f) La unidad se ve fundamental para que los explotados y oprimidos desaten en forma amplia, articulada, organizada y combativa; su política independiente, opongan una tenaz resistencia a las tentativas del Estado, encausando la lucha a la transformación revolucionaria de la sociedad.
g) Sin una ardua labor de agitación y propaganda entre todo el pueblo, pero particularmente entre el proletariado en torno a desenmascarar la naturaleza del sistema, encaminada a combatir la enajenación capitalista, el esclarecimiento de las demandas tanto como de las banderas del pueblo, al igual que de todas y cada una de las tareas de la lucha de clases; es claro que las masas no estarán en condiciones de comprender la suprema importancia que jugará esta gran alianza, ni cabe pensar siquiera en obtener los resultados esperados. Con la agitación y propaganda se lograrán condiciones para derrotar a la burguesía y sus campañas mediáticas, pero los esfuerzos en este sentido deben ser, con mucho, superiores a lo que ya se ha hecho, para propiciar que las campañas mediáticas se hundan en el descrédito y sean incapaces de aturdir nuestra conciencia, aquí jugará un papel central la propaganda revolucionaria y comunista, que debe crecer sostenidamente para cubrir su misión agitadora, propagandizadora y organizadora. Nosotros no buscamos las acciones propagandísticas de “espectacularidad” informática, planteamos romper el esquema burocrático y pequeñoburgués de informar y comunicarnos con la clase obrera y sus aliados, insistimos en desatar sus iniciativas, toda propuesta debe ser dirigida a que el proletariado y los trabajadores en general las asuman y planteen muchas más.
Esta unidad es fundamental para que con este movimiento se jalone a todos los explotados y oprimidos gestándose una vasta capacidad de dirección revolucionaria.
Líneas de unidad
La alianza entre el proletariado, los campesinos pobres y todas las capas populares, sobre una base concreta, se plantea con los siguientes aspectos:
a) Una política de frente de las más amplias capas trabajadoras y populares del país, que se fundamenta en: 1.- Acción conjunta, 2.- Que influya sobre las masas no organizadas, 3.- Que infunda fe en la fuerza de la clase obrera, 4.- Que encause la lucha por la emancipación del capital, 5.- En defensa de nuestros intereses inmediatos, 6.- Que parta del núcleo básico irreductible de lucha contra el imperialismo y el fascismo, 7.- Por la defensa de las conquistas y organizaciones populares, 8.- Que encause la lucha hacia la huelga nacional, 9.- Que contribuya a la educación política popular en el más amplio espíritu unitario, 10.- Que se apoye en una plataforma general para las acciones, 11.- Que sea un bastión de organización por una nueva sociedad.
b) Una política de alianza estratégica entre el proletariado y el campesinado pobre, porque son estas clases el pilar fundamental en la acumulación revolucionaria de fuerzas, en el proceso de lucha democrático y revolucionario, para la próxima revolución proletaria. Dicha alianza queda orientada en función al papel dirigente que debe jugar el proletariado hacia los campesinos.
c) Una actuación con determinación, que asegure dicha unidad bajo los términos de la alianza estratégica, apoyándose en el rol de movimientos en pie, estructuras populares fortalecidas, que busque entre otras organizaciones sindicales, frentistas, etc., los puentes, los elementos para la construcción de la cohesión orgánica que levantará las demandas inmediatas y en la medida de su desarrollo las estratégicas.
d) El principio de la política unitaria en los términos de agrupación de las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas en torno a programas y planes de acción frente al régimen. El pueblo requiere marchar hacia su unidad y cohesión política, por un rumbo claro en las tareas presentes, que se sostenga hacia la decisiva lucha revolucionaria.
e) Como se desprende con toda claridad, un programa con banderas democráticas, progresistas y revolucionarias que cobije las demandas más sentidas del pueblo y sus intereses estratégicos.
Una unidad que convoque a todas las fuerzas políticas enraizadas en el pueblo, independientemente de sus condiciones legales o ilegales, a que pongan en el centro de su accionar los intereses supremos de explotados y oprimidos contra el sistema de dominación capitalista. Para que esta unidad llame y presione decisivamente, debe formarse la conciencia de tal necesidad, siendo las fuerzas más comprometidas y fundidas en nuestros pueblos quienes tendrán una mayor carga de responsabilidad al respecto.
Tal es el bosquejo que hacemos de nuestra concepción sobre las razones y fundamentos de la unidad de obreros, campesinos pobres y el resto de sectores populares, o lo que es igual, no se trata de una unidad a toda costa, ni de una unidad de los de abajo dirigida y orientada por cualesquiera posiciones, nosotros reivindicamos la unidad histórica de frente único bajo la dirección de la clase obrera.
Los acuerdos y compromisos
Notemos ahora que existe un tipo de acuerdo con los explotadores que bajo determinadas condiciones llega a concertarse, para los obreros y campesinos pobres esto no es nada nuevo, desde sus contratos colectivos hasta las cuestiones sobre la autoridad se resuelven sobre esta base de tratar con el enemigo de clase. Para nosotros, a diferencia de los oportunistas, tales situaciones tienen sus conveniencias solo en tanto que apuntalan los intereses comunes y permiten resolver demandas, asegurarnos el desarrollo de nuestras organizaciones y avanzar la lucha de clases. Lo seguro resulta de que no es posible situar estos acuerdos en las dimensiones de la claudicación, ya que si en lo abstracto puede ubicarse otros contextos, estos no pueden ir al grado de renunciar a nuestros intereses, en lo concreto los intentos de la claudicación no se divisan más que en la mente y en los planteamientos de los socialdemócratas en la forma de supeditación a la política burguesa. La estrechez socialdemócrata no alcanza a ver que en momentos especiales, más que tratarse de alianzas, se trata de acuerdos momentáneos que no cambian la relación de explotación.
En la actualidad lo que cobra mil veces mayor relevancia es la movilización popular, y a esta se supedita cualquier tipo de acuerdo. Reconocemos que en el camino se dan compromisos de acción (en los que no entra la burguesía), fundamentalmente con organizaciones pequeñoburguesas y con socialdemócratas de izquierda, compromisos que contribuyen indiscutiblemente a jalonar la lucha de clases y a potenciar la capacidad, el mando y la habilidad política del proletariado, nosotros no los soslayamos, ya que resultan indispensables para un largo periodo en el despertar del pueblo a la acción y en la acumulación revolucionaria de fuerzas, por ejemplo, en el accionar de los diversos movimientos sus resoluciones se dan sobre la base de acuerdos que empujan la lucha general.
Al nivel de la burguesía y sus políticos planteamos la necesidad de utilizarles bajo coyunturas concretas siempre que esté claro la ventaja que el movimiento puede sacar de determinados acuerdos. Por otro lado, en la actualidad el movimiento aprende rápidamente a aprovechar los llamados a la huelga que hacen los charros, aun cuando procuran hacer maniobras (y manuales) contra la huelga, lo importante resulta de que esas manifestaciones de los charros desencadenan otros factores que en el proceso nos permiten penetrar a sectores “vedados” con nuestra política, a levantar el ánimo popular, e incluso a que los charros se vean obligados a continuar inevitablemente con la agitación huelguista; aun cuando ellos no tengan interés en la huelga y sus llamados sean “amenazas” para llegar a componendas con la burguesía y el Estado, aunque también se trate de declaraciones para impedir ser desplazados por la acción de sus agremiados.
III. La unidad vista desde sus contenidos de clase
La unidad que pregona la burguesía
No abordaremos la unidad interna entre explotadores, pues de alguna forma se ha planteado, así como sus contradicciones, la debilidad que encierra, sus perspectivas fascistas y neoliberales. En este apartado no nos detendremos más que para ubicar la existencia de la unidad que pregona la burguesía para con el pueblo. Esta unidad, aun cuando predomina entre el sindicalismo charro y las organizaciones corporativizadas, se encuentra desacreditada ya que se sustenta en la defensa de los intereses gran burgueses y defiende las políticas del régimen.
Evidentemente esta unidad entre el charrismo y la burguesía, tiene bajo su control amplios contingentes de masas, hasta ahora incapaces de movilizarse debido al grado de enajenación en que se encuentran y al aparato de control que actúa con toda consecuencia. En esta situación confían los burgueses, a esta le apuestan para que no logremos desembarazarnos de las ataduras y así ellos consigan que las reformas pasen sin sobresaltos.
Esta unidad la pretenden sostener arguyendo la igualdad de intereses entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, en la afinidad en el rumbo del país, lo cual no es más que una grotesca distorsión de la realidad.
Los burgueses y sus esbirros políticos, informadores, analistas y escritores, pretenden convencernos no solo de que no actuemos con criterios independientes, sino que asumamos su camino como único, a través de una actitud seguidista de los políticos burgueses, de otras organizaciones de la burguesía y/o de manifestaciones fascistas de respaldo al régimen o que desvían la atención de los problemas neurálgicos.
Tal unidad quiere negar la existencia de las clases sociales, sus contradicciones y la lucha que sustentan, arguyendo viejos preceptos de la “gran familia mexicana” que causaron estragos en etapas anteriores a la verdadera unidad de los trabajadores.
Dentro del charrismo se están dando rupturas que inclinan a unos a “dar la cara” ante la agudización de la crisis político-económica para denunciar al régimen, esto tiene muchas implicaciones, de las que puede destacarse:
1.- El descontento creciente de las bases sindicales,
2.- El grado en que los charros también se ven afectados en sus cotos de poder,
3.- El interés de los charros por cubrir las formas ante sus bases,
4.- El descontento por el desmantelamiento de los sindicatos,
5.- Tanto la búsqueda de sacar partido de la situación por parte de algunos, como por parte de otros un sincero rechazo a los excesos del régimen.
Por supuesto que no es viable confiar en este tipo de “descontentos” venidos de viejos lobos en la política sindical de contubernio con la burguesía, debemos identificar lo que desatan, pero entender su limitación de clase.
Los charros se inconforman, pero otorgan un grado de validez a la política de la gran burguesía, actúan por medio de componendas y reclamos a los patrones aceptando considerar sus exigencias hasta negociar la violación de los derechos de los trabajadores en muchas cuestiones concretas como la ampliación de los años de servicio, la violación de los contratos colectivos de trabajo, la Ley Federal del Trabajo, la contención salarial, la utilización de los fondos de ahorro de los trabajadores por los grandes monopolios, etc.
La unidad que pregona la socialdemocracia
La socialdemocracia en estos momentos está representando en términos del desarrollo estratégico de la lucha de clases, un obstáculo serio a la unidad obrera, campesina y popular. Abiertamente los socialdemócratas impulsan la unidad en torno a la defensa de viejos preceptos políticos burgueses y pequeñoburgueses, por ejemplo, tienen varias vertientes:
a) En los casos de mayor relevancia por su influencia nacional (la dirección nacional del PRD y su estructura fundamental), nada diferentes de los objetivos generales de la oligarquía financiera.
b) En otros casos, por mantener sin alteraciones la correlación de fuerzas, la estructura y el orden imperantes hasta la actualidad.
c) En otros más, retrocediendo a etapas premonopólicas imposibles de ejecutar en la práctica más que como ejercicios teóricos (¿o retóricos?) para cubrir de halagos a las capas de la pequeña burguesía.
d) También, para empujar un nuevo marco nacional del desarrollo y realización de la burguesía como clase dominante en este régimen.
Nada más lógico, pues la unidad de la que hablan los socialdemócratas con todas sus variantes y matices, encierra como trasfondo la supeditación de los intereses estratégicos del proletariado y todo el pueblo a los de la burguesía.
Los ángulos que nos maneja la socialdemocracia para llevar a cabo esta alianza entre los de arriba y los de abajo consisten en hacer efectiva la legalidad burguesa, en asegurarse que lo fundamental del descontento general y el accionar popular no supere las estructuras del sistema, que se apegue o que solo corrija las decisiones que tomen los órganos del Estado.
La unidad de que nos hablan la canalizan a sus campañas electorales, a las que fijan como lo fundamental y último del accionar de las masas, es decir, sostienen firmemente la defensa de la democracia burguesa y las estructuras capitalistas; en lugar de pretender destruir el sistema, buscan sostenerlo embelleciéndolo e integrando mejor a los explotados y oprimidos a que nunca abandonen tal condición. Los socialdemócratas pretenden y trabajan por una unidad de las masas y la oligarquía a través de ciertas modificaciones del Programa de éste sector de la clase burguesa.
Los socialdemócratas que se mueven desde dentro de las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles y populares, nos abordan con las reflexiones más profundas a las que pueden llegar, nos hablan en los términos más entusiastas, nos llaman con los discursos más aleccionadores, pero con todo, no son capaces de decirnos nada sustancial al problema de la unidad de clase, porque sus mejores interpretaciones de la unidad encierran esa contradicción de hablar de nuestros intereses y supeditarlo todo a lo que puedan resolver las instituciones burguesas y sus “carismáticos” líderes. Ellos en determinados casos están dispuestos a avanzar en un grado la acumulación de fuerzas con un claro propósito: en el momento que se requiera se debe transferir la fuerza del movimiento a la burguesía y los líderes socialdemócratas para que ellos decidan por nosotros y a costa de nosotros los trabajadores.
“¡Pero qué necios y sectarios son ustedes!” Nos dicen los socialdemócratas a cada momento, “¿cómo es que no comprenden que todo se resolverá si nos dedicamos a apoyar a fulanito?” Sí, somos muy necios en sostener que esa no es la unidad por la cual luchamos, pero la acusación de sectarismo nada tiene que ver con los hechos concretos, simplemente quieren embaucarnos como lo han venido haciendo desde hace tanto tiempo.
Esas observaciones superfluas delatan una cuestión muy simple: Los socialdemócratas no actúan con “espíritu unitario” (bueno, actúan bajo esquemas burgueses y pequeñoburgueses en el campo de la unidad, anteponiendo los intereses de aquellas clases), solo encubren la histórica mezquindad de clase de la que hemos hablado, ellos viven en convivencia dentro de la legalidad con los opresores, reciben altos honorarios (¡dicen que es por el servicio que prestan a la patria!), se codean con los políticos burgueses en una legalidad que los explotados no podemos ejercitar sin arriesgarnos a que se nos despoje de nuestras banderas, sin que nos expongamos a las cadenas de la política burguesa, una legalidad que si bien ya cabe explotar enormemente, su utilización no va en los términos que ellos nos la plantean, pero ya trataremos este aspecto. Si nos acusan de sectarios es porque están empeñados en hacer sucumbir la política independiente y clasista, por algo nos dicen también obsoletos, atrasados y hasta revisionistas (¡vaya cinismo!) cuando hablamos de acumulación revolucionaria de fuerzas, pues para ellos esto es algo muerto, en lo que no se debe fijar ningún empeño, y al contrario, tendría que enfocarse todo a lo que mejor podemos hacer apoyando a algún candidato de la burguesía por intermedio del PRD y sus alianzas ya sea con el PAN, con el PRI...
Cuando simplemente hacemos la denuncia de lo que ha sido el oportunismo en México, los socialdemócratas dicen que no mantenemos la unidad, pues al igual, para ellos la unidad es encubrir su traición al proletariado. Nosotros decimos, somos fervientes trabajadores por la unidad (y lo estamos demostrando), pero no vamos a permitir que se nos siga engañando y traicionando, tenemos el deber y la obligación de denunciar cualquier acto que vaya contra los intereses de las masas, ya sea de la política burguesa o por el hecho de pretender llevarnos a la cola de esa clase. Y en ello ha consistido el accionar del oportunismo.
Los socialdemócratas al seno del movimiento, al sostener su visión de llevarnos a remolque de la política burguesa y sus procesos electorales, o bien no caen en el cuento de la significación de la política de componendas, o simplemente mienten, pero en ambos casos socavan la unidad que pretendemos construir.
Ellos, así lo sostienen, han dejado de ver el rol revolucionario del proletariado como clase dirigente de las capas populares, se encubren con el manto de social-civilistas y solo buscan capitalizar el descontento para acomodarse en su soberbia creencia de dirigentes que actúan en los estrechos marcos de la legalidad burguesa como por encima de las leyes fundamentales del sistema.
Los socialdemócratas aseguran que la clase obrera, los campesinos pobres y todos los sectores populares no son capaces de conducir los destinos de este país, que si bien es cierto su movilización “es importante”, todo debe concluir en un gobierno de los burgueses nacionales en unidad con el pueblo, que proclamen un programa de “desarrollo nacional” ¿de qué ha de ser ese desarrollo? ¿Del capitalismo? Pues entonces nosotros no estamos por tal programa.
Los socialdemócratas sostienen que los revolucionarios actuamos por simple impulso, que nos conducimos por doctrinas caducas; sin pretender convencer a los oportunistas, nosotros decimos al pueblo que las ideas de emancipación de la esclavitud asalariada tienen una vigencia y actualidad palpitantes, que aquellos que las niegan, automáticamente se colocan del lado de los patrones, de los interesados en sostener este estado de cosas.
Como lo han hecho siempre, los socialdemócratas ningunean las acciones de las masas, donde para ellos lo importante es la labor de sus diputados y no la presión de nuestras organizaciones populares, ni las pugnas y contradicciones internas por componendas entre la propia oligarquía, llevadas al escenario político por sus partidos.
Los oportunistas nos acusan de que los revolucionarios sostenemos una política antielectoral y por lo tanto una vez más sectaria. Efectivamente, nuestra política sin ser sectaria, sí es antielectorera, y, en este sentido, se refiere a que renunciamos definitivamente a lo que ha sido el electorerismo en nuestro país que traiciona a los trabajadores en aras del ascenso a condiciones ventajosas para una casta de políticos burgueses y pequeñoburgueses que han sabido montarse en las organizaciones o bien formar organizaciones hechas a la medida del régimen democrático burgués. La lucha legal y por ende, la lucha electoral (a lo que no renunciamos sino que marcamos una diferencia de principio muy grande respecto del oportunismo), puede impulsar una política totalmente diferente de lo que ha sido la política socialdemócrata y populista, nos proclamamos por impulsar:
1.- Una lucha legal que acreciente la influencia del proletariado y todo el pueblo en la sociedad,
2.- Que sostenga muy en alto, en estas condiciones tan difíciles, las banderas de clase,
3.- Una política revolucionaria que emplee la tribuna y todo espacio público para apuntalar la lucha de clases y sea el escarnio de las truculentas catacumbas de la política gran burguesa, de las ruindades que día a día ejecuta la clase dominante. De otra forma, no tiene sentido el uso de la lucha electoral y las tribunas parlamentarias.
Ellos que se proclaman tan realistas, en concreto se dejan llevar por el subjetivismo de “velar” en abstracto por el “respeto a la legalidad”, el realismo que pregonan resulta ser el de la política realista burguesa de “aprovechar el momento” aunque solo sirva para quitar a un político de la burguesía por otro igual. Los socialdemócratas engañan al pueblo, dicen que hay grandes posibilidades en la vía electoral, y el caso es que no sostienen ni son capaces de sostener una sola candidatura obrera o de campesinos pobres a los parlamentos estatales o al federal, nos dicen que ganaremos mucho en los procesos electorales y el caso es que no hay un solo programa de ellos que reivindique nuestros intereses históricos, dicen muchas cosas más para atolondrarnos, pero el caso es que ya vienen con sus nóminas y programas hasta neoliberales para que les firmemos y nos presentemos como si nada en sus campañas ¿creen que no advertimos sus pretensiones?
Debemos recordarles que:
“El proletariado no puede vencer sin conquistar a la mayoría de la población. Pero limitar o supeditar esa conquista a la obtención de la mayoría de los votos en elecciones celebradas bajo el dominio de la burguesía es dar pruebas de una cerrazón impenetrable o engañar simplemente a los obreros. Para atraer a su lado a la mayoría de la población, el proletariado tiene, en primer lugar, que derribar a la burguesía y adueñarse del Poder del Estado; tiene, en segundo lugar, que implantar el Poder Soviético, haciendo añicos el viejo aparato estatal, con lo cual quebranta inmediatamente la dominación, el prestigio y la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre las masas trabajadoras no proletarias. Tiene, en tercer lugar, que acabar con la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre la mayoría de las masas trabajadoras no proletarias, dando satisfacción revolucionaria a las necesidades económicas de estas masas a expensas de los explotadores.” (Lenin, Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la Dictadura del Proletariado, p. 18, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú).
La unidad por la que se esfuerzan los socialdemócratas, solo busca en el mejor de los casos, “humanizar” la parte más escandalosa del régimen, pero no sus consecuencias político-económicas, por ello la rechazamos y haremos todo nuestro esfuerzo por convencer al pueblo que por el camino del oportunismo no hay salida consecuente a la defensa de sus intereses.
Los socialdemócratas no pueden cambiar de bandera ni aunque se lo propongan todos los días, pues llevan en sus entrañas la política burguesa que nos tratan de inculcar en momentos en que hasta la burguesía que hace de su legalidad todo un embrollo nos “enseña” lo que vale para ella la legalidad cuando le limita sus apetitos, viéndose obligada a romperla sin tapujos, a falsearla, a distorsionarla, a convertirla en normas sin mayor valor, como se puede ver en su manera de establecer violaciones fragrantes a las leyes de inversión de capital, a las restricciones anteriores contra la explotación extenuante de los trabajadores, a la aceptación del intervencionismo imperialista, al desvío impune de los recursos públicos, de la concesión a los burgueses para que no paguen impuestos, la violación a la Ley del Seguro Social y un larguísimo etcétera.
Esta tendencia política no es capaz de ver cuán atada se encuentra a los vaivenes del capitalismo, se creen separados de la “política oficial”, se sienten separados de los “malos”, pero lejos de ello, son una parte sustancial del sistema, juegan un papel amortiguador entre los de arriba y los de abajo, maquillan las cosas de tal forma que los de abajo no percibamos la gravedad de las problemas. Ellos contribuyen entre los principales a socavar los derechos de los trabajadores, con su “cordura”, con su aparatosa idea de resolverlo todo “conforme a derecho”, comprometiéndose a “velar por el régimen legal”, reforzando comisiones, comités, etc., que están especialmente diseñados para destruir los derechos del pueblo en educación, salud, trabajo, seguridad, vida digna.
Unidad proletaria
La unidad proletaria proclama, al interno de la clase, la unificación de la lucha general de la clase obrera y de las y los trabajadores agrícolas, por reivindicaciones comunes a toda la clase como punto de partida que aproxime a todos sus sectores e impulse hacia delante sus intereses estratégicos; al externo de dicha clase plantea la unidad en torno a la lucha contra el sistema de explotación, la fusión de todos los esfuerzos de combate al capitalismo en pos de un proyecto revolucionario emancipador.
Al respecto, insistimos en la importancia de avanzar hacia la unidad material de toda la clase de los proletarios, partiendo de sus sectores avanzados, los obreros revolucionarios, pero sin limitarnos a este hecho, hay que luchar por la unidad de los obreros democráticos, progresistas, y aún de los obreros que todavía no tienen una conciencia de clase, también de aquellos contingentes que todavía están influidos por la política socialdemócrata y del charrismo, pues toda la clase siente en carne viva los estragos de la explotación y opresión capitalista. En esta cuestión las y los revolucionarios tenemos mucho qué avanzar, sin lugar a dudas libraremos muchas batallas contra innumerables errores de estrechez respecto de cómo avanzar esta parte de la unidad de clase, tanto como superar mucho del gremialismo en que subsiste el movimiento obrero, en parte generado por la acción de la burguesía para fragmentarlo, en parte a consecuencia de la estructura capitalista y en parte por las bases en que ha venido marchando el sindicalismo y la organización de los obreros que no permiten una unidad de nuevo tipo, ni el trabajo con los sectores no organizados de la clase obrera. La unidad interna de la clase obrera plantea la conquista de sus sindicatos, su democratización y revolucionarización, el desarrollo de corrientes de trabajadores revolucionarios, la formación de frentes sindicales, la construcción de una Central de Trabajadores Revolucionarios, la unidad de centrales, corrientes y sindicatos en un poderoso frente único obrero.
Hacia los campesinos pobres, la plataforma unitaria como queda dicho, se sostiene por la dirección del proletariado, en función de consolidar su alianza estratégica, de ligar al campesinado pobre a la lucha por sus reivindicaciones inmediatas con la lucha revolucionaria por transformar el régimen social.
La unidad entre los sectores populares y de estos con la clase obrera y el campesinado, sigue naturalmente los mismos preceptos táctico-estratégicos. En esta gran alianza obrera, campesina y popular, todavía hay grandes problemas por superar, especialmente en torno a elevar su sentido estratégico, a propiciar la conciencia de clase y a desarrollar los elementos que le doten del contenido y envergadura histórica hacia el porvenir.
En el siguiente apartado trataremos al detalle algunos de esos problemas en torno a la unidad del movimiento.
IV. Algunos obstáculos a la unidad y organización
Por la composición de clase
Hay que partir del reconocimiento de la actuación política de diversas clases populares interesadas en resolver su situación de alguna manera. Existen diferencias que atañen a lo que como clases en sí y para sí exigen ante la historia, pues sólo desde premisas proletarias se podrá romper con lo que a las otras resulta natural, inevitable o principalmente incorrecto en términos éticos, en los marcos de las leyes del capitalismo.
En el movimiento de masas es común ver todos los problemas que atañen a estas diferencias no antagónicas, cuya presentación logra nublar su verdadera naturaleza y vuelve a los hombres víctimas ciegas de los prejuicios y limitaciones de clase cuando no son tratados a la luz del pensamiento revolucionario.
Importantes movimientos fincados en reivindicaciones válidas pero limitados exclusivamente a los marcos de lo que el sistema puede resolverles sin verse comprometido, han llegado a doblegar la voluntad del proletariado y los revolucionarios para dedicarse solo a resolver ciertas reivindicaciones sin hacer prosperar la organización y el programa revolucionario.
En nuestro país el caudal de luchas populares ha sido enorme, y sin embargo, aquí han jugado su papel estas limitaciones de clase de los sectores que se lanzaron al combate, restringiendo sus ulteriores posibilidades a sacar mejor partido de la lucha inmediata, remar en los estatus subalternos, y acoplarse al entrelazamiento de relaciones de poder; lo que en sí mismo ha traído lamentables consecuencias para que se logre eslabonar la acumulación revolucionaria de fuerzas.
La unidad, o bien se ha circunscrito a una importante pero coyuntural consigna reivindicativa económica o política, o bien ha sido postergada ante el excesivo celo de cada clase o contingente por su ensimismamiento, por su sobrevaloración de sus capacidades de organización y lucha, trayendo como resultado la supresión y la derrota de la marcha democrática y revolucionaria.
El proletariado consciente y sus organizaciones revolucionarias deben orientar a su seno y a todo el pueblo un rumbo unitario preciso, deben esforzarse porque el movimiento obrero y popular superen esta barrera, aprendan de los golpes recibidos, orienten correctamente la solución de las diferencias y vean claro la importancia de ubicar correctamente sus contradicciones, tanto para que estas vayan siendo atendidas en función de la línea democrática y revolucionaria, como para que se destaque las contradicciones verdaderamente fundamentales frente a la burguesía y el imperialismo.
Por la naturaleza interna de las clases en lucha
Cada clase encuentra obstáculos específicos a su proceso de unidad interior y a la unidad con sus aliados estratégicos, que tienen una base en sus condiciones específicas y el papel que juegan la burguesía, la socialdemocracia, el revisionismo clásico, las teorías posmodernistas, entre otras ideologías que promueven el ablandamiento de la lucha emancipadora.
Cada clase tiene una especificidad de problemas, en unas juegan un mayor papel las estructuras del capitalismo, en otras las ataduras y el atraso ideológico, toca a los revolucionarios contribuir a que lo superen en forma definitiva para que encuentren el hilo conductor que los sustraiga de su letargo.
En cada clase se ha fincado un tipo de tradiciones donde lo máximo que se alcanza a desarrollar es la solidaridad por demandas reivindicativas de otro sector, el entusiasmo y simpatía por los que luchan, y ciertos protagonismos.
Batalla sin igual deben llevar a cabo los y las revolucionarias para alcanzar también entre sus filas una unidad que les permita estar en mejor disposición de lucha y cumplir sus tareas generales. Entre tantas problemáticas, es preciso que esta unidad avance con cautela, que los revolucionarios comprendan las causas de determinadas diferencias que no están en condiciones de superarlas inmediatamente porque:
a) Atañen a su condición de grupos pequeños.
b) Porque involucran elementos de una realidad que no cambia inmediatamente.
c) Porque plantean aspectos profundos de la naturaleza de clase que tienen.
d) Porque sus principios y programas se aplican para periodos muy largos.
e) Porque en ciertos casos sus fundamentos ideológicos revelan tendencias en algunos puntos opuestas por su interpretación de la realidad y de la perspectiva que le dan a la lucha.
A pesar de ello, su unidad es permisible de consolidar en una firme alianza izquierdista y revolucionaria como soporte para nuestra acción en el movimiento y para coordinar tareas que aceleren el paso del proletariado y los campesinos pobres a nuestras posiciones. Es indispensable que tendamos puentes, que los revolucionarios nos comuniquemos, que discutamos, que encontremos mecanismos para la crítica y la autocrítica, que seamos capaces de aprender las experiencias particulares, que podamos decirnos abiertamente nuestras opiniones, que nos apoyemos al refuerzo de la conciencia de clase.
En estas cuestiones, nosotros no podemos negar las dificultades que se avecinan, solo insistimos en no perder la orientación táctico-estratégica por la que la unidad es tan vital al proletariado, a todo el pueblo y a los revolucionarios. Pese a los obstáculos, tenemos tareas que cumplir y sabremos cumplirlas en aras de nuestros intereses estratégicos.
Por las dificultades para desarrollar una correcta lucha ideológica
Un factor muy importante que ha afectado gravemente a la unidad ha sido la forma en que se ha llevado acabo la lucha ideológica en el movimiento, que aun siendo el reflejo de los distintos intereses en juego, tiene por su manifestación, sus propias implicaciones.
En el seno del movimiento, ha sido clásica la manifestación de la lucha ideológica entre gremios, grupos, organizaciones de masas, organizaciones de revolucionarios, o de activistas democráticos y de otra índole. La lucha ideológica no puede detenerse nunca, la cuestión ha consistido en que muy episódicamente ha sido bien dimensionada (puede ser casi siempre justa, pero incorrectamente aplicada), resultando el enfrascamiento en definiciones ultrarevolucionarias, o exclusivamente progresistas, etc., que atascan y luego empantanan el desarrollo del movimiento de masas. Claro que un movimiento puede desarrollarse y terminar después de sus periodos de auge, la cuestión es que a la hora de hacer cuentas, los avances en la acumulación revolucionaria de fuerzas resultan ser insuficientes o incluso puede hablarse de retrocesos. Todo porque en el terreno ideológico no se logró construir una plataforma que fincara en primer lugar las tareas concretas que cada movimiento presenta y las posibilidades que abre. Y en este asunto no podríamos hablar de un sectarismo venido de los revolucionarios exclusivamente, pues también frecuentemente los oportunistas no están dispuestos a hacer avanzar el movimiento, sin embargo en tales casos, sin dejar de combatir al oportunismo con formas “sutiles”, es decir, de persistir en una correcta lucha político-ideológica, es posible orientar un terreno permisible que construya en adelante condiciones favorables para la lucha ideológica abierta, y de momento esta lucha puede desatarse por rodeo, atendiendo la naturaleza de que parte la lucha general para ir paulatinamente dándole banderas que impliquen nuevas posibilidades de definir las perspectivas y elevar la conciencia socialista.
Los obstáculos a la lucha ideológica son grandes, pero si nos aplicamos a aprovechar las condiciones materiales, si conseguimos que la movilización popular se sostenga, con toda seguridad estamos abonando el terreno a que la labor ideológica sea más rica y encuentre condiciones favorables a su desarrollo, nosotros sabemos que en periodos de auge revolucionario, para las masas y los luchadores sociales es más fácil aprender los fundamentos de la ideología de clase. No puede negarse cuán importante resulta el poner en primer plano la lucha ideológica en los términos que hoy permite y contribuye a la movilización, combatiendo los viejos y nuevos bizantinismos, los interminables catecismos, los doctrinarismos que nada enseñan, que llegan a alejar al pueblo de la lucha y a los revolucionarios de las masas, o las posiciones que tienden emboscadas o cierran el camino de la unidad por pretender imponer condiciones que no tienen sustento para la lucha. Debemos aprender de estas experiencias de la lucha, pues bien, debe ser en ella donde se realice el trabajo ideológico, un trabajo que en esta medida se hará amplísimo no solo por el radio de influencia popular, sino porque sean precisamente los obreros y los campesinos pobres quienes fundamentalmente lo realicen.
Aún falta plantear que la lucha ideológica ya colocada en sus carriles, todavía debe saberse sostener sanamente, los comunistas no somos una organización mesiánica, nosotros aprendemos del pueblo trabajador, no podemos llegar con dogmatismos, hay que aplicarse con empeño a que en nuestra labor ideológica coloquemos al centro los problemas, las demandas, los intereses, las banderas, el programa del proletariado y ajustemos su defensa a cada circunstancia concreta, solo de esta manera podemos jugar un papel en pro de la tendencia revolucionaria en el movimiento. Si nosotros no sabemos hacerlo y no logramos aportar a que la clase obrera lo haga en una sumatoria de fuerzas, corremos el peligro no simplemente de aislarnos, sino de aislar a la clase de vanguardia de sus aliados estratégicos.
El pensamiento revolucionario nos enseña que debemos tomar el movimiento tal cual es, y de ahí, contribuir a que se temple en el espíritu proletario, a que sobre esa base el proletariado se unifique y enfrente a sus enemigos de clase.
En relación a la lucha ideológica y las diferencias entre estos aliados, se dan fenómenos que expresan políticas antiunitarias por discrepancias tácticas; ante ellas nosotros debemos abandonar aquellos prejuicios de pretender resolverlos exclusivamente “desde arriba”, entre dirigentes, pues no siempre se puede conseguir el avance, recordemos que los dirigentes son representantes de la clase por la que luchan, aun cuando es destacable su labor para solucionar muchos problemas, no hay que menospreciar la actuación “desde abajo”, es decir, por la consulta con las bases, por la sana discusión de los trabajadores sobre las discrepancias y la mejor manera de superarlas en aras de esto que les es tan suyo como el rumbo de sus luchas; de esta forma, usando ambos métodos orientados por los procesos proletarios de discusión, creemos que el movimiento avanzará rápidamente en la definición de sus tácticas y su programa. Si el instinto de clase se hace presente, no hay nada qué temer, sino todo lo contrario, con esto nos sabremos ubicar para que todos cumplamos al 100 % con las labores que nos corresponden.
La estrechez de miras también repercute en la unidad, por lo que creemos importante insistir en todas las organizaciones acerca de la importancia de la educación popular en el espíritu de clase, de ser posible, debemos pasar a la contribución con una paciente labor de esclarecimiento de nuestras consignas, de nuestro respeto por la lucha de cada contingente, de nuestras simpatías, y ahí donde tengamos observaciones a asuntos que nos parecen anómalos, debemos cuidar que nuestras opiniones sean camaraderiles y constructivas. Cuando estos problemas han sido llevados a las alianzas y la lucha general, nuestro papel será siempre el de contribuir a que se superen, a orientar el desarrollo de experiencias que acaben con la estrechez de miras. Nosotros no debemos perder el rumbo de la acumulación de fuerzas porque entre otras cosas, esta ayudará enormemente a romper con ese problema engendrado por las condiciones materiales que retrotraen la mente del proletariado, del pueblo y de sus dirigencias a marcos muy limitados del horizonte verdadero y que en muchas ocasiones a causa de estos, deciden irse a la cola de la burguesía y la socialdemocracia.
Las y los comunistas, las y los revolucionarios en general hemos recibido a quema ropa la metralla ideológica de la burguesía, razón de más para cuidar las formas del trabajo general, pues el pueblo en su mayoría solo ha sido testigo de la opinión burguesa, no ha conocido el sentir de los revolucionarios, por ello, en una atmósfera de tantos prejuicios sociales, nuestro actuar (sin rebajar la línea), debe darse en los contextos de la lucha de clases, de acuerdo al avance de esta, en consonancia con el desarrollo de su organización, su unidad y la conciencia política. ¿Esto quiere decir que renunciamos a nuestra agitación y propaganda socialista? Definitivamente no, si así lo hacemos estaremos perdidos. Lo que cambia es nuestra forma en que inculcamos las banderas socialistas, que decimos nosotros, debe partir siempre de sus condiciones concretas, en forma natural de su experiencia de clase, de lo que a él es visible, de este modo su percepción del socialismo, de la revolución y de los revolucionarios armonizará totalmente con sus deseos de luchar contra la burguesía y el imperialismo.
Por la forma en que se presentan
Esta base de la composición de clases en la alianza de obreros, de campesinos pobres y capas populares, y muchos otros elementos de carácter interno se manifiestan de una forma concreta. Los problemas que enfrenta el movimiento por esta diferenciación de clases aliadas en la lucha contra el capitalismo, pueden verse detrás de consignas exclusivistas que encajonan la lucha. Daremos un vistazo a algunas de estas:
a) El localismo y los regionalismos
Entre otras de sus causas el localismo y los regionalismos son efecto del insuficiente desarrollo del capitalismo en las regiones del país y una tendencia a la fragmentación capitalista promovida por las burguesías locales, por la oligarquía financiera, el Estado y los imperialistas para mejor explotar al pueblo y debilitar su unidad, por las insuficiencias en la ligazón del mercado nacional, por las limitaciones de la pequeña producción y de algunas concentraciones aisladas, y/o por el enorme retraso de la conciencia de las masas. Estos, se han revelado hasta hoy día como problemas que afectan a la unidad popular, que limitan los alcances de las luchas, las que degeneran frecuentemente en disputas de aldeanos para gusto de la clase dominante.
Esta situación fomenta entre las clases populares y sus dirigentes una actitud resistente a elevar la unidad al plano nacional y de clase. En ocasiones contribuye a ello una escasa comprensión de sus intereses concretos ya sean inmediatos o superiores, que en vista de ello les inclina a dar luchas restringidas a áreas y por demandas disminuidas en aras de obtener alguna conquista ante la abrumadora presencia de terratenientes, burgueses, el caciquismo, los partidos de la burguesía y el aparato estatal. Nosotros necesitamos llevar a todas partes la visión de conjunto del proletariado y sus aliados, debemos dar confianza y ayudar a estos sectores y sus organizaciones a que se desembaracen de dichas ataduras, debemos demostrarles concretamente cómo la unidad superior de intereses resuelve con mayor facilidad y contundencia no simplemente sus reivindicaciones inmediatas y otras más que se les hacen inalcanzables, sino la orientación, la superación de sus problemas locales, la organización general de frente anticapitalista contra sus opresores.
La labor consiste en que cada paso de ruptura con el localismo, permita a las capas populares el convencerse de que la renuncia a los estrechos marcos de una lucha aislada es necesaria para consolidar la gran alianza que queremos. Por supuesto, que esto entraña batallas político-ideológicas contra determinados prejuicios, contra el espíritu de secta, contra nociones y estructuras que rechazan la actuación y concientización generales, nosotros tenemos que llevar a cabo una lucha educativa con el ejemplo, con la persuasión, con el convencimiento pleno, con la inserción de los principios proletarios, y al mismo tiempo, prestar una ayuda concreta para que se aseguren la solución de sus demandas, para que puedan seguir luchando más y mejor, para que superen las debilidades del localismo que frecuentemente les colocan a merced de los burgueses más rapaces.
b) El gremialismo
De la mano del localismo va la actitud del gremialismo, consistente en maniatar a la clase obrera y sectores sindicales y de otros contingentes, a luchar exclusivamente por sus intereses, aun cuando la alcanzan a emprender sobre una base política. Los elementos de la estructura de las empresas, el desarrollo desigual de las formas de lucha y de organización, así como la legalidad, acrecientan esta conducta, impidiendo continuamente que los grandes movimientos sindicales y populares avancen y rompan plenamente con la política impuesta por los parámetros de la democracia burguesa.
El gremialista llega al extremo de que cuando se le plantea la unidad señala estar de acuerdo, para lo cual “recogen” propuestas de acción de los “otros”, con el fin de “procesarlas” internamente y determinar sus propias medidas, a las que intenta supeditar al movimiento partiendo de la política del gremio que se traspone como política general, lo que vemos particularmente entre los grandes sindicatos. El movimiento necesita especialmente que aquellos bastiones de la lucha sindical avancen en la política unitaria, en la definición de una política tendiente al frente anticapitalista, que luche por un programa democrático y revolucionario, que arme a los trabajadores con la conciencia de clase, que rompa con lo que a simple vista parece más ventajoso desde el ángulo del gremio, pero que en realidad se convierte en una atadura a la política de componendas con la burguesía en detrimento de otros sectores que aún no luchan y que necesitan que sus banderas también sean enarboladas, para estar en mejores posibilidades de romper con el cerco de la burguesía. La obligación de cada sector de la clase obrera que se desprende de la influencia de la burguesía y que despierta a la lucha es de contribuir con sus hermanos de clase y sus aliados estratégicos a sentar las bases de la unidad, superando sus luchas económicas y políticas y resaltando su carácter netamente revolucionario.
c) El “caciquismo”
Los caciquismos llevan una penosa existencia para los movimientos. Cuando la unidad, la organización y la conciencia de las masas se ven restringidas a aquellas luchas económicas de gremio, fácilmente se desarrolla en su seno el caciquismo de los jefes que aún en sus mejores deseos no están en condiciones de comprender el daño que causan a la democracia proletaria y en sí a la misma lucha de clases. Hay que combatir el caciquismo promoviendo la participación amplia, asambleísta, democrática y revolucionaria de las masas en la vida sindical y popular y en las luchas que emprenden, para que su fuerza sea probada en toda su magnitud y los patrones no simplemente tiemblen ante nuestras acciones, sino que retrocedan.
d) El protagonismo
El protagonismo se manifiesta en varias acepciones:
1.- De la pequeña burguesía radical, con todo y que aporta a las luchas, también resulta perjudicial para consolidar la unidad y la organización del pueblo. Al proletariado vienen gran cantidad de elementos pequeñoburgueses que en los momentos de auge han abrazado sus consignas y se han comprometido en la lucha contra los males del capital; pero esto no es definitivo, muchas veces se limitan a la lucha democrática y progresista y a ella pretenden circunscribir las luchas del proletariado, se descubren sus inconsecuencias y se manifiestan contra la lucha por el socialismo. La lucha del proletariado en nuestros días tiene sus dificultades, no lo negamos, levantar las banderas de la revolución proletaria resulta muy duro a estos elementos, por lo que nosotros sin dejar de ayudarles a elevar su conciencia hasta el nivel revolucionario proletario, tenemos que velar porque tales elementos no contaminen a la clase obrera y sus aliados con sus titubeos e inestabilidad, pues dicha inestabilidad socava la unidad, limita los alcances de la alianza y puede llegar a volcar todo lo acumulado en pro de una clara política pequeñoburguesa.
2.- De los sindicatos y organizaciones (en vínculo orgánico con el gremialismo), que en momentos concretos aparecen como los que mejor alcanzan a aglomerar el descontento general, se fundamenta en una limitada comprensión de su papel para con la clase obrera y la lucha de clases. En la historia pasan las batallas de telefonistas, transportistas, electricistas, automotrices, maestros, indígenas, universitarios, trabajadores de la salud…, se les señala comúnmente o ellos se reconocen como los ombligos de la lucha, se trata de viejas creencias de que la lucha del contingente que más resalta en un momento, es la que determina la dirección del proceso en su conjunto, y no la clase que lo sostiene; para ello hasta la burguesía se dedica a encausar a través de estos sectores todo cuanto se demanda, concediéndoles a las burocracias sindicales un espacio importante de interlocución aun cuando no resuelva sus demandas, para impedir que descubran el rol que pueden y deben jugar como bastiones de la lucha de clases en las tareas, las banderas y las consignas generales. Con esto, se convierten en procesos que apuntan principalmente la consolidación de cotos de poder, o en el mejor de los casos a reciclar sus acciones sin aventurarse a cumplir con sus tareas democráticas y revolucionarias unitarias y de clase. Claro está que esto revela por otro lado la importancia de desarrollar una organización revolucionaria al seno de los sindicatos, pero no será motivo de nuestro análisis en esta ocasión, a dicho propósito hacemos estos planteamientos específicos.
3.- De algunos grupos que se dedican a alabar a dichos contingentes y sus representantes, a enaltecerlos llegando al grado de ocultarles las contradicciones internas de dichos movimientos, negando las dificultades de la unidad para cantar loas que solo aturden al proletariado y al pueblo en general, que les velan el papel del charrismo, impidiéndoles asumir compromisos concretos para con la clase; en la pretensión de controlarlos y capitalizarlos al fortalecimiento de sus propias estructuras.
e) El grupismo
Otra vista parcial de los problemas resulta del grupismo o circulo de combativos activistas alejados de un trabajo concreto de construcción orgánica de masas. Este, es un trabajo de pequeños grupos insuficientemente compenetrados con el movimiento, que se limitan a atacar en todas direcciones, sin que les sea posible consolidar un punto de apoyo a la unidad con otras fuerzas. Tales grupos deben ligarse a un movimiento concreto, a una lucha específica y solo de esta forma podrán superar sus limitaciones, de otra manera en nada pueden contribuir a la unidad y organización generales. Normalmente degeneran en la llamada “acción directa” en la “resistencia activa y pacífica” o en el debate general sobre el objetivo final sin considerar la necesidad de tener una táctica audaz, flexible y revolucionaria. Por ejemplo su aversión a los charros les impide comprender la política de frente único contra el capital.
f) El practicismo y el pragmatismo
La unidad de los practicistas, exclusiva por “la acción conjunta”, sustentada en que la unidad no debe darse sobre un interés general “ideológico” o estratégico, en realidad no hace más que reciclar una visión pragmática de la histórica lucha del pueblo. Sus dificultades y limitaciones se convierten en el soporte indispensable para repudiar toda tentativa de acción organizada y programática, su situación de inestabilidad les inclina a no mantener compromisos y a despotricar contra toda tentativa de unidad por “desviar” al movimiento de sus bases económicas, no alcanzan a apreciar que la naturaleza económica de la lucha es materia prima para que las masas trabajen por sus intereses estratégicos, que el proletariado no puede y no debe eternizar una sola forma de lucha, que más bien debe utilizarlas todas y empujar las formas inferiores hasta alcanzar las superiores.
g) Dogmatismo e intelectualismo
El dogmatismo e intelectualismo propugnan por fórmulas y definiciones teóricas acabadas antes que dar cualquier paso práctico que haga avanzar la unidad. Esta peculiaridad hoy se manifiesta con la constante inclinación a crear trabas a la unidad sin el menor ánimo de construir los soportes del movimiento, de esta forma hay quienes para cada propuesta cuentan con una contra-argumentación interminable. Reconocemos que dadas las grandes dificultades entre el pueblo para discernir el camino de la lucha consecuente, dichas posiciones alcanzan a influir no solo entre viejos activistas carcomidos y apolillados, también entre algunos sectores de la juventud estudiantil alcanzan a destilar su hiel inculcando todo un embrollo en torno a sus programas reivindicativos que se derivan en la inactividad y el disloque de su movimiento, pues los activistas juveniles no alcanzan a terminar un programa de acción que acelere el proceso de lucha unificada, porque no es del agrado de los dogmáticos e intelectuales pequeñoburgueses que así hacen un buen servicio al oportunismo y a la burguesía.
h) Ultraizquierdismo y aventurerismo
El ultraizquierdismo y el aventurerismo de grupos aislados de las masas o que en el camino se aíslan de ellas, que implica su impotencia ante la tremenda preponderancia del capitalismo, resignados a las fórmulas teóricas ya consagradas pero lanzadas fuera de contexto sin apreciación interna de las realidades del hoy, definitivamente es un factor muy perjudicial para la unidad general, y como tal hay que combatirlo al seno del pueblo demostrando la vital importancia del accionar político en los marcos de los problemas actuales, combatiendo los sueños de lucha individual o de grupo que poco contribuyen al desarrollo de condiciones revolucionarias. Los grupos ultraizquierdistas si quieren luchar de verdad deben ligarse al trabajo entre el pueblo abandonando sus posiciones que en esencia niegan el papel de este en la historia.
i) El trabajo artesanal
Del trabajo artesanal con que se llega a intentar el trabajo general, indudablemente existen resistencias, pero se tiene que superar con la acción bajo las nuevas condiciones de lucha general y la penetración al seno del proletariado. De esto hay más de mil dificultades que afrontar, desde la posibilidad de utilizar las contradicciones de la burguesía y sus charros, hasta la forma de agrupar a las bases a partir de su acción y no de declaraciones archirevolucionarias, del trabajo a cuenta gotas; estamos en gran necesidad de aprender de las condiciones de los trabajadores para accionar por encima del charrismo, por filtrarnos en los sindicatos charros y sostener la debida labor, por encima de prejuicios izquierdizantes.
j) Desarticulación de las formas
Se nos presenta otro gran problema respecto de una continuada desarticulación de las formas de lucha, en ocasiones en forma de rechazos patentes hacia unas u otras sin verificar los contextos, su inevitabilidad o su arraigo histórico ineludible en el seno de las clases y sectores populares. Las y los revolucionarios, todo el pueblo debemos tomar estas formas tal cual ya se presentan, apoyarlas y contribuir a que se vayan articulando, desde sus ámbitos hasta en el panorama global del movimiento popular y revolucionario a modo de que en algún momento determinado presenten batalla común. No hay nada que perder al respecto, nada empañará algún principio o menoscabará alguna victoria puesto que se trata de distintas manifestaciones de una misma lucha contra el capital aunque haya muchas cuestiones que dirimir en el trayecto, lo importante es colocar otra posición unitaria constructiva para ver con otros ojos, agudizar la inteligencia colectiva y acuerpar nuestras respuestas.
Desde luego en la lucha diaria, por lo menos hasta hoy, ninguno de estos problema se presenta de manera “pura” o aislada uno de otro siempre donde hay uno hay también algún otro, lo importante es atender sincera, abnegada y cuidadosamente la superación a su contenido y su forma manteniendo las posibilidades y las inmensas bondades de la convergencia, la unidad y cohesión proletaria-popular.
V.- Las tareas por consolidar la unidad y organización del pueblo mexicano
Tareas de las y los revolucionarios
La unidad proletaria y popular hoy tiene una naturaleza democrática y revolucionaria a la cual debemos saber comprender para contribuir correctamente a su desarrollo, si nosotros no ubicamos sus rasgos, sus matices en la etapa actual (lucha contra el neoliberalismo, contra el imperialismo, contra la oligarquía financiera y su paquete de reformas), corremos graves riesgos, tanto hacia el oportunismo al rebajar su papel y sus posibilidades, como al ultraizquierdismo si creemos que esta unidad da para empujar tareas avanzadas. Honestamente y con todo fervor debemos atender esta naturaleza y cumplir las tareas que nos corresponden, nuestra atención, debe estar, especialmente, encaminada a fortalecer las formas de lucha y organización y las consignas en un periodo de acumulación de fuerzas a favor de la revolución proletaria.
Las y los revolucionarios, sus organizaciones vienen fortaleciendo sus bases y al mismo tiempo, abriendo nuevas posibilidades de trabajo de masas, esto es una tarea que cada organización popular debe emprender con seriedad, algunas de las cuales fueron abordadas en el folleto Estrategia y táctica del Proletariado, por esta razón solo trataremos lo que se manifiesta hasta estas fechas:
a) Hay que jugar un papel central en la captación de las aspiraciones revolucionarias del pueblo, por lo tanto nos exige que los esfuerzos del Partido se redoblen, agitemos, despertemos el entusiasmo de nuestros compañeros por cumplir con las tareas, por cuidar su buena marcha y cumplir abnegadamente las tareas unitarias que se nos encomienden en nuestro puesto de combate.
b) En todas partes debemos poner empeño a levantar las estructuras populares y proyectar su política unitaria de lucha.
c) En estos momentos se requiere alistar todas las fuerzas para plantear al unísono el desarrollo del movimiento.
d) Debemos difundir arduamente las tareas concretas de construcción de referentes de democracia popular y proletaria, de difusión de sus banderas y organización, de canalización del descontento popular a través de todos los esfuerzos de unidad.
e) Hay que seguir abundando en el lenguaje y los principios unitarios que permitan la toma de acuerdos para el impulso de la acción práctica que el momento amerita por parte de todo el pueblo.
La política de frente anticapitalista
El proletariado debe aspirar a consolidar un amplísimo frente que aglutine a los trabajadores de este país, además de otros sectores y sindicatos en lucha, como punto de partida a la más extensa unidad del pueblo en general. Sin dogmatismos, el frente único marcha desde el momento en que las organizaciones comienzan a discutir, acordar e impulsar la acción conjunta de sus bases, en esencia el frente único encierra el aspecto de la movilización unitaria y organizada, evolucionando a la consolidación de plataformas político-económicas reivindicativas, hasta la articulación de una organización general.
El frente anticapitalista debe ser una aspiración a la que estemos aportando continuamente nuestros esfuerzos asegurándonos que los pobres de la ciudad y el campo asimilen su importancia. Tal frente será fundamental para concentrar y centralizar todas las luchas del proletariado y sus aliados estratégicos en un contexto de amplias acciones.
Por su naturaleza dicho frente no será socialista, pero es tarea de los revolucionarios el lograr influirlo con su política para que sus objetivos se amplíen y dirijan a la lucha contra el sistema capitalista.
Ya lo hemos indicado, hoy la lucha por este frente parte de la defensa de nuestros intereses inmediatos, se sustenta en la lucha antiimperialista, antifascista y anticapitalista, se sustenta en la lucha contra la oligarquía financiera, contra sus monopolios nacionales e internacionales.
Como siempre, los socialdemócratas recelan que la idea del frente sea concebida para hacer la revolución, nos echan en cara que abandonamos las justas reivindicaciones de las clases populares, de lo cual no puede haber un mayor sinsentido, ubicándonos en el contexto actual.
Hoy sabemos que el frente único como expresión de organización concreta es solo una consigna, a la cual hay que impulsar en el seno de las masas partiendo de su expresión de lucha organizada y coordinada en el contexto actual, tenemos la obligación de velar porque se desarrolle desde las organizaciones para que estas asuman las tareas de su construcción.
Esta consigna cobra gran relevancia desde los tiempos actuales en que la ofensiva del régimen e imperialista reclama de una unidad de tal naturaleza. Aún bajo el soporte de las organizaciones populares que van construyéndose, resulta indispensable que su avance sea en función de convertirse en bastiones del frente anticapitalista.
La lucha actual pasará por etapas de maduración donde el simple hecho de salir a las calles e impulsar consignas generales será insuficiente para cubrir los deseos de transformación sino la convertimos en una poderosa estructura organizada y combativa, donde se comprenderá con precisión la importancia de asestarle golpes contundentes a la oligarquía financiera y sus partidos. Es aquí donde la nueva y poderosa organización frentista se hará tan necesaria e imprescindible; esta cuestión la van percibiendo algunos sectores que llegan con un cúmulo de experiencias (mismas que les dictan crudamente que no basta con mantenerse en la lucha), saben, han sufrido en carne propia el escarnio de los opresores por no contar con una amplia organización de Frente Único que sostenga y eleve sus luchas, asegurando el abanderamiento de una nueva perspectiva social revolucionaria.
El pueblo tendrá que asumir estas grandes tareas, de crearse un centro de lucha y organización, consciente de que solo así, dando saltos para ubicarse en la palestra nacional, tomando el destino en sus manos, aprendiendo a desconfiar de las intenciones de los gobernantes, combatiendo desde fuera de la influencia burguesa, rompiendo con las trampas, rompiendo con las traiciones de políticos y dirigentes entregados al sistema; destruirá las cadenas que lo oprimen, que lo condenan permanentemente a verse engañado y despojado.
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