La recurrencia e intensidad de las crisis financieras
- Opinión
De las doce mayores crisis financieras en el mundo de las que se tiene registro, desde el fin de la burbuja de los tulipanes holandeses en 1636, hasta la crisis financiera internacional de 2008-2009, ocho corresponden a la era del capitalismo neoliberal. La mayor recurrencia e intensidad de las crisis financieras propiciadas por el neoliberalismo en el mundo es el resultado directo de la desregulación financiera, del libre movimiento internacional de capitales y del predominio del sector financiero por sobre el sector real de la economía (“financierismo”), que generan grandes ganancias especulativas privadas cuando las cosas van bien, que súbitamente se transforman en pérdidas gigantescas que acaban socializándose cuando las cosas van mal. Este es un rasgo esencial del capitalismo neoliberal. El otro es la creciente concentración del ingreso y la riqueza.
Las crisis financieras suelen tener cuatro fases[1]:
1. Primera (Inicio de la burbuja). Algún acontecimiento genera el surgimiento de una burbuja en el mercado de activos financieros (acciones, bonos, títulos de deuda, fondos mutuos, activos derivados, etc.) o bienes raíces (inmuebles en general). Una burbuja implica una dinámica insostenible en el crecimiento de los precios.
2. Segunda (Manía). Los bancos privados inflan la burbuja otorgando créditos masivamente, con lo que sobreviene una ola de sobre-optimismo y profecías auto-cumplidas: como todos creen que los precios de los activos financieros o bienes raíces seguirán subiendo, todos salen a comprar, con lo que efectivamente estos precios siguen subiendo, y la economía sigue creciendo. Los especuladores se llenan de plata.
3. Tercera (Pánico). Las expectativas cambian súbitamente y el optimismo se torna en pesimismo, ya sea porque los especuladores se dan cuenta de que están sobre-endeudados y/o de que los precios de los activos financieros o bienes raíces están inflados. Este es el fin de la burbuja.
4. Cuarta (Colapso). Los precios se desploman por otra profecía autocumplida: previendo que los precios van a caer, todos los poseedores de activos financieros o bienes raíces corren a vender para no perder dinero, lo que acelera e intensifica la caída de los precios. Los especuladores que venden primero no pierden; los que venden después, sí. Y mucho. Los bancos restringen abrupta y agudamente el crédito, luego de lo cual sobreviene la crisis de algunas instituciones financieras o del sistema financiero en su conjunto, debido a la insolvencia de especuladores y familias que compraron caro con crédito ayer, pero que sólo pueden vender barato hoy. De allí sobreviene la recesión o depresión.
La crisis financiera que estalló en Estados Unidos en 2008 se ajusta a esta descripción:
1. Fase 1. En 2001 la Reserva Federal inició la burbuja inmobiliaria a través de la significativa reducción de la tasa de interés que abarató el crédito por un periodo prolongado.
2. Fase 2. Entre 2002 y 2007 hubo una vigorosa expansión de créditos hipotecarios que alimentaron la burbuja, lo que generó sobre-optimismo y profecías auto-cumplidas: los bancos seguían prestando y sus clientes hacían grandes ganancias de capital por el incremento sostenido de los precios de los bienes inmuebles (compraban sus viviendas a un precio y al poco tiempo éste había subido de manera importante).
3. Fase 3. Los precios de los bienes raíces dejaron de crecer durante el tercer trimestre de 2007 debido al cambio de expectativas sobre los precios futuros de las viviendas y el sobre-endeudamiento de familias y empresas inmobiliarias.
4. Fase 4. El fin de la burbuja inmobiliaria hizo que los bancos restringieran abruptamente el crédito hipotecario a las familias, lo que generó otra profecía auto-cumplida: los precios de los inmuebles empezaron a caer, lo que fue amplificado por la escasez de demanda (por la falta de crédito hipotecario) y el exceso de oferta (porque los especuladores y las familias que habían tomado segundas y hasta terceras hipotecas para financiar gastos de consumo, salieron a tratar de vender sus propiedades antes de que los precios cayeran más).
Esto se contagió rápidamente a otros países debido al uso excesivo de activos financieros derivados y respaldados por hipotecas, emitidos en Estados Unidos[2]: al desplomarse el precio de los bienes raíces, numerosas instituciones financieras no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa, sufrieron grandes pérdidas de capital, tornando a algunas insolventes. Como resultado, el PBI mundial se contrajo en 2009, cosa que no sucedía desde los años 1930.
En octubre de 2008, trece meses después del fin de la burbuja inmobiliaria y un mes después del colapso del banco de inversión Lehman Brothers en Nueva York, el FMI estimó las pérdidas globales de activos derivados respaldados por hipotecas y préstamos hipotecarios originados en los Estados Unidos en cerca de US$1 billón (millón de millones), ocho veces el PBI del Perú de 2008 (cinco veces el PBI de hoy), y cuatro veces los costos financieros asociados a la crisis asiática de 1997-1998.
Lo único bueno que tienen las crisis es que se puede aprender de los errores cometidos. Que el mundo desarrollado haya aprendido las lecciones de la crisis financiera internacional es algo que aún está por verse. Pero no (sólo) es un problema de comprensión, sino (principalmente) de intereses económicos concretos. Y el capitalismo neoliberal prioriza los intereses del sector financiero. Por lo pronto, la Ley Dodd-Frank firmada por Obama en 2010 para evitar que una crisis como la de 2008-2009 se repita, y que imponía una clara separación entre banca comercial (que capta depósitos y coloca préstamos) y banca de inversión (que realiza inversiones especulativas), ya ha sido desmantelada por Trump. Lamentablemente, la cosa no pinta nada bien.
[1] Ver C. P. Kindleberger y R. Alibier (2005). Manias, Panics, and Crashes. A History of Financial Crises. John Wiley & Sons, Inc: Hoboken, Nueva Jersey. Quinta edición.
[2] Se llaman activos derivados porque derivan su valor del de otros activos, en este caso del valor de las viviendas. Cuando el precio de los inmuebles se desplomó, también se esfumó el valor de los activos derivados.
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