Frente común en defensa de México
- Opinión
A muchos ciudadanos causa escozor que la indispensable unidad nacional tenga que producirse, como dicta el sentido común, en torno al presidente de la república para sortear con éxito, así sea relativo, las amenazas que para México significan las órdenes ejecutivas de Donald John Trump en materia migratoria y la construcción del muro en los dos tercios faltantes de la frontera.
Y razones les sobran a los paisanos, sobre todo cuando están a la orden del día las actitudes antigobiernistas, como es propio del penúltimo año del sexenio y de la inveterada práctica de alentar esperanzas de cambio, amén de los errores y excesos del grupo gobernante, pero la convergencia por encima de clases sociales, visiones ideológicas y creencias religiosas, partidos y otras diversidades que significan a México, se hacen a un lado para colocar en el centro lo que es común en una coyuntura como la que se abrió con el triunfo del magnate y su acceso a la Casa Blanca.
Se escribe fácil, pero es harto complicado materializar la convergencia, como lo evidenciaron las dos marchas capitalinas del domingo que tenían como propósito estimular “la unidad en la diversidad”, acaso por el error de colocar como voceras a dos señoras poco presentables –Isabel Miranda Torres y María Elena Morera– y muy dadas a sacar provecho personal y familiar de las responsabilidades públicas.
En todo caso es un camino en proceso de construcción, demasiado lento y hasta contradictorio, pero al que puede coadyuvar que Enrique Peña Nieto trascienda fórmulas genéricas y puntualice su idea sobre el tema, como lo hizo el viernes 10: “En el momento actual en el que se convoca a unidad nacional, continuaré actuando con sentido del deber, firmeza, determinación, serenidad, prudencia y teniendo en cuenta que primero están los intereses de la nación”.
En la idea presidencial, por lo menos discursiva, los mexicanos debemos seguir actuando con firmeza y determinación en una unidad que debe traducirse en resultados, unidad que debe significar que el futuro de México siga deparando a las nuevas generaciones desarrollo y prosperidad. Y que la centenaria Constitución “prevalece como la brújula para seguir construyendo una patria justa y generosa”.
Ley de leyes violentada como si fuera un deporte nacional y reformada 699 ocasiones, la mayoría a partir del Cambio de rumbo que arrancó el 1 de diciembre de 1982, con el padre del neoliberalismo azteca, Miguel de la Madrid y continuado hasta superarlo por los cinco sucesores en Los Pinos.
En efecto, como bien dice el titular del Ejecutivo federal, se trata de actuar en un frente común, con enorme solidaridad, en la defensa de nosotros mismos, de los valores que nos han identificado y que nos dan sentido de unidad, de pertenencia y orgullo de ser habitantes de este país. Y en tales casos los posibles aliados están allí y no son para seleccionarse por parte de los actores políticos y los agentes económicos dispuestos a la unidad nacional.
Frente y gobierno que habrán de administrar lo mejor posible el reloj político e institucional para negociar con el nuevo representante del imperio más beligerante en la historia de la humanidad, cuando los tiempos le sean menos favorables en virtud de la enorme cantidad de frentes abiertos por Trump en USA y la aldea global, donde ya reculó con Xi Jinping al reconocer la política de “una sola China”, empieza a ser derrotado en las cortes y tiene una rebelión en las 400 “ciudades santuario”.
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