Chechenia: La guerra personal de Putin

29/03/2017
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

La guerra de Chechenia iniciada en diciembre de 1994 y terminada en 2009, con interregnos de alto el fuego, los que ha dado oportunidad a los historiadores para denominarla como la Primera Guerra Chechenia, (1994-1996) y la Segunda Guerra Chechenia (1999-2009), ha dejado en total, según fuentes occidentales, 160 mil muertos. Todos sabemos que esa guerra ha sido alentada y financiada por los Estados Unidos y Arabia Saudita por razones que los urgían en esos momentos.

 

Tras la guerra en Afganistán (1978-1992) la entonces Unión Soviética, había quedado políticamente exhausta, al punto de que debió disolverse en 1991, y sus enemigos, conocían que un país con el peso histórico de Rusia, sus dimensiones y sus riquezas, se iba a recomponer más temprano que tarde.

 

La situación de Rusia, tras la “derrota” en Afganistán, la disolución soviética y el cambio del marco político mundial, tras la caída del bloque socialista, ponía al temible imperio a tiro de piedra de sus enemigos. La crisis brindaba una oportunidad única e irrepetible para aniquilarlo, fragmentándolo en infinidad de naciones.

 

 Mientras que las repúblicas del Báltico se vendían a Occidente a precio vil y las repúblicas del Cáucaso también se separaban, amparándose en su potencial petrolero y gasifico, Chechenia era una pieza clave para continuar el desgarro ruso.

 

Exactamente con la misma hoja de ruta que aplicaron en Afganistán, Estados Unidos y Arabia Saudita encontraron en Chechenia el lugar perfecto para reproducir el fenómeno afgano. Otra vez, miles de millones de dólares sauditas, armamento y logística del Pentágono, veteranos de Afganistán, muchos de ellos entrenados en Arabia Saudita y otros países de Medio Oriente y en las repúblicas caucásicas, comenzaron a fluir hacía Chechenia, para apoyar a las incipientes organizaciones wahabitas que habían cooptado importantes sectores de la sociedad musulmana que durante la era soviética había vivido sin grandes sobresaltos.

 

Si bien Rusia, pudo, con un altísimo costo político y militar, controlar a los grupos separatistas, no ha podido aniquilarlos de manera absoluta, por lo que el terrorismo wahabita en la región sigue activo, siempre con la inestimable colaboración saudí-norteamericana.

 

A pocas horas del ataque de Londres, se conoció, que la localidad chechena de Naurskaya miembros de la Guardia Nacional Rusa (Rosguardia), repelieron un ataque de Imarát Kavkaz (Emirato del Cáucaso), compuesto por integristas wahabitas, que han jurado bayat (lealtad) al Daesh en diciembre de 2014; el objetivo del ataque era hacerse con el armamento pesado del que dispone la base.

 

 Según los confusos informes de la prensa occidental, se habla de seis soldados rusos y dos terroristas muertos, aunque la cifra real es de doce muertos: seis militares rusos y seis terroristas, y algunos heridos de gravedad. Solo dos del comando atacante pudieron escapar. Tres de los terroristas identificados, son los hermanos Muridov y Khabil, Ramzan y Shamil Muridov, cuyas edades oscilan entre los 22 y 26 años que vivían en las proximidades de la base atacada, y Khizir Zakaraev, de la localidad de Elistanzhi, próxima también a Naurskaya, por lo que las unidades de la Guardia Nacional del Cáucaso Norte han sido puestas en alerta máxima al tiempo que se lanzaron operaciones de rastrillaje que han producido un número indeterminado de detenciones.

 

La Guardia Nacional fue fundada en abril de 2016, justamente para controlar a esta clase de terrorismo, que concentra sus ataques particularmente contra la población civil. Los más trágicos y emblemáticos fueron la toma del teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002 con un saldo de cerca de 150 civiles muertos, junto a 30 terroristas miembros de Imarát Kavkaz (Emirato del Cáucaso). Casi dos años después, el 3 de septiembre de 2004, un golpe todavía mucho más duro estremeció a Rusia: la toma de una escuela en la localidad de Beslán, Osetia del Norte, de la que participaron integristas chechenos e ingusetios. Tras los combates entre terroristas y las fuerzas de seguridad, quedaron 370 muertos, de ellos 171 alumnos, y cerca de 200 desaparecidos, a lo que se le suman casi 700 heridos.

 

Poco antes de los juegos olímpicos de invierno en la ciudad de Sochi de 2014,  a orillas del Mar Negro y a poca distancia del Cáucaso Norte, en la ciudad de Volgogrado, a finales de diciembre de 2013, se realizaron dos atentados en menos de 24 horas. El primero contra un ómnibus y el segundo contra una estación de trenes que dejaron 31 muertos y una cincuentena de heridos. En octubre anterior, otro ataque suicida protagonizado por una mujer, Nadia Asiálova, causó siete muertos y cerca de 40 heridos.

 

Otros ataques de consecuencias menores se registraron en enero de 2011en el aeropuerto internacional de Domodedovo en Moscú y en el tren rápido de pasajeros Sapsan, Moscú-San Petersburgo, en enero de 2012, que de haber sido exitosos hubieran dejado centenares de muertos.

 

La virulencia con que el integrismo musulmán ha atacado Rusia, causando muchas más víctimas que en todas las naciones europeas atacadas, obliga a Moscú a extremar sus sistemas defensivos, más cuando en poco más de un año se estará disputando el Mundial de Futbol, con el que Rusia aspira a demostrar todo su avance como nación, al tiempo que muchísimos intereses,  entre ellos los Estados Unidos, la Unión Europea  y las naciones del Golfo Pérsico, junto a Ucrania, se empeñarán en deslucir la gran fiesta ya no solo del futbol, sino de la Nueva Rusia.

 

Rusia el enemigo a vencer

 

Para la familia Saud, Rusia, comunista o no, ha sido su gran enemigo desde el comienzo mismo de su alianza con los Estados Unidos fraguada entre el presidente Franklin D. Roosevelt y el rey Abdelaziz bin Abderramán al-Saud, cuando en febrero del 1945, Roosevelt, retornaba de Yalta.

 

Las rivalidades ideológicas, geopolíticas y comerciales, entre Moscú y Riad, alentada obviamente por Washington, fueron insalvables, por lo que la familia Saud, ha invertido miles de millones de dólares cada vez que alguna causa podía dañar los intereses rusos:  Desde alentar y financiar movimientos fascistas y anticomunistas en Occidente hasta convertirse en el mayor financista de los muhaydines afganos, entre otras siniestras actividades para la difusión del wahabismo, la doctrina que da sustento a todos los movimientos integristas musulmanes como al-Qaeda y el Daesh.

 

En los tiempos de la Unión Soviética, Moscú alentó en el mundo árabe un nacionalismo laico, del que el Egipto de Nasser, la Libia de Gadaffi y la Siria de Hafez al-Assad, padre del actual presidente Bashar, fueron los más claros ejemplos, inspirados en el Primer Ministro iraní Mohammed Mossadegh, quién no por nada fue derrocado en 1953 con la colaboración de Londres, Riad y Washington.

 

La intervención rusa capitaneada por el presiden Vladimir Putin, en el conflicto sirio, ha sido el elemento fundamental para que el gobierno del presidente Bashar al-Assad, haya logrado sostenerse frente al monumental embate de Occidente y donde Arabia Saudita y Qatar han invertido cifras astronómicas de dólares para sustentar los miles de mercenarios que han llegado a combatir desde más de 93 países, tan distantes como Chile, Filipinas, Suecia, Nigeria y desde ya el Cáucaso y Chechenia.

 

La presencia rusa ha consumido las esperanzas de vencer a Siria y continuar con el plan que era finalmente aniquilar Irán y el mundo chií; la guerra en Yemen que cumple dos años en estos días, es parte de esa estrategia.

 

Son estas razones por la que es muy presumible que en los próximos meses Rusia

 Se convierta en el objetivo primordial de las bandas fundamentalistas, teniendo al movimiento Imarat Kavkaz, como pivote principal.

 

Se estima que son cerca de 15 mil los hombres que integran el organizaciones wahabitas en Chechenia. En julio del año pasado, se registró la presencia de un importante miembro de la inteligencia saudita en la región, que mantuvo reuniones con la jefatura terrorista, para reorganizar las acciones tras la caída de jefes como Aliashhab Alibulatovich Kebekov, (Ali Abu Muhamad al-Daghestani), muerto en 2016, Magomed Suleimanov (Abu Usman Gimrinsky) muerto en 2015 y Doku Umarov (Usman Dokka) abatido en marzo de 2014.

 

Se calcula que entre 1700 y 2300 chechenos han combatido en la guerra siria junto al Daesh. Entre ellos Tarkhan Batirashvili, conocido como Abu Umar al-Shishani (Chechenia en árabe) ex miembro del ejército georgiano, que fue calificado como el Ministro de Guerra del Daesh, por sus dotes como estratega, eliminado en combate en marzo de 2016 , en la ciudad iraquí de Shirqat al sur de Mosul.

 

Tras las derrotas en Irak y Siria, las bandas terroristas podrían encontrar en Chechenia las condiciones para reactivar, otra vez, un frente de guerra y nada menos que contra su más acérrimo enemigo: el presidente Putin. Lo que sin duda no solo alegrará a muchos emires y monarcas del golfo, sino a muchos circunspectos caballeros de occidente.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central

 

 En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/184458?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS