Donald John Trump resultó un presidente estadunidense extraordinario entre los 44 que le antecedieron. Esto porque estableció un récord en los 241 años de vida independiente. En una semana, de acuerdo con Gallup, provocó la desaprobación de 51 por ciento de la ciudadanía. Distinción que George W. Bush tardó 1 205 días en conquistar, Barack Obama 936 y William Clinton 573.

Por si no fuera suficiente distinción, ningún presidente tomó posesión y menos de 24 horas después generó que en las calles de Estados Unidos más de 3.5 millones de personas rechazaran sus anuncios de políticas tan misóginas como homofóbicas, y cientos de miles más en la aldea global para impugnar un discurso imperial envuelto en un nacionalismo a ultranza.

Y ahora el marido de Melania también padece lo que David Brooks llama “amotinamiento”, con cientos de diplomáticos de carrera que firmaron un borrador que reprueba las medidas de la orden ejecutiva emitida por Trump el 27 de enero y calificada islamofóbica, porque cierra fronteras contra refugiados y ciudadanos de siete países musulmanes y concita movilizaciones en aeropuertos bajo el lema No ban, no Wall.

El vocero de Donaldo Juan, el que convirtió a Enrique Peña en “primer ministro”, sentenció: “Si los funcionarios de carrera tienen un problema con la orden, deben sumarse al programa o pueden irse”. Amenazó Sean Spicer como lo hizo la embajadora de EU en la ONU, que anotará los nombres de los representantes de los países que critiquen las políticas de Washington. ¿En qué mundo “piensa” que vive Nikki Haley?

Contra las reglas del juego de USA de no intervenir en política, el vocero de Obama criticó las órdenes ejecutivas pues son “contrarias a valores estadunidenses centrales de la no discriminación, trato justo y ofrecer una bienvenida a visitantes extranjeros e inmigrantes”. La procuradora general en funciones, Sally Yates, fue despedida porque se atrevió a poner en duda la legalidad de la decisión del magnate venido a presidente por obra y gracia del muy antidemocrático sistema electoral. Y los procuradores generales de 16 estados procederán legalmente para anular la prohibición de ingreso de personas de los siete países. E importantes firmas trasnacionales expresaron su desacuerdo con la orden ejecutiva y varias destinarán millones de dólares a apoyar la causa.

La vasta disidencia llegó hasta la elite republicana, incluso al sector más conservador, y será harto difícil que allí los Trump, Spicer, Haley y demás cruzados del siglo XXI tengan resultados positivos con desplantes, despidos y amenazas que ponen temerosos a los que desconocen el mundo multipolar de hoy.

Como apuntamos el lunes: “Son tantos los frentes abiertos por el magnate venido a presidente y tanta la incontinencia verbal y tuitera que aunque el vicepresidente Mike Pence tiene la tarea de contenerlo, terminará enredado por su verborrea primitiva y los madrugadores tuits, acumulará un desgaste que los gobernantes mexicanos deberán aprovechar”.

El discurso de Peña Nieto se escucha menos inseguro, titubeante, a partir de la conversación telefónica con su par estadunidense y las muestras de apoyo al pueblo mexicano y sus autoridades, aunque éstas aún informan sin la puntualidad y plenitud indispensables. Mas es insoslayable que aprovechen este creciente desgaste y rechazo al nuevo emperador de la Casa Blanca que muchísimo más temprano que tarde tendrá que rectificar y hasta recular, salvo que no le interese concluir su mandato.

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