Revolución Bolchevique en la batalla de las ideas

25/10/2017
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Mapa del pensamiento en disputa permanente

 

Lenin escribió su obra Materialismo y Empiriocriticismo (1908) para combatir la infiltración ideológica que intentaba imponer las viejas ideas de Berkeley y Kant haciéndolas pasar por “novísimo marxismo” y “refundar” el socialismo. Estaba en marcha un episodio de estafa teórica contra el método de Marx-Engels y se desarrollaba una traición a las bases teórico-metodológicas de la Revolución de Octubre. Pero Lenin lo descubrió, lo estudió hasta la médula y produjo la vacuna con que se neutralizaron las aventuras del desfalco político quizá más tramposo de su tiempo… y más que eso, produjo un documento esclarecedor que demarcó el escenario de la Batalla de las Ideas en el mapa ideológico y científico del siglo XX y XXI.

 

Lenin escudriñó todos los frentes donde la ideología de la clase dominante se ha sentido a sus anchas. Metió mano en el problema del conocimiento, en el problema de su “representación”, en los problemas de la enunciación y en el carácter dialéctico de la lucha contra la “falsa conciencia” alentada históricamente por obispos, empresarios, académicos y militares. Produjo en pequeño gran libro que, aun en su brevedad, dejó apuntes cruciales para entender el uso de las “ideas” como camuflaje para la dominación económica de los pueblos. Sobre todo, produjo un texto en combate filosófico para el combate práctico. Para confrontar el “pensamiento” dominante con ciencia emancipadora creada para hacerse carne en la lucha que deberá revolucionarlo todo, incluida la semántica, la sintaxis y sus praxis. En más de un sentido es un texto contra el “eurocentrismo ideológico”.

 

El empiriocriticismo se consolidó como expresión de la ideología burguesa proyectada, internacionalmente, a manera de “verdad absoluta”. Sus mentores originarios fueron el obispo de Berkeley, Hume, Ernst Mach y Richard Avenarius que mezclaron el positivismo con condimentos kantianos para hacerse pasar como una “nueva filosofía” científica superadora del materialismo sin confesar sus verdaderos nutrientes idealistas subjetivos y reaccionarios. De esas fuentes beben, por ejemplo, el “Círculo de Viena” y las corrientes neopositivistas anglosajonas que durante el siglo XX han venido adueñándose, camufladas bajo mil denominaciones y jergas, de los centros de investigación en el mundo entero.

 

Conocer al enemigo implica desmenuzar sus armas teórico-metodológicas para desactivarlas. Es necesario producir conocimiento profundo, en calidad y en cantidad, sobre aquello que estamos combatiendo. Desarrollar la crítica creadora y ejemplificadora, nítida y comprensible, a fondo e implacable, contra toda confusión. Lenin estudió todos los documentos escritos y redactó su obra aprovechando cada minuto disponible para conocer, críticamente, la bibliografía sobre filosofía y ciencia. Usó cuanto estudio y análisis tuvo a mano y leyó a cuanto autor pudo y, desde luego, repasó al detalle las obras de Mach y Avenarius. El texto quedó terminado hacia finales de septiembre de 1908 y había que editarlo de inmediato pero los 2.000 ejemplares de su primera edición debieron esperar un tiempo hasta mayo de 1909. Se re-editó de manera más amplia hasta 1920 con 30.000 ejemplares.

 

Durante el siglo XX y XXI la actividad científica se ha subordinado al mercado sometiendo la ciencia a la industria o al comercio. La ciencia sometida al gran negocio a espaldas de los problemas sociales. Lo vio venir Lenin. Entendió cómo se fabrican “conocimientos” para sojuzgarlos por el Estado oligarca que los pone al servicio de las empresas privadas tanto en negocios belicistas de las “grandes potencias”, como en la manipulación científica de las conciencias. La Batalla de las Ideas está más viva que nunca en sus refriegas diarias, en los rincones más pequeños y cotidianos y hace mucha falta un instrumental científico orientador con una dirección científica revolucionaria. Ese espacio vino a llenarlo generosamente Materialismo y Empiorcriticismo aun considerando las actualizaciones que ha impuesto la praxis actual. Estamos en el periodo de luchas en medio de una crisis teórica. El pensamiento dominante ha usado al positivismo como trinchera para atacar a la Filosofía, especialmente aquella que ha sido capaz de comprender y explicar al mundo concreto. El empiriocriticismo hereda del positivismo tal cometido y el dogmatismo de las “apariencias”, de la “sensorialidad” y de la invención de la realidad en las cabezas.

 

El centro del debate esgrimido por Lenin sigue vigente aunque algunas apreciaciones se han modificado siguiendo el desarrollo objetivo de la ciencia, de la política y de la cultura en los 110 años recientes. Eso incluye el aporte revolucionario de no pocos “pueblos originarios”. Está vigente la lucha contra el idealismo filosófico, contra el misticismo epistemológico, contra el individualismo, el apoliticismo, el “arte por el arte mismo” o el “arte puro”. Está vigente la lucha contra las emboscadas anti-democráticas. Sigue en pie la lucha contra la fase superior del capitalismo y su plan monopólico imperialista. Contra toda negación de las leyes objetivas del desarrollo y la posibilidad concreta de conocerlas objetivamente; contra la ideología reaccionaria e irracionalista de las “nuevas” religiones y sectas.

 

Lenin supo advertir cómo se desarrollarían los medios intelectuales y académicos que han difundido ampliamente la omnipresencia de Dios con un “creacionismo” que es corriente religiosa y filosófica cuyos profesantes afirman ser fuerzas “progresistas”, un fenómeno de tergiversación ideológica muy extendido por ejemplo en USA. También se puso a la vista la necesidad de luchar contra el reformismo camaleónico de cierta socialdemocracia camuflada como “intelectualidad” académica de vanguardia. Y detrás de todo esto el “revival” del socialismo utópico posmoderno y la negación dogmática y furibunda a toda critica científica al capitalismo convertido en dogma espiritual de un “mundo perfecto” reservado para algunos privilegiados supremacistas.

 

Materialismo y Empiriocriticismo también ayuda a despertar alertas contra un “socialismo” religioso de nuevo cuño; contra un idealismo subjetivo ideado como entretenimiento de masas; contra el nuevo fideísmo nihilista de muchas bibliografías de autoayuda; contra la desconfianza en los pueblos como moda solipsista y literaria. Así desde su base metodológica Lenin nos ayuda a orientarnos en el bosque espeso de la ideología dominante para estar alertas contra todos los “intelectuales” oportunistas vendedores de corrientes ideológicas que, además del positivismo, han pergeñado su mercancía de palabrería “criticista”.

 

Esos que han enrarecido el territorio de las ideas con su idealismo subjetivo, su agnosticismo y todas las corrientes “socialistas de cátedra”, que combaten soterradamente al marxismo suplantándolo por uno “auténtico”, “crítico” y “anti-dogmático”. Son las catedrales del oportunismo que se infiltra en las luchas sociales para inyectar el veneno que ha reducido el concepto de alienación a un puro problema de conciencia individual y que borra del mapa la conciencia de clase. Sobreactúan su “amor” por la epistemología y por la metodología para disfrazar el egocentrismo que circunscribe las virtudes del intelecto al intelecto propio. Y todo para convencernos de que es imposible conocer el mundo, la materia… que son incognoscibles y que lo importante está en lo que uno piensa al margen de la realidad o de la verdad. Muy temprano vio Lenin el desarrollo de los empiriocriticistas como traficantes de subjetivismo camuflados con una epistemología reduccionista que limita al pensamiento a capacidades puramente subjetivas. Que reducen la ciencia a catálogos de opiniones abstractas. Relativismo furibundo.

 

Lenin dejó una obra, ampliamente vigente, que impulsa la teoría y el método científico para conocer el mundo, conocer la materia y conocer a los seres humanos en su historia y en sus conflictos dialécticos. Método con confianza científica en la inteligencia humana en oposición abierta a la filosofía burguesa dedicada, casi exclusivamente, a esparcir todo género de desconfianzas contra la humanidad inhabilitándola para conocer y comprender las leyes generales del universo y de la sociedad. Filosofía intoxicada con odio, vacilaciones y pesimismo. Filosofía mercantilizada entre refritos y falsificaciones históricas y mecanicistas, empantanada en la escolástica y el revisionismo negador de la dialéctica. Entendió Lenin que hacía falta una Revolución Permanente de las Ideas y expuso en su Materialismo y Empiriocriticismo una simiente prolífica para dar dirección teórico-metodológica a tal Batalla. Claro que no es el único libro de su género combativo ni el único en que Lenin de expide con aportes para la acción de las ideas. No es una “biblia”. Es imposible reseñar toda su riqueza en este espacio, pero no es imposible dejar asentada la gratitud. Se trata, más de un siglo después, de una obra indispensable.

 

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

 

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