La marcha por el agua: una lucha estratégica de todos
- Opinión
Desde el 11 de abril han empezado a movilizarse miles de guatemaltecas y guatemaltecos que han decidido caminar cientos de kilómetros como parte de una lucha que es vital y estratégica: la lucha por el agua. Esta movilización ha sido denominada Marcha por el agua, la madre tierra, el territorio y la vida, y se desarrolla en tres vertientes que iniciaron su recorrido desde Tecún Umán (San Marcos), Purulhá (Baja Verapaz) y La Mesilla (Huehuetenango).
La marcha, organizada por la Asamblea Social y Popular (ASP) y a la cual se han sumado un sinnúmero de organizaciones, comunidades y barrios, tiene argumentos sólidos para realizarse. La misma ASP plantea que el 97 % de las fuentes de agua dulce del país están contaminadas y la desertificación en el país actualmente sobrepasa los 20 mil km2 (18.5 % del territorio).
Así las cosas, la Marcha resulta fundamental como movilización y protesta ciudadana. En primer lugar, porque cientos de comunidades, barrios y colonias padecen la falta de acceso a agua, originado del avance en la apropiación legal e ilegal del agua que empresas capitalistas han estado realizando con el objetivo de garantizar el riego de sus cultivos de caña de azúcar, café, palma aceitera, banano y la producción de bebidas embotelladas, entre otros. Cientos de comunidades están siendo despojadas de sus fuentes naturales de aprovisionamiento del vital líquido: ríos y riachuelos, lagunas y lagos, sin que las autoridades nacionales y municipales hagan nada al respecto. Más allá, las ciudades pequeñas, intermedias y grandes, estamos sufriendo asimismo de ese despojo, siendo que dependemos de tales fuentes para surtir nuestros sistemas de aprovisionamiento de agua potable.
Esta problemática también se expresa en otros datos aportados por la ASP, cuando afirma que “Con relación a las actividades económicas y uso del agua, para el 2003, la agricultura y ganadera utilizaron el 53% del agua, las industrias el 30% y el suministro de electricidad, gas y agua el 12%. Si se habla del uso del agua en riego de cultivos agrícolas, solo la caña de azúcar y la palma de aceite (o africana) consumieron el 61% para el 2010, el banano, plátano y melón el 22%, en cuyo caso la mayor fuente utilizada son los ríos. Siendo que la caña de azúcar, palma aceitera y banano han ampliado su área de producción, en el 2016 consumen más agua en riego en comparación con el 2010, año en el que consumieron entre el 55% y el 63% del agua utilizada por las actividades económicas en general; le sigue la producción de melón con el 3.35% y de mango con 2.14%. Mientras la extracción de agua para uso doméstico es sólo del 3% aproximadamente” [1].
Los efectos, asimismo, se hacen sentir sobre la agricultura familiar y la economía campesina, de la cual dependen cientos de miles de familias en el país. Estos ámbitos de producción alimentaria se ven imposibilitados para irrigar sus cultivos y padecen la destrucción de sus territorios, siendo que ríos robados y desviados hacia las grandes fincas y agronegocios impiden la irrigación natural de los mismos, con los consiguientes efectos sobre la vida animal y vegetal y la productividad de quienes nos proveen de alimentos a todo el país.
Complementariamente, gobiernos municipales –como el encabezado por Álvaro Arzú, en la ciudad capital–, dirigen una política que prioriza la provisión de agua al gran negocio y las colonias de la burguesía, mientras deja en la escasez a los barrios y colonias marginales y populares. Mientras, toleran la contaminación de ríos, lagunas y lagos, y son incapaces de garantizar el tratamiento de las aguas y la provisión de agua potable a toda la ciudadanía.
Esto sucede en un contexto donde el Estado capitalista desarrolla una política que permite y facilita el despojo de las aguas, su contaminación y reprime la protesta social cuando se levantan exigencias y luchas ciudadanas ante la indefensión que padece la inmensa mayoría de comunidades, barrios y colonias.
Siendo que el capitalismo y el Estado capitalista están negando y violando el derecho humano al agua, la Marcha por el agua, la madre tierra, el territorio y la vida se justifica y se legitima plenamente.
La Marcha por el agua, la madre tierra, el territorio y la vida es una lucha estratégica de todas y todos. Siendo así, como ciudadanas y ciudadanos conscientes sobre la problemática del agua, debemos organizarnos, solidarizarnos y sumarnos a la Marcha que llegará a la ciudad capital el 22 de abril.
Levantemos nuestra voz para resolver un problema de carácter nacional y estratégico que afecta nuestra propia sobrevivencia como sociedad.
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[1] Estos datos coinciden con información aportada por estudios del Instituto Nacional de Estadística, el Banco de Guatemala y el Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad de la Universidad Rafael Landívar, disponibles en sus respectivas páginas electrónicas.
Mario Sosa
Investigador en el Instituto de Investigaciones sobre el Estado (ISE), Vicerrectoría de Investigación y Proyección, Universidad Rafael Landívar.
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