La réplica a la contrarrevolución no debe hacerse esperar
- Opinión
Desde todos los ángulos se vinieron presentando escaladas de agresión contra la revolución bolivariana, las recetas clásicas de represión en los noventas quisieron ahogarla antes de nacer, luego el golpismo y todo tipo de sabotajes como políticas recurrentes contra Chávez y Maduro, al mismo tiempo un discurso de ínfulas aristocráticas quiso callar sus acciones, hasta llegar al manejo recurrente de formas de guerra de clases de diversa generación para provocar la debacle del chavismo.
La geopolítica petrolera del hegemón yanqui para desestabilizar los precios golpeando el talón de Aquiles de esta economía rentística es otra de esas grandes cuñas instaladas. Así un proceso social atractivo, consecuente en la resolución de las urgencias y necesidades sociales comenzó a reducir sus capacidades de respuesta frente a los acontecimientos de la caída de los precios del petróleo y la guerra económica instalada en paralelo con el ascenso de Nicolás Maduro al gobierno, para agotar las reservas y resistencias del pueblo y su gobierno bolivariano.
Este pequeño marco destaca el principio sobre el cual se levanta el profundo conflicto que ha estremecido al imperialismo yanqui, las trasnacionales, la burguesía parasitaria venezolana e importantes sectores de las capas medias frente a las clases sociales explotadas, humilladas y oprimidas históricamente. Según los imperialistas, Venezuela posee grandes recursos que están en las manos equivocadas, así se construyen dos discursos abiertamente antagónicos, de un lado el de la superficialidad y domesticación del pueblo para que acepte sin chistar las reglas del capitalismo que nunca se fue, que operó en la economía subterránea con sus medios de siempre y que prosperó en el terreno de la legalidad del país, y de otra parte, la reivindicación del planteamiento movilizador, concientizador sobre la condición social, la necesidad de revolucionar la sociedad e introducir nuevas formas de vida anticapitalistas. Vuelven a presentarse los discursos ultrarreaccionarios contra la mujer, contra el proletariado, la historia reciente y las diversas conquistas que hoy son patrimonio de todo el pueblo venezolano independiente de sus afinidades políticas, en tanto sus defensores viven el asedio.
Por tanto, un Estado que no cambió por completo, que vino aplazando sus necesidades de revolución interna, ahora enfrenta el dilema de entregarse de nueva cuenta y por entero a la voracidad capitalista o ser profundamente transformado y reorganizado desde las clases populares con una visión necesariamente afincada en la conciencia de clase. Definitivamente la fase de siembra del petróleo es y será insuficiente para el proyecto bolivariano, éste requiere asumir ahora lo que tanto se venía clamando desde las bases, intelectualidades y organizaciones populares. Esta situación no se supera con una vuelta atrás a los mejores tiempos del proceso, el cambio de timón lo impusieron las condiciones económicas y políticas por encima de todo titubeo, por encima de todo criterio negociador, ya está visto que en esta cobertura con la burguesía no se negocia más que para nuevas y cada vez más peligrosas concesiones. Jugar a la revolución es perderlo todo, se sabe que ésta tiene reglas que exigen apego aún en las modernas condiciones de la lucha de clases.
Las propuestas en esta dirección no se hacen esperar, hace rato que circulan y reclaman atención, es verdad que la burocracia se empeñó en traspapelarlas por su propia inercia y juegos de poder así como los intereses creados y la filtración de posturas propiamente burguesas. A diario se presentan infinidad de ideas e iniciativas populares para dar respuesta a las urgencias, sin embargo el pueblo debe hacerse oír con más fuerza antes de perderlo todo, le toca tomar la iniciativa, pues no puede esperar a que se la den. Las revolucionarias y revolucionarios dispuestos a afrontar el desafío asumirán su papel, despejarán su camino de ilusionismos o no serán, revestirán su combatividad por todos los medios y formas, es su deber así como el de su unidad.
La burguesía y sus politiqueros asumen su victoria electoral como rampa para impulsar los derroteros de socavar en tiempo record lo que tanto ha costado, así lo reclaman sus amos desde la noche del 6D con toda urgencia, tomar todo el poder político, imponer medidas de concentración capitalista, emprenderla contra la Constitución Bolivariana, reprimir a la población, eliminar a las Fuerzas Armadas (FANB) y aprisionar a las y los revolucionarios que queden en pie. El pueblo y sus verdaderas dirigencias, enfrentan la necesidad de responder con celeridad[1]. El poder político debe bajar y recaer en corto plazo en las manos del pueblo porque las burocracias y aparatos creados no responderán a las necesidades del proceso.
Contener el impulso de la contrarrevolución, obstaculizarlo, ganar ventajas y tiempos, seguramente que será posible, de eso las gentes más capacitadas seguramente darán cuenta. Será positivo y obligado, pero eso no detendrá la marcha de la burguesía si es que el pueblo bolivariano no crea las condiciones para nuevos marcos revolucionarios y pone un parao al discurso pusilánime.
Sin una sólida consecuencia política y una firmeza en las decisiones que hayan de tomarse superando el discurso pesado y absorbente de las amenazas sobre los marcos del derecho imperialista internacional; la burguesía y sus políticos afirmarán su crítica de derecha hasta nulificar por completo todo juicio democrático y revolucionario, todo pensamiento social popular para que prevalezcan sus opiniones en materia de vida pública.
La acción consecuente y contundente sin disfraces de los errores, en la crítica y autocrítica son armas del pueblo de sus luchadores y luchadoras, los pasos iniciales que las dirigencias dan en torno a ello, deben asegurase y a continuación pasar a definir la línea desde todas las voces del pueblo. Otro Estado es necesario, otra sociedad es necesaria, otras condiciones sociales son necesarias para el socialismo, lo que se logró es de grandes proporciones, faltan mil conquistas más para beneficio de las clases populares, y por sobre todas las cosas, la crisis del capitalismo mundial no se resolverá con la entrega de este país, será su opuesto, la crisis revolucionaria y la definición de un poder popular de esencia clasista que supere sus llamados clichés, que deje de ser estribillo para ser ejercicio auténtico del poder de la clase obrera y el pueblo en general, que trascienda en poder político, económico, social y militar.
Las asambleas, foros y congresos programados con la urgencia que los tiempos reclaman son grandes iniciativas, deben concretarse, sus consensos tendrán lugar, sus resoluciones deben ser serias y de aplicación concreta, no hay que dejar pasar o delegar a la burocracia ni las responsabilidades ni las tareas, a esta se le debe obligar a trabajar sobre cuestiones específicas y bajo control obrero y popular. Las iniciativas para ello se dieron en todo momento, sin embargo las direcciones y burocracias bloquearon todo, ahora incluso en medio de la tragedia, hablan de diálogo y negociación con una burguesía que se prepara para el asalto al poder por todos los medios que sean y no únicamente los legales.
Hubo tareas que debieron aplicarse hace tiempo, pues bien, no se hizo, sin lamentos hay que asumirlo, lo hecho, hecho está, toca a todas las fuerzas revolucionarias articular la lucha, todas las fuerzas populares deben despejarse el terreno, viene una contrarrevolución que se fincó en marcos legales para imponer sus posiciones a como dé lugar y pretende arrebatar la verdad y el juicio al discurso revolucionario y chavista para restaurar un neoliberalismo de última generación con todas sus secuelas de explotación, violencia y opresión como no se vivió ni siquiera en la denominada cuarta república.
La burguesía maneja el doble discurso de apoyarse en el marco legal que a la vez repudia, lo hace así porque debe afirmar su credibilidad ante los sectores populares y en especial de las clases medias, esto le permitió incrustarse profundamente en el torrente sanguíneo de la sociedad, ahora pretende poner contra la pared al pueblo y su gobierno a que acepte sus normativas a la vez que las cambiará definitivamente, sin que medie respuesta que valga desde el pueblo, es una vieja tradición de crear unas circunstancias sociales para después atribuirlas a la vida natural de las cosas proclamando su interés de clase como panacea universal. Un montaje bastante afinado en sus prácticas de subvertir a los pueblos para imponer el capitalismo salvaje, pero la legalidad siempre será el relato de las condiciones sociales de la clase social en el poder, la empleará a su antojo desplazando cualquier otra especificación, fue legal su victoria por ejemplo, pero no la subversión a donde se descarrila porque sabe bien que difícilmente podrá montar tan perfectamente otra victoria electoral para tomar los controles que requiere. Quién lo diría, lo que son los hechos, esta tendencia de la voracidad burguesa activará las condiciones y la marcha de la consecución del proyecto revolucionario. No habrá lugar para los términos medios.
Opinamos que quienes luchan deben accionar la máxima agitación popular del discurso profundo democrático y revolucionario, afirmar mejores explicaciones de la situación y el futuro inmediato, organizar y reorganizar el máximo de contingentes y colectivos, exigir las medidas urgentes que consideren necesarias a nivel del gobierno bolivariano, aplaudir y respaldar sus iniciativas así como cuestionar sus desaciertos le guste a quien le guste, elevar los ánimos, asegurar la conciencia política de las cosas, entregarse sin reservas al escenario siguiente creativo y definitorio del proceso revolucionario por el socialismo.
[1] Pues hay que rebasar, y remover, y rectificar, y replantear a lo que no sirva para estas condiciones de la lucha de clases, tal como expresan múltiples voces coherentes con el proceso revolucionario.
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