Dignificar la política
- Opinión
“Democratizar la revolución y revolucionar la democracia”
Boaventura de Souza Santos
La democracia representativa estalló en pedazos en 2017 a nivel global. Ese fenómeno se manifestó paradigmáticamente no sólo en la elección de Trump sino en su rápida traición a los electores. En todo el mundo los partidos políticos no son lo que afirman ser, no hacen lo que dicen y no cumplen con las promesas de campaña. Son grupos de políticos profesionales pagados por el gran capital, sin ideología ni vergüenza, que se acomodan a las circunstancias según su conveniencia. Claro, hay pocas excepciones que confirman la regla. Ya no hay propiamente partidos políticos, lo que existen son políticos mediáticos que hacen marketing al servicio del mejor postor. El partido va detrás del “producto”, la fachada individual.
En Colombia esa situación es más que visible. Uribe en el Centro Democrático es un “pequeño rey” rodeado de áulicos y mandaderos. Ocurre lo mismo en Cambio Radical, todo gira alrededor de Vargas Lleras. En los demás partidos es lo mismo, incluyendo la izquierda y el “centro”. El colmo de los colmos se presentó con una dirigente de amplia trayectoria que pasó de la oposición de izquierda a ser ministra de un gobierno neoliberal. “Un gobierno débil que quiso instrumentalizar el proceso de paz para mejorar sus niveles de aceptación”1. Ella decidió en forma unilateral ser parte del gobierno y considera acoso (“bulling”) que su partido la cuestionara y expulsara. Ahora busca aval para ser candidata en cualquier otra tolda. Hay decenas de casos similares. Se quitan la camiseta y se ponen otra sin ningún rubor.
La razón de la crisis de la democracia representativa no es otra que el peso del enorme poder del capital financiero. Los Estados y gobiernos administradores del aparato estatal no pueden hacer más que los dictados de los centros financieros y cumplir las órdenes de los poderosos mega-conglomerados capitalistas que –legal o ilegalmente– imponen su voluntad e intereses. Caso de Samsung en Corea del Sur, Odebrecht en toda Latinoamérica y el complejo militar-industrial en EE.UU., entre otros. Y lo más grave es que los gobiernos “revolucionarios” y “progresistas” no lograron sustraerse a esas prácticas. Y los que medianamente se resisten, son presionados con herramientas puramente económicas obligándolos a reversar muchas de sus políticas que medianamente rompían con el neoliberalismo. Es parte de su “declive”.
Todo lo anterior obliga a buscar nuevos caminos. El primer paso es desechar ilusiones en la posibilidad de utilizar el “Estado heredado” como principal herramienta de transformación. Claro, sin irnos al extremo de dejarle el campo abierto a las oligarquías y burguesías emergentes que usan el aparato estatal y su fuerza real (burocracia y ejército) para neutralizar y derrotar a los pueblos. Pero, sin caer en el fetichismo del Estado y de la Ley, que nos hace creer que “desde arriba” se pueden hacer transformaciones estructurales. La verdad es que si no construimos una fuerza y poder “desde abajo”, si no nos empoderamos como ciudadanos y como pueblo, no lograremos verdaderos cambios en nuestros países y el mundo.
La crisis profunda de la democracia representativa y de los partidos políticos existentes es una oportunidad para la aparición de nuevas formas de hacer política y de nuevas democracias. Y debe ser un cambio integral. Debe aparecer una nueva filosofía política; recuperar y renovar los principios; rehacer los objetivos y metas; diseñar estrategias creativas y nuevas formas de organización; fusionar la forma y el contenido; fundir métodos y metas; interpretar a la gente y, a la vez, estimular lo mejor y más valioso de nuestros pueblos; y en general, dignificar la acción política para poder transformar nuestra realidad social, económica, ambiental y cultural.
Necesitamos una filosofía del bien común y de las economías colaborativas; unos principios éticos y estéticos que pongan en primer lugar la honestidad, la transparencia y la coherencia; unos objetivos de amplio alcance frente a la crisis sistémica del capitalismo y la descomposición moral de nuestras sociedades; una estrategia que responda a las coyunturas actuales sin abandonar las metas post-capitalistas; una organización que priorice lo colectivo, la democracia plebeya y el control de las bases; unas formas de acción que combinen eficacia y sentido común con sentimiento, belleza y alegría; y en general, una renovación total de la política en beneficio de la sociedad en su conjunto y, en especial, de los sectores eternamente excluidos y discriminados.
Y… estamos en esa tarea. “Ciudadanos al Poder” es nuestro camino y meta.
Bogotá, 21 de abril de 2017
E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado
1 “Tesis de Abril”, documento de trabajo de las FARC. “Por un partido para construir la paz y la perspectiva democrático-popular”, tesis 17, p. 17.
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