Acotar a Morena para 2018

10/11/2017
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Iniciado legalmente el proceso electoral el 8 de septiembre pasado y conforme el electorado se acerca a la cita con las urnas, a realizarse dentro 8.3 meses, las expresiones más grotescas de la mexicana cargada con uno u otro candidato, están a la orden del día.

 

“La cargada no es algo pero tampoco es alguien, sino la suma de ambas cosas. Es el carnaval de adulación en torno al delfín en campaña”. Y no me refiero, como en las dos ocasiones anteriores en que me ocupé del tema, al espectáculo de la venta de portadas y entrevistas como la realizada por la revista Impacto a José Narro Robles, quien se tomó en serio lo que empezó como un juego de periodistas; tampoco a los textos que buscan interpretar lo que dijo o dejó de decir el presidente Enrique Peña con todo y su limitada baraja para hacer frente con eficacia a la contienda política, cuando su partido, el Revolucionario Institucional, se encuentra en el tercer lugar y no se percibe fácil que desplace al Frente “Ciudadano” por México y menos aún al Movimiento Regeneración Nacional.

 

Me refiero a éste y su candidato presidencial que reciben más muestras de simpatía y apoyo de personajes de la política, mismos que hasta hace semanas laboraban para otro partido o en el mejor de los casos guardaban silencio sobre Morena y Andrés Manuel López Obrador.

 

Observo y escucho a destacados hombres y mujeres de los medios, la cultura y los sindicatos que juzgaban con desdén la candidatura del tabasqueño o de plano hasta ponían en duda la realización de los comicios de 2018, pero ahora son partidarios decididos de AMLO.

 

Asumo que el oportunismo corroe las entrañas no sólo del sistema de partidos sino también de la (deificada) sociedad civil, esto es, la sociedad organizada; de los agentes económicos y actores políticos.

 

La partidocracia es inexplicable sin un electorado que se ve y peina en su espejo, aunque la critique acremente pero acude a las urnas para legitimarla de manera mayoritaria. Y no puede ser de otra manera en un país sellado por la simulación de las elites económicas, políticas, criminales, religiosas y culturales, pero también de las bases de la pirámide sociopolítica. Simulación como “un acto que consiste en imitar o fingir que se está realizando una acción cuando en realidad no se está llevando a cabo”.

 

Está claro que las elecciones se ganan con votos y que para obtenerlos se necesita de mucho dinero y para ello es preciso sumar y volver a sumar, aliados y compañeros de viaje. Es igualmente cierto que en política todos los apoyos más tarde o más temprano es inevitable pagarlos a base de concesiones y espacios públicos.

 

Y es aquí donde la sumatoria de aliados y apoyos que realiza Morena puede desnaturalizar su proyecto de gobierno porque al final del día, de la jornada electoral y la toma de posesión, habrá que liquidar la cuenta con los “aliados” provenientes de la plutocracia, de otros partidos y grupos de poder.

 

No es descabellado suponer que si el grupo gobernante actual no encuentra el camino idóneo para disputarle a López Obrador la Presidencia de la República, aún cuenta con la apuesta de acercarle a parte de sus hombres y mujeres para acotarlo y achatar más todavía las posibilidades de un cambio para renovar a México.

 

La recurrente frase “la lucha es por ideales, por principios” adquiere toda su magnitud no tanto al repetirla como al practicarla a la hora de recibir nuevas adhesiones y apoyos que podrían pervertir el proyecto del obradorismo o sus trazos esenciales.

 

 

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