Distintas formas de “vender a la madre”
- Opinión
Día tras día la corrupción es sostenida en la agenda pública por una catarata mediática que, aunque muchas veces se nutre de supuestos o de interpretaciones jurídicas amañadas, viene poniendo a la luz graves hechos de corrupción.
Como cristianos no podemos eludir la más llana y absoluta condena a esta relación degenerada entre la política, el poder y el dinero. Esta relación, que reniega de la dignidad del hombre para instalar en su lugar el culto del dinero, se ha manifestado como nunca antes en el sistema capitalista, que acumula y concentra las riquezas robándoselas a los preferidos de Dios y se transforma finalmente, como lo dijera Francisco, en un “proceso de muerte”.
Como cristianos tenemos entonces la obligación de confrontarla sin ambages en todas sus manifestaciones.
La corrupción como cultura
La primera es la obligación de denunciar que la corrupción tiene una similar naturaleza, cualquiera sea el monto de dinero involucrado. La corrupción diaria – la coima, las ventas “en negro”, los empleados no registrados, las escrituras “por menor valor”, la evasión impositiva, y un largo y cotidiano etcétera – sólo se diferencia de la que hoy se condena en los medios por el monto y porque, por la responsabilidad de sus protagonistas, afecta el cumplimiento de un servicio público y la ejemplaridad a la que se encuentran obligados los funcionarios.
La financiación de la política
También debemos denunciar la corrupción destinada a alimentar “la caja” de los partidos políticos. Esta forma de financiación de la política, de la que no parece haberse privado ningún gobierno en el último medio siglo, no sólo es condenable en sí misma sino también porque hace imposible evitar que se generen o toleren negocios particulares. En este sentido será imprescindible seguir avanzando hacia mecanismos legales de financiación de la política que equiparen las posibilidades de todos y que sean, además de transparentes, férreamente controlados, por las instituciones y la opinión pública.
Toda la corrupción
Pero fundamentalmente estamos obligados a condenar toda la corrupción y no sólo la del adversario político, como ocurre hoy con mucha frecuencia.
Como dice Francisco a la “Madre Patria no se la vende”, pero a la Patria se la vende no sólo con coimas, sobreprecios y “retornos”, sino también con “decisiones de política económica” diseñadas para permitir enormes transferencias de ingresos a favor de los poderosos, para facilitar la fuga de dinero “negro” a los paraísos fiscales, promover la inversión en títulos nacionales con intereses usurarios, desgravar a la especulación financiera y otorgar “amnistías” a quiénes evaden impuestos. A la patria se la vende también habilitando el saqueo de los recursos naturales no renovables o explotaciones con fuerte impacto ambiental.
Es por eso que los cristianos también estamos obligados a romper con el “monopolio del sentido” impuesto por los principales medios y conseguir que esas formas espurias de transferencias de ingresos en detrimento de la Madre Patria y de los pobres, salgan del limbo técnico en que se encuentran y comiencen a ser llamadas como lo que son: actos de corrupción y verdaderos “procesos de muerte” contra los más débiles.
Sumamos nuestras oraciones y nuestro compromiso con la construcción de una patria sostenida en la solidaridad con las víctimas del sistema, la lucha contra la injusticia social y el ejercicio responsable del poder.
Cristianos para el Tercer Milenio.
Rodolfo Luis Brardinelli, Rodolfo Briozzo, Angel Bruno, Ana Cafiero, Eduardo Casado Sastre, Cristina Domeniconi, Miguel Ángel Ferrara, Alicia Ladrón de Guevara, Luis Miraldi, Hernán Patiño Mayer, Rogelio Ponsard, Portillo Fernando
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